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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSe votó por unanimidad la ley de femicidio. Un mamarracho jurídico y político, que como corporativista hace diferencia entre los seres humanos hasta en la muerte.
Lo más triste es que este adefesio seguramente no arregle nada. De hecho, hartos escritos de juristas dicen que aumentar las penas no baja el delito. ¿Por qué lo haría este? Se ataca la consecuencia y poco se dice de las causas. Las hay varias en el variopinto universo del ser humano. Desde el violento natural, hasta el manso violentado que se defiende y a veces violenta.
Nadie en su sano juicio puede sostener que la violencia física (las otras tampoco) tiene algún tipo de justificación. A estos, todo el peso de la ley, la cual ya existía (cómo se nota la falta de juristas; abogados en el Parlamento!) y castiga con más pena el ajusticiamiento intrafamiliar. Pero ahora, la muerte de una mujer por ser mujer vale más que la muerte de un hombre, o de un niño o un anciano por ser tales. Simplemente por una nueva moda de corporativismo feminista que ganó la calle y los juzgados, donde todos pegan y juzgan al grito.
Como dije, al violento pico y pala. Están los hombres que poco les importa la familia y los hijos. Ellos se lo pierden. Pero hay otros factores a los cuales no se da importancia y creo firmemente en que hay uno que incide y no veo mencionarlo. Es la legislación familiar, donde los hombres no tienen voz ni voto, pero sí billetera (en el caso que la tengan); donde la maternidad es mejor que la paternidad; donde el que visita a los hijos es el padre y no la madre; donde la custodia de los niños “por naturaleza” es de las madres. Y lo peor de todo, es que las leyes sirvan para solapar rehenes (los niños) para obtener dinero, bienes, o simplemente para que amen.
He visto muchos buenos hombres aguantar improperios, chantajes de todo tipo, para poder ver a sus hijos. Por despecho, por dinero o simple hijaputez. Huelga decir que muchos hombres hacen lo mismo, pero no es el caso al que refiero.
Y los hombres son humanos, y como tales los hay más calentones que otros, y los hay más reaccionarios que mansos y aguantadores. Lo cierto es que creo firmemente que las leyes de familia y quienes aplican, viven en un mundo de otra época. Una llamada de una mujer a una Comisaría diciendo que está siendo amenazada verbalmente (aunque sea falsa) basta para que lo lleven del jopo a dormir a la Seccional, sin explicar nada al detenido, mucho menos verificar o investigar. Como dice un comisario de mi barrio: “Si tiene pito, está frito”. Y así se conducen hoy las autoridades policiales y judiciales. Al grito, pero no de los niños, sino de la tribuna y de la corporación. Las leyes de familia están mal y ahí veo un foco promotor de violencia. Los padres tienen tanto derecho a los hijos como las madres. Tienen derecho a tenerlos la mitad del tiempo igual que la madre. Tienen derecho a llevarlos al médico, a la escuela, y pagar la mitad que corresponda (en el caso en que ambos trabajen) o pagar ellos directamente los servicios de los niños de acuerdo a su capacidad contributiva. Tienen derechos, pero no se los dan, o quedan presos antes, entre denuncias y redes judiciales. Y cuando los poco aguantadores se cansan de que los freguen, rompen las reglas de convivencia social y se violentan con resultados desastrosos la mayoría de las veces.
Seguramente alguno pensará que estoy descargando frustraciones propias, pero puedo decir con orgullo propio y de mi ex esposa que vivimos atrás de nuestros hijos conviviendo divorciados por casi 10 años, cada cual con su vida y ambos con ellos en tiempos iguales, pagando cada uno el 50% de todo; vamos al médico de los niños los dos, y a las reuniones del colegio ambos, etc. Para todo, ambos. Y esto ayuda a la convivencia entre nosotros y sobre todo, porque nuestros hijos tienen padre y madre todos los días, estemos donde estemos.
¿Diferencias? Muchas. ¿Que no es fácil? Para nada. Pero respetamos el derecho de todos los miembros de nuestra familia y nos tocó en suerte un juez que entendió.
Sé que hay algunos jueces que juzgan con este criterio, pero no es lo usual.
A los legisladores, sean criteriosos para hacer las leyes; y miren más allá del grito doloroso de quienes sufrieron a los jueces de familia, juzguen siendo padres, madres e hijos; a los deudos, lamento mucho sus pérdidas. A los hombres que se encuentran en estas situaciones, paciencia, respeto a sus hijos y suerte con esta nueva ley sobre cacería. A los violentos, todo el peso de la ley.
Mag. Álvaro Sánchez Balcewich