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    Socialdemocracia y otras drogas duras

    POR

    Sr. Director:

    Nuevas tecnologías, incertidumbre, guerras, cambio absoluto de paradigmas de forma intermitente y constante, es en este contexto, es en este nuevo mundo donde cada vez parece más obvio que lo antiguo muere y que lo nuevo asoma cabeza cada vez con más fuerza.

    Parece obvio que siempre lo que hay que hacer es tomar lo viejo que nos sirvió y desechar lo que no sirvió. Sería estúpido no tomar lo que sí sirvió, desecharlo tan solo porque es algo antiguo. A su vez, promocionar “lo nuevo” solo por su carácter de “novedoso” en el caso de que no haya servido aplicado a la idiosincrasia actual es ridículo. Lo de antes no está todo mal, por supuesto, que tampoco está todo bien, viceversa con lo actual.

    Venimos de siglos de una cultura europea dominante y hegemónica, ¿Está mal? ¿Está bien? ¿Se puede construir un mundo sin hegemonías? ¿Destruir una anterior hegemonía no traería una nueva? ¿Cuál sería esa nueva hegemonía? ¿Sería mejor que la actual? ¿Y que la anterior?

    En este sentido parece importante decir que lo viejo (que sí sirvió) no queda obsoleto, sino que se adapta cada vez de manera más contundente al nuevo mundo, que tarda, y en un claroscuro constante le cuesta nacer. ¿Pero en clave de qué nacer? ¿De igualdad o de desigualdad? ¿Podemos construir una humanidad en clave de igualdad? ¿O esto es imposible? ¿La desigualdad es directamente proporcional a la naturaleza humana? ¿A la naturaleza en general?

    Allí, en esa tardanza de nacer, surgen los monstruos contemporáneos, frutos de la frustración constante de vivir en una sociedad donde unos pocos logran sus objetivos; siempre fue así, es la evolución humana, los roles los ejercen unos pocos, sobre todo los más anhelados, quienes logran adaptarse mejor sobreviven, así fue que Darwin escribió y teorizó sobre esta cuestión de la naturaleza.

    Y es que, en este contexto, el mundo cambia, y lo que fue funcional antes hoy en día no lo es, una persona como Darwin Núñez (ya no hablamos ahora del Charles Darwin, que teorizó con la evolución humana) gana un sueldo millonario sabiendo jugar muy bien al fútbol; para muchos esto es parte de un paradigma obsoleto y esto no debiera ser así, pero para otros Darwin Núñez es fruto de un mercado consumidor de fútbol y de una sociedad que se fanatiza y consume fútbol de una manera exacerbada.

    Los defensores del libre mercado ven esto con buenos ojos, y ven bien que otros jugadores, también jugadoras de fútbol, ganen un sueldo muy inferior aunque dediquen las mismas horas de trabajo a la realización de la actividad pero en un espectáculo menos lucrativo. ¿Está bien esto? ¿Está mal? De nuevo, todo siempre depende del paradigma y el ojo con el cual se mire esto, el mercado manda hoy y antes también, ¿Pero esto está bien?

    Siguiendo con el tema de la igualdad y de la percepción de la desigualdad, en este mundo de Instagram, consumismo desenfrenado, necesidad de consumir para sacar una foto y subir a las redes sociales con la finalidad de decir “yo soy” y mostrarlo al resto, donde tal vez no sea tan necesario salir un fin de semana de noche a divertirse, pero sí ir a determinado lugar para sentirse parte de un grupo privilegiado, sacar la foto y ser “parte de” (casi todos lo hacemos, es la condición humana sentirse parte de la sociedad), en ese contexto de desigualdad, de percibir lo propio como injusto, de una sociedad en donde no hay lugar para todos, en donde cada vez hay más caciques y cada vez menos indios es que surgen los monstruos modernos. Producto de la desigualdad constante y donde las redes sociales incentivan esto de manera muy contundente, a su vez, incentivando ese consumismo solo para mostrar al resto, generando en muchos casos deudas, ya que la intención siempre es mostrar más que disfrutar. Mostrar las vacaciones, mostrar los bienes que consumimos, mostrar, mostrar, mostrar. La sociedad moderna se reivindica a través del consumo, ya no a través del trabajo que da estatus, como sucedía en el siglo anterior.

