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Hace poco se puso a prueba mi capacidad de asombro cuando el Gobierno construyó un hospital en el Cerro y la oposición criticó todo: el lugar, la oportunidad, las intenciones, el edificio, los servicios, todo. En estos días se anunció un cese al fuego de 40 días en la guerra de Gaza con devolución de rehenes, retirada del ejército israelí y entrada de ayuda humanitaria, pero a la izquierda no le viene bien: ni la forma, ni el contenido, ni el plazo, ni las intenciones, nada. Me hizo recordar que en mi juventud dediqué mis energías al estudio, el trabajo y la militancia gremial y, como todo universitario de izquierda, andaba con el semanario Marcha abajo del brazo. A todo lo que hacía el Gobierno, blanco o colorado, Marcha se oponía y criticaba. Me costó muchos años entender que el juego consistía en demoler el capitalismo liberal y los partidos de la derecha, para sustituirlo en las elecciones por un gobierno socialista y sus partidos de izquierda. Hoy en día, con el balotaje, las redes sociales, la globalización y otros cambios sociales, el juego de demoler al antagonista se ha generalizado y extendido a todos los partidos. El público de a pie que eligió a sus representantes para que represente sus intereses asiste con estupor al triste espectáculo de verlos insultarse todo el tiempo en vez de dedicarse a gobernar. Por suerte en Uruguay no hemos caído en el cinismo, todavía amamos el show electoral, el cuarto secreto, la apertura de las urnas y todo eso tan lindo de la democracia.
Daniel Heide