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    Daniel Caggiani: el gobierno está enfocado en “hacer” y no en declarar “grandes” planes que queden por el camino, como hizo su antecesor

    El coordinador de la bancada de senadores del Frente Amplio dice que es necesario “construir un clima” de confianza con la oposición para llevar adelante las “transformaciones estructurales que el país necesita”, aunque critica que dejaron “bombas” por estallar y “olor a podrido” en algunos organismos

    Van 13 días del gobierno encabezado por el presidente Yamandú Orsi, y el Frente Amplio, la fuerza política que volvió al gobierno, muestra un estilo muy distinto al de su antecesor, Luis Lacalle Pou. Así lo deja en claro el coordinador de la bancada de izquierda en el Senado, Daniel Caggiani, que cuestiona la “lógica refundacional” de la Ley de Urgente Consideración (LUC) y los “grandes anuncios” que luego quedaron por el camino.

    “No queremos hacer anuncios que después no se puedan concretar”, explica, sobre la ausencia de medidas concretas o de modificaciones normativas en el arranque de la gestión. Además, dice que la situación de la economía y el panorama parlamentario —sin mayorías— obligan a moverse con cautela: es necesario “construir un clima” para poder avanzar en las “transformaciones estructurales” que el país “necesita”.

    Aunque resalta la necesidad de encontrar consensos con la oposición, a la que ve dispersa bajo muchos liderazgos, el senador del Movimiento de Participación Popular (MPP) no ahorra críticas sobre la situación en la que dejó al país, con “bombas” por estallar, “olor a podrido” en organismos como la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE) y una agenda regional “pulverizada”.

    Lo que sigue es un resumen de la entrevista que Caggiani mantuvo con Búsqueda.

    —Este lunes el ministro de Economía, Gabriel Oddone, expuso la situación económica a los legisladores oficialistas. ¿La situación económica compromete el plan de gobierno y el programa del Frente Amplio?

    —Fue la primera reunión que tuvimos las bancadas de senadores y diputados con el equipo del ministerio. Es una de las muchas instancias que vamos a tener este año para empezar a tener un diagnóstico común sobre algunas problemáticas que el Uruguay está viviendo, que en campaña electoral se alertaron por parte del Frente Amplio y el gobierno las negó y que hoy terminaron estallando en la cara de muchos trabajadores y trabajadoras. Sobre todo en el interior del país, donde hay un conjunto de empresas que está tecleando y que avizoran un panorama en el que quizás no exista el viento de cola que hubo. ¿Eso diluye el plan de gobierno? No. Hay tres ejes que tienen que ver, por un lado, con acelerar el crecimiento económico. Uruguay tiene tasas de crecimiento casi inerciales en los últimos 10 años. Eso está afectando la actividad económica, la inversión pública y privada, y tiene un impacto en el ingreso de las familias y en la competitividad. Pero no se trata solo de fortalecer los niveles de actividad económica sino de cómo, al tiempo que generamos actividad económica, generamos un espacio fiscal para financiar dos temas cruciales: el sostén social, no solo focalizado en la niñez, que es uno de los problemas mayores que tenemos, sino en cómo blindamos el conjunto de cuidados de los uruguayos, porque hay 16.000 personas privadas de libertad, más de 3.000 en situación de calle, hay 60.000 personas que ganan menos de $ 25.000. Y ni que hablar del tema de la violencia. Estos son otros tres de los puntos que hemos planteado, en los que el equipo económico planteará reformas, que son reformas microeconómicas, y sobre los que habrá una agenda importante y cargada.

    —Con este escenario económico, ¿se puede asegurar que no va a haber un ajuste o una “consolidación” fiscal en todo el período?

    —Lo que va a pasar de acá a cinco años es difícil de avizorar, en la región y en el mundo. Hoy no sabemos lo que va a pasar mañana en Estados Unidos. Si hay algo cierto es la incertidumbre. Pero ante ese panorama hay certezas y confianza de que el equipo económico y el gobierno tienen los focos puestos en esos compromisos importantes. Eso va a ser parte de nuestros desvelos, tanto para los compañeros en el gobierno nacional como para quienes estamos en el Parlamento. En el corto plazo no está pensado un ajuste estructural de la economía. Y de hecho venimos de un ajuste de muy mala calidad, no dicho por nosotros sino por Javier de Haedo, que criticó al gobierno anterior porque hizo un ajuste de la economía que básicamente recayó en los hombros de los trabajadores, los jubilados y los pensionistas. Tampoco hubo un recorte del gasto superfluo como se decía que iba a haber en algunas áreas.

    —¿Cómo ve las diferentes valoraciones que hubo entre Oddone, que describió una situación económica sólida, y el prosecretario de Presidencia, Jorge Díaz, que habló de una Ferrari “fundida”?