    El algoritmo siempre muestra lo “más socialmente aceptado” cuando subimos a las redes sociales alguna cuestión. Por lo que es mucho más sencillo mostrar una imagen de lo “hegemónico” según estas redes sociales, pero a través de lo que el mismo público de Instagram publica y sube a las redes sociales. Ya no es la televisión la que lo muestra como en el siglo pasado, sino que ahora son las redes sociales a través del mismo público que incentiva lo que “está bien” de forma más discreta. Sin embargo, de nuevo, es el algoritmo que nos muestra lo “correcto”, a su vez, esto de la imagen de que el otro siempre está mejor, de que el pasto del vecino es más verde, ya que jamás nadie muestra los pozos de tierra en la parte trasera del jardín propio.

    En este nuevo mundo, la socialdemocracia como la conocemos va quedando apartada de su camino inicial, por el motivo de que nos vamos adentrando cada vez más en un mundo moderno; sin embargo, aún sigue vigente por el hecho de que es una ideología que está presente en casi todas las democracias occidentales y en parte es la gran constructora de este nuevo mundo.

    Touraine, el sociólogo, ya hacía mención a esto. Él hablaba de que en el siglo XX los movimientos de masa tenían una incidencia en la política de forma relevante y que con las nuevas tecnologías cambiaba la forma en la que nos relacionamos laboralmente; a su vez, mencionaba los efectos que esto tendría en la política, donde en el siglo XX los partidos políticos tenían una forma de relacionarse de acuerdo a la cuestión laboral. Es así que los grandes partidos de masa como los partidos socialistas y comunistas obtenían sus votaciones desde allí y, a su vez, reclutaban su capital político desde estos ámbitos, es decir, en la fábrica, los medios de producción.

    Hoy en día las nuevas tecnologías nos hacen incursionar en una nueva fase, donde la automatización manda y donde el obrero de una forma u otra se va amoldando a los nuevos tiempos. En este contexto, la pala del siglo XX en el siglo XXI cada vez más se parece a una laptop o a un celular, no por una cuestión elitista ni clasista, sino porque realmente son los nuevos mecanismos de trabajo; los trabajos que realizaban los obreros en el siglo XX hoy en día los realiza un robot, y esto tiende a intensificarse a mediano y largo plazo. La hoz y el martillo del Partido Comunista expresaban muy bien al movimiento obrero del siglo pasado. Pero hoy en día, ¿cómo se adaptan a las nuevas tecnologías?

    A su vez, es tan grande el cambio en el paradigma laboral que las generaciones que van dejando el mercado laboral no lo entienden. Un joven funcional y adaptado al mercado laboral a las 13.00 h puede salir a correr por la rambla montevideana o estar en el gimnasio atendiendo consultas laborales (al mejor estilo Andrés Ojeda), el modelo de trabajo a distancia es cada vez más potente, por momentos incluso no nos damos cuenta de que estamos trabajando, sin embargo, estamos tomando una cerveza con amigos mientras enviamos un mail laboral o respondemos un WhatsApp. Esto, por supuesto, no es entendido en Uruguay, un país con una población bastante envejecida y que el paradigma laboral está asociado a otras épocas, donde el trabajo se daba en la oficina desde las 8 de la mañana hasta las 17 h.

    Actualmente, alguien puede estar en un gimnasio atendiendo una consulta laboral a las 14 h de un martes mientras suena Marama con Agustín Casanova de fondo, y esto no es precisamente irresponsabilidad ni ser alguien destemplando ni imprudente, sino otra forma de ser responsable adaptada a los tiempos modernos, en donde la gente joven trabaja mucho, aunque muchas veces sin darse cuenta de que está trabajando. ¿Es mejor esto? ¿Es peor? Para mí, claramente es mejor; sin embargo, que esto quede a criterio de cada uno.

