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En los días pasados se ha reiterado una circunstancia política que creemos vale la pena destacar. El asunto se relaciona con las tergiversadas recientes elecciones en Venezuela.
Se vienen escuchando voces frenteamplistas (la del senador Mario Bergara es una de ellas, según pudo escucharse en el programa televisivo Séptimo día, del domingo 4 de agosto) que se agravian porque los representantes políticos de la actual coalición de gobierno tratan de convertir las elecciones venezolanas en un hecho político local que les proporcione un rédito en las futuras elecciones locales.
Con este “argumento” intentan sugerir que la actitud de los últimos es inmoral dada la tragedia de nuestros hermanos venezolanos, a quienes tenemos que ver cómo ayudar en lugar de estar buscando mezquinas ganancias electorales.
A ver. En primer lugar, en relación con cómo ayudar a nuestros hermanos venezolanos no considero que la tibia y forzadamente neutral posición del Frente Amplio (FA) sea la mejor. Creo, en cambio, que lo mejor es decir con pelos y señales que lo que ocurre en Venezuela ya desde hace un tiempo es un atropello a la democracia y a los derechos humanos de sus ciudadanos. Pero allá el FA con sus opiniones sobre el asunto y sus dificultades en articular las palabras dictadura, fraude y otras que describen la dura situación que viven los venezolanos. Que diga lo que entienda que debe decir y luego que asuma las consecuencias políticas de hacerlo.
Lo que no puede es pretender que las fuerzas políticas adversarias no reaccionen a sus declaraciones, porque son justamente estas las que configuran el hecho político local que nos interesa a todos los ciudadanos uruguayos verdaderamente demócratas.
Discúlpeme, senador Bergara, pero yo también creo que la posición del FA frente a la situación política venezolana, actual pero también la de los últimos años, muestra un problema gravísimo que tiene esa fuerza política que debe ser debidamente destacado.
Digámoslo con claridad: dentro del FA conviven fuerzas políticas antidemocráticas. Esto se ha tratado de esconder a lo largo del tiempo. Pero de tanto en tanto esas fuerzas se hacen notar, provocándoles problemas a sus correligionarios demócratas, que los hay, por cierto. Y ese es el hecho político que interesa a los uruguayos, al menos a los que pretendemos que el Uruguay tenga gobiernos democráticos. Es lo que ocurrió con los comunicados del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), sector relevante del Movimiento de Participación Popular (MPP) y del Partido Comunista del Uruguay (PCU), además de algunas declaraciones de integrantes de esas comunidades.
El punto evidente es que hay integrantes del FA que entienden por democracia algo diferente de lo que entendemos la mayoría de los mortales. Correspondería profundizar en esto, que es clave, pero el espacio no lo permite. Lo esbozo: para muchos marxistas y simpatizantes, la democracia es el gobierno del pueblo, pero entendido este siendo integrado solo por la clase que (supuestamente) lucha contra los ricos y poderosos capitalistas. Para los ciudadanos republicanos y liberales, en cambio, la democracia la integramos todos los ciudadanos, sin distinción.
Por esto, estoy convencido, hay frentistas de bien (aunque creo equivocados) que defienden personajes impresentables que sostienen dictaduras, como la venezolana, la cubana de los últimos años, la nicaragüense, la coreana del norte, etcétera, las que ven como una suerte de problema que deben aceptar a cambio de un supuesto bien superior (que los pobres y marginados pasen a ser los privilegiados).
Algunos, como Fernando Pereira, dirán que sí, que hay gente que piensa lo que decíamos antes, pero no es el sentir de la fuerza política como conjunto, según se puede apreciar con el comunicado del FA sobre las elecciones venezolanas, mucho más ponderado que los del MLN y PCU.
Tengo dos apuntes para compartir al respecto. Primero, hay gente dentro de la referida fuerza que se nota está acostumbrada a barrer debajo de la alfombra y esconder su verdadero pensamiento: hay motivos para creer que el FA es una olla a presión a fuego lento. Y, segundo, en lugar de tender a apagarse ese fuego bajo la olla, cada vez se intensifica más, a juzgar por el importante crecimiento que los sectores radicales (MPP, PCU, Partido Socialista) tienen en la fuerza política y su correlativo decrecimiento de los sectores moderados. Aquellos, los que justifican y defienden los regímenes que estos últimos, al igual que el resto del espectro político nacional, condenan.
Como ferviente demócrata uruguayo, me preocupa que el FA, por ahora el mayor partido político de nuestro país, cobije a un creciente número de antidemócratas. En esa fuerza, esto no es un accidente. Responde a que está integrada por sectores marxistas y simpatizantes de ellos. Y esto es algo que los ciudadanos de centro y de centroizquierda deberían tener en cuenta a la hora de votar en las próximas elecciones.
