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    Epidemias en Uruguay

    Sr. Director:

    Hace unos días varios informativos recogieron declaraciones de las jerarquías del Ministerio de Salud Pública (MSP), la Dra. Cristina Lustemberg y el Dr. Leonel Briozzo.

    La ministra se refirió a la importancia de vacunar contra el sarampión en momentos que se constatan casos en el continente y en Argentina —provincia y CABA (Ciudad Autónoma Bs As)—. Y, por si faltaba algo, una semana antes del traspaso de mando se conoció el caso confirmado de un paciente extranjero que cursó su período crítico (transmisibilidad viral de ocho días) en Uruguay. Suficiente para encender alarmas. El último caso no autóctono de sarampión en Uruguay fue hace seis años, en 2019. Y el último autóctono fue en 1999.

    El viceministro anunció que el MSP se propone combatir la “epidemia de cesáreas innecesarias” al constatar que la mitad de los nacimientos en Uruguay se dan así. Mencionó lo siguiente: 1) se practican muchas más en el sector privado que en el público; 2) las cesáreas innecesarias “deshumanizan los cuidados”; 3) parte del problema es la “inmediatez que prima en la sociedad y los profesionales”; 4) “No se está dispuesto a esperar un tiempo fisiológico de 10 horas de un trabajo de parto y, si puede fijar el momento y el lugar concreto y ya salir con el bebé en brazos, está todo mejor”; 5) “Hay confusión a nivel de la población respecto a la seguridad de las cesáreas no indicadas (innecesarias) que aumentan los riesgos de la mujer en el presente embarazo y los sucesivos”; 6) se debe promover la asistencia de las parteras.

    Ambas declaraciones son acertadas, bienvenidas y abren la ventana a la esperanza. Sin embargo, son insuficientes y dan pie a algunas consideraciones que, en Uruguay, son pertinentes hace añares.

    La preocupación de la Dra. Lustemberg fue, en sus inicios, sobre la salud integral de la primera infancia. Con el tiempo, en la actividad política, se expandió y sumó la pubertad y la adolescencia. Fue correcto, la vida es un proceso continuo. Lo que llamó y llama la atención es que teniendo cercanía con la perinatología no se incluyera el período crítico que concierne al momento de nacer. Recomendar controles del embarazo atendiendo pautas fisiológicas para —llegado el momento de nacer— terminar en cesárea innecesaria chirría. Es contranatura y constituye un oxímoron. A contrapelo de recomendaciones internacionales que entienden que la indicación de cesárea es para el 15% de los nacimientos.

    Eso lo saben y experimentaron —de primera mano— ambos jerarcas. Al inicio del quinquenio 2015-2020 el MSP enumeró 15 prioridades. Una fue disminuir la tasa de cesáreas un 10%, que rondaba el 44%. Objetivo bien concreto. El quinquenio finalizó con 48%. Nunca explicitaron las razones del fracaso, que no es político-partidario, es cultural nacional. En el quinquenio 2020-2025 el problema no se entendió ni atendió. La cruda verdad hay que buscarla en el factor crematístico que incentiva el acto médico; data de 1993, cuando la huelga “de 100 días” (en realidad fueron 107) de cirujanos y anestesistas reclamó mejoras salariales; se saldó cuando el gobierno aceptó el pago por acto médico. Cuestión que nunca se reglamentó para ponerle criterio lógico. Se incentivó el multiempleo médico y las cesáreas como “daño colateral”. Algunos políticos criticaron pero ninguno logró reverlo. Hasta hoy.

    Hay una cuestión que el MSP y ASSE (Administración de los Servicios de Salud del Estado) debieran atender respecto a afirmar que se hacen más cesáreas en el sector privado que en el público. Puede ser una verdad a medias. La pregunta es: ¿cuántas cesáreas se les practican a usuarias del sector público en el sector privado? Y eso discriminarlo por departamentos. Me consta que, debajo de la roca, hay cangrejos. Hay desvíos y artimañas con connotaciones éticas sobre las cuales se puede y debe actuar. Sale carísimo; en pesos y en salud.

    Supongo que si leyeron hasta aquí estarán pensando que mezclo agua y aceite, sarampión y cesáreas. Pues no, es un tema de absoluta actualidad.

    La incidencia del sarampión ha decaído significativamente en el mundo. Las cesáreas innecesarias aumentaron mucho en Uruguay y algo en otras partes del mundo.

    Hasta ayer no había relación estadística de causalidad entre ambas epidemias. Entre otras cosas porque el sarampión, en retirada, deja poca casuística a estudiar. Y en Uruguay prácticamente no existe. Pero, se sabe, los virus logran buscarle la vuelta a la norma biológica. Y han encontrado en las cesáreas un aliado, una puerta para atacar. Tema que el MSP debe abordar, complementar y sistematizar.

    El Covid-19 dejó enseñanzas y aprendizajes, hora de aplicarlas. Mantener el “cero contagio absoluto” es clave. Una vez que aparece el primer caso el peligro se torna exponencial.