    Estamos todo el día con el celular, pero estamos trabajando tanto que ya no sabemos lo que es trabajo y lo que no, por eso también se legisló sobre el derecho a la desconexión; parece algo utópico visto desde la perspectiva actual. A su vez, el cambio de paradigma en lo social y en la familia, pasamos por momentos de una concepción Dios, patria y familia a otra de ateísmo y poligamia, todo mezclado, con cambios del paradigma excesivamente rápidos entre uno y otro, donde es muy difícil identificar lo socialmente aceptado con una cultura tan cambiante. También producto de las redes sociales y su capacidad de producir modas instantáneas, se habla siempre del “dejar fluir” pero la realidad es que nadie deja fluir un carajo, estamos siempre guiados por el algoritmo.

    En este contexto, ¿qué le queda a la socialdemocracia? Por momentos parece un término viejo, obsoleto, del siglo pasado, pero por otros momentos parece un concepto ultramoderno que incorpora las cuestiones más importantes del humano moderno en esa eterna dicotomía del Estado frente al mercado, de lo colectivo frente a lo individual. Creo que sin duda la socialdemocracia entiende la naturaleza hostil del ser humano, quien viene del ambiente adverso y donde sobrevivió gracias a su conocimiento; además de su capacidad de adaptarse a la vida, al medio, el ser humano que logra vivir en comunidad es el que logra posicionarse de forma favorable frente al que vive de forma individual.

    Entiendo entonces que el capitalismo es tan solo parte de la evolución humana, guiada por el contexto de evolución en un medio adverso. Sin embargo, también se demuestra que el ser humano que logra vivir solo, aislado de la sociedad, logra hacerse “más fuerte”; de allí todo lo vinculado al “lobo solitario” y la paradoja, comparación del ser humano con el lobo que vive en manada y el que vive en soledad, el lobo solitario logra una fortaleza increíble y muchas veces, después de enfrentar esa adversidad, tiene algunas opciones como lo son: lograr sobrevivir solo, crear una nueva manada o unirse a una manda ya existente.

    En este contexto, parece que cada vez son más y más los lobos solitarios, los seres humanos “solos” y la utopía de vivir como hormigas se parece por momentos a una realidad de vivir como arañas, aislados a través de aparatos electrónicos. A su vez, este se parece al sueño de los liberales modernos, los humanos individualizados frente a la vida en comunidad, una sociedad del “yo” cada vez es más evidente y una cada vez menos del “nosotros”, el sueño de Adam Smith.

    La socialdemocracia entendida en el contexto del siglo XXI está marcada por cambios sustanciales que hacen al nuevo mundo, marcado por la intervención del Estado en la economía, entendiendo las desigualdades naturales que hacen que el mercado sin estar regulado por el Estado sea sumamente injusto, beneficiando a la parte más privilegiada. +

    Es en este contexto que han surgido expresiones antiguas en conceptos nuevos, es conocido que en siglos pasados el liberalismo tenía un arraigo muy grande, que posteriormente fue frenado por la gran masa de obreros que cuestionaba la injusta situación laboral. Sin embargo, actualmente, con las nuevas tecnologías el sueño de Adam Smith parece que cada vez sale más y más a flote, ya que las nuevas tecnologías parece que pueden sustituir el trabajo más “rutinario” y ya no habría que hacerse cargo de las “pesadas movidas obreras sindicalizadas” del siglo pasado, ya que una maquina sustituye al obrero poco calificado, según la percepción de Touraine.

