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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHace años, quien era el electo presidente tupamaro nos habló en la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas y lo escuché decir: “Yo no creo, pero no sé por qué. Me gustaría creer como creen ustedes”.
Los que volvimos de la muerte sabemos que todos creen en algo para vivir. Los que no creen ni en sí mismos se borran, así que cuando alguien dice que no cree en nada está mintiendo.
Le comenté lo anterior al padre Livio, un cazador de almas que bajó antes de la guerra a las minas de carbón de las Ardenas en Francia para buscar una vida mejor para los mineros sofocados por el polvo y con la Iglesia de su lado, que recorrió las fábricas y otros lugares de trabajo, que cruzó toda Italia para compartir la misa del prohibido y perseguido padre Pío y, sin ostentación, besar las llagas bajo sus guantes, el que se coló muchas veces para buscar salvar un alma antes de la muerte: como para el padre Lacarte moribundo, se coló cuando la celosa esposa de Lacarte no estaba y lo ayudó a arrepentirse, pedir perdón y comprometerse otra vez como sacerdote justo antes de morir.
Y la más famosa, cuando se coló en la sala del Círculo Católico, donde esperaba la muerte el Negro Jefe Obdulio Varela.
El padre Livio era el capellán del Círculo, recorría las habitaciones derramando optimismo y buena onda. Pero Obdulio estaba muy delicado, la familia lo cuidaba sabiendo su fanatismo batllista y anticatólico y se turnaban para proteger la puerta de una invasión del padre Livio.
Pero a Livio le bastaba la distracción de un segundo. En un instante estaba con su hábito capuchino y su sonrisa junto a la cama preguntándole: “¿No quiere una bendición?”.
La señora y las hijas de Obdulio se quedaron petrificadas en la puerta; con la condición del enfermo, un estallido emocional de batllista comecuras podía causarle otro infarto, y adiós. Pero no pasó. Con su vozarrón le contestó:
—Padre. ¿A quién no le viene bien una bendición?
Después, a solas, encontró un alma buena que buscaba la verdad bajo ese cuerpo de cacique.
También le llegó a Jorge Batlle, mi amigo el presidente, que sacrificó su nombre y al Partido Colorado para salvar al Uruguay de la gran crisis que se comió a la Argentina desde entonces. Livio le llegó al alma a Jorge, un presidente batllista, que lo hizo ayudar a la Agrupación Capuchina, perseguida desde 1865 por los políticos uruguayos, y colaborar con los refugios y merenderos capuchinos en el Cordón y Nuevo París.
Cuando le comenté lo de Mujica, fray Livio quiso llegar a él, pero nunca pudo. Las hijas del ingeniero Topolanski, que fue un baluarte de la Juventud Católica y modelo de profesional comprometido con llegar al desarrollo por el trabajo con valores y una sociedad donde lo más importante fuera la honradez, el compromiso con los demás y el amor a la patria, lo desanimaron en seguida.
Mujica, desde niño, deshonesto hasta con las flores de los vecinos, discípulo de Erro, después, en mentir para conseguir votos como sea, expulsado de los blancos, Mujica con Lucía se habían enamorado y esta no hacía más que lo que a él le pareciera. Como robar datos de la empresa donde trabajaba para asaltarla, y después secuestrar, asaltar y matar, si hiciera falta, en la ola de las guerrillas comunistas que asolaron al mundo durante la Guerra Fría.
No me ocupé más, sería un mal presidente que sufriríamos mientras durara, mala suerte para Astori si lo había embromado, como se supo después, por medio de Pintado.
Pero no era tan sencillo: como el señor Burns en Los Simpson, la avaricia de Mujica no tuvo límites. Cuando le brillan los ojos o se restriega las manos y “como te dice una cosa te dice la otra”, ¡cuidado!
En su presidencia una empresa offshore italiana con sede en Mónaco me contrató para una obra millonaria de avanzada, que usaría en la concesión que Mujica le daría para los graneles del Puerto de Nueva Palmira. Venían asociados con una antigua familia local, con extendidas y antiguas ramas offshore, que los había traído. Con promesas para mí de gigantescos trabajos en Uruguay y Paraguay, tenían para blanquear grandes capitales italianos. Pero tuvieron un problema aduanero de un trámite mal hecho, me lo tiraron a mí porque estaba cerca y la Justicia de Carmelo ¡casi me manda preso!
Y después, cuando otra empresa offshore, que llamo X y que como es característico de un tipo de capitales wash and wear cambia de sede cada pocos años, compró con un préstamo del Banco do Brasil varias empresas uruguayas de ingeniería, construcción, caminos y montajes de primera línea, supe de primera mano que el capital más importante del apalancamiento del préstamo era “comandante Facundo”, una garantía desde Presidencia de que les darían licitaciones armadas para ellos, pagando una comisión de un 10%.
Con un préstamo del Banco Mundial al Uruguay de 90 millones de dólares para hacer puertos, sin darme cuenta, yo les había quedado cruzado en el camino. Con el reconocimiento para mí de la Federación Internacional de Hormigón por innovación en la Terminal Ontur, la primera vez que un fib Outstanding Structure Awards caía en Sudamérica, no solo tenía prestigio internacional, sino que también costos imbatibles para hacer muelles en Uruguay. Terminal Logística Mbopicuá, Ontur International Terminal, Terminal Pesquera en Capurro, restauración y nuevos muelles en Colonia, Nueva Palmira, La Paloma, Punta del Este y proyectos ganadores que no se hicieron: dos que un ingeniero corrupto negó en la ANP (Administración Nacional de Puertos) en el muelle C y en el nuevo muelle en Paysandú. Otro en el muelle de Conchillas, otro en Barranca de los Loros, otro en la estación de transferencia de Gas Sayago. Otro que el MTOP no adjudicó por razones técnicas que nunca aparecieron en Piriápolis. Otro de un rompeolas oceánico en La Paloma, donde se descartó la solución permeable a las corrientes que realicé con apoyo del Imfia, más barata, para hacer el proyecto de X, que ahora está causando erosión en las playas por modificación de las corrientes.
No los vi venir cuando del gobierno me pidieron por favor, aquel ministro, que terminara urgente Punta del Este para la temporada 2010-2011. Como patriota, no podía negarme. No era la primera vez, y aunque demoraran unos meses en tramitarlo, la plata del préstamo estaba. Los bancos con los que trabajaba me apoyaban.
Resultó ahora que yo era “el pibe”, el huérfano de la película. No me pagaron nunca, aunque los peritajes eran unánimes, con documentos falsos, y me borraron de las obras.
El grupo X se adjudicó la autoría de Mbopicuá, una mentira. Esa es la obra con que la Asociación de Ingenieros del Uruguay me honró colocándola entre las 100 obras de ingeniería del siglo, y el delegado de Ence y su jefa de Proyecto me han agradecido personalmente; hasta en la revista Ingeniería número 100 de la Asociación de Ingenieros del Uruguay, donde tuve el honor de colaborar el mes pasado.
Y con ese antecedente falso, X, tomando como suyo mi proyecto premiado de Mbopicuá, se inscribió como especialista en obras marítimas, aunque no lo es.
Así cerraron la trampa para osos: pero el zorro que cayó no está todavía muerto. Espero ahora que la Justicia oriental nos proteja a los ingenieros orientales y a nuestras propiedades intelectuales de los depredadores, de los mafiosos y de los malos orientales.
Ing. José Martín Zorrilla