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    “El viejo murió con las botas puestas. Es la muerte que desea cualquier general”

    Raúl Batlle, hijo de Jorge Batlle, incursiona en política y habla del legado de su padre

    Un día de Carnaval de 1929, Luis Batlle Berres fue a visitar a su tío José Batlle y Ordóñez a la quinta de Piedras Blancas, acompañado de su hijo Jorge, que tenía dos años, a quien su madre había vestido de diablo. En 2012, aquel niño convertido en un hombre de 85 años, recordó el encuentro en una charla sobre Lorenzo —el primero de los cuatro Batlle en ser presidente— y contó que aquel disfraz pasó después a Raúl, su hijo.

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    Raúl no recuerda el disfraz. Porque si algo lamenta es no haber heredado la prodigiosa memoria de su padre, que le permitía recordar desde aquel traje de diablo hasta nombres, localidades, anécdotas y citas, hasta que murió, a los 89 años, en octubre de 2016. Lo que sí heredó Raúl es la gestualidad y la locuacidad características del último presidente colorado.

    Cuando en 1965 nació el segundo hijo de Batlle y Noemí Lamuraglia, el padre lo miró y dijo: “Parece un monito”. Desde ese día Raúl es Mono. Está casado con Helena Morador y tiene dos hijos: Lorenzo, de 24 años (estudiante de Arquitectura) y Gerónimo, de 20 (estudiante de Comunicación y músico). Estudió Administración de Empresas en la ORT luego de un trunco pasaje por la Facultad de Ingeniería, y después hizo un MBA en Chile. Durante años trabajó en un banco y hoy lo hace de manera independiente en el sector financiero. Su hermana mayor, Beatriz, nació en 1962, es psicóloga, y madre de los otros dos nietos del mandatario: Nicolás Milburn (26 años, licenciado en Comercio Exterior), y María Paz de Souza (17 años, liceal).

    Durante la extensa carrera política de Batlle, sus hijos mantuvieron un perfil bajo. Sin embargo, este 24 de octubre, al cumplirse dos años de la muerte del expresidente, su hijo fue el orador del acto en el Cementerio Central. Además, en los últimos meses, decidió tomar un rol activo en la precandidatura de su primo, el senador José Amorín Batlle, a quien acompaña a actos y recorridas por el interior del país. Para hablar sobre esos temas, recibió a galería en el apartamento en el que está instalada la biblioteca de su padre.

    ¿Por qué decidió hablar en el cementerio, si nunca antes había pronunciado un discurso? Como es un momento especial de la campaña para las internas, tenía que haber algún orador que no que estuviera metido en el medio. Igual le pedí a mi primo, José Amorín Batlle, que dijera algunas palabras sobre papá. Mi discurso fue un homenaje a los líderes de esa generación. Lo escribí porque no lo iba a poder decir sin trancarme.

    Apenas comienza la entrevista, suena por primera vez uno de sus dos celulares. Pide apagar el grabador y mantiene una conversación de unos minutos sobre el estado de salud de su madre, que evoluciona de una fractura. Apenas corta, y se dispone a retomar la charla, suena otra vez el aparato. Se trata de un cliente que lo consulta por unos terrenos ocupados, conversan unos minutos y quedan en hablar después. Las llamadas no son la única interrupción: minutos más tarde hay que parar la entrevista porque tiene que mover el auto. Cuando llegó no había lugar para estacionar, así que paró en una entrada de garaje y le pidió al cuidadoches que le tocara timbre si tenía que mover el vehículo.

    Al igual que su padre, mueve los brazos con ademanes, o los coloca detrás de la cabeza para responder. Se ríe a carcajadas, aunque lo que diga no sea gracioso, y levanta con énfasis la voz, algo que, según admite, provoca algún que otro rezongo por parte de su señora.

    Hablando de esos líderes dijo: “Ellos son los que con el ejemplo nos han enseñado a que no tenemos que claudicar en la defensa de lo que creemos que es justo para nuestra sociedad”. ¿Qué es lo que hay que defender? El mensaje que nos dejan es que no se puede bajar los brazos. Creo que personas como Jorge, como Alejandro Atchugarry, Julio María Sanguinetti, han dejado el alma. Julio lo está demostrando ahora, a su edad.

