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Empeñado en convertirse en una celebridad internacional, Javier Milei se embarcó en su viaje número 27 desde que asumió la Presidencia. Fue el 2 de abril, Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas y después de un breve discurso en el que llamó “malvinenses” a los kelpers. El avión partió a su destino favorito: los Estados Unidos. La excusa era recibir el premio León de la Libertad, que otorga la organización American Patriots en una gala ofrecida en Mar-a-Lago, la residencia ocasional de Donald Trump.
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El verdadero objetivo de la comitiva era lograr una foto con el presidente estadounidense. Pero Milei, su hermana Karina y el ministro de Economía, Luis Caputo, volvieron al país sin foto ni encuentro formal o informal (o casual).
Un viaje más, costoso para el Estado que pretenden desfinanciar, sin motivos diplomáticos.
La foto con Donald Trump
¿Por qué era valiosa la foto con Trump? Porque el gobierno mileísta negocia con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un préstamo de US$ 20.000 millones. Argentina es el país que más plata le debe al organismo multilateral y aún así necesita un rescate. Con ese préstamo podrían reforzar las reservas del Banco Central —ese que, en campaña, Milei prometió destruir—, calmar a los mercados y llegar a las elecciones de medio término con estabilidad. Pero la negociación con el board está trabada. Los hermanos Milei pensaron, ingenuos, que una foto con el presidente de los Estados Unidos allanaría el camino.
Es curioso el caso del ministro Caputo, quien los acompañó a Mar-a-Lago. La Argentina le pidió crédito al FMI por primera vez en la dictadura de 1958. A partir de ahí, cada gobierno dependía de ese acreedor. Hasta que en 2003 el presidente Néstor Kirchner rompió la racha: pagó US$ 9.800 millones que el país debía y se independizó del Fondo. Quince años después, quien volvió a pedir dinero al organismo fue Luis Caputo, un trader que debutaba en la función pública como ministro de Finanzas de Mauricio Macri, cuya obtención de la presidencia había terminado con tres gestiones kirchneristas.
Los inversionistas extranjeros, que se habían ilusionado por el triunfo de Macri en 2015, para 2018 querían irse. A Caputo no le alcanzaban los dólares para pagarles y ese fue el principio del fin. El día fatídico fue el 28 de diciembre de 2018. En una conferencia de prensa, el equipo económico habló de “sinceramiento”. Avisaron que el índice de inflación proyectado para el año siguiente no sería del 10%, sino del 15%. Pero estaba pasando otra cosa: Caputo tuvo que reventar el préstamo del FMI para pagarles a los inversores. La consecuencia fue una corrida cambiaria, suba de la inflación y aumento del “riesgo país”. Caputo se fue a tomar sol a Ipanema. Alguien le tomó una foto, la foto se filtró y el ministro terminó renunciando. Se juró nunca más volver a trabajar en el Estado.
Por esos días, Milei todavía era un panelista de televisión. Sobre Caputo y el uso de las reservas, dijo esto: “Caputo se fumó 15.000 millones de reservas irresponsablemente (...). Uno de los grandes desastres que se hizo en el Banco Central lo hizo Caputo”. Memoria corta, quizás, Milei lo sumó a su gabinete como ministro de Economía apenas asumió. Ahora lo llama “el Messi de las finanzas”.
Embed - Discurso de Javier Milei en la gala "American Patriots" (Mar-A-Lago, EEUU) | Cadena 3 Argentina
“¡Hagamos a la Argentina grande de nuevo!”
A todo esto, casi en simultáneo con el viaje a Palm Beach, un anuncio sacudió a buena parte del mundo. Trump avisaba que subiría los aranceles para productos extranjeros que pretendieran ingresar a los Estados Unidos. En el caso argentino, el impuesto mínimo sería de 10%, lo que augura una caída en las exportaciones y un alto impacto en la competitividad de los productos locales. El acero y el aluminio son las industrias más afectadas, por decreto corre para ellas el 25%. Las consecuencias del aumento de tasas podrían implicar presión cambiaria y disolución —o demora— de proyectos de inversión en la Argentina. A nivel global es una guerra comercial. Para la Argentina, es un golpazo económico. Pero sobre eso, el presidente argentino, vestido de regio smoking, dijo que iba a “adecuarse”. Fue en su discurso, desde el escenario en el salón de baile en Mar-a-Lago. Como remate, Milei gritó “¡hagamos a la Argentina grande de nuevo!”. El murmullo tapó la exclamación, los invitados estaban distraídos entre la comida y el champagne. No hubo aplausos.
El ministro de Economía estuvo sentado a la mesa junto a los Milei. Juntos esperaban la llegada de Trump. Caputo también quería posar para la foto, a ver si el board toma nota y larga, finalmente, la plata. El ministro registró con su teléfono los saludos a Milei: “Rockstar total”, posteó en sus redes. El presidente habrá quedado con los pulgares entumecidos porque las únicas fotos que se tomó fueron con mujeres que le pedían selfis. El encuentro con Trump no sucedió. Hay versiones cruzadas. La de Estados Unidos indica que Trump se acercó a la gala, pero que el Servicio Secreto lo retiró por el tumulto de gente. La versión argentina es que alguien avisó a los hermanos que la foto no se daría y optaron por retirarse del evento. Lo único que se trajo Milei fue el pasaporte visado y el premio, un rectángulo de acrílico que cabe en la palma de una mano.