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Candelaria de la Cruz: “En el liceo no la pasé tan bien, me encerraba en mi cuarto a mirar musicales”

Edad: 23 • Ocupación: Actriz y cantante • Señas particulares: Los musicales le salvaron la vida, tiene varios tatuajes inspirados en su abuela materna, su alter ego habla inglés y vive en Los Ángeles

Editora de Galería

Estudiaste actuación en Estados Unidos durante tres años. ¿Te trajiste alguna costumbre?

Sí. Si creo que lo que digo quizás va a afectar el futuro, entonces digo “knock on wood”, toco madera, para que no pase. Y si no hay madera, me toco la cabeza. Es una boludez, pero lo adopté porque el director de la escuela siempre lo decía. Y también muchas cosas que decía Stella Adler, que es la fundadora de la escuela en la que estudié, como que todo radica en la imaginación. También lo aplico para mi vida de humana, digamos, para llevarla con más ligereza.

¿A qué artista admirás?

Tate McRae. Siempre que hablo de alguien que admiro pienso en ella. No es una artista emergente porque ya la rompe en el mundo, pero quizás no es tan conocida. Es cantante, pero primero fue bailarina profesional, y formó su carrera a partir de eso. Verla en el escenario es… quiero todo eso, todo eso que ella es, yo lo quiero.

O sea que también te gustaría ser cantante.

Sí, tomo clases y siempre me gustó mucho cantar. Los musicales me salvaron la vida. En el liceo no la pasé tan bien y antes, en la escuela, tampoco. Y me encerraba en mi cuarto a mirar musicales. Me sé todos los soundtracks.

¿Por qué lo pasaste mal en la escuela y en el liceo?

Siempre fui la diferente, la que hace arte. Antes, y te estoy hablando del 2010 al 2015, no era tan normal dedicarte al arte. No era algo que se fomentara a los adolescentes o a la gente más joven. Quizás en la escuela pública se fomentaba más, pero en las escuelas privadas a las que yo fui, nada, cero. Viví mucho en Punta del Este, y me sentía todavía más excluida, más marginalizada. La gente (los compañeros) eran hijos de abogados y de financieros. Y yo: mi viejo es actor, comediante, hace un laburo tremendo para pagarme el liceo. Entonces siempre llamé la atención y eso no era bien visto y me hacían mucho bullying. La pasé remal. Pasó poco tiempo pero las cosas han avanzado de manera exponencial. Mismo la mentalidad de los educadores es más abierta, hay más compasión. Yo siempre fui muy mala en Matemática, en Física, tengo dislexia con los números, discalculia se llama. Pero nunca se lo tomaban en serio.

¿Qué aprendiste en Fuego sagrado que sigas aplicando en la cocina o la parrilla?

Vengo de hacerme unas empanadas, me encanta cocinar. Le agarré confianza a la cocina, a decir: quiero hacer algo; busco la receta y sigo los pasos. Además, siempre viví con mis padres, o en la casa de mis abuelos, o en la casa de un amigo, entonces nunca había un espacio propio para poder encarar esa situación. Recién ahora, que estoy viviendo sola, puedo encarar eso. Hay días que odio cocinar, detesto, pero hoy amé, por ejemplo. Fuego sagrado me reayudó, porque estudié un montón y me hice amiga de la cocina. Y después trabajé en un restaurante, la temporada pasada, en José Ignacio. Eso me ayudó más, porque los vi a los cocineros en acción, los reestudié.

Viví con mis dos abuelos: con Titina, la expareja de mi abuelo (Cacho), y con mi abuelo. Y los visito a menudo. Los requeterrecontraamo a los dos por igual. Y sí, es crítico, porque él hizo esto toda la vida. Me dice que cuide la dicción y que sonría. Viví con mis dos abuelos: con Titina, la expareja de mi abuelo (Cacho), y con mi abuelo. Y los visito a menudo. Los requeterrecontraamo a los dos por igual. Y sí, es crítico, porque él hizo esto toda la vida. Me dice que cuide la dicción y que sonría.

¿Cuántos tatuajes tenés y cuál es el más significativo?

No tengo ni idea cuántos tengo. Este es Chihiro (dice señalándose el brazo), de (la película de) Miyazaki. La vi varias veces con mis hermanos, me parece hermosa. Y el viaje que hace y cómo madura. Las historias de Miyazaki están muy buenas, porque si bien son animación, son historias reprofundas, con una emocionalidad bárbara. Este es un retrato de mi abuela que teníamos en casa (señala otro tatuaje), y esta era la flor favorita de ella. Mi abuela se llamaba Alicia. No la conocí, yo nací y ella se murió a los 14 días. Quizás es un poco de idealización. Pero me amaba mucho, y era muy espiritual. Siento que está represente.

¿Cómo es el vínculo con tu abuelo Cacho? ¿Es muy crítico cuando te da consejos?

No. Es un osito de peluche. Lo amo. Viví con mi abuelo, en este afán de siempre ser un poco independiente. Viví con mis dos abuelos: con Titina, la expareja de mi abuelo, y con mi abuelo. Y los visito a menudo. Los requeterrecontraamo a los dos por igual. Y sí, es crítico, porque él hizo esto toda la vida. Me dice que cuide la dicción y que sonría. “Sonreí. Siempre sonreí cuando estás en cámara”. Y tiene toda la razón del mundo. Y: “Nunca la cámara te puede agarrar desprevenida, porque perdés”.

¿Qué pensás de Ultratón?

No te voy a decir lo que pienso de verdad de Ultratón (ríe). Es una gran leyenda uruguaya para la generación de mis viejos, y más jóvenes. La otra vez alguien que tendría 26 años me decía que Ultratón le daba miedo. Yo era muy chica, entonces nunca dimensioné. Pero era un buchón (ríe). Eso no está bueno, hoy sería cancelado (ríe).

¿Tenés alguna cábala antes de salir a escena­?

La sigo buscando, pero Leonor Svarcas tiene una que aparentemente la hace con todos los elencos y que la estamos haciendo ahora en Jardines salvajes. El otro día, no la habíamos hecho y le dije: Leonor, la cábala. Es un textito que recitamos. Se lo voy a pedir y me lo voy a aprender porque me gustó mucho. Yo lo que hago es dedicarle la función a alguien, o a mi abuela, que está en el cielo, o a algún profesor o director de teatro que tuve que me marcó mucho.

Dijiste que cuando actuás en inglés sentís que te sale un alter ego. ¿Cómo es ese alter­ ego, en qué se diferencia del cotidiano?

Siempre me fue muy bien en inglés, y siempre estudié mucho. Mi acento nunca fue perfecto, pero cuando lo fui perfeccionando en Estados Unidos, dije: puedo ser una más acá. Puedo pasar perfectamente desapercibida, y ese se volvió mi objetivo. Y lo logré. Entonces siento que creé un alter ego. Ni siquiera sé qué nombre ponerle. Mis amigas americanas me dicen Candy, porque les resulta más fácil que Candelaria; es largo para ellos. Entonces Candy medio que está ahí, vive; está en Los Ángeles, es una americana nativa que hace teatro y trata de encajar, aunque quizás no le sale.