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    Una jugada necesaria

    Director Periodístico de Búsqueda

    Ya pasaron tres semanas, pero todavía es demasiado pronto como para evaluar correctamente la decisión de Álvaro Delgado de elegir a Valeria Ripoll como su compañera para la fórmula presidencial del Partido Nacional. El veredicto lo darán las urnas. Vox populi, vox dei. Antes se van a decir muchísimas cosas. Unas cuantas ya se dijeron, algunas a favor y más en contra. Todas ellas pueden tener su cuota de verosimilitud o al menos acercarse a un razonamiento coherente, pero el veredicto definitivo lo darán los votos.

    Lo que sí trae el tiempo transcurrido es un poco más de tranquilidad como para analizar esa jugada que sorprendió a todos la noche del domingo 30 de junio. “Va a ser Ripoll”, dijo Delgado, y desató una tormenta. Por días casi no se habló de otra cosa. Sus correligionarios quedaron muy impactados con la noticia y a muchos les costó digerirla. Tanto que algunos hasta anunciaron públicamente que dudan en votarlo. En respuesta, Delgado trató de revertir el efecto negativo haciendo una especie de tour por varios medios de comunicación con su compañera de fórmula.

    Después vinieron las vacaciones de los protagonistas, la pausa necesaria después de semanas muy intensas y el enojo se fue transformando lentamente en resignación en algunos y meditación y reevaluación de la situación en otros. El frío extremo de los primeros días de julio congeló las pasiones que habían alcanzado su rojo más intenso y la vista quedó un poco más despejada como para poder mirar con más detenimiento las cartas que había jugado el candidato nacionalista esa noche del domingo 30.

    Y ahí cambia un poco el panorama. Porque puede ser que la haya ejecutado mal, que la comunicación no haya sido feliz, que le haya faltado oficio o cintura para hacer mejor lo que hizo, pero hoy las evidencias llevan a concluir que fue una jugada necesaria. No parece ser equivocada. Delgado necesitaba mover la estantería, sacudir un poco el manto de tibieza que lo cubría y mostrar de una manera impactante que él también puede decidir y que está dispuesto a todo con tal de ganar las elecciones. Y lo hizo.

    Paso a paso.

    El primero y más importante: Delgado quiere ser presidente y no líder del Partido Nacional. Ese espacio ya está ocupado por el actual mandatario, Luis Lacalle Pou, y no parece que nadie lo vaya a desplazar. Y para lograr cruzarse la banda presidencial el próximo 1 de marzo, Delgado debe ampliar su espectro de captación de votos. Poner a Ripoll es como abrir una ventana donde antes había un muro. Además, la elige él, y de esa forma muestra que no es tan inseguro y dependiente como muchos piensan y que está dispuesto a asumir riesgos para lograr el premio mayor.

    Es probable que supiera que muchos blancos, en especial lo más ortodoxos, iban a quedar muy desencantados. Una exsindicalista con pasado comunista tiene que provocar resistencias en los más fieles seguidores de las tradiciones del partido de Oribe. Eso es obvio. Pero el desvelo de Delgado no es perder fidelidad o admiración entre los blancos, porque su objetivo es la cumbre política del país y no la partidaria.

    Es entonces cuando entra el segundo punto: la fortaleza de la coalición republicana. Porque Delgado cuenta con un aliado importante en esta movida arriesgada que adoptó y es el candidato colorado, Andrés Ojeda. Quizás esto hasta lo tengan hablado entre ellos. Es evidente que se complementan. Los votos que puedan perder los blancos por Ripoll no se van a ir al Frente Amplio y Ojeda puede captarlos sin problema, porque tiene una impronta muy de Lacalle Pou, que se encarga de remarcar cada vez que puede. No parece ser tan traumático el pasaje de un partido a otro en las actuales circunstancias.

    Además, una de las grandes ganadoras de las últimas elecciones internas fue la coalición republicana como concepto. Todos los candidatos de los partidos que hoy son socios en el gobierno están muy comprometidos en su resistencia al Frente Amplio y eso les da una unidad difícil de romper. Delgado, el que arranca la carrera como mayoritario en esa competencia oficialista, puede jugar con seguridad al extremo porque sabe que la estructura de este nuevo partido de hecho, llamado Coalición Republicana, es sólida.

    El tercer punto es más urgente, aunque muchos no lo tengan tan presente: Delgado se juega su gran y probablemente única posibilidad en estas elecciones nacionales y los resultados de las internas no fueron demasiado alentadores para el oficialismo. No parece que vaya a tener más chances en el futuro de ser presidente y el partido más importante de su vida lo empezó perdiendo, aunque no por demasiada distancia. Los integrantes de la Coalición Republicana votaron bastante peor que en las últimas elecciones internas y el Frente Amplio subió su caudal electoral. Es un dato importante. Obviamente que Delgado lo sabe y por eso juega fuerte.

    “Es como el técnico de fútbol que para la definición del partido más importante, cuando está en desventaja, saca a dos defensas y en su lugar pone a dos delanteros”, me comentó los últimos días un dirigente de primera línea del Partido Nacional. Creo que tiene razón. Otra vez, el paso dado por Delgado en la noche de las internas también era necesario desde ese punto de vista. Arriesgado pero lleno de contenido. Ruidoso pero con un objetivo claro. Este es el momento que tiene para ganar y para eso tiene que demostrar qué es lo que quiere y salir de la sombra de Lacalle Pou. Con Ripoll lo está intentando.

    Lacalle Pou va a seguir siendo el líder de la Coalición Republicana. Eso no está en discusión. Es más, hasta el postulante colorado que ganó las internas, Andrés Ojeda, puso al actual presidente como líder. Y no solo será el referente coalicionista durante los próximos años, sino el favorito de ese bloque para la carrera electoral hacia 2029. No parece que Delgado quiera ni pueda competirle ese espacio. Es ahora entonces cuando tiene que hacer las jugadas más importantes. Después es demasiado tarde.

    Resueltos los tres pasos, vienen dos escenarios posibles. Si Delgado gana, quedará como uno de los principales mentores de su victoria y todos recordarán la noche del 30 de junio como el inicio de un camino triunfante y a él lo verán como un visionario con liderazgo y capaz de asumir riesgos por un fin mayor. Si pierde, es probable que muchos cuelguen de su cuello la derrota y le recuerden lo que hizo con Ripoll, aunque por los motivos contrarios. Pero nadie le podrá decir que no se la jugó por entero. Y eso es muy importante.