Los autores analizan que, en grandes líneas, los territorios en los que el Idere Uy creció más fueron aquellos que estaban “más rezagados en 2006”. Y alegan: “La conclusión es sencilla, no alcanza con ese crecimiento. La convergencia exige un desempeño mucho mejor”, para que confluyan con los que históricamente muestran mayor desarrollo. Así, aunque el Idere Uy de Rivera, Rocha, Treinta y Tres, Cerro Largo y Artigas fue de los que más creció (entre 60% y 80%) en el período analizado, esas economías siguen “estando en la cola” del ranking.
En la publicación, los autores citan entre los antecedentes directos un índice calculado para Chile, otro para los departamentos de Uruguay y las regiones de Chile y un trabajo comparado para medir el desarrollo en varios países de América Latina.
El Idere Uy se actualizará anualmente para posicionarlo como una “herramienta útil”, con un “insumo robusto”, que permita discutir sobre el desempeño de los departamentos, con el fin de “situar la dimensión territorial del desarrollo en un lugar de relevancia en la agenda pública”.
“Mucho por hacer”
El mapa del Uruguay en clave de desarrollo muestra una suerte de “L”, con los departamentos de mayor desarrollo que tiene su base en el sur (Colonia, Montevideo, Canelones, Maldonado), se engrosa con Flores y Florida y se extiende por el litoral oeste y el norte hasta Paysandú.
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Libro Idere 2006-2022 Informe 2024
Rodríguez Miranda señaló que, aunque el Idere Uy para el promedio del país en 2022 (0,51) está a mitad de camino (entre 0 y 1), “hay mejoras” importantes en algunos departamentos.
En la dimensión educativa, San José, Rivera, Canelones, Río Negro y Rocha han elevado en uno o dos años el promedio de años de la educación formal. El académico destacó la descentralización que se ha dado con la instalación de la Universidad Tecnológica o de la Udelar, elevando la matriculación de menos de 100.000 a 150.000 personas. Eso “va impactando”, si bien “todavía hay mucho por hacer”, indicó.
Afirmó que para poder crecer como país en términos de educación, tecnología y capacidad de producción es necesario “romper con el macrocefalismo” de Montevideo y algunos departamentos del sur. De lo contrario —opinó— “va a ser muy difícil”, ya que se necesita “que el 40% de la población que no está en las grandes aglomeraciones también aporte a la productividad del país”.
En materia de salud Montevideo lidera el índice y figura muy despegado del resto. Le siguen Florida, Canelones, Paysandú y Maldonado, entre otros.
En esta dimensión, los autores recalcan que hay “desigualdades territoriales importantes” si se considera, por ejemplo, la evolución del promedio de médicos por cada 100.000 habitantes en Montevideo (que pasó de 7,5 a 9 entre 2006 y 2022), cuando en el resto del país lo hizo de 2 a 2,4. El desbalance entre la capital y el interior aumentó en el período.
Un indicador que desmejoró en todo el país y que es algo “preocupante” refiere al promedio de suicidios por cada 100.000 habitantes (considerando los valores individuales para cada departamento): pasó de 19 en 2006 a 28 en 2022. Esto, según los investigadores de la Udelar, “podría justificar un abordaje integral para fortalecer las estructuras” departamentales y la participación de diferentes actores.
Mientras, el área de bienestar y cohesión social es en la única que Montevideo no encabeza el ranking. Lideran Colonia, Río Negro, Florida, San José y Flores. Les siguen, con un desarrollo relativo medio-alto, Durazno, Maldonado, Canelones, Montevideo, Lavalleja y Artigas. Entre los indicadores que integran esta dimensión están la tasa de pobreza, la informalidad, la distribución de los ingresos, entre otros.
Los autores indican que si bien en algunos departamentos hubo mejoras relevantes entre 2006 y 2022 (como en Salto y Cerro Largo), igualmente quedan en la parte baja del ranking. Alegan que hay “inercias grandes” que requieren de políticas y acciones específicas orientadas a la cohesión territorial y llaman la atención sobre los efectos de la pandemia, puesto que el índice no se recuperó en esta dimensión en promedio respecto al 2019, lo que sí sucede en materia de actividad económica.
Rodríguez Miranda opinó que la “marginalidad y exclusión de gente” es algo que se agravó. Según dijo, es un “problema a atacar” porque “no es compatible pensar en las transformaciones de un país hacia la economía del conocimiento, que se codea con inversiones de primer nivel”, que tenga departamentos con niveles de pobreza en la niñez y adolescencia con tasas por encima de 20%.