    Habló de provocar los “grandes cambios que el país necesita”. ¿Cuáles serían? Ahí evoqué un discurso de mi padre; dijo que si le daban a elegir entre el exceso de discrecionalidad y el exceso de libertad, él prefería el exceso de libertad. Viene al caso porque estamos en un mundo, en el que Uruguay no es esquivo, en que el Gran Hermano quiere saber todo de todos. Cuanta más regulación hay, más libertad nos quitan. En aquella época había un exceso de regulación, hoy estamos yendo en un camino similar.

    ¿En Uruguay? Acá no existía una ley de prensa (de medios). Una ley de prensa siempre quita libertad. Siempre la prensa tuvo la libertad de decir lo que quisiese. Ahora quieren regular las noticias falsas.

    Hace unos días, en Canal 10 dijo que si bien siempre tuvo un perfil bajo, cuando su padre murió sintió que tenía que hacer algo por el país. ¿Por qué? Nunca tuve aspiración política. Uno no puede rehuir de su pasado y su apellido. Cuando muere mi padre, como todo hijo, uno siente que lo que más le deja un padre es su legado y tiene la obligación de devolver mucho que viene de antes. Me siento, primero, uruguayo, después, colorado, y dentro del Partido Colorado mi opción fue por Amorín Batlle. Decidí ayudarlo. Tengo un trabajo que me toma mucho tiempo, pero los fines de semana los tengo libres y le doy una mano. De noche, que es cuando generalmente son las reuniones políticas, también. Estoy en una etapa de mi vida en la que mis hijos no requieren tanta presencia familiar; mi hijo mayor vive solo; mi hijo menor tiene sus cosas. Mi señora se la banca un poco.

    ¿Cuál cree que es el principal problema del gobierno? Lo reconocen desde el gobierno: tenemos problemas de seguridad, derivados de problemas criminalísticos y de la educación, que no está llegando adonde tiene que llegar. Tenemos problemas en la salud, de todo tipo, desde corrupción a poca asistencia.

    ¿Qué siente cuando dicen que la situación de inseguridad es consecuencia de la crisis del 2002? El otro día leía una frase en Facebook, que no sé de quién es, que decía: “Llega una edad en que no le podés echar la culpa a tu padre, ni a tu familia, ni al que te dio empleo, ni a la sociedad, ni a nadie. Vos sos responsable de todo”. El gobierno tiene una edad en que no les puede seguir echando la culpa a los demás. Porque también podría decir que hoy estamos como estamos gracias a cómo manejamos las cosas en el 2002. Hoy no somos Argentina, que sigue después de 15 años tratando de salir del 2002. Acá no supimos aprovechar la bonanza económica para darle los recursos a la gente que los precisa. Lo único que le dimos es plata. Y no los educamos. No es así. Hay muchísimas más cosas, entre ellas evidentemente la cultura y la educación. Eso es típico del populismo: siempre echarles la culpa a los demás.

    ¿Este gobierno es populista? No tan populista como otros, pero sí. En la región hemos tenido 15 años de gobiernos populistas y hoy increíblemente lo que más escuchás es hablar en contra del populista. Hoy Trump es populista, Bolsonaro es fascista y populista. Y es lo mismo populismo de izquierda o de derecha, fascismo de izquierda o de derecha es lo mismo.

    ¿Por qué apoya a Amorín Batlle cuando Ernesto Talvi, supuestamente, es el elegido de su padre? Primero, mi padre está muerto. No sabemos qué diría mi padre hoy. Era un gran motivador, motivó a varias generaciones en todos los partidos. Uno de los principales gestores del partido de gobierno es Zelmar Michelini, que se lo presentó mi padre a Luis Batlle, y era su secretario personal. En su última época le dio mucha manija a Talvi para que se tirara y estaba muy contento porque había aceptado. Era otro el Partido Colorado, otras las candidaturas. Hoy, para mí, José Amorín es el que más representa el pensamiento de mi padre.

    Talvi contó en galería cómo fue que su padre intentó convencerlo en una charla en Ceres. ¿Por qué cree que no se lo propuso en 2004, 2009 o 2014? Hay tiempo para todo y para todos. Mi padre siempre estaba buscando a alguien para darle manija. Julio María Sanguinetti está primero en la lista, también (Pedro) Bordaberry, que no hacía política hasta que mi viejo lo llevó a un ministerio. La lista sería interminable. El último fue Ernesto. Gracias a que lo hizo, hoy tenemos una interna muy competitiva. José hizo su carrera política con papá juntando votos desde el llano.

