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    La noble mentira económica

    Sr. Director:

    El cambio de gobierno es un hecho. La transición está finalizando con el espíritu republicano que nos caracteriza, un ejemplo y orgullo de nuestro país. Hubo matices y temas de fricción, es natural que existan.

    Nos enfocaremos en la transición económica. Siempre hay herencias, y más allá de que cada gobierno tiene su impronta, atribuimos esta transición light en lo económico a que ambos saben que hay responsabilidades compartidas (algunas por acción, otras por omisión), sobre la situación económica actual.

    Todos reconocemos que el país crece muy poco. En los últimos 10 años con gobiernos del Frente Amplio y de la Coalición Republicana el crecimiento promedio anual fue de un magro 1,1 %, insuficiente para mantener el estado de bienestar de nuestro país. La prioridad es crecer, llevó su tiempo convencernos; pero ya nadie discute que, para distribuir, primero debe crecer la torta.

    Sobre el tamaño del déficit fiscal casi no hay discusión. Quienes se van, minimizan el tema señalando que “hay mejora del déficit fiscal en relación a la administración anterior, se mida como se mida”; y quienes llegan, dicen: “la situación fiscal que vamos a heredar es más o menos la misma que había en el 2019, pero con más nivel de gasto y deuda”.

    Si bien ambos tienen parte de razón, entendemos que la discusión que se está dando no es la relevante. Hemos escuchado y leído también, de unos y otros, que las cuentas macro están ordenadas, que no se precisa aumentar impuestos, que no es necesario hacer un ajuste fiscal. Se usan términos más amigables como consolidación y/u ordenamiento fiscal.

    Nuestra interpretación de la realidad es distinta. Se mida como se mida, y por más que sea similar a la del 2019, la situación es cada vez más preocupante. Salvo el 2007, que fue el único año de equilibrio fiscal, en los últimos 30 años Uruguay siempre vivió por encima de sus posibilidades, realidad que se fue agravando. En los últimos 10 años, con gobiernos del FA y de la CR, el déficit promedio es de casi 4 % del PBI.

    ¿Podemos decir que estamos ordenados macroeconómicamente con esta realidad? ¿Podemos descartar subir impuestos con este nivel de gasto público (se duplicó en términos reales en los últimos 20 años, muy por encima del crecimiento del PBI)? ¿Podemos decir que no se necesita hacer un ajuste fiscal y a la vez reconocer que hay que aumentar el tope de endeudamiento para que siga creciendo la deuda? ¿Podemos poner como un logro del gobierno que el déficit que dejo de 4,1 % es menor al que me dejaste de 4,5 %; cuando aumentamos en 1,5 % del PBI el gasto público y seguimos endeudándonos para pagar gasto corriente e intereses de deuda?

    Son muy pocos los países en el mundo que en la última década solo crecieron al 1% promedio anual, con un déficit crónico del nivel que tenemos nosotros. ¿Cuánto tiempo más puede seguir acumulándose este desequilibrio, con el costo de nuestra deuda creciendo cada vez que renovamos? Cinco años más así nos pondrá en un cociente de deuda/PBI muy difícil de manejar. ¿Hasta cuándo nos seguirán prestando?

    Entendemos la prudencia institucional de ambos ministros al referirse a estos temas, valoramos que el país haya alcanzado su mejor nota soberana y que su spread sea el menor de América Latina. Pero somos de la vieja escuela al analizar los datos de la última década. Nuestra visión es que será imposible mantener el actual statu quo, si no actuamos YA. Sin cambios la dinámica actual hará que la situación siga empeorándose.

    A la situación fiscal heredada habría que agregarle a lo que el próximo gobierno estaría comprometido, según él mismo, que es mínimo 1% del producto más. En el mejor de los casos habrá que financiar 5 % del PBI, ya sea con más deuda, inflación, impuestos y, ojalá, recortes de gasto público.

    La dimensión del ordenamiento, consolidación o ajuste fiscal (como se le quiera llamar) que hay que hacer para poder empezar a ordenarnos en serio es cada día mayor e impostergable. Si crecemos más, la necesidad de recursos necesarios va a ser menor. Pero para crecer, primero hay que ordenarse. Mejor prueba que la última década, imposible.

    ¿Qué esta primero, el huevo o la gallina? Estamos convencidos de que el próximo gobierno debería generar al comienzo un ajuste fiscal importante; ya no se arregla con parches, para poder crecer luego sobre bases sólidas.

    Es importante recordar también que el orden macroeconómico es condición necesaria, no suficiente, para crecer, pero sin él no hay forma de hacerlo en los niveles que precisamos. Hay otras reformas estructurales a encarar también para crecer, abarcarlas en esta carta es imposible.

    La pregunta es por qué no se le está planteando a la sociedad la verdadera dimensión del desafío que el país tiene por delante.

    En su último libro, Nexus, Yuval Noah Harari tiene una explicación muy interesante. Según Harari, “las redes de información basadas en relatos hicieron de Homo Sapiens el animal más poderoso del planeta.”