    —Son estilos de comunicación. Cada uno tiene su responsabilidad. Díaz es el prosecretario de la Presidencia y Oddone es el ministro de Economía. No le puedo pedir a Oddone que hable de los temas penales con propiedad, y capaz que Díaz no tiene la misma propiedad para hablar de los temas económicos. La principal función que tiene hoy Oddone es generar confianza, expectativas positivas, aunque también, y eso creo que es parte de la ética en términos políticos, ser sinceros acerca de cuál es el panorama. Y es verdad que nos encontramos con que algunas bombas estaban por estallar. Y eso no estaba en el radar de ninguno de nosotros ni del gobierno, no solo en el marco de la transición sino en el debate público.

    —El nuevo gobierno ha sido cauto en anunciar planes o programas concretos. ¿No lo ve como un problema?

    —Más que hacer grandes propuestas, los gobiernos tienen que tener grandes realizaciones, y este gobierno apuesta a eso.

    —Se pueden hacer las dos cosas…

    —Cuando uno declara mucho a veces tiene dificultades en la concreción. Es lo que le pasó al anterior gobierno. Todos los días generaba un frente nuevo pero hay un conjunto de temas que no se solucionaron y menos con las grandes declaraciones que hicieron. Ahora, en comparación con lo que ocurrió en el anterior gobierno, tenemos una diferencia: ya tenemos todos los ministros, los subsecretarios y todas las terceras y cuartas líneas de los ministerios resueltos. Tenemos todas las venias prontas para mandarlas una vez que la oposición se ponga de acuerdo con el gobierno acerca de cuál va a ser el nivel de participación que van a tener los organismos de contralor. Hay un gobierno pronto. Lo que nos falta es comenzar a desarrollar algunos caminos que son importantes. Está por diseñarse cómo se va a desarrollar el diálogo social sobre la seguridad social. Y es un año diferente porque el gobierno tiene que ejecutar un presupuesto que ya viene dado. Pero al mismo tiempo tenés que ir preparando el Presupuesto quinquenal, que te va a permitir empezar las políticas de los próximos cuatro o cinco años.

    —Tampoco parece que haya urgencia por hacer cambios normativos.

    —En el período anterior, a esta altura del año estábamos recibiendo una Ley de Urgente Consideración de más de 500 artículos, que ni la propia ciudadanía cuando votó al gobierno sabía que iba a suceder eso, ni los integrantes de la coalición la conocieron de antemano. Hoy estamos en una situación diferente. Tenemos un proceso de mucho diálogo con las oposiciones, porque creo que no hay una sino muchas. Y eso también marca un talante y una diferencia acerca de cómo encarar los problemas. Después podrás tener resultados mejores o peores pero, más que tener una inflación normativa, lo que hay que tratar es de construir un clima para que algunas transformaciones estructurales que el país necesita se puedan dar. Para eso Yamandú es un buen director de orquesta, y está generando un clima para que eso pueda suceder, y eso tiene ciertas etapas. Estamos en la primera, que es tratar de integrar a la oposición a los organismos de control y a las empresas públicas. Si eso sale bien, es un primer círculo de construcción de confianza. Después seguramente van a venir otras iniciativas. Además, hay que tener en cuenta el contexto parlamentario. Por primera vez desde 2005 quien gobierna no tiene mayorías propias en las dos cámaras. Eso también es parte de lo que se está trabajando.

    —La LUC buscó ser un aterrizaje del programa de la coalición, mientras que ahora no se ve iniciativa para hacer reformas que reflejen el programa.

    —La LUC tenía una lógica refundacional. A veces hay un golpe de efecto en términos de presentación política y en esa lógica refundacional. Esa no es la tónica de este gobierno, pero sí de un gobierno que por algo también terminó. Ideas tenemos varias y muchas se están intentando comenzar a implementar. Hay algunas que tienen que ver con ámbitos normativos, con leyes, decretos, y otras son temas de gestión. Porque no necesariamente las ideas tienen que ver con cambios normativos. Muchas veces hay una puesta en escena con respecto a eso y yo soy de los que piensan que a veces hay una inflación normativa. Esa idea de que en realidad el destino del Uruguay solo avanza cuando aprobamos una norma y no cuando la aplicamos y la controlamos es algo que hay que ver. También es verdad que la Ley de Urgente Consideración fue de muy lenta aplicación y una gran cantidad de propuestas ni siquiera se terminaron de aplicar.

    —Donde sí hubo un cambio claro es en el accionar de la Cancillería, ya sea con Venezuela o con la votación del nuevo secretario general de la OEA. ¿Uruguay no corre riesgo de quedar demasiado abroquelado con Brasil y Chile?

