“Si vienen con metralletas, ábrales”, respondió pragmático y con algo de humor negro el general Liber Seregni a la esposa del coronel Carlos Zufriategui, mientras escondía su pequeño revólver Smith & Wesson debajo de un almohadón.
“Si vienen con metralletas, ábrales”, respondió pragmático y con algo de humor negro el general Liber Seregni a la esposa del coronel Carlos Zufriategui, mientras escondía su pequeño revólver Smith & Wesson debajo de un almohadón.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAquel 9 de julio de 1973 en la casa de los Zufriategui, en Colonia 1318, con la detención del presidente se materializó la primera gran crisis del Frente Amplio (FA).
El mazazo fue tan fuerte que hasta principios de la década siguiente, cuando el profesor Juan José Crottogini comenzó a reunir a la dirección clandestina en el mostrador de una whiskería, el Frente no logró tener conducción.
Para ese entonces, además del asesinato de Zelmar Michelini, y de los presos y exiliados, se habían producido al menos dos alejamientos importantes: Juan Pablo Terra, fundador del FA y líder del Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el nacionalista Enrique Erro.
El PDC, sin embargo, apoyó la campaña por el voto en blanco impulsada por Seregni desde la cárcel y cuando retornó el sistema democrático volvió al Frente, aunque Terra y otros se mantuvieron al margen.
La segunda salida del Frente protagonizada por el PDC y sobre todo del sector encabezado en ese momento por Hugo Batalla fue otra gran crisis que tuvo que sortear la coalición el mismo año en que cayó el Muro de Berlín.
En el Frente no había consenso para que Batalla fuera candidato común ni para que se habilitara la doble candidatura. Después de un largo proceso, a pesar de los esfuerzos, se produjo la división.
La aparición de Tabaré Vázquez y el resistido pero finalmente concretado ingreso del MLN-Tupamaros mitigaron el desaliento entre los frenteamplistas.
Después de la primera victoria y de los festejos vendría la convivencia en el poder de Montevideo, que sirvió como banco de pruebas y trampolín para llegar al gobierno nacional.
La primera gran crisis en la Intendencia frentista se produjo cuando el nuevo jefe comunal destituyó de un plumazo a cuatro directores por irregularidades en el manejo de dinero durante la Semana Criolla y en relación con una denuncia de tráfico de influencias en la contratación de una asesoría en los casinos municipales.
En setiembre de 1997, luego de haber pasado a las ligas mayores y estado a muy poco de ganar las elecciones, Vázquez decidió jugar fuerte en la interna para lograr la ansiada unidad de acción.
“Hoy más que nunca está en juego la credibilidad de nuestra fuerza política por parte de los uruguayos que nos están mirando, muchos que seguramente están esperando para ver cómo nos comportamos y apoyarnos en el futuro”, dijo el exintendente en un comité de base del Prado.
En esos días se discutía en la Junta Departamental la privatización del Hotel Carrasco y el nuevo presidente del FA quedó enfrentado con el edil del Movimiento de Participación Popular (MPP) Jorge Zabalza, que identificaba el proyecto de privatización con el avance de las ideas neoliberales.
Seregni había chocado fuerte con Vázquez por la reforma constitucional y presentó renuncia indeclinable el 5 de febrero del año anterior, en el propio acto de los 25 años del Frente en la Estación Central de AFE, provocando otra crisis y consternación entre sus seguidores.
Pero esta vez, desde el llano, el general coincidía con Vázquez. Los argumentos parecían sólidos: el Plenario Nacional había decidido por 104 a 16 que la Intendencia se sacara de encima el lastre del Carrasco, pero el MPP argumentó que su edil votaría en contra con el argumento de que estaba siguiendo el programa al pie de la letra.
Vázquez intentó un arreglo pidiendo que Zabalza no ingresara a sala pero fracasó.