    Para Harari todo termina siendo un relato. “La importancia de los relatos revela algo fundamental acerca del poder (…) y explica por qué este no siempre va de la mano de la verdad y de la sabiduría”, dice. Y agrega después: “lo que mantiene unidas a las redes humanas suelen ser los relatos ficticios, en especial los que se refieren a cosas intersubjetivas, como dioses, dinero o naciones. (…) Cuando se trata de unir a la gente, la ficción goza de dos ventajas intrínsecas de las que la verdad carece. La primera es que la ficción puede simplificarse tanto como queramos, mientras que la verdad acostumbra a ser compleja (...) La segunda ventaja es que la verdad suele ser dolorosa e inquietante, y si intentamos hacerla más reconfortante y favorecedora ya no será verdad. En cambio, la ficción es muy maleable (…). La fidelidad rigurosa a la verdad es esencial en el progreso científico y también una práctica espiritual admirable, pero no es una estrategia política ganadora”.

    En la República, Platón ya imaginaba que la construcción de su Estado utópico se basaría en la Noble Mentira. Aunque la utopía de Platón nunca se ha llevado a la práctica, a lo largo de los tiempos numerosos políticos han contado a sus habitantes versiones de esta noble mentira.

    Cualquier semejanza con nuestra realidad es pura coincidencia. No es políticamente correcto decirle a la gente que hay que gastar menos y mejor, y menos decirle que para ganar más y vivir mejor, hay que trabajar más y no menos. Mejor no pasemos a números las promesas hechas por ambos candidatos en el debate final.

    Al FA no le sirve decir toda la verdad porque debería reconocer que a pesar del mayor boom externo que vivió el país en su historia, subió el gasto en términos reales en forma permanente muy por encima del aumento del PBI, subió impuestos principalmente al trabajo y las empresas chicas (los que menos tienen), y sobre el final, cuando ya no había más margen para más impuestos y la situación externa ya no era la misma, recurrió al endeudamiento.

    Todo esto casi sin mejorar en absoluto la calidad de los servicios públicos. Debería servirnos de lección, gastar más no siempre significa mejores servicios públicos.

    La CR saliente tampoco puede decir toda la verdad pues no solo no cumplió con su promesa de bajar el gasto público 900 millones de dólares, sino que lo aumentó en más del 1% del producto. Salvo el tema seguridad social no corrigió ninguna de las ineficiencias que tiene nuestro Estado. Y tuvo que recurrir al endeudamiento para financiar el gasto corriente e intereses en casi 15.000 millones de dólares pasando el cociente de la deuda consolidada del sector público con relación al PIB de 59,9 en el 2019 a 72,2 en 2024 .

    Para ser justo, más allá de que los resultados finales son muy parecidos, hay que reconocer que los contextos internacionales fueron muy distintos, además del Covid y señalar que casi la totalidad del aumento en el gasto fue del 2005 al 2019.

    Pero como decía George Will, politólogo americano de los 90, más allá de las razones, “en política, quien explica, pierde”.

    Los números macro del Uruguay muestran que la dimensión del problema a resolver es más profunda que el relato que nos transmiten. Y que para resolverlo hoy sería irresponsable pensar en aumentar el gasto público; y menos financiarlo con más impuestos o deuda.

    El Estado actual, financiado con impuestos regresivos y más deuda, soluciona el hoy e hipotecó el mañana. Este accionar fue el principal responsable del bajo crecimiento económico que tenemos hoy y de la inviabilidad del actual estado de bienestar.

    Tanto el contexto internacional como la realidad local muestran que el próximo presidente va a tener que tomar decisiones de fondo y no seguir pateando la pelota para adelante. No tenemos dudas de la capacidad y calidad de todo el equipo económico liderado por Gabriel Oddone. Conocen esta realidad, pero al final las decisiones serán políticas.

    Un gobierno nuevo tiene necesidad de generar recursos nuevos, pero, por favor, no vía más gasto, ni impuestos o más deuda; sí optimizando las ineficiencias en el gasto del Estado y en el sistema tributario. Hay mucho gasto duplicado e ineficiente para corregir y también hay exoneraciones tributarias que no se justifican. El Informe de CERES sobre este tema es muy bueno.

    El presidente Orsi, el 24 de octubre pasado, en el programa En la Mira con Gabriel Pereyra dijo que “en el Uruguay se malgasta mucho”. Sin duda tiene razón. Eliminar primero el derroche dará respaldo para seguir exigiendo sacrificios a los aportantes después.

    No será un camino fácil, pero se puede. Para evitar la motosierra mañana, hay que usar la cirugía fina hoy. Pero, sobre todo, requiere mucha visión y coraje político. Implica cortar privilegios y pisar callos de corporaciones amigas.

    Hay que intentarlo para crecer con equidad. No hacerlo, a sabiendas, no solo sería un acto de irresponsabilidad, sino también de tremendo egoísmo para quienes hoy con su trabajo sostienen el país y con las futuras generaciones que no tienen por qué pagar nuestros errores con las deudas que les estamos dejando.

    Eduardo Ache