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    Los cuerpos empobrecidos

    El estigma que ha rodeado históricamente al trabajo sexual hace que incluso hablar con sus hijos e hijas sobre lo que hacen sea extremadamente complejo

    Columnista de Búsqueda

    El martes 18 de noviembre, en el Palacio Legislativo, se realizó el lanzamiento oficial de la guía Cuerpos libres, vidas dignas, escrita por Karina Núñez, extrabajadora sexual y actualmente promotora en Salud Ocupacional formada en la Universidad de la República (Udelar). Se trata de una guía integral de derechos y autocuidado para trabajadoras sexuales y sus familias, que todavía busca fondos para poder publicarse.

    En la primera parte del evento, se discutió sobre la ley que regula el trabajo sexual en Uruguay, en un panel integrado por la Dra. Malena Amarillo (diplomada en Medicina Sexual), Tamara García (sindicalista y secretaria de Género y Feminismo de la Federación Uruguaya de Empleados de Comercio y Servicios) y las diputadas suplentes Melissa Ardanche (Frente Amplio) y María Eugenia Roselló (Partido Colorado). Actualmente hay en el Parlamento dos proyectos para modificar la ley vigente (uno presentado por el Frente Amplio y otro por el Partido Colorado), pero aún no se han empezado a tratar. La Ley 17.515, que data del 2002, resulta hoy completamente anacrónica y con una perspectiva que buscaba más proteger a los clientes que defender los derechos de las trabajadoras. El análisis de las propuestas de modificación de la ley llevaría varias columnas, entonces, prefiero centrarme ahora en la presentación de la guía y en algunas de las reflexiones planteadas por Karina Núñez desde la sede del Poder Legislativo.

    Fue en la segunda parte del evento que Núñez compartió el índice general de la guía, haciendo énfasis en algunos aspectos que ilustró con ejemplos. Quien la conoce sabe que Karina tiene un carisma excepcional, y que escucharla es siempre una experiencia movilizadora, porque habla en primera persona de realidades muchas veces desconocidas: las realidades de esos cuerpos que la sociedad consume, insulta y desecha.

    “Las trabajadoras sexuales le siguen teniendo más miedo al Estado que al proxeneta”, afirma Núñez sin titubear. Explica que muchas prefieren no denunciar lo que sufren para no meterse en más problemas, porque la realidad es que nadie las ampara. Karina sabe bien de lo que habla porque habitó ese territorio por más de 30 años, en especial en el interior del país. “¿Cómo vas a hacer una denuncia en una institución del Estado donde el superior o el jefe de área es el mismo que te está violentando?”, dice, y señala que todavía es peor si se quiere denunciar en alguna oficina del Ministerio del Interior. “En el resto del Estado, una denuncia así puede dar cincuenta mil vueltas y quedar sin respuesta para siempre, pero en el Ministerio del Interior, en cuanto alguno le pase el dato al milico, viene cualquiera y te limpia. Si, total, el cuerpo de las trabajadoras sexuales no vale nada”.

    Así planteado, el panorama se ve desolador, por eso es que la guía pone el énfasis en la importancia de los cuidados físicos y emocionales de las trabajadoras, así como en los vínculos afectivos. El estigma que ha rodeado históricamente al trabajo sexual hace que incluso hablar con sus hijos e hijas sobre lo que hacen sea extremadamente complejo. Núñez afirma que el rechazo y hasta el asesinato a manos de sus propios hijos es más frecuente de lo que se cree. Por eso se vuelve fundamental una publicación como esta, que brinde a las trabajadoras sexuales herramientas para abordar temáticas complejas y que no suelen ser tratadas ni por el Estado, ni por los medios, ni por la academia. Karina lo hace, además, desde su conocimiento situado, desde su “epistemología puta”, como le gusta decir.

    La guía habla también del tema de los cuidados en las distintas etapas de la vida: el embarazo, el puerperio, la menopausia. Por ejemplo, cómo cuidar el cuerpo y la salud emocional en el posparto, cómo abordar los cambios hormonales o cómo negociar condiciones seguras con los clientes en el embarazo. Y así, como al pasar, cuenta que los servicios sexuales se pagan más caros a las mujeres embarazadas. A las embarazadas y a las que tienen alguna diversidad física visible, agrega.

    Hace años que Karina alza la voz para denunciar las violencias que rodean día tras día a las trabajadoras sexuales. Ha estado en infinidad de programas de radio y televisión, así como en entrevistas de prensa escrita. Ha publicado varios libros y, el año pasado, hasta se estrenó una película sobre su vida. Sin embargo, dice, “las compañeras siguen estando paradas en las mismas esquinas sin protección”. Sin que a nadie le importe realmente sus derechos laborales, su atención médica integral o su vida afectiva.

    “Siempre hay un tema más importante que atender”, dice conmovida, porque la realidad es que “a nadie le importan los cuerpos empobrecidos de las trabajadoras sexuales”, esas que tienen sexo “a cambio de un kilo de arroz”, porque hasta la ley vigente define que se les puede pagar “en dinero o en especie”.

    Es verdad que se precisa con urgencia una modificación de la ley, una que aborde la temática con el respeto y la sensibilidad que el tema merece, y que no se olvide que, en este trabajo, el patrón es proxeneta. Pero también se precisan abordajes como los de esta guía, que miren a las trabajadoras sexuales también desde sus necesidades emocionales y afectivas.