El entonces diputado José Mujica propuso incluso votar a favor pero “al mismo tiempo” irse del Frente y quedar “a la intemperie” para evitar “una orgánica con bozal”.
Zabalza se mostró entonces más moderado: “No veo otra forma de hacer política que no sea en el Frente Amplio. Nosotros no nos vamos”, declaró.
Vázquez admiraba al expresidente de Chile Salvador Allende —médico, socialista y masón como él— pero tenía claro que cuando llegara al gobierno no quería pasar por los mismos problemas que tuvo este con los sectores “ultras” de la izquierda. Entonces jugó fuerte, al punto que cuando Zabalza mantuvo su palabra, ingresó a la Junta y no votó con el resto de la bancada, renunció a la presidencia del FA y se fue para su casa.
La renuncia fue comunicada durante una recorrida por Bella Unión. Vázquez aprovechó la invitación a un programa televisivo local para anunciar que se iba pero al mismo tiempo dejar la puerta entreabierta para un retorno al exponer su idea de construir “un nuevo contrato” en la fuerza política.
“A los compañeros del MPP les dije además que tenía credenciales para exigir que se respeten las decisiones de los organismos del FA. El 24 de agosto de 1994 voté para no ir al Filtro, perdí la votación junto a Seregni y Astori. En ese momento se dijo ‘hay que respetar las resoluciones’. Las respeté, fui y pagué las consecuencias. Nunca me quejé, nunca dije nada”, declaró uno días después en La República.
Aunque a comienzos de 1998 todavía se mantenía en la postura de no volver y advirtió que la presidencia era una función “incómoda, absolutamente incómoda”, Vázquez terminó aceptando regresar bajo ciertas condiciones.
El Plenario Nacional votó entonces por amplia mayoría un compromiso llamado Acuerdo de Abril de 1998 que delineó definiciones políticas e ideologías y aseguró el retorno del líder a la dirección de la coalición.
“Quedaríamos un poco rengos si no explicáramos un poco más lo que supone el tema de las privatizaciones —que ha sido crítico desde el punto de vista del gobierno—, lo que supone la pertenencia al Mercosur, lo que tiene que ver con la reforma del Estado”, opinó entonces Seregni y admitió que “no hubo tiempo” para ese debate, pero que debía “hacerse ya”. Zabalza también observó que el debate programático fue postergado. Después dejó el Frente, igual que Helios Sarthou y otros.
El llamado “caso Areán” provocó tensión en el Frente pero finalmente el informe de un Tribunal de Conducta Política presidido por el general Víctor Licandro llevó al secretario privado del intendente Mariano Arana a la renuncia.
Vázquez superó con holgura a Danilo Astori en las internas y luego la perspectiva de llegar al gobierno limó muchas asperezas internas y postergó debates.
El primer gobierno del FA, si bien tuvo tensiones, logró avanzar sin grandes crisis. Sin embargo, las raíces de los árboles temblaron cuando Astori anunció su renuncia al Ministerio de Economía por la discusión del 4,5% del PBI para la educación.
Fue una crisis de gobierno con el Frente adentro que se resolvió en pocas horas.
Otro punto alto fue el veto impuesto por Vázquez a la ley de interrupción voluntaria del embarazo.
Eso, y los cruces con el canciller Reinaldo Gargano, terminaron con la desafiliación del presidente Vázquez al Partido Socialista (PS).
Después Mujica se lanzó a la presidencia. “Si iba de vice era un crack, era un fenómeno, era Dios. Pero como salí a disputar en la cancha, tengo todos los defectos. ¡Pero papá, para salir a juntar votos sirvo!”, dijo cuando lo cuestionaron en la propia interna. “No puedo hacer campaña electoral criticando a compañeros que elegí. Entiendo que me tienen que pegar porque están muy lejos”, dijo el que luego se convertiría en popular y caótico jefe de Estado y fenómeno a escala planetaria.
