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    Estar a la altura

    Por más que la ministra en cuestión era de su sector político, el MPP, y una dirigente muy cercana a él, mantenerla era una muy mala señal al arranque de su administración y podía debilitarlo

    Director Periodístico de Búsqueda

    Hay un momento en el que todos gritan al mismo tiempo. Es como una manifestación callejera multitudinaria, en su punto más intenso. Al alejarse de esa marea humana que se mueve al son de la euforia, es muy poco lo que se distingue. Se pueden individualizar algunos comportamientos, pero todo se diluye en una mezcla de gritos, saltos y vapores.

    Así ocurre cuando se difunde una noticia escandalosa, de esas que encienden todas las alarmas y sacuden a la opinión pública. Al principio se mezclan las declaraciones, los mensajes en redes sociales, los cuestionamientos políticos, las viejas facturas, y todo eso genera un ruido perturbador que dificulta el pensamiento. Los que marcan el ritmo en ese lapso son los fanáticos, los que enseguida empiezan a sudar sus odios. Recién después, como ocurre con el mar cuando baja el oleaje, es que se puede empezar a ver con más claridad qué está pasando. Es ese el momento en el que actúan los que están a la altura de las circunstancias. No antes ni después.

    Así fue en el caso que generó la renuncia de la exministra de Vivienda y Ordenamiento Territorial, Cecilia Cairo. Luego de que, el martes 15, el programa La pecera de Azul FM, conducido por el periodista Ignacio Álvarez, informara que Cairo no regularizó su vivienda construida hace dos décadas, que sigue pagando la contribución inmobiliaria como si viviera en un terreno baldío y que debe una abultada suma del Impuesto de Primaria, el sosiego que suele caracterizar a la Semana de Turismo se resquebrajó en mil pedazos.

    “A la hoguera”, gritaban unos. “Es lo que le pasa a la mayoría de los uruguayos”, contestaban otros. “Corrupción”, decían los más guerreros de la coalición multicolor. “La verdadera corrupción fue la del anterior gobierno”, replicaban del otro lado, haciendo un listado de los casos que implicaron irregularidades y renuncias durante el gobierno de Luis Lacalle Pou. Todo desde la rabia y el odio. Bien de hinchada de fútbol, como si estuvieran cantando en medio de su tribuna con una banda de fanáticos y deseándoles la muerte a sus adversarios. Eso no sirve para ver el problema. Lo único que hace es perturbar la mirada.

    Estar a la altura de las circunstancias es otra cosa. Es intentar sacarse por un momento la camiseta partidaria y pensar por fuera de los tuyos y los míos y la lógica de la competencia política y electoral. Es poner por encima de todo qué es lo mejor para el gobierno de turno, para el sistema político todo y especialmente para el país.

    Para lograrlo, el primero que tiene que estar a la altura es el periodismo y, en este caso, lo estuvo. También en varios de los anteriores, casi todos los que implicaron renuncias y destituciones en el pasado reciente. Es importante destacarlo porque ahora hay algunos que aplauden y otros critican la labor periodística y antes fue al revés. Pero unos y otros se nutren de ella en algún momento. A no olvidarlo.

    En lo político, uno de los que estuvo a la altura en esta oportunidad es el presidente Yamandú Orsi. Dejó pasar algunos días después del episodio, evaluó las distintas alternativas, consultó con los que tenía que consultar y resolvió aceptar la renuncia de su ministra de Vivienda.

    Algo similar había ocurrido en el anterior gobierno con el exmandatario Luis Lacalle Pou. Él también optó por aceptar varias renuncias de ministros e, incluso, pedírsela a alguno que se resistía a abandonar el cargo luego de una denuncia periodística con pruebas en su contra. Lo hizo a su forma, de una manera distinta a la de Orsi, pero ambos actuaron de una forma drástica cuando fue necesario.

    Algunos de sus antecesores lo hicieron también, aunque no en todos los casos. De todas formas, desde la restauración democrática en 1985 y al menos hasta ahora, viene primando la mesura en el presidente de la República de turno a la hora de tomar decisiones difíciles. Ese hilo invisible que une a la cúpula del sistema político uruguayo se ha tensado varias veces durante estos últimos años, pero nunca llegó a romperse. Se respeta y eso es algo que merece destaque.

    Volviendo al caso específico de los últimos días, seguro que fueron varios los aspectos que tuvo en cuenta Orsi al tomar su decisión final. No debe haber sido nada fácil aceptar la renuncia de una ministra a menos de dos meses de comenzado su gobierno, pero había razones para hacerlo. Los jerarcas públicos son los primeros que tienen que cumplir las normas y predicar con el ejemplo y, si no lo hacen, quedan en una situación muy complicada frente a la ciudadanía.

    Por eso Orsi estuvo a la altura de las circunstancias. Porque por más que la ministra en cuestión era de su sector político, el Movimiento de Participación Popular (MPP), y una dirigente muy cercana a él, mantenerla era una muy mala señal al arranque de su administración y podía debilitarlo. Liderar es también tomar decisiones difíciles y, si no se adoptan, ese lugar de liderazgo queda afectado. Predicar con el ejemplo y dejar claro el rumbo en los momentos más complicados. Todo eso estaba en juego en la decisión del presidente.

    Casi todos los líderes de la oposición también estuvieron a la altura, colaborando con el silencio mientras se procesaba la primera crisis interna del actual gobierno o dando opiniones desde un lugar más constructivo que destructivo.

    Otros no. Tanto desde el oficialismo como desde la oposición. Legisladores, dirigentes, ex o actuales jerarcas dejaron primar el odio para evaluar la situación. Se pusieron el uniforme de guerra antes que el de estadistas. También algunos líderes de opinión de otros ámbitos, que optaron por el camino de los fanáticos, esos que disfrutan igual o más un tropezón de los adversarios que un logro de los suyos.

    Todos ellos quedarán por el camino, no serán más que anécdotas de la historia. Al menos mientras sigan existiendo los otros, los que piensan primero en el bosque en lugar de quedarse abrazados a sus pequeños arbustos.

    Porque los otros, los que se ubican a la altura, hacen menos ruido, pero son los encargados de mantener los cimientos. Trascienden los gobiernos y los colores partidarios, por suerte. Los hay en todas las colectividades y son los encargados de que Uruguay siga siendo muy distinto a muchos países de la región y el mundo. Larga vida a ellos.