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    La seguridad pública como “elefante negro”

    POR

    Sr. Director:

    Los uruguayos mencionamos un día sí y el otro también los problemas de seguridad pública. Hablamos mucho sobre el “deber ser”, pero no actuamos sobre el “ser” de esa seguridad. Me suena a que visualizamos el problema como algo difuso, que no terminamos de aterrizar. Y eso que día a día la inseguridad nos golpea. No solo robos. También muertes. Violencia en las casas. Violencia en las calles. Violencia en los noticieros. Violencia en las redes sociales.

    Por mi parte, estoy sintiendo una decepción importante. Nuestro sistema político y social no encuentra respuestas eficaces. Hay cada vez más “problemólogos”, pero menos “solucionólogos” como planteara el inolvidable Quino, poniendo el desafío de hacer en la boca de Mafalda. Solo aparecen “Susanitas” mirándose el ombligo, para reivindicar la búsqueda de la ansiada tranquilidad familiar, en un paisaje cruel de intranquilidad social.

    En la jerga de los estudiosos de los riesgos, llamamos a estos asuntos molestos que están claramente identificados “elefantes negros”. Los paquidermos oscuros son precisamente riesgos que son difíciles de encarar porque molestan (o perturban) en la agenda de los administradores políticos y entonces actuar sobre ellos puede ser incluso hasta culturalmente incómodo, además de poner en evidencia ciertas carencias en la gestión.

    La dificultad para poder abordar sistemáticamente estos riesgos que llamamos “elefantes negros” no reside necesariamente en cuestiones como su impacto, que eventualmente podrían incluso ser muy similares a los de otros riesgos conocidos como los derivados de la inestabilidad económica que los uruguayos supimos encarar. Lo que opera como una piedra en el zapato es lo incómodas que pueden ser las soluciones eficaces, en el tema de la seguridad.

    Estos elefantes amenazantes surgen a partir de la existencia de problemas bien conocidos y de importantes consecuencias, que aparentemente nadie quiere abordar. Aclaremos un poco sobre la presencia inocultable de algunos elefantes negros. Por lo pronto, un elefante es enorme, por lo que en principio parecería que es algo difícil de ocultar. Además agregamos que esos elefantes de tono oscuro pueden causar daños proporcionales a su tamaño.

    Los “elefantes negros” son riesgos que molestan e incomodan y que por lo tanto se sacan del radar de los administradores. Los políticos en general toman distancia. Ven lo riesgoso que puede ser encarar a estos paquidermos de manera decidida y enérgica. Así que lo que hacen es tirar el problema para más adelante, comenzando por transferir las responsabilidades de ser posible a los circunstanciales adversarios políticos.

    Se trata de comportamientos que podrían ser electoramente inteligentes, pero son claramente inapropiados. Analicemos por qué pueden sacarse estas grandes amenazas para fuera de la consideración de los grandes administradores. Lo primero a considerar es que la percepción de las ganancias y las pérdidas de esos administradores y de los administrados pueden ser muy diferentes. Me temo que la respuesta va por allí, lo que es ciertamente inquietante.

    En riesgo elefantiásico de este tipo puede ser importante para el futuro de un país visto como un sistema que está en problemas, pero no para el futuro de un administrador político a corto plazo. Puede ser paradójicamente urgente para la administración, pero diferible para el actual o futuro administrador. ¿Cómo puede acontecer tamaña disociación? Una disociación que aparentemente muchos políticos vernáculos experimentan recurrentemente.

    La respuesta académica ya fue dada hace décadas. Sobrevuela ante la afirmación precedente la amenaza latente de los “problemas de agencia”, que en definitiva lo que dicen es que los intereses de los circunstanciales administradores pueden diferir de los de otros agentes, entrando muchas veces en conflicto. De allí que a veces la ciudadanía siente que sus políticos referentes realmente los desatienden en cuestiones que consideran relevantes.

    ¿Por qué puede aforar este tipo de comportamientos recurrentemente? Según Bauman, la incertidumbre sistémica es la causa principal de la inseguridad y es la mejor herramienta de poder. Los agentes buscan sistemáticamente mantener la mayor cantidad de poder, que está dada en forma general por su propia capacidad de “manipulación de la inseguridad”. Eso me temo que es lo que está aconteciendo hoy en el Uruguay.

