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Hace unos días, el FA propuso homenajear a Raúl Sendic en el Parlamento, como parte de su estrategia que desde hace décadas busca romantizar la guerrilla para continuar generando un falso relato funcional a sus intereses políticos
Pero no podemos tolerar en silencio que se haga apología de quien fue el jefe de una banda de delincuentes, y menos aún frente a la Cámara de Diputados, máxima institución democrática
En nombre de las víctimas de esa infame banda terrorista, no podemos tolerar en silencio que se tribute un homenaje precisamente al jefe de sus verdugos, con el agravante de que ninguno de ellos nunca tuvo el coraje de pedir perdón ni a las familias ni a la sociedad.
Fueron más de sesenta las víctimas de la guerrilla. Asesinados en democracia antes del año 73, y muchas de esas muertes nunca se aclararon
En general, la izquierda niega la teoría de los dos demonios y afirma que solo hubo un terrorismo: del Estado. No fue así; hubo también un terrorismo, llamémosle guerrillero, también responsable de muertes, robos y secuestros, y fue liderado, entre otros, por Raúl Sendic, a quien hoy nuestra izquierda —toda la izquierda— pretendió homenajear
En nombre de una “patria para todos”, él y sus esbirros decidían quién vivía y quién no, así de simple. A esas víctimas aún hoy tratan de ocultarlas para sostener la credibilidad de un falso relato largamente propalado por amplios sectores de la prensa y la Academia que a los terroristas, engañosamente, los llama luchadores sociales, con el espurio fin de pretender romantizarlos
Hubo víctimas que cayeron acribilladas “por error”, por balas que ni siquiera llevaban su muerte como objetivo; otros, por el contrario, fueron cuidadosamente escogidos, se los sentenció y ajustició sin más trámite, por haber enfrentado u obstaculizado la causa revolucionaria. Y unos pocos “corrieron mejor suerte”: los tuvieron varios meses secuestrados
Todas esas olvidadas víctimas reclaman su lugar en esta triste historia reciente; pareciera que fueran culpables de su propia muerte. Y no merecen que sus verdugos sean homenajeados.
En su mayoría eran gente humilde, trabajadores, empleados de clase media, o bien soldados y policías venidos de quién sabe qué rincón del país buscando un modesto salario; pero hasta en eso discriminaron: para ellos hubo pobres de primera por quienes valía luchar y pobres de segunda a quienes se los podía matar
Pascasio Báez es el recuerdo más cruel y representativo de toda esa barbarie.
Reconozcamos de una vez que no hay víctimas buenas ni malas; no sigamos aceptando el relato dominante como válido ni aceptemos estos homenajes inmerecidos que lo único que buscan es seguir “carancheando” y sacando provecho político de un pasado al que nadie quiere volver
Ing. Qco. Gualberto Mato