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¿Qué implica manipular la naturaleza para tratar de “desextinguir” una especie?

El experimento de "desextinción" de la empresa estadounidense Colossal y las opiniones de la ciencia uruguaya sobre un caso que va en contra de la naturaleza

Redactora de Galería

“Este es Remo. Él es un lobo terrible (dire wolf). El primero en existir después de 10.000 años. La situación de las especies en peligro de extinción podría cambiar para siempre”. Ese era el texto que acompañaba la portada de la revista Time que el pasado 7 de abril anunciaba la “desextinción” del Aenocyon dirus con una imagen del animal que habitó el continente (desde América del Norte hasta la pampa argentina) durante el Pleistoceno.

Remo y sus dos hermanos, Rómulo y Khaleesi­, son tres cachorros (el más grande ya tiene más de cinco meses) genéticamente modificados para replicar al extinto lobo terrible o lobo huargo. Ese podría ser un intento de afirmación precisa, que, para tratarse de ciencia, deja bastante que desear.

Estos tres animalitos nacieron en la incógnita reserva protegida de Colossal Biosciences­, la empresa estadounidense de biotecnología e ingeniería genética que hizo la controvertida apuesta de “revivir” animales extintos, como el mamut lanudo y el dodo.

Hoy, el lobo terrible es el fruto de su búsqueda.

Es un hecho científico digno de análisis, pero también comunicacional. ¿Revivieron al lobo huargo como anunciaron los medios, aún antes de que el artículo científico fuese publicado? Académicos de la Facultad de Ciencias y el Instituto Pasteur acercaron a Galería la primera versión o pre-print de este documento, que todavía está en revisión a la espera de su publicación en una revista científica. Según los expertos, en dicho documento hay algunas omisiones, como cuál fue el procedimiento de obtención de óvulos o cómo se crearon los embriones.

Lo que se sabe con exactitud es que los científicos de Colossal modificaron genéticamente al lobo gris (Canis lupus) para que adquiera rasgos del lobo terrible, como el tamaño, la musculatura y el pelaje blanco.

Todo esto volvió a traer a discusión las posibilidades de la biotecnología en la conservación de especies, lo que despertó algunas preguntas sobre bioética y ética empresarial. Pero no es un tema nuevo para la comunidad científica. Sin ir más lejos, Uruguay hace años que tiene profesionales trabajando sobre ejemplares del amenazado venado de campo ­­—un trabajo de conservación inédito en América Latina con extracción de semen de machos en la naturaleza e inseminación de hembras en cautiverio para mejorar su variabilidad genética y asegurar la supervivencia—, con la diferencia de que este animal no sale en Games of Thrones.

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Colossal Biosciences presentó el resultado de su experimento para “desextinguir” al lobo terrible, desaparecido hace 12.000 años; aquí, dos de los tres especímenes a los cinco meses

Colossal Biosciences presentó el resultado de su experimento para “desextinguir” al lobo terrible, desaparecido hace 12.000 años; aquí, dos de los tres especímenes a los cinco meses

¿Cómo desextinguir una especie?

“Es una noticia engañosa, no revivieron ningún bicho”, asegura Claudio Martínez, doctorado en Ciencias Biológicas, especialista en el análisis de biología sintética y divulgador científico. Lo que hicieron fue estudiar ADN antiguo o anciano del lobo huargo, mitocondrial (el que se hereda exclusivamente de la madre a través del óvulo y se utiliza en estudios de parentesco), que se extrae de restos fósiles (dientes, cráneos…) pero que suele estar fragmentado.

Esto quiere decir que no se puede llegar a reconstruir enteramente, según explica Martínez. Lo que se recupera es interpretando la secuencia genética que, una vez restablecida (algo así como que se colocan los genes que faltan), se la ensambla a “un molde moderno”, una referencia lo más cercana posible, que en el caso del lobo antiguo podría ser el lobo gris actual.

