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    Dar la vida y no tener un nombre

    Entre tantas noticias espantosas, el nacimiento de una cría de elefanta marina en las costas uruguayas fue como un bálsamo para mucha gente

    Columnista de Búsqueda

    Entre tantas noticias espantosas, el nacimiento de una cría de elefanta marina en las costas uruguayas fue como un bálsamo para mucha gente. Día tras día desde el sábado 11 de octubre, se fueron subiendo imágenes de madre e hija desde la playa de Piriápolis, en particular, a través de las redes de la ONG SOS Rescate Fauna Marina. El cuidado de la elefanta y su hija fue posible gracias al trabajo conjunto de la comunidad de la zona y una serie de instituciones (la mencionada ONG, la Prefectura Nacional Naval, el Municipio de Piriápolis y hasta comercios que acercan café y algo para comer a las personas voluntarias que se turnan para asegurar la protección de ambas). Es la primera vez que una elefanta marina da a luz en las costas del país, y es un hecho inusual porque esta especie suele elegir zonas aisladas para parir.

    El acontecimiento fue una buena oportunidad para reflexionar sobre la importancia de entender que la especie humana coexiste en este planeta junto con otras, cuyas vidas tienen el mismo derecho a ser respetadas. Tomar conciencia de esto desde un lugar sensible, como lo fue este nacimiento, probablemente sea hoy uno de los aprendizajes más necesarios para la humanidad, ya que —como plantea el filósofo francés Baptiste Morizot— la crisis ecológica que atraviesa el planeta es en definitiva una crisis de sensibilidad. “Francisco y su mamá han inspirado poemas, canciones, dibujos y una ola de ternura que recorrió el pueblo uruguayo más allá de sus fronteras”, decía el 22 de octubre una publicación de Instagram de la ONG Rescate Fauna Marina. Todo esto genera sin dudas enormes aprendizajes positivos, tanto para la comunidad de Piriápolis como para el país entero.

    Más allá de lo hermoso de toda esta historia, hay algunos aspectos que me parece interesante analizar. Sin dudas, lo que ha causado más dislocación en el relato ha sido el anuncio, este martes 4 de noviembre, de que en realidad no se trataba de un elefante bebé, sino de una elefanta. “Desde el día 5 (de octubre) ya presumíamos que era una hembra”, contó en un video en redes Richard Tesore, responsable de Rescate Fauna Marina: “El día 27 ya teníamos un registro de que era una hembra, y habíamos decidido guardar un poquito la incógnita”. Es curioso que desde hace más de un mes el equipo de rescate ya tuviera indicios de que se trataba de una elefantita marina y no de un bebé macho pero no lo transmitiera. De hecho, es curioso que nunca se haya planteado públicamente una duda en cuanto al sexo. “No entiendo mucho esto de los géneros y las rivalidades que generan”, declaró Tesore en ese mismo video. Sin embargo, parecería que sí lo entendiera, porque de manera consciente decidió mantener en secreto la posibilidad de que la cría fuera hembra, y en cambio abonar día tras día el relato del “milagro de Francisco”.

    “Solo alguien como Francisco puede lograr todo esto”, “Francisco, el milagro marino que conquistó a todo Uruguay”, “Sumate a las aventuras de Francisquito”, “Francisco: el pequeño y gran rey de la ternura marina”. Como explicó Tesore, decidieron ponerle Francisco como un homenaje al fundador de la ciudad, porque “la idea era sumar a la gente del pueblo para su protección y se logró”. Algo tenían claro, tomar el nombre de Piria y referirse a esa cría como Francisco, sin titubeos, iba a conseguir unir a la comunidad de una manera rotunda.

    Se trata básicamente de la construcción de “la historia del héroe”, como diría la escritora de ciencia ficción estadounidense Ursula K. Le Guin: “Ese relato no solo tiene Acción, sino que tiene un Héroe. Los héroes son poderosos”. En su libro La teoría de la bolsa de la ficción, la autora hablaba de la urgencia de encontrar “las palabras del otro relato, la historia no contada, la historia de la vida”, es decir, todo lo que la narrativa del héroe se ha encargado de dejar afuera.

    Una elefanta bebé no funcionaba igual para la construcción del héroe: los títulos pasaron de “las aventuras de Francisco” a “Francisca, bonita!”, y del “rey de la ternura marina” a la “princesa descansando”. Pero lo que es todavía más claro es que esa elefanta que eligió las costas uruguayas para traer un nuevo ser al mundo ni siquiera mereció un nombre propio en todo este relato. “Francisco y su madre”, “Ver a Fran mientras se alimenta”, “Francisco estrechando vínculos con su madre”, decían insistentemente desde las redes sociales. Parece que llamarla “madre” era suficiente. En algunos comentarios se mencionaba a veces la importancia de ponerle un nombre también a ella, y hubo quienes la llamaron Alma, pero nunca trascendió demasiado.

    Qué genial sería que de este acontecimiento tan especial pudiéramos también aprender que los relatos importantes no tienen por qué ser una historia de “aventuras” ni girar en torno a un “rey”. Que una elefanta (¡sí!, la palabra en femenino existe y está en la Real Academia Española, aunque en muchos medios y publicaciones se sigue hablando en masculino) también puede merecer un nombre propio en este cuento, y ser la verdadera protagonista de una historia excelente.