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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn un mundo donde la democracia se ve desafiada por el populismo, la polarización y las sombras del autoritarismo, la figura de Julio María Sanguinetti emerge como un faro de lucidez y compromiso con las instituciones republicanas. Su presencia en Brasil para conmemorar los 40 años de democracia en América Latina y, a su vez, tomar posesión de la silla 8 de los socios correspondientes de la Academia Brasileña de Letras, no solo es un reconocimiento personal, sino un tributo al pensamiento democrático que ha marcado su vida.
Desde los albores del retorno a la democracia en Uruguay, Sanguinetti ha sido mucho más que un actor político: ha sido un constructor de consensos, un defensor de las libertades y un pensador con una capacidad analítica que lo coloca en la cúspide de la intelectualidad latinoamericana. Su vínculo con José Sarney, expresidente de Brasil, simboliza la hermandad de dos naciones que supieron transitar juntas el camino de la democratización, con liderazgos comprometidos con la estabilidad institucional y el desarrollo.
La invitación a ocupar un lugar en la Academia Brasileña de Letras es un reconocimiento a su inagotable aporte al pensamiento hispanoamericano. Sanguinetti no solo ha sido un protagonista de la historia política reciente, sino también un escritor prolífico, un ensayista de altura y un hombre de cultura que ha sabido enlazar el análisis histórico con la reflexión sobre el presente y el futuro de la región. Su ingreso a la prestigiosa institución brasileña reafirma el papel del Uruguay en el concierto intelectual internacional y fortalece la proyección de su legado más allá de nuestras fronteras.
El reconocimiento a su trayectoria no es un gesto simbólico, sino la confirmación de que la política y la cultura no son mundos separados. En un tiempo en el que la inmediatez y el cortoplacismo han erosionado la profundidad del debate público, Sanguinetti demuestra que la formación intelectual y la acción política pueden ir de la mano, nutriéndose mutuamente. Su presencia en foros internacionales y su constante reflexión sobre la democracia evidencian que el liderazgo no se mide solo por los cargos ocupados, sino por la vigencia del pensamiento.
En tiempos en los que el desprecio por la historia y la simplificación de los debates amenazan con empobrecer la política, Sanguinetti representa la profundidad de ideas, la elegancia en la argumentación y la convicción de que la democracia se construye con diálogo, memoria y principios firmes. Su voz sigue siendo una de las más respetadas y necesarias en América Latina.
Que Brasil le rinda homenaje es un acto de justicia. Que Uruguay lo valore en su verdadera dimensión es un deber.
Matías Guillama Vidal