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    Los “autoconvocados” (I)

    Sr. Director:

    La convocatoria del 23 de enero generó múltiples reacciones particulares y/o sectoriales. Creemos oportuno una puesta a punto general y entreabrir la ventana para otear el futuro posible. Como bien dice el editorial del último número de Búsqueda, el momento “Es ahora”.

    1.- Se gestó como una reducida reunión local, derivó en un movimiento multidepartamental que se hizo nacional, fraguó por fuera de estructuras y liderazgos partidarios, fue autónoma respecto a agremiaciones preexistentes, se focalizó en el planteo ajustado a la realidad de los ciudadanos reunidos en asamblea pública y reclamó de forma fundada y fundamentada la revisión de políticas que sustentan las dificultades actuales.

    2.- Si bien se hizo por fuera de la institucionalidad administrativa —en lo político partidario y por fuera de las agremiaciones del sector—, se hizo dentro de la máxima institucionalidad democrática en su más amplia y libérrima acepción: ciudadanos constituyendo la nación en la plaza pública a cielo abierto —como el ágora de Atenas hace dos milenios o nuestros libertadores el 19 de abril de 1825 en la Agraciada.

    3.- Lejos de la anarquía, los “autoconvocados” fueron y son fieles intérpretes de la clásica definición de Ernest Renan sobre ¿Qué es una Nación? (La Sorbonne, París, 1882): “Tener glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente, haber hecho juntos grandes cosas, querer hacer otras más. He aquí las condiciones esenciales para una nación: hacia el pasado, una herencia de glorias y remordimientos; en el porvenir, un mismo programa que realizar… La existencia de una nación es un plebiscito cotidiano”.

    4.- Manejaron ideas en su más pura concepción, de forma clara, concisa y simple, lejos de la contaminación ideológica o la predeterminación de los dogmas que encorsetan y resultan funcionales al statu quo. Las ideas expuestas estuvieron inspiradas en los ideales básicos del ser nacional caracterizado por aspirar a la concreción superadora del trabajo en un ámbito de plena libertad.

    5.- Buscaron el diálogo y no la imposición. Sugirieron metas y objetivos más que métodos y medidas para lograrlos. Estuvieron, en ambos aspectos, bien ubicados en el lugar que le corresponde a cada cual. Hablaron y dijeron verdades por todos conocidas pero por muy pocos reconocidas. Saben que tienen autoridad para pensar y decir, y otros son los que tienen el poder de hacer, deshacer o no hacer. Se sabe, autoridad y poder no siempre caminan juntos, basta evocar a Galileo enfrentado a la “preverdad