    Pero su padre nunca lo promovió como candidato. El viejo era así, nunca me iba a promover a mí. Si vos eras de la familia, hacete solo. Y está bien, se lo agradecemos, porque nos ha hecho lucharla tanto y nos hizo duros. Más allá de eso, en la interna tenemos a José; a Talvi, que viene del mundo académico y puede aportar mucho, y Julio (Sanguinetti), que salió a la cancha a dejar el alma.

    ¿Está dando a Sanguinetti candidato? No digo eso, digo que está trabajando mucho para su sector. Es un ejemplo para todos los de a pie. Tenemos una interna puramente batllista en un partido que hace 12 o 15 años había dejado de serlo. Tal vez por el 2002, porque si bien fuimos los que sacamos al país adelante, la gente sufrió mucho y te castigó en las elecciones siguientes.

    Hay quienes sostienen que el Frente Amplio se apropió del discurso batllista y que se convirtió en un impulsor de leyes sociales... Perdoname, decime una ley social importante del Frente Amplio.

    La despenalización del aborto. La despenalización del aborto, está bien. ¿Cuál otra?

    El matrimonio igualitario. (Silencio)

    Fue innovadora. Compararla con la ley de ocho horas, con la ley del divorcio a solo pedido de la mujer... Acá muchas veces estamos olvidándonos de que a principios del siglo XX estaba el divorcio a solo pedido de la mujer. Después de eso, cualquier cosa que se te ocurra es nada. El batllismo les reconoció a las mujeres el derecho a salir de ese sometimiento machista a su solo pedido. El voto universal, igual; las mujeres no podían votar, mucho menos participar en política. Eso fue Batlle y Ordóñez.

    En eso tuvo un papel fundamental el Partido Nacional. Sí. Este país lo hicimos entre los blancos y los colorados. Estoy comparando las épocas, son las épocas de Batlle y Ordóñez. A Batlle y Ordóñez le tocó circunstancialmente ganar las elecciones y tuvo que negociar y por eso el resultado de Batlle y Ordóñez era el colegiado.

    También hay quienes dicen que antes el partido del Estado era el Partido Colorado y hoy es el Frente Amplio. El Estado, como bien lo decía Batlle y Ordóñez y como bien lo ha dicho mucha gente en este país, tiene que estar al servicio de la persona. Y no la persona al servicio del Estado. Eso no era así. Batlle y Ordóñez no les puso impuesto a los trabajadores. Les dio menos horas de trabajo. Este gobierno lo que hace es imponerle impuestos al trabajador, le dijo que le iba a dar mejor educación, mejor seguridad, mejor salud, y estamos cada día más complicados. Si viene una complicación de afuera va a ser muy difícil salir porque estamos más endeudados que nunca, con la carga impositiva más grande. Los más débiles son los que precisan educación, salir a trabajar, salud. Les han dicho que pueden ir a cualquier mutualista y después no pueden pagar el ticket, pero no se puede cambiar. Y no tienen seguridad. Algunos pueden pagar alarma o seguridad privada, pero muchos no. Las que están peor son las mujeres que tienen que salir a trabajar.

    Sin embargo, desde el gobierno hay una prédica a favor de las mujeres. Esa prédica la veo en las manifestaciones, pero no los veo realmente preocupados por esas mujeres que tienen que salir a trabajar, se compran un televisor y cuando llegan a la casa no está.

    En una entrevista su padre dijo: “He tenido miedo, sí, pero no por mí, sino por mis hijos chicos cuando querían secuestrarlos. Creo que ese fue mi mayor susto, que me llevó a hacer cosas muy duras”. ¿A qué se refería? Al viejo lo acuartelaron antes de la dictadura, el día de su cumpleaños, el 25 de octubre de 1972 y lo largaron en noviembre. De ahí para adelante lo mataron civilmente. Le cerraron el diario Acción, que era nuestra principal fuente de entrada económica. Él había traído una máquina única en Latinoamérica para poder imprimir diarios a color, por la que se endeudó bastante; entonces, al cerrar el diario quedó la deuda y sin ingresos. Empezó a vender el diario en partes, al principio no se las dejaban vender porque estaba prendado por los bancos. Al final las vendió, la de color fue a El País. El viejo hacía de todo, se dedicó mucho al agro, se fue a hacer negocios a la frontera, tenían ganado de un lado de la frontera o del otro.