    —Creo que Uruguay, históricamente, no se ha movido con la lógica de bloques. No sé qué sentido tendría mantener solitariamente la candidatura de un candidato paraguayo a la OEA cuando nadie la apoyaba. Lo que hizo Uruguay fue plegarse a un conjunto de países caribeños que por primera vez pudieron promover y lograr por aclamación la aprobación de un secretario general en un organismo que además tiene algunas manchas en su funcionamiento, comandado por un uruguayo. Ahí hay, más que un cambio, una recuperación de la vieja tradición de la política uruguaya, que es tratar de defender los intereses nacionales y también tener niveles de articulación con la región. Porque Uruguay solo sacando pecho como gorrión de basurero no mueve un pelo en el mundo. La idea del Uruguay siempre ha sido tener una posición inteligente, tratando de defender sus intereses. Con Venezuela también hay una lógica en la que más que cambiar la tradición se trata de volver a la tradición de la política exterior uruguaya. El que cambió la tradición fue el anterior gobierno, que jugó políticamente por un tema también de visión doméstica y quizás también ideológica. Uruguay históricamente ha tenido relaciones con Estados que tienen gobiernos democráticos, autoritarios y monárquicos. Y nunca trata de meterse en los asuntos internos. Sí señala los problemas de derechos humanos, los problemas políticos y de falta de democracia, pero eso no quiere decir que reconozcas a alguien que supuestamente ganó las elecciones. Creo que ahí hay un límite, y el gobierno está tratando de volver a tener ese límite marcado. Decir: “A mí me puede gustar más o menos un gobierno pero tengo que tener relaciones con todos, y si además le puedo vender, mejor”.

    —¿Preocupa la relación fría con Argentina?

    —Con Argentina hay una relación también de Estado a Estado. Además en Argentina vive la mayor cantidad de uruguayos que residen en el exterior y hay un vínculo histórico-cultural común. Eso está por encima de los gobiernos de cada uno de los países. Después está el relacionamiento institucional, pero creo que el problema que tiene Argentina es que es un gobierno que tiene poco relacionamiento con la región y con el mundo, salvo con Estados Unidos.

    —¿Cree que Diego Cánepa es la persona más indicada para ocupar la embajada en Argentina?

    —No sé si eso está resuelto. Aquí no han llegado las venias de ninguno de los embajadores del nuevo gobierno. Siempre fui hincha de los embajadores políticos, y hay destinos que son importantes: Argentina, Brasil, México y Chile lo son. Sin duda el gobierno va a elegir a los mejores para representarnos. Si me preguntás si el anterior embajador fue el más capacitado, te puedo decir que no. Tuvimos cinco años de embajada que fueron lamentables, donde había un conjunto de designaciones políticas que no tuvo ningún resultado en la relación bilateral, y eso es una mancha que hay que ver cómo se puede mejorar. Había contratos de amigos del presidente, parientes de otros expresidentes que en nada respondían a la lógica de fortalecer el relacionamiento bilateral. Toda la agenda de desarrollo birregional y de desarrollo de alto nivel que en un momento existió con Argentina y con Brasil fue pulverizada.

    —¿Y quién es la persona indicada para resolver esa agenda pulverizada?

    —No, a mí me gustaba otra compañera, Lilián Alfaro. La conozco trabajando en el terreno y como cónsul y en su relacionamiento con la comunidad argentina. Voy a ser el presidente de la Comisión de Asuntos Internacionales, que además va a tener que trabajar para votar las venias. Voy a llamar a todos los embajadores designados para escuchar su plan y en función de eso votarlo.

    —¿Ve dos tipos de oposición dentro de la coalición, como describió el secretario de Presidencia, Alejandro Sánchez, en una entrevista con El País el fin de semana?

    —Creo que hay varias oposiciones: una que está trabajando desde el día cero contra el Frente Amplio, y otra que seguramente va a trabajar por el país. Queremos trabajar con todas, pero sobre todo con la oposición que quiere trabajar por el bien del país. Creo que hay muchas oposiciones porque hay muchos liderazgos. Si bien los partidos políticos tienen un peso muy importante, también hay liderazgos importantes en cada uno de los partidos y en cada ala. Mi trabajo hoy como coordinador de bancada de senadores del Frente Amplio es trabajar con todos. Hay expresiones diferentes en cada uno de los partidos. Una cosa es el sector de Pedro Bordaberry, otra es el sector liderado por Andrés Ojeda. También hay una fuerte impronta de sectores liderados por Álvaro Delgado y otros por Javier García. Estamos a la escucha de posibles acuerdos puntuales con determinados sectores políticos dentro del Senado.