Aunque dejó la conducción económica al astorismo, el estilo de gobierno de Mujica y los choques por parcelas de poder y las discrepancias llevaron a enfrentamientos internos que antes habían estado solapados.
Los comunistas, que antes eran dogmáticos unitarios, pasaron de socios de Mujica a críticos del “gobierno en disputa”.
“La situación es crítica”, resumió en julio de 2011 el presidente del FA, Jorge Brovetto, y agregó que “quienes no cumplan con las decisiones del Frente tendrán que asumir las consecuencias”.
Igual que Zabalza antes, el Partido Comunista (PCU) se negaba a votar la ley de asociación público-privada (PPP). En 2008 ya había marcado su postura, a la que acusaban de perfilista, al no votar la ley de educación y el envío de tropas a Haití.
El ahora secretario general del PCU, Juan Castillo, expresó en público su discrepancia con Eduardo Lorier respecto a las PPP.
Por otra parte, Mujica atizó desde la Torre Ejecutiva al equipo económico, como en el caso del impuesto a los terratenientes de más de 2.000 hectáreas, pero la tormenta pasó.
Otro momento crítico fue cuando Mujica, después de horas en el Palacio Legislativo, convenció al diputado Víctor Semproni para que se inmolara y desoyera la decisión del Frente para aprobar la ley interpretativa de la ley de caducidad.
En junio de 2011, el entonces ministro de Trabajo Eduardo Brenta insistió, durante una entrevista con El Observador, en la mentada necesidad de procesar cambios en la estructura del Frente “porque parece claro que no existen 30 y pico de grupos de expresiones ideológicas diferentes” y varios de ellos sobreviven “sin sustento o con escasa representación en la gente”.
Brenta pronosticó: “Si siguen los desacatos en el FA solo queda esperar la derrota”.
Los desacatos no cesaron, pero la derrota no se produjo. Vázquez regresó como candidato salvador y su decisión de desafiar a la biología fue bien recibida en la interna y entre los votantes.
El FA ganó y mantuvo la mayoría parlamentaria. Además de administrar las tensiones entre los elencos de Mujica y Vázquez, el gobierno debió pasar el trago amargo del anuncio de decretar servicio esencial la educación y enfrentar la primera crisis interna cuando la nueva alianza del MPP, PCU y 711 decidió que Mónica Xavier debía optar entre ser senadora y presidenta del Frente.
El Frente Liber Seregni (FLS), el PS y aliados lograron, sin embargo, colocar por las urnas a Fernando Miranda en la presidencia del partido oficialista, derrotando a la joven promesa Alejandro Sánchez, a la que Mujica no respaldó.
“No ofrezcamos un espectáculo de strip-tease mediático. Las críticas deben hacerse a través de los mecanismos orgánicos, que son muy buenos. La mejor manera de ser frenteamplista es respetar a todos los compañeros. Unidad, unidad, esa es la fuerza fundamental”, había dicho el reaparecido Vázquez provocando aplausos en una cena organizada por el PS en julio de 2011 en la que anunció una “actualización ideológica”.
Un punto de partida para lo que vino después con relación al exvicepresidente Raúl Sendic pudo verse durante la crisis de Pluna y sobre todo en la campaña electoral de 2014.
“Teníamos un acuerdo político con un señor que hace política por principios y los principios le duraron muy poco: hasta que le ofrecieron una suma de dinero para que rompiera el proyecto”, se quejó el entonces vicepresidente Astori con relación al diputado salteño Eduardo Lima y a Sendic.
“No es un acuerdo de dinero ni de plata. No existe eso dentro del FA”, respondió Sendic.
La fraternidad frenteamplista era ya un dulce recuerdo, pero Sendic aún mantenía cierta credibilidad. El miércoles 13 de setiembre, luego de un año y medio de cuestionamientos a su ética y su honestidad, Sendic renunció formalmente a la vicepresidencia, poniendo punto final a la más reciente crisis en el oficialismo.