    ¿Pero pasaron apremios económicos reales? Sí. Nos remataron la casa. Eso coincidió con la última etapa de mi padre y mi madre viviendo juntos. Vivimos dos años con mi madre, que después se fue a Argentina, y él se fue a vivir solo a un apartamentito que le habían prestado en Duvimioso Terra. Vivió de prestado, no podía pagar el alquiler. A la salida de la dictadura fue electo senador y empieza a pagar sus deudas. La última deuda del diario la pagó en 1995.

    ¿Cómo fue ese episodio de un posible secuestro de ustedes? En determinado momento se había descubierto no sé si un plan para secuestrarnos, pero sí que se sabía en forma detallada cuál era nuestra vida. Fue antes de la dictadura, los tupas tenían con detalle nuestros horarios. Teníamos guardia policial. En un momento estaba tan complicado que decidieron mandarnos a vivir con nuestros abuelos maternos a Buenos Aires, pero tuvimos los mismos problemas, porque así como existía el Plan Cóndor para los militares, existía lo mismo entre la sedición de la región. En la casa de mi abuelo argentino en Punta del Este pusieron una bomba y la casa se destruyó, lo mismo con su casa de allá. Lo que hizo mi padre fue enfrentarlos, decirles: “Si se meten con mis hijos, van a tener problemas”.

    ¿A los tupamaros? Sí.

    ¿A quiénes? No sé, pero sé que lo hizo. El problema es que los tipos como mi padre fueron el jamón del sandwich, porque entendían que no estaba bien la sedición ni tampoco la dictadura. Entonces fue blanco de los dos lados. El tema de la infidencia empezó por los tupamaros, los comunistas, etcétera, y la siguieron los militares.  

    El hijo de Batlle se llama Raúl en homenaje a su abuelo materno, un industrial argentino antiperonista que exiliado en Uruguay conoció a Luis Batlle, entonces presidente. Mientras su abuelo uruguayo representaba la visión estatista, su abuelo argentino era todo lo contrario: admirador de los liberales austríacos, un cultor de Frederik Hayek y Ludwing von Mises. A este último lo llevó a exponer en la Universidad de Buenos Aires, y en ese momento Jorge Batlle —entonces novio de la hija de Lamuraglia— lo conoció y se aferró al pensamiento liberal que lo acompañó hasta el final de sus días.

    A su abuelo Lamuraglia se lo vincula con el bombardeo en Plaza de Mayo en 1955 para derrocar a Perón.  ¿Hablaba con él de esos temas? Sí, bastante, era antiperonista ante todo. A mi abuelo, si hay que atribuirle algo fue el haber introducido a mi padre en el pensamiento de los economistas liberales austríacos.

    Su padre fue presidente luego de cuatro intentos frustrados. ¿Cómo los vivió usted? Mucha gente rescata la inteligencia de mi padre; yo rescataría el tesón, la lucha y el trabajo. Era incansable. Papá se sentaba, se leía tres libros en la noche, al otro día se levantaba y salía a recorrer la campaña. No había un momento en que no hiciera algo de trabajo, intelectual o físico. Vos la noche de la elección lo veías derrotado y al día siguiente ibas a darle apoyo y el que te lo daba era él. Siempre con mucho humor, que en buena medida el humor sana todo.

    ¿Qué sintió cuando salió presidente? Fue una gratificación para él. Pero para mí, la coronación de su vida política fue morir en el campo de batalla con las botas puestas.  Es la muerte que desea cualquier general. Alguien que se dedica a algo con tanta pasión, murió así, haciendo campaña, trabajando, bien de la cabeza. Ese día cerró su ciclo y murió un día antes de su nacimiento.

    ¿Él le impidió estar en política antes? Siempre quiso protegernos mucho y obviamente, la vida política y de exposición pública no es para cualquiera. Y es mucho más fácil ser alguien del llano. Jamás nos obligó ni nos dijo: “Esto no lo hagas”. Pero tampoco nos manijeó. Siempre fue muy liberal. Vos tenías que ser colorado y batllista no porque lo eras sino porque tenías que llegar a serlo. Lo mismo con la religión. No nos bautizó pero nos hacía leer la Biblia y comentarla, para que la decisión la tomara yo. Yo soy religiosamente agnóstico; mi hermana es creyente. Eso es lo que el viejo nos legó, la libertad de elección.FOTOS FAMILIARES: GENTILEZA FAMILIA BATLLE.