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    Orsi: el más masón fuera de la Masonería

    De la misma manera que libertad, igualdad y fraternidad fueron los pilares que estableció Orsi minutos después de haber sido elegido como nuevo presidente de la República, también son tres los desafíos que parece tener por delante

    Director Periodístico de Búsqueda

    Uno de los momentos más trascendentes del año que terminó fue la noche del domingo 24 de noviembre. Había mucha expectativa generada. Las empresas de opinión pública se referían a un final abierto, a una diferencia mínima de votos, a una larga espera para saber quién sería elegido como el próximo presidente de la República Oriental del Uruguay por cinco años. Todo el largo periplo electoral se definía en una pocas horas, con una incertidumbre que se respiraba en el aire.

    Lo previsto no ocurrió. Una hora después de cerradas las urnas ya todo el Uruguay supo que el ganador había sido el frenteamplista Yamandú Orsi. La diferencia de votos, cerca de 100.000, fue más grande que la pronosticada y rápidamente se disipó cualquier tipo de duda. Entonces, todas las miradas se centraron en el primer discurso del mandatario electo, minutos después del de su contrincante, Alvaro Delgado, asumiendo la derrota.

    Fue un discurso corto y apelando a lo emotivo. No tuvo grandes anuncios y sí muchos agradecimientos y reconocimientos. Pero, en esa lógica mezcla de euforia y satisfacción por el resultado obtenido, deslizó algo que evidentemente tenía muy preparado desde antes. “Triunfa una vez más el país de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad”, dijo con énfasis.

    Libertad, igualdad y fraternidad. Esa tríada, símbolo de la Revolución Francesa, es la que define a la masonería a nivel internacional y también en Uruguay. La pregunta lógica que entonces muchos se hicieron es si Orsi, en su primer discurso como presidente electo, estaba anunciado a los que lo quisieran o pudieran entender, que es masón. Ese fue el comentario que surgió casi de inmediato en el círculo de entendidos sobre el tema y también entre algunos líderes de opinión.

    "¿Es o no es?", preguntaban una y otra vez a diferentes grupos y personas. Pues no lo es, según aseguran sus allegados y también desde la logia uruguaya. Pero eso no invalida el mensaje. Porque lo que Orsi sí dejó muy claro es que respeta a esos valores y también a su significado en la liturgia política local. Lo que estaba diciendo es que tiene lazos muy estrechos con esas tres palabras que defienden una parte importante de la historia del mundo occidental de los últimos siglos.

    Además, dentro de su círculo cercano cuenta con personas que pertenecen a la masonería local y algunos dicen que lo han invitado a sumarse pero que él prefirió mantenerse como un simple allegado. “Es el más masón fuera de la Masonería”, comenta alguien que lo conoce muy bien. Y lo que Orsi toma de la logia, además de esas tres ideas centrales, es la importancia de formar un equipo muy unido y solidario, que funcione como el verdadero depositario del poder y que lo ejerza. Una de las decisiones que ha trasmitido el mandatario electo a su gabinete y a los principales jerarcas del futuro gobierno es que dará mucha prioridad a las instancias conjuntas y a las discusiones internas dentro del gobierno, algo que también evidencia una forma de hacer política.

    De la misma manera que libertad, igualdad y fraternidad fueron los pilares que estableció Orsi minutos después de haber sido elegido como nuevo presidente de la República, también son tres los desafíos que parece tener por delante luego de que el 1º de marzo atraviese la banda presidencial sobre su pecho y empiece a ejercer oficialmente su cargo. El primero es liderar, el segundo negociar y el tercero sorprender.

    Me explico. Orsi asume en un momento de construcción de nuevos liderazgos dentro del Frente Amplio, luego de un largo período en el que los expresidentes Tabaré Vázquez y José Mujica y el exvicepresidente Danilo Astori ocuparon esos lugares. Dos de ellos ya fallecieron y el tercero no participó de forma directa en la instancia electoral, aunque sí sigue siendo el principal referente de la izquierda y el político más popular de Uruguay. De todas formas, él mismo declaró a Búsqueda la semana pasada que esta “muy contento” con los dirigentes nuevos a cargo de su grupo político que tomaron la posta y que no va a “joder”.

    Ante ese panorama, Orsi tiene los votos y el espacio necesarios como para transformarse en uno de los nuevos líderes del Frente Amplio. Por más de que sea una persona que suela apoyarse mucho en su entorno, es absolutamente necesario que ocupe ese espacio que está quedando vacío en la cima de la izquierda local.

    ¿Por qué? Porque más allá del equipo, siempre hay alguien que tiene que tener la última palabra y ese lugar es el que debería asumir el presidente de la República. Dentro de ese gabinete que formó para su gobierno hay visiones ideológicas muy distintas y también prioridades a veces hasta contrapuestas. En los próximos cinco años, puede haber varios momentos en los que la orquesta gubernamental desafine y tiene que haber siempre un maestro que marque el tono. Por eso, ese es el primer desafío que tiene Orsi por delante y quizá el mas importante.

    El segundo es negociar. Orsi encabezará un gobierno sin mayoría parlamentaria. La tendrá en la Cámara de Senadores pero no en la de Diputados. Para poder aprobar cada uno de los proyectos de ley que envíe el Poder Ejecutivo o que presente la bancada oficialista necesitará al menos dos votos ajenos en la Cámara de Representantes.

    Es algo positivo que eso ocurra. Hace dos décadas que los sucesivos gobiernos cuentan con mayorías en el Parlamento, lo que les ha permitido no tener la obligación de dialogar con los que se encuentran en la vereda de enfrente. Por 20 años el Frente Amplio de un lado y la coalición republicana del otro tenían los votos necesarios para aprobar las iniciativas legales que requieren mayoría simple y eso funcionó como una tranca para las políticas de Estado.

    Orsi tiene antecedentes en llegar a acuerdos con la oposición los diez años que fue intendente de Canelones. Es un dirigente político dialoguista, que le gusta buscar los caminos del medio y, en algunas oportunidades, asumir en forma personal los intercambios con dirigentes de otros partidos. Será crucial lo que pueda hacer él y su equipo más cercano durante su gobierno. No parece fácil lo que tiene por delante.

    El tercer desafío del próximo presidente será sorprender. Durante toda la campaña electoral fue definido, especialmente por sus adversarios aunque también por algunos de sus correligionarios, como alguien que no asumía demasiados riesgos, que optaba por el camino más cómodo y algunos hasta lo catalogaron de falto de ideas y vaticinaron que, si ganaba, el suyo sería un gobierno anodino. Esa idea quedó instalada en una parte importante de la población.

    ¿Qué necesita para cambiarla? Generar políticas públicas que promuevan algunos cambios importantes y necesarios. Aunque sea en silencio, transformar lo anodino en revolucionario. Difícil es, pero es cuestión de intentarlo.