En la dimensión económica, Montevideo, Canelones, Colonia, San José y Flores son los que muestran un desarrollo alto. Es que la lógica territorial de la actividad se concentró en los últimos años en el suroeste del país, con alguna participación del centro y Maldonado en el este.
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Indice de desarrollo por departamentos
Desarrollo productivo
Para el período analizado, Rodríguez Miranda destacó el cambio de la inserción productiva del país en el mundo, con la aparición de nuevas cadenas que a inicios del siglo prácticamente no existían, como la de la soja y la celulosa, o que se intensificaron, como la de aserrío, trigo, ganadería y los servicios vinculados a reparaciones en la agroindustria, la logística, el almacenamiento, etcétera.
Según el investigador de la Udelar, en los últimos años el Idere Uy permite confirmar el gran desarrollo del área metropolitana que incluye Canelones y San José, con los servicios globales, los vinculados a las TIC, la logística e industrias de base no agraria. Además, se evidencia que Maldonado dejó de ser el departamento que secundaba a Montevideo, ya que desde antes de la pandemia pasó a ocupar el cuarto o quinto puesto en el ranking general. Si bien sigue teniendo un desarrollo potente, sufrió por las “cachetadas” de la economía argentina, que han desfavorecido a las principales actividades del departamento (servicios de turismo, inmobiliarios y financieros y la industria de la construcción), explicó.
En contrapartida, se refirió a que Colonia se afianzó como un “tercer puesto robusto”, con un desarrollo equilibrado en el territorio y con actividades que se complementan, como la agropecuaria, la industria, el turismo de todo el año, la logística y otros servicios.
Ese diferencial del territorio coloniense contrasta con la situación de Salto, que en la dimensión económica tiene la segunda peor posición del país, después de Treinta y Tres. El académico señaló que la actividad se concentra en torno a una ciudad grande, con problemas de desempleo, informalidad, mientras los sectores productivos como la horticultura, la citrícola y la industria arrastran dificultades. A ello se suma la “muy inequitativa” distribución de la riqueza. Eso hizo que la “L” del desarrollo regional del país se acortara y terminara en Paysandú.
Los gobiernos locales
Respecto a las instituciones, los autores señalan que esta dimensión debe analizarse en un contexto nacional marcado por una “larga tradición centralista”. Por eso, aseguran, las mejores posiciones son para Maldonado, Montevideo y Canelones y las peores son para Tacuarembó, Cerro Largo, Treinta y Tres, Artigas y Flores.
Ante el actual esquema de descentralización, cuestionan si las administraciones departamentales van a ser o no “gobiernos intermedios que promuevan el desarrollo territorial y generen sus propias políticas y acciones, en coordinación con los recursos y políticas del gobierno nacional”. Esto, para Rodríguez Miranda, es un “gran desafío” e implica una revisión de la actual superposición de competencias en el marco de la “casi nula autonomía municipal”.
A su juicio, es preciso poner arriba de la mesa el tema. “Para que te corten el árbol, te arreglen la calle o te pongan una lamparita no precisás gobiernos departamentales”, graficó, y opinó que el municipio tendría que encargarse de eso. En tanto, el rol de las intendencias debería ser pensar y diseñar las transformaciones del territorio y “bajar” las herramientas nacionales y las grandes políticas públicas a la realidad local. “Lo más cómodo para un gobierno departamental es decir: ‘Los problemas de pobreza, empleo, etcétera, son del gobierno nacional, que me da plata y con eso hago cordón, vereda y cuneta’” y que lo voten por eso, señaló. “No puede preocuparse o pelear el intendente con el alcalde para ver quién poda los árboles (...). Si seguimos en esa lógica, no vamos a poder apuntalar las políticas territoriales”.
Para el economista de la Udelar, los gobiernos departamentales “tienen que ser realmente de segundo nivel, que trabajen en desarrollo porque, si van a ser grandes municipios, realmente no son tan necesarios y bastaría con fortalecer el tercer nivel de los municipios”. En ese sentido, opinó, también se precisa una “transformación cultural” que en algunas intendencias se ha procesado y tiene que ver con la conformación de equipos técnicos, con profesionales, que procesen estadísticas y generen información para internalizar en las intendencias, planificar y asesorar en la toma de decisiones relativas a la política de desarrollo territorial.