—La bioinformática es la integración de datos biológicos con programación e inteligencia artificial. Se basa en el análisis del código genético, compuesto por cuatro letras (A, C, G y T), que forman la base de todos los seres vivos. A través de la programación, se busca interpretar estos datos para que los humanos puedan comprenderlos, lo cual requiere conocimientos de biología, matemáticas (especialmente, estadística), programación e inteligencia artificial.
—¿Qué los llevó a lanzar la Licenciatura en Bioinformática?
—Tenemos una gran fortaleza en ORT, que es haber desarrollado, en la Facultad de Ingeniería, la Licenciatura en Biotecnología. Este año cumplimos 15 años formando profesionales en biotecnología, con más de 250 graduados que hoy se encuentran insertos en el mercado, tanto a nivel nacional como internacional.
A su vez, contamos con una de las carreras de informática mejor catalogadas del país: Ingeniería en Sistemas de la Universidad ORT Uruguay. A esto se suman las fortalezas adquiridas recientemente, con formaciones de grado y posgrado en inteligencia artificial y machine learning. Combinando todas estas potencialidades presentes en ORT, nos dimos cuenta de que era el momento de integrarlas y crear un nuevo perfil profesional multidisciplinario, orientado a la bioinformática.
—¿Con qué tipo de perfil docente cuentan hoy?
—El perfil con el que contamos está conformado por docentes especializados en ingeniería en sistemas, biotecnología, machine learning, inteligencia artificial y bioestadística. Todos estos saberes confluyen en la formación de un profesional: el profesional de la bioinformática.
Algunos de nuestros docentes ya se han formado en bioinformática, ya sea en el exterior o en Uruguay, a través del posgrado que ofrece el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba), que actualmente es la única propuesta formativa en el país en esta área. Sin embargo, se trata de un posgrado, no de una carrera de grado.
—¿Cómo se definió el perfil del graduado ideal?
—El perfil del graduado es un perfil abierto. Es decir, será el propio estudiante quien irá definiendo su orientación a medida que avanza en la carrera y la consolidará definitivamente al realizar su trabajo final en el cuarto año.
—¿Qué balance buscan dar entre teoría, práctica de laboratorio y computación?
—Podríamos decir que está perfectamente calculado. La licenciatura se estructura con un 30% de contenidos orientados a la biotecnología, un 30 % vinculados a la ingeniería en sistemas, incluyendo inteligencia artificial, y aproximadamente un 25 % específicamente dedicado a la bioinformática, que integra conocimientos tanto de biotecnología como de ingeniería en sistemas. Además, alrededor de un 15 % corresponde a bioestadística. Esta es, en términos generales, una descripción aproximada del plan de estudios.
Laboratorio ORT
Laboratorio de Bioinformática de ORT.
Adrián Echeverriaga
—¿Qué infraestructura tendrán a disposición los estudiantes?
—Los estudiantes contarán con un clúster de alta potencia, resultado de la ampliación del clúster actual que posee ORT, destinado a potenciar el trabajo en inteligencia artificial y machine learning.
Desde el punto de vista de la infraestructura destinada directamente al estudiante, contamos con una plataforma compuesta por 20 puestos de trabajo individuales, cada uno equipado con su propia computadora, además de una máquina adicional para el docente. Esta infraestructura está orientada al área de ingeniería en sistemas y computación. A ello se suma la infraestructura existente en el área de biotecnología: un laboratorio de aproximadamente 600 metros cuadrados, ya montado y operativo.
—¿Cómo planean mantener actualizado el plan de estudios en un campo que evoluciona tan rápido?
—No tenemos más remedio que contar con un plantel docente joven que enfrenta una tarea desafiante por delante. Es un equipo que debe mantenerse actualizado constantemente, más allá de toda la infraestructura con la que cuenta la facultad. En la actualidad, somos tres los coordinadores académicos del área. El decano de la Facultad de Ingeniería, Eduardo Mangarelli, está muy comprometido con esta iniciativa. Parte de nuestro enfoque es el estar constantemente actualizados, nutriéndonos de fuentes de investigación, en contacto con la industria y actualizados a los avances tecnológicos recientes.
Tampoco debemos olvidar que se trata de una carrera de formación de grado. Por lo tanto, si bien los docentes deben tener un dominio sólido de los temas y una visión clara de las especialidades, no se puede pretender formar un profesional centrado exclusivamente en el último hallazgo científico. Estamos formando jóvenes de entre 18 y 23 años, en un trayecto que debe ofrecer una base sólida, amplia y con proyección a futuro.
—¿Tienen previsto establecer intercambios académicos o colaboraciones internacionales?
—Sí. De hecho, ya contamos con algunos intercambios con el Institut Pasteur de Montevideo. Tenemos colaboraciones desde hace años en distintas áreas, en especial en biotecnología, con instituciones como Clemente Estable, Pasteur, Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), LATU y Latitud.
También mantenemos una excelente relación con las facultades de Ciencias, Agronomía y Medicina de la Udelar. En cuanto a la proyección internacional, contamos con docentes que están siendo repatriados desde lugares como Barcelona, Reino Unido y Estados Unidos.
—A futuro, ¿cómo se imagina la contribución de esta licenciatura al ecosistema científico-tecnológico de Uruguay?
—Hace 15 años, cuando impulsamos la Licenciatura en Biotecnología, muchos creían que era una idea descabellada. Decían que no habría estudiantes, que el mercado no la necesitaba, que los graduados no tendrían salida laboral. Hoy, el 75 % de quienes se recibieron en esa carrera trabajan efectivamente en biotecnología. En aquel entonces sosteníamos que, cuantos más profesionales se formaran, más crecería el sector en el país. Y así fue.
Estamos convencidos de que con la bioinformática sucederá lo mismo. Ya hemos hecho un aporte significativo al ecosistema de investigación y desarrollo desde la formación de recursos humanos en biotecnología. Ahora, con esta nueva carrera, vamos a generar un impacto similar en el campo de la bioinformática.
Uruguay es un país ideal para el desarrollo de esta disciplina: cuenta con buena infraestructura, es pequeño en escala, y la bioinformática es, por definición, global. Los datos están en la nube, accesibles desde cualquier lugar. Se puede trabajar desde la computadora en una casa o un cowork sin necesidad de un laboratorio físico inmediato. Luego, si es necesario, un biotecnólogo puede tomar sus conclusiones y validarlas en el laboratorio.
Creemos que el verdadero impacto se empezará a ver dentro de unos seis años, cuando los primeros graduados comiencen a insertarse en el sistema. Pero no tengo dudas de que el impacto para el país será enorme.