Estudiaron el fenotipo, es decir, las características observables del animal, y con él las diferencias entre las dos especies. Al tenerlas claras, compararon los genomas y eligieron las características que podían modificar para que el lobo gris se pareciera al huargo. Así, editaron más de 20 genes del lobo moderno con el ADN anciano como referencia y edición génica.

Es una tecnología que permite a los científicos modificar el ADN de un ser vivo, ya sea agregando, eliminando o alterando el material genético en lugares específicos de su genoma. “Imaginate que fueran como unas tijeras moleculares guiadas por un GPS de ARN (molécula que actúa sintetizando proteínas a partir de la información del ADN) que cortan y editan la parte de la secuencia que vos quieras”, ilustra.

Un gran aliado para este experimento fue el gen LCORL, un pequeño fragmento de ADN que regula el tamaño de los cánidos y otros animales por el cual se explican, por ejemplo, las diferencias entre un perro maltés y un mastín. Por una modificación del LCORL se espera que los cachorros puedan alcanzar el tamaño que tenía el lobo terrible, así como adquirir otras características. Según los expertos, “esto no es desextinción”.

“En ningún caso tenés ni la especie antigua ni una especie nueva, son proxys de especies, un análogo de lo que fue una especie extinta. Organismos que son muy similares (...). Pero en realidad hoy van a tener que lidiar con un montón de otras situaciones, tanto ambientales como de crianza del animal, que no van a permitir nunca que se trate de la misma especie”, explica Tambusso.

Estos tres animalitos ¿son una copia?, ¿un homenaje?, ¿una nueva especie? “Son quimeras”, responde Martínez. “Quimeras incubadas, desarrolladas, además, en una perra doméstica, ni siquiera en una loba. Es decir que desde el punto de vista de su desarrollo embrionario estuvieron recibiendo información epigenética de los perros, no del lobo”.

La licenciada en Ciencias Biológicas, especialista en conservación y genética, Susana González explica a Galería que esta decisión responde nada más que a una comodidad en el manejo de los animales durante las pruebas. Un perro doméstico no va a estresarse al punto de morir durante la manipulación, mientras que una especie silvestre sí, por un síndrome que se llama miopatía de la captura, causada por el estrés asociado a la persecución, apresamiento y transporte. Todas estas observaciones solo sirven para que Martínez refuerce su punto: no se puede desextinguir una especie, a no ser que se recupere el genoma entero.

La palabra desextinción, si bien a González no le parece algo tan irrealizable, le hace un poco de ruido y dice no haberla escuchado antes. “En el caso del mamut no es imposible”, señala, “porque su ADN se encontró en excelente estado y se preservó enseguida, se congeló. El tema es cuando el ADN que se saca es de mala calidad”, algo que sucede casi siempre.

Martínez cataloga al del mamut como “el caso más cercano”, pero las limitaciones que hay, no tanto de recursos y tiempo, sino de conservación de la propia genética, hacen que, para él, “parque jurásico” sea directamente imposible.

Por su parte, el investigador y paleontólogo Sebastián Tambusso detalla cuáles podrían ser los tres mecanismos posibles de “desextinción­”. El primero, un entrecruzamiento tal cual se hace con las razas de perros, bovinos o ganado para elegir un fenotipo o característica puntual (pureza, más lana, más leche), solo que en este caso usando un animal que guarde caracteres ancestrales. Así se volvería al fenotipo ancestral, pero no a la especie ancestral. Otro camino, aunque más difícil, podría ser la clonación a partir de una célula extraída de un ADN que esté completo y preservado, que tiene que ser implantada en otro animal. Esa podría ser la opción para el mamut; se obtiene un animal clonado con el mismo ADN, genes y genoma de la especie extinta pero con una piel totalmente nueva, porque va a nacer de una madre subrogante de otra especie, aunque muy similar (un elefante, por ejemplo). El último de los caminos sería el que se siguió con el lobo terrible, la edición génica: observar genes de especies extintas para modificar especies actuales.