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    Daniel Caggiani durante la entrevista con Búsqueda

    Daniel Caggiani durante la entrevista con Búsqueda

    —El Frente desde la campaña ha planteado que hay artículos de la LUC que quiere modificar o derogar. ¿Qué estrategia va a usar para conseguir los votos en Diputados?

    —En materia normativa todavía no hemos definido cuáles son las prioridades. Lo que sí hemos definido es una metodología. Es decir, no queremos hacer anuncios que después no se puedan concretar o que terminen generando ruido en las líneas, tanto con el gobierno como con la propia bancada. Y para eso necesitamos mucha articulación. Eso va en contra de los grandes anuncios, pero sí va a favor de mucho trabajo. Por eso trajimos a Oddone y seguramente la semana que viene van a estar Alejandro Sánchez y el prosecretario Jorge Díaz para definir parte de las prioridades en la agenda que tiene la Torre Ejecutiva y cómo eso se organiza con el trabajo de las bancadas. Y después vamos a hacer un trabajo focalizado con los ministros. Vamos a empezar con el ministro del Interior y con el gabinete social, porque ahí está el foco de los tres principales problemas que tiene Uruguay. Sobre la LUC no tenemos definido a priori nada, lo que sí hay son definiciones en el programa de gobierno, como avanzar en la inclusión financiera, en la incorporación de los trabajadores en la educación y en el tema lavado de activos. Tenemos que tomar decisiones para avanzar. ¿Cuándo? Todavía no sabemos. ¿Y cómo? Tampoco. Lo que sí tenemos decidido y que es importante es que vamos a avanzar en tres ámbitos multipartidarios, que van a ser comisiones bicamerales de seguimiento y control. Una tiene que ver con lavado de activos, crimen organizado y narcotráfico, otra, con infancia, y otra, con la salud mental. ¿Cómo el Parlamento puede ayudar? No tanto con definiciones en materia de qué ley vamos a derogar, pero sí con la necesidad de juntar esfuerzos para que algunos temas tengan miradas compartidas.

    —En el período anterior denunciaron irregularidades en muchas áreas del Estado, ¿está pensando instalar una comisión investigadora por algún tema?

    —Por ahora no lo hemos definido y no está en el radar, pero lo primero que tendría que hacer el gobierno es tener una lectura pormenorizada de lo que ha sucedido en la transición. Cuando uno tenga elementos más importantes, se puede evaluar. No soy muy afecto a las investigadoras parlamentarias, muchas veces se han vuelto un circo. Para eso es mejor que existan organismos competentes para investigar, en el caso de que haya ilícitos penales. Tampoco soy de la idea de que la política tiene que dirimir todas sus diferencias en la Justicia. Pero hay que ver qué información tenemos. Por ahora, en algunos lados hay olor bastante a podrido.

    —¿En dónde?

    —En ASSE, sin duda, no solo hay una deuda flotante muy importante, hay deuda con los proveedores, hay una situación de ingresos no te digo irregular pero por lo menos casi al límite de la ley y ni que hablar de lo tolerable éticamente, donde se terminó presupuestando a gente que entró como asesora de las autoridades políticas. Hay que ver cómo transmitimos una señal porque, si todo vale, ¿qué les decimos al vecino y a la vecina que se esfuerzan todos los días para sustentar a su familia, que en realidad hay personas clase A y clase B?

    —Orsi ha dicho que no quiere enfocarse en hacer auditorías o revisar lo hecho para atrás, sino en trabajar hacia adelante; ¿usted sí lo ve como importante?

    —Es importante conocer el estado de situación institucional que hay en nuestro país. En estos cinco años hubo una degradación importante de algunas normas que se habían logrado imponer con cierta legitimidad en la sociedad, como que cualquier vecino tenía la posibilidad de concursar y tener una carrera funcional en el Estado. Eso se rompió, en las empresas públicas, en la administración central y en las intendencias del interior. Hay que ver cómo se echa un poco de luz ante esta situación, y creo que la Rendición de Cuentas va a aportar un poco de esa información, porque va a ser el punto de partida o el estado de situación no solamente económico y financiero del Uruguay, sino el estado de situación social y también institucional. Junto con el Presupuesto quinquenal, van a ser las dos batallas más importantes que vamos a tener este año.

    —¿Y es posible que no la voten? ¿O que hagan como la coalición hace cinco años, que votó un aditivo que aclaraba que no implicaba su “aval ni validación” de la gestión anterior?

    —No vamos a hacer tonterías políticas. Somos una bancada que quiere preservar la institucionalidad de Uruguay, y Uruguay es serio entre otras cosas porque los que hacemos política nos comportamos de manera seria, más allá de que tengamos diferencias y discutamos vehementemente.