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    La política uruguaya: hipocresía o parresía

    Por Lector

    Sr. Director:

    Luego de la campaña electoral interna todas las fuerzas se aprestan a terminar de acordar lo que nos propondrán. Programas de gobierno, compromisos, objetivos. Promesas, nada muy novedoso, es la oferta habitual en nuestras ferias democráticas quinquenales; productos de estación.

    Podemos sintetizarlo en una lucha clientelar de unos contra otros, productos buenos contra malos, capaces contra incapaces, éticos contra ¿sintéticos? De todo como en botica, y al mejor precio, aprovechen la oportunidad.

    Pero no, no pinta que vaya a haber de todo. Estamos en Uruguay, tenemos tradiciones, entre ellas, el juego de la taba. Se tira al aire el hueso —astrágalo— y, según caiga, se pierde, se gana o se empata. La cara cóncava para arriba es suerte y gana, si es la convexa se llama culo y pierde. Si cae de costado, empata. Está lleno de anécdotas de gauchos truhanes con tabas cargadas.

    Cada político, sector, partido e ideologismo tirarán —nos tirarán— su carta ganadora contra las perdedoras. Y viceversa. Los “hunos” contra los otros ida y vuelta, bien revueltos.

    Ahora, ¿dónde está el problema? Tiene su lógica, es una feria abierta, a la luz del día nos anuncian bondades y conveniencias de sus productos, nos alertan de los ajenos. Hasta aquí, todo bien.

    Pero siempre hay un pero. O una ristra de peros como en los ajos. Lo que falta o escasea es el compromiso con la verdad de lo que se dice. Que se omite, se disfraza o distorsiona. Que no es ni más ni menos lo que hemos visto y oído en las internas y es lo que dominó la actividad política-partidaria en este quinquenio y en los anteriores. Si el otro dice blanco, yo digo negro, en todo, para todo. Hasta que cambiemos de posición, oficialismo y oposición, y todo queda como va. Caricaturezco.

    Garantía de statu quo. Avanzar lentamente o zigzagueando es una forma de retroceder en el contexto regional e internacional. Es lo que venimos haciendo hace décadas. En educación, seguridad, salud, jubilaciones, demografía, territorio, etc.

    Para todos los problemas nos anuncian grandes proyectos. A muchos los votan por unanimidad y luego no se reglamentan o no les dan recursos. Ni hablemos de monitorear, controlar, auditar o evaluar; eso es de extraterrestres en esta llanura. Quedamos cortos. Somos ineficientes. Así no es la cosa. Debemos reaccionar.

    Pero no nos engañemos ni seamos ilusos, no hay vocación de acordar, consensuar y cambiar. Nos faltan al menos cuatro compromisos. Refieren a la verdad.

    • No recabamos datos ex ante de forma ordenada, coordinada y sistematizada.
    • No controlamos ex post los procesos, no articulamos objetivos con resultados.
    • No costeamos el presupuesto, no hay cronograma, nos autoengañamos.
    • Para abreviar y cortar con la ristra de “no”, voy por la madre de todos ellos: la parresía.

    La falta de parresía es la madre de todos los engaños, engañifas, mentiras y mentirillas. Como todo en esta época de modernidades artificiales, se conoce desde la más fértil antigüedad. Pero nos damos el lujo de ignorarla. La franqueza y la autenticidad no da réditos.

    Parresía: del griego pan, “todo”, y res, “decir”. Refiere a la necesidad, la obligación, el compromiso ético o simplemente ser y hacer auténtico. Capaces de decir toda la verdad. Sin cortapisas, sin dobleces, francamente, a cara de perro. Incluso sabiendo que podría molestar. Sí, sin callarse nada. Al final la parresía es la mejor vacuna que tenemos contra la hipocresía. Y si a alguien se le ocurre decir que eso es ser antisistema, se equivoca de cabo a rabo. Decir toda la verdad, sin callarse, es ser un radical y abosluto hacer prosistema.

    Las verdades, en esta época, se maquillan, se esconden, se trabucan. Tema cultural e idiosincrático. Decimos lo que haremos y luego, si te he visto, no me acuerdo. O la otra, hacemos y no decimos nada; escondemos. En Uruguay el tema es cotidiano.

    Difícil pero no imposible de superar. Llevará tiempo, la cuestión es comenzar. Poco a Poco. No hay que ir por la modalidad urbi et orbi de macrosoluciones hipotéticas que tanto nos gustan para encarar dificultades cotidianas. Hay que organizarse e ir de lo micro a lo macro. Paso a paso, poco a poco; se llega antes y mejor. Lo analizaremos en otra ocasión.

    La parresía revivió a fines de los años 80 con Foucault. Antes estuvo vigente en Uruguay con la Cátedra de Lengua y Literatura Latina de Vicente Cicalese en Facultad Humanidades y Ciencias. Luego el acelerado pragmatismo superficial se la llevó puesta. Hora de reverla.

    Gonzalo Pou