“En ningún caso tenés ni la especie antigua ni una especie nueva, son proxys de especies, un análogo de lo que fue una especie extinta. Organismos que son muy similares y ellos (Colossal) piensan que cumplirían el mismo rol que cumplía la especie hace miles de años atrás. Pero en realidad hoy van a tener que lidiar con un montón de otras situaciones, tanto ambientales como de crianza del animal, que no van a permitir nunca que se trate de la misma especie”, explica Tambusso.

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¿Para qué?

Mamuts, bisontes y camélidos gigantes, el perezoso terrestre que además pisaba este mismo continente, a todos esos colosos piensa volver a la vida Colossal. ¿Por qué? ¿Es una demostración del alcance de la biotecnología? ¿O, para no desoír las críticas también de índole filosófico, un arranque de soberbia científica producto de nuestra eterna negación a la muerte y la pérdida?

La empresa entiende que la extinción es un problema grave para el cual ellos tienen la solución. En su canal de YouTube, en varios videos aseguran haber generado “un momento transformacional en la historia humana”, a la vez que revisten su trabajo con un mensaje de esperanza. “Si vamos a hablar de riesgos, hablemos del riesgo de no hacer nada”, es una de sus ideas más reiteradas.

Ahora bien, la comunidad científica no encendió las alarmas por nada. No es ningún desvarío de Martínez traer a colación el caso del genetista chino He Jiankui, conocido en 2018 por haber practicado la primera modificación genética en embriones humanos a unas gemelas nacidas en ese año para desarrollar una resistencia al VIH. El caso provocó gran polémica y el científico acabó con tres años de prisión. Estos trabajos genéticos en humanos son muy complicados y las regulaciones en las que enmarcarlos tardan muchísimo en consolidarse, porque éticamente la edición genética está prohibida en embriones humanos, pero a la vez modificar genomas adultos es muy difícil.

Otro campo de discusión disponible es ver cómo se decide o quién decide qué especie merece ser “revivida”, más allá de cuáles son las especies con fósiles de mejor calidad.

“Toda esta puesta en escena no es por restaurar una biodiversidad perdida. Acá no se está respondiendo a ninguna pregunta científica, y eso que la ciencia avanza a medida que se van respondiendo sus hipótesis. Acá no hubo hipótesis. Los técnicos dijeron: vamos a ver si podemos introducir rasgos del lobo antiguo en el lobo moderno. Y pudieron”, dice Martínez. El punto es que experimentos como los de Colossal son “una prueba de concepto” que demuestran que es posible la edición genética para modificar una especie, y eso, opina el doctor en Ciencias Biológicas, abre peligrosamente una puerta de entrada al transhumanismo­: la mejora de las capacidades humanas a través de la ciencia y la tecnología con el objetivo de superar los límites biológicos.

Retomando la apreciación ontológica de la negación de la pérdida y la soberbia científica, otro campo de discusión disponible es ver cómo se decide o quién decide qué especie merece ser “revivida”, más allá de cuáles son las especies con fósiles de mejor calidad. González menciona lo estrictos que son hoy los criterios objetivos para ingresar una especie a la lista roja, es decir, a la lista de especies amenazadas que pueden ser salvadas (existe otra lista verde en la que se ingresan los casos de éxito, que son muy pocos). Siendo así, ¿por qué no destinar todos estos esfuerzos a preservar especies actuales? Según González, es un tema de marketing­, de popularidad de las especies y de las empresas e inversores que ponen el dinero. “Es mucho más redituable para el que invirtió revivir un mamut que un animal que no se extinguió todavía”.

Sin embargo, aunque pareciera que todo lo del lobo terrible le restara atención a la conservación de especies en peligro real y actual, Colossal también se ha propuesto salvar de la extinción a especies de esta categoría, como al rinoceronte blanco del norte. ¿Cómo? Solo quedan dos hembras en el mundo, Najin y su hija Fatu, bajo protección permanente. Tras años de intentos fallidos de reproducción, antes y después de la muerte del último macho, la especie se declaró funcionalmente extinta, pero con material reproductivo y genético de estos especímenes y mediante tecnologías avanzadas se crearon 35 embriones para implantar en madres sustitutas de rinocerontes blancos, esta vez, del sur.