    ¿Y entonces? En este mundo de hipocresía constante, donde todo el mundo acusa al otro de ser lo que es uno, donde en Uruguay hay elecciones de forma democrática pero donde la ciudadanía no está nada motivada y también se parece a un libro de Saramago llamado Ensayo sobre la lucidez, donde las elecciones se daban en un clima de una apatía inmensa, donde la política en Uruguay y varias partes del mundo, pero en especial de América Latina, cada vez parece algo más calculado, comercial, muy poco ideológico. Es en este sentido que la propuesta socialdemócrata parece cada vez más relevante; hablamos de una propuesta socialdemócrata real, no panfletaria, adaptada al siglo XXI y a la realidad uruguaya, una socialdemocracia del “nosotros” frente a un liberalismo contemporáneo del “yo” que jamás murió, sino que está latente.

    La socialdemocracia entendida bien es revolucionaria ideológicamente, es un Estado interventor para que el hijo del trabajador, de la ama de casa, sin ningún tipo de contactos tenga las mismas posibilidades que el hijo del empresario que tiene la vida resulta. Donde el hijo de la ama de casa no se convierte en el chivo expiatorio del “hijo de”. En esta socialdemocracia el medioambiente tiene un rol fundamental. En lo que denominamos un “capitalismo responsable” el sistema anterior está obsoleto como lo conocemos, nadie habla de que el capitalismo esté bien, sin embargo, es un sistema jodido, adaptado al egoísmo constante del humano del siglo XXI, donde el estado debe y tiene que tener un rol fundamental, pudiendo subsanar la parte más jodida del humano, egoísta, individualista, pudiendo así intervenir en la economía.

    Saramago hablaba de que somos el eslabón perdido y vamos rumbo a ser “seres humanos”. Ese eslabón perdido es el jodido sistema en el que vivimos, producto de la evolución humana, la cual no es humana aún según Saramago, sino que somos parte del camino para llegar a ser humanos. ¿Nos gusta? No, pero debemos adaptarnos, intentando hacer a la humanidad más justa.

    Estos seres humanos lograrían pasar esta etapa en la que el “ser humano” es un animal bastante ortivo para pasar al humano solidario y colaborativo que todos anhelamos, según esta concepción de Saramago futurista. Sin embargo, en esta etapa de odio constante, de instituciones que cada vez más se deben adaptar el nuevo mundo, parece necesaria una socialdemocracia que pueda subsanar al peor ser humano, donde a su vez, todo su egoísmo individualista se encuentra intensificado por las redes sociales y la tecnología avanzada, que aún no se aprendió a utilizar de forma correcta.

    Estamos en una explosión tecnológica inmensa, en una etapa de incertidumbre total, estamos viviendo un momento crítico del ser humano, tan crítico que es histórico, somos contemporáneo de esto y estamos sobreviviendo. ¡Felicidades, te quedan unos tres meses y serás sobreviviente al 2024!

    La tecnología crece de forma constante, sin embargo, me gusta mencionarla como una etapa prehistórica. ¿Por qué? Porque se nota que la tecnología como la conocemos hoy en día en unos pocos años será obsoleta, es tan grande la revolución, que vamos camino a un mundo tecnológico extremadamente avanzado, donde el Zoom pasa a ser realidad virtual explícita a través de tecnologías que ya están aquí, Meta de Facebook lleva la vanguardia, y ya hay teorías de cómo será el mundo laboral por este medio de realidad virtual.

    Pero en este mundo tan racional, donde cada vez manda más la tecnología, donde cada vez más el cálculo electoral es más avanzado, ¿no será necesario hacer énfasis en la cuestión ideológica más precisa? ¿En la cuestión emocional? ¿Todo va a ser “matemático”? ¿Todo va a ser inteligencia artificial? ¿Incluso la política? ¿No será necesario hacer una política de la pasión y la emoción? ¿Qué sentido tiene la política cuando tan solo es un cálculo electoral? ¿Tan solo guita?

    Por más humanismo, por más comunidad, por más internacionalismo, por más integración, por más colectivo. ¡Por mucha más socialdemocracia!

    Germán Mato

    Docente en la Facultad de Derecho (Udelar), licenciado en Relaciones Laborales y con posgrado en Ciencia Política