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    De conflictos a problemas

    Sr. Director:

    “Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen” (Jorge Luis Borges, Fragmentos de un evangelio apócrifo)

    La vida plantea problemas que se deben solucionar, la convivencia humana plantea conflictos. Las necesidades, los deseos humanos entran en colisión. Ya no se trata de encontrar una solución, sino que esa solución no choque con la propuesta de otra persona o grupo. Ocurre una situación de competencia en la que cada parte desea ocupar una posición que es incompatible con los deseos de los otros. Los problemas requieren soluciones, o sea, un marco más amplio en el cual la compatibilidad sea posible.

    Los conflictos son causados por desacuerdos, oposición o lucha entre dos o más personas o grupos. En el conflicto se busca simplemente la derrota del opositor, no se pretende una solución, se pretende una “victoria”. El conflicto pide la aniquilación del hereje, el problema desarrolla la idea de tolerancia. Todos los estudios sobre resolución de conflictos abogan por la necesidad de su reformulación, con el propósito de transformarlos en problemas, de manera que se puedan trabajar para una solución mutuamente aceptable. La historia es un esfuerzo por buscar e implantar soluciones de “suma positiva” en la cual ambas partes ganen. Esto requiere “creatividad”, crear nuevas situaciones, “cosas nuevas”, los negociadores que asumen que sus intereses son opuestos a los de sus contrincantes no contemplan los acuerdos que beneficien a ambas partes. Conseguir resultados de suma positiva, en la cual ambas partes ganen, es un objetivo de la justicia.

    “La ceguera biológica impide ver, le ceguera ideológica impide pensar” (Octavio Paz).

    El partidismo político ciega ciertas evidencias. No busca la verdad, sino justificar la propia opinión. Un individuo solo hace caso a lo que cree, a las creencias que posee, que no son otra cosa que “hábitos del pensamiento” (Bachrach, Estanislao, 2021, En el Limbo, Penguin Random House Grupo Editorial, pág. 62). Si crees que un amigo es bueno, tu cerebro buscará todo tipo de argumentos para demostrar que tienes razón. El cerebro ama tener razón, incluso más que ser feliz. Por tanto, las creencias determinan lo que es verdad o fantasía para ti. Entonces una persona a partir de sus creencias “crea su realidad”.

    Las creencias en su mayoría y con fuerza se originan durante la niñez. A medida que se crece, se remodelan, se mantienen o cambian. Lo relevante es que tus creencias están representadas en tu cerebro físicamente por muy fuertes conexiones sinápticas que, al formarse tempranamente, se constituyen en verdaderos “cables de acero”, que constituyen tu “forma de pensar”. Ellas son las que te hacen sentir mal o incómodo frente a determinadas situaciones y no las situaciones en sí mismas. Tus creencias, tu forma de pensar, son parte de tus experiencias pasadas, todo aquello que te sucedió en la vida, influyen en tu forma de interpretar y de dar sentido y significado a las circunstancias y hechos que te ocurren.

    Son siempre tus creencias las que dicen a tu cerebro qué es verdad y qué es fantasía, o, qué es verdad para ti (Bachrach, Estanislao, 2021, op. cit., pág. 27). Cuando estás realmente enfocado, tu cerebro no distingue tu mundo interno de la mente y tu ambiente externo, a tu cerebro no le importa si algo es realidad o fantasía (Bachrach, Estanislao, 2021, op. cit., pág. 489).

    Si desde joven abrevé en las ideas “progresistas” de Marx, ese es mi mundo. Según Marx, “no podemos cambiar las leyes de la historia: los capitalistas continúan acumulando propiedad privada que trae conflictos de clase que determina su derrota por el proletariado”.

    Como en Uruguay hay mucha gente que cree eso, llegan a la conclusión de que su pensamiento debe ser real. Ahí se crea el nivel intersubjetivo, que depende de la interacción de muchos humanos. La vida de la mayoría de las personas tiene sentido únicamente dentro de la red de historias que se cuentan unas a otras. Cada ronda de confirmación mutua estrecha más aún la red de sentido, hasta que uno no tiene más opción que creer igual que todos los demás creen (pensamiento único). Los constructos imaginados que sostienen el orden social se van refinando. Los mitos y las ficciones acostumbran a la gente casi desde su nacimiento a pensar de una manera determinada, a comportarse de acuerdo con determinados estándares, desear ciertas cosas y observar determinadas normas. Por lo tanto, crean instintos artificiales que permiten que miles de extraños sean capaces de cooperar de manera efectiva.

