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    El caso $Libra puso los reflectores en Karina Milei, la hermana blindada del presidente, por ser la dueña de la guillotina

    ¿Cómo hizo?; ¿cómo hace para de acumular poder?; hay algunas claves para tratar de entender el lugar que ocupa la secretaria general de la Presidencia argentina

    “Dicen que mi hermana tiene una guillotina. Bueno, sí, tiene una guillotina”, afirmó Javier Milei, presidente de la Argentina, en una entrevista ofrecida a principios de febrero en la que lo consultaron por la expulsión del legislador Ramiro Marra, uno de sus peones más fieles. Puesto así, Karina Milei ordenó bajar la cuchilla. Unos días después de aquella declaración, Karina quedó salpicada por el caso $Libra, nuestro criptogate patrio. “Salpicada” parece poco. Las investigaciones abiertas en la Argentina y en los Estados Unidos no presentaron grandes avances todavía. Pero hay elementos que permiten pensar que la hermana, secretaria general de la Presidencia por decisión del presidente, está directamente implicada por haber sido el nexo entre Javier Milei y las personas que crearon la moneda virtual que dejó un tendal de estafados.

    Karina Milei facilitó el ingreso el 8 de enero a la Casa Rosada de Mauricio Novelli, de N&W Professional Partners, quien habría sido el enlace con el singapurense Julián Peh, de Kip Protocol, la empresa que dio soporte al lanzamiento de la moneda virtual. La secretaria general de la Presidencia autorizó a Novelli a entrar otras cinco veces a la Casa Rosada y otras tres a la Quinta de Olivos, residencia presidencial. Hayden Mark Davis, cocreador de $Libra, también entró a la Casa Rosada con autorización de la hermana. Los reflectores están puestos en Karina y sin embargo es la mujer más blindada del Ejecutivo. Por ser la dueña de la guillotina, el filo nunca rozará su cuello piel de luna. Intocable la hermana.

    Una pregunta recurrente: ¿y cuál es la “inteligencia” de Karina Milei? La respuesta nunca satisface a quien lo plantea. Pero todo pasado tiene un principio, así que vuelvo al origen. Karina Milei hace nuevas todas las cosas. De un hermano arquero en la infancia, construyó un hermano que, en la adolescencia, imitaba a Mick Jagger en una banda de rock que se llamó Everest. A ese intérprete de covers Karina lo convirtió en un conferencista. Lo llevó a la televisión, explotó su magnetismo en las redes sociales. Extrajo el personaje de la persona y lo hizo político. Armó dos campañas: la primera colocó a Javier Milei en el Congreso de la Nación; la segunda, en la Casa Rosada. Logró, en el primer año de gestión, que la Justicia electoral reconociera como partido de alcance nacional a La Libertad Avanza. Toda esa aventura —la diputación, la presidencia, el partido— le llevó, apenas, tres años. ¿Cómo hizo? ¿Cómo hace para de acumular poder? Hay algunas claves.

    La primera es el aval absoluto, público y privado, que le ofrece su hermano. Aunque sobre ella no se derrama el apoyo popular de Javier Milei, que a pesar del ajuste y su violencia discursiva mantiene el nivel de aprobación. Karina Milei no perfora en las encuestas, acumula una imagen negativa alta. Presentarse a una candidatura sería un riesgo. Ganar una banca, algo así como un milagro.

    No se banca ser “la hermana de…”

    A Karina Milei le gustan los desafíos, más aún si la enfrentan. No se banca ser “la hermana de…” y se ocupa de desmarcarse de la sociedad política que creó con su hermano. Quien se atreve a cuestionar los lineamientos del movimiento que dirige se convierte en un cadáver político. Consolida nombre propio a fuerza de verticalismo y obediencia. Para su hermano es “su ángel guardián”. La imagen es bonita, pero oculta otra cosa: Javier Milei es el primero en rendirle pleitesía. Él la llama El Jefe, pero en realidad es su empleado.

    No, no hay razonamiento político clásico en Karina Milei. No hay noción alguna en temas relacionados a la economía. No tiene ganas de entender cómo funciona un Estado. Para ella el feminismo es una forma de “discriminación positiva”. Tampoco ostenta el don de la oratoria —y acaso por eso no ofrece entrevistas—. ¡No! No responde al patrón del funcionario público tradicional.

    La hermana genera resistencia entre la militancia libertaria: “Yo no la voté”, repiten los votantes no orgánicos. Es caprichosa como una nena, necesita que la miren como se mira a las princesas. Si la dejan afuera, se enoja. Un ejemplo: fue a reclamar una entrada para ella a la Embajada de Francia en la Argentina para los Juegos Olímpicos, dado que por protocolo al país le corresponden dos tickets, uno para el jefe de Estado y otro para el embajador argentino en Francia. Su manejo de poder es rústico, barrial, silvestre y, por todo eso, bastante predecible. El Jefe es un personaje en desarrollo que podría tener una vida larga al lado del hermano.

    Dijo también el presidente: “Quien no entiende a Karina no entiende a La Libertad Avanza”. Karina Milei es una mujer común que se volvió una excepción. De haber sido testigo de la violencia física y psicológica que el padre de ambos ejerció contra su hermano, de alumna marginada en el aula a recibirse de licenciada en Relaciones Públicas y ganarse la vida vendiendo tortas. De eterna secretaria —empleo al que se dedicó entre 1991 y 2007 en distintos lugares— a secretaria general de la Presidencia. De ciudadana a armadora política: ella también se hizo de nuevo.

    Victoria De Masi, periodista y autora de Karina: la hermana, El Jefe, la Soberana