    Los agentes políticos que alcanzaron a entender estos procesos pueden sentirse tentados a proceder de manera de generar acciones conducentes a la “manipulación de la inseguridad”, que es un aspecto relevante que consideran los agentes, para encarar los riesgos. Pero, cuidado, la presencia de ciertos riesgos incómodos puede ser manipulada con objetivos propios de cada agente político, que pueden ser incluso diferentes de los del electorado.

    Los incidentes recurrentes relacionados con la seguridad pública de los uruguayos muestran la presencia inocultable de un elefante negro charrúa, que desde el sistema político nacional en su conjunto no estamos encarando diligentemente. Lo peor es que cuando algún líder plantea una idea concreta le llueven críticas. Pero son paradójicamente críticas que no dejan caer una sola respuesta eficaz y comprometida para encarar el presente acuciante de los uruguayos.

    Veamos por ejemplo qué podría pensar un agente político público en actividad que realmente reconoce un riesgo grande en temas de seguridad pública y que sabe, por lo menos de manera intuitiva, que enfrentarlo puede generar una pérdida de popularidad, que eventualmente le cueste a su partido las próximas elecciones. No se precisa ser un adivino sobre las posibles reacciones cuando los compromisos de liderazgo se debilitan.

    Estamos jugando no solo con ciertos impactos materiales de la inseguridad, sino con impactos inmateriales. Las características de los principales riesgos en las organizaciones contemporáneas parecen estar cambiando. Un aspecto clave a considerar cuando analizamos riesgos en la actualidad es la creciente importancia de los intangibles en la valoración de ciertas instituciones públicas y del país como un todo.

    No cabe duda de que algunos riesgos vinculados con la seguridad pueden tener impactos materiales muy relevantes. Pero quién se animaría hoy a decir que no pueden ser igualmente importantes los impactos sobre por ejemplo la reputación de nuestras instituciones. Dando un paso más, está presente el impacto sobre la propia credibilidad política y social del sistema democrático que, si los grandes problemas nacionales no son encarados con eficacia, podría incluso ser puesta en duda por la población.

    ¿Qué es lo que visualizamos actualmente? Las aproximaciones economicistas siguen siendo muy fuertes. Aunque hay intangibles cuyo valor económico puede calcularse, sigue habiendo puntos ciegos. Quien quiere entender posiblemente entienda, y quien no quiere hacerlo seguirá negando la importancia de algunos intangibles en el desarrollo de la sociedad. Estamos ante un punto de replanteo político de la valoración de ciertos riesgos.

    Un agente político público puede considerar la opción de tratar un riesgo intangible, que incluso internamente tal vez reconozca que puede ser relevante, como un “elefante negro”. Es bueno que lo haga. Aunque, seguramente, hará sus propias valoraciones de los costos y los beneficios de hacerlo. No es impensable que un dirigente político pueda decidir circunstancialmente ignorar un riesgo, sacándolo de la agenda de asuntos a encarar.

    Algunos dirigentes podrían llegar a pensar que, en caso de que se active una situación que afecte el prestigio organizacional de su gobierno o de su partido político, él, considerado individualmente, tal vez no se vería perjudicado. Estos juegos son peligrosos. Hoy más que nunca, se requieren claros liderazgos para encarar los desafíos que el país está enfrentado, muy especialmente en lo referido a la seguridad pública, pero no exclusivamente en este tema. Los asuntos de la salud pública y la seguridad social no son menos relevantes.

    ¿Qué es lo que se puede visualizar si analizamos las acciones y las reacciones del gobierno nacional y de la oposición política? Nos movemos torpemente, como si estuviéramos en una ciénaga que no tiene fondo y, por diferir las respuestas que necesitamos, nos seguimos enterrando en el fango. Ya tenemos el nivel de ese barro casi por la cintura. Todavía podemos movernos para salir de este atasco. Pero, si no lo logramos en poco tiempo, llegará un momento en que nuestra capacidad de respuesta se irá diluyendo hasta ser inoperante.

    Con mi colega y amigo Carlos Tessore estudiamos estos asuntos relacionados con los riesgos conocidos, pero no encarados durante años. Nos referimos al aumento de la incertidumbre y los riesgos emergentes, que la sociedad posmoderna nos muestra sin que las soluciones puedan siquiera esbozarse. ¿Es acaso que no sabemos cuáles son las soluciones? Me temo que muchos saben cuáles son, pero no se animan a ponerle el pecho a las balas por el miedo inmovilizador a las flores carmesí que les causen las reacciones del electorado.

    Carlos Petrella

    CI 1.308.975-0