González no niega la importancia de estos avances tecnológicos, siempre y cuando no generen la falsa ilusión de que los millones de años de evolución por los que pasa una especie hoy se pueden simplificar en un laboratorio.

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La compañía se propone también “revivir” al mamut lanudo

La compañía se propone también “revivir” al mamut lanudo

Y si lo hacemos, ¿qué?

¿Qué rol jugaría una especie “resucitada” en un ecosistema que ya no la espera ni la necesita? Parecería que las preguntas son inacabables, y las respuestas un poco flojas. Tambusso dice que no se puede saber cuáles podrían ser los efectos ambientales de reintroducir un animal como este.

El ambiente ya se adaptó a vivir sin ese organismo, por lo que Martínez asegura que la posibilidad de inserción en la naturaleza de estas “quimeras” son nulas. “Van a quedar completamente fuera de contexto. Estos pobres animalitos están encerrados en un corral que no tiene nada que ver con el medio en el que estaban acostumbrados a vivir”.

Además, para la reinserción faltaría mucho recorrido. Primero, que los cachorros de lobo terrible crezcan, no se mueran, y segundo, que se reproduzcan. González señala que esto es muy poco viable a partir de dos machos y una hembra (Khaleesi). Hay un efecto que se llama efecto fundador, explica, que es un fenómeno en genética que ocurre cuando la población de una especie se origina a partir de relaciones endogámicas. En estos casos, pueden nacer nuevos individuos, pero no se va a llegar a constituir una población sólida como para representar­ una especie en el ecosistema.

Jugar a ser Dios

La curiosidad humana puede más que todo, entonces, si algo se puede hacer, se va a hacer. La expresión la ciencia juega a ser Dios existe a partir de que algunos avances científicos, particularmente en áreas como la biotecnología y la ingeniería genética, pueden ser vistos como una manipulación de la naturaleza y la vida, alertando sobre posibles consecuencias no deseadas.

¿Qué responsabilidad tienen las empresas como Colossal cuando mezclan ciencia con una narrativa épica de resurrección para atraer inversiones? Martínez señala que se mueve muchísimo dinero alrededor de la edición génica, y por ende, hay intereses en juego.

“Habría que ver cuánto cotizó en bolsa Colossal­ la última semana”, apunta el experto. Pero el valor de Colossal, al ser una empresa privada, se determina a través de rondas de inversión y no por la fluctuación del mercado, sin olvidar que recibe financiación de grandes empresas millonarias como TWG Global, un conglomerado multinacional con sede en Chicago y Nueva York.

Lo que alerta Martínez con esto es que cada vez el poder económico tiene más injerencia en las agendas de investigación y desarrollo, que se llenan de prácticas poco reguladas que no quedan libradas a la bioética, sino al criterio de una ética empresarial movida por “el marketing detrás de los grandes extintos”.

González señala que la especie humana es la única que crea herramientas que la pueden autodestruir, a la vez que es la única no habilitada para sobrevivir en condiciones naturales; por eso violenta tanto su entorno (y normaliza esa violencia) con sus ramificaciones técnicas.

En dos cosas coinciden los expertos: que este animal no es un lobo terrible sino un lobo gris modificado, y que lo más peligroso de toda esta discusión es que reduce la sensación de riesgo sobre la extinción en general. “No pasa nada si las especies se extinguen, porque tenemos la tecnología y la capacidad para revivirlas. Elegí la especie que quieras, llamamos a Colossal y ya está”, ironiza González. “Me preocupa esa falsa ilusión de que la especie humana es superpoderosa y puede crear y destruirlo todo”.

Detrás de esos tres cachorros de lobo, ¿cuántos millones de dólares hay? ¿Cuántos experimentos fallidos que, de solo pensarlo, ponen los pelos de punta? Las preguntas siguen sin parar de brotar.