    Comparto unas novedades bibliográficas en anexos a cuenta de más. El tema surge en mayo de 2024. Refiere a: “En la cesárea el bebé no se expone al microbioma vaginal materno que sí ocurre en el parto natural. (…) puede implicar que a los bebés les lleve más tiempo lograr el desarrollo de su microbioma intestinal, que interactúa con la capacidad del sistema inmunológico. Entre otras muchas, asimilar vacunas contra el sarampión”.

    El estudio, realizado en China en colaboración con la Universidad de Cambridge (Reino Unido), se hizo con “muestras de sangre tomadas a pocas semanas del nacimiento hasta los 12 años (…), midió el nivel de anticuerpos sarampión en sangre, incluso después de la vacunación (…), el 12% de niños nacidos por cesárea no tuvieron respuesta inmune a su primera vacuna de sarampión, más del doble en relación con el 5% en los nacidos por parto vaginal”.

    Visto lo previo, Uruguay está en optimas condiciones de aportar información a la investigación internacional. Tiene una de las tasas más altas de cesáreas y un buen control de la vacunación en la infancia. Podría reafirmar o alterar los porcentajes publicados de 12% y 5%. Dejemos de ser tomadores de datos foráneas y aportemos lo nuestro. El quid para avanzar es coaligarse en el plano internacional con los mejores. Es posible y es deseable. Condiciones nos sobran.

    Corolario de sentido común: nacer por parto natural fisiológico es el resultado de un complejísimo proceso de adaptación biológica de millones de años que no parece razonable alterar de forma indiscriminada en función de la portentosa sapiencia y la fabulosa ignorancia del siglo XXI, salvo escasísimas y bien definidas situaciones donde hay o hubiere riesgos patológicos ciertos. Deviene del primun non nocere de Hipócrates, que es ley primera en medicina. Luego, Scribonius Largus, médico del emperador Claudio en el siglo I, agregó: “Secundum cavere, tertium sanare”. En criollo, no hagas daño, previene, sana. Puro sentido común. Hoy, en Uruguay, invertimos la secuencia.

    ¿Modernidad? ¿Homo mechanicus en alianza con Homo economicus? Nada nuevo bajo el sol. ¡Ojo con la modernidad inescrupulosa en aras de la inmediatez y la comodidad, que atiende solo dos terceras partes del conjunto mientras olvida al más desvalido, el futuro bebé. Y todo ello, ¿avalado por el Estado? ¿Qué caray estamos pensando, qué caray estamos haciendo o dejando hacer?

    Llueve sobre mojado, urge encarar la formación de salubristas; le ponen pienso y control a la salud pública. Racionalidad sobre la incoherencia. Más filosofía, menos Frankenstein. Ciencia con conciencia. Políticas con sensatez.

    Hora de actualizar y sistematizar primero el conocimiento y luego los procesos en aras de alcanzar mejores resultados. Salir de la anomia y la inercia acrítica que hace décadas mantenemos en Uruguay; educación, seguridad, salud, ciencia y tecnología, etc.

    A esta altura callar no es una opción, es complicidad. La idea no es criticar por criticar, es hacer dudar, ejercer el pensamiento crítico y ser capaces de decidir para actuar en consecuencia. En esto, la deuda uruguaya con lo no transable semeja un esquema Ponzi, se sabe cómo comienza y no cómo termina. Hora de desentrañar falacias y reaccionar virtuosamente.

    Lo último, por ahora. Si realmente se tiene voluntad de reaccionar, la clave está en rectificar el yerro cometido en 1993, cuando —a través del pago por acto médico— se terminó incentivando el multiempleo y, con ello, las cesáreas, entre otros desvíos. Eso nos retrotrae a Jesús según San Mateo: “El que a hierro mata a hierro muere”. El tema no es religioso, es de naturaleza humana. Hora de aplicarlo. ¿Cómo? Simple, con nuevos incentivos bien pensados, i.e., negativos para las instituciones que practiquen cesáreas innecesarias y positivos para las que, a través de las parteras, logren descender la tasa a porcentajes razonables. Cuestión que en el mundo desarrollado en serio (nórdicos de Europa) se logra sin mayor esfuerzo: los recursos se administran con criterios basados en el bien común y el interés general. La ecuación es costo, beneficio, calidad, ética y compromiso social.

    Hoy, el logo de mínima para Uruguay es “Cesar las cesáreas innecesarias” y “Prevengamos el sarampión en los niños”.

    Gonzalo Pou

    Anexo:

    https://www.cam.ac.uk/research/news/birth-by-c-section-more-than-doubles-odds-of-measles-vaccine-failure

    https://www.gavi.org/vaccineswork/birth-c-section-may-weaken-immune-response-measles-vaccination

    https://www.news-medical.net/news/20240515/Single-measles-jab-up-to-26-times-more-likely-to-be-ineffective-in-C-section-born-children.aspx#:~:text=In%20a%20recent%20study%20published,children%20born%20by%20C%2Dsection