    Pobreza (Ministerio de Desarrollo Social —Mides—). “A lo largo de la historia, las sociedades han padecido dos tipos de pobreza: la pobreza social, que impide que algunas personas tengan las oportunidades de las que otros disponen, y la pobreza biológica, que pone en riesgo la vida de los individuos debido a la falta de sustento y refugio. Quizás la pobreza social nunca se podrá erradicar, pero en muchos países de todo el mundo la pobreza biológica es cosa del pasado. Hasta hace muy poco, la mayoría de las personas se hallaban muy cerca de la línea de pobreza biológica, por debajo de a cual a una persona le faltan las calorías suficientes para mantener la vida durante mucho tiempo. Las personas todavía padecen numerosas degradaciones, humillaciones y enfermedades relacionadas con la pobreza, pero en la gran mayoría de los países nadie se muere de hambre. (Harari, Yuval Noah, 2013, De animales a dioses, Penguin Random House, Grupo Editorial Sudamericana, pág. 294).

    Se asume que la pobreza no es simplemente un déficit de dinero, centrarnos en eso es restar trascendencia a otras dimensiones esenciales para el desarrollo humano (Manes, Facundo y Niro, Mateo, 2018, El cerebro del futuro, Grupo Editorial Planeta SAIC, pág. 407). Las personas más pobres están expuestas a una falta de recursos de muchos tipos: educativos, nutricionales, de ocio. Todo ello supone un obstáculo para el desarrollo cerebral, siendo un lastre para el rendimiento cognitivo.

    En los últimos años, la investigación sobre el cerebro se ha dedicado a estudiar el efecto que tiene el ambiente sobre él. Se ha encontrado que la mayor estimulación social e intelectual produce cambios estructurales y funcionales en el cerebro. Lo contrario también es válido, la pobreza cambia el cerebro, las carencias socioeconómicas se reflejan en el comportamiento y en la cognición. Varios factores que actúan conjuntamente (nutrición, estrés, carencia de libros y juguetes, cantidad y calidad de la educación, toxicidad ambiental, etc.) son el obstáculo para un correcto desarrollo cognitivo.

    Los hombres que viven en la calle son “enfermos”, por tanto, se debe considerar desde lo molecular a lo social. Para cambiar su manera de pensar, se debe cambiar su cerebro cambiando sus expectativas de vida. “Cuando cambia el cerebro, cambia el cuerpo y por tanto se dice que al cambiar la mente se cambia la biología. Es cómo el ambiente se ‘mete’ en el cuerpo y cómo la mente se enlaza con el organismo para crear una nueva situación” (Bonet, José, 2015, Cerebro, emociones y estrés, Ediciones B Argentina S.A.).

    Las personas en situación de calle luego de un determinado período se convierten en “adictas” a esa forma de vida. Esto se da como consecuencia de la “habituación”, que es la capacidad de adaptarnos a los diferentes cambios que van ocurriendo a nuestro alrededor. La “habituación” consiste en la disminución de una respuesta ante la presencia repetida de un determinado estímulo. Una si­tuación que experimentamos en forma frecuente, por ejemplo, el acostumbramiento a esa vida miserable (Burnett, Dean, 2018, El cerebro feliz, Paidos Argentina, pág. 60) conlleva a que el organismo no solo se adapte a tal situación, sino a que además se transforme en una adicción. Entonces no solo los tienes que sacar de la calle durante las noches, no puedes dejarlos solos durante el día. Si dejas a esos pobres hombres solos, ellos van hacia donde les resulta más cómodo. Tienen grabada en su cerebro la “memoria de dejadez”. Es necesario hacer con ellos “ejercicios de socialización” y tener férreas disciplinas de trabajo sistemático exigentes que ayuden a subir un peldaño por vez, a “elevar la vara de su vida”. Reconstruir la autoestima de los sujetos, ayudarlos a descubrir su propósito en la vida. Se comienza cambiando los automatismos adquiridos (hábitos, actitudes) de su inteligencia computacional (inconsciente-cognitiva, motora y afectiva) para que su inteligencia ejecutiva (operacional y consciente) elija las mejores prácticas para una buena vida.

    Buscar soluciones. La pobreza es un tema complejo que se debe desideologizar. En el campo cognitivo, el conocimiento verdadero va expulsando los errores. La ciencia alcanza sus objetivos cuando puede fundamentar experimentalmente su teoría de acuerdo a los criterios de verdad científica. En el ámbito de los comportamientos humanos, sean individuales o sociales, no es tan fácil reconocer la solución más potente, se requiere pensar: Pensar no es ejecutar bien un procedimiento determinado ni aplicar fórmulas adecuadamente. Pensar es afrontar problemas para los cuales no se tienen formulismos previos. Frente a situaciones nuevas, si no se interrumpe el pensamiento automático, el pensamiento no se activa, buscar situaciones inacabadas, sin reproducir esquemas y hacerlo con humildad, para acercarnos a lo que no sabemos sin sacar soluciones mágicas del sombrero, con la valentía para renunciar a los dogmas y las etiquetas” (Wendy Brown, filósofa americana).

    La inteligencia práctica se ocupa de los problemas prácticos, que no se resuelven cuando se conoce la solución, sino cuando esta se pone en práctica, que es mucho más difícil.

    Rafael Rubio

    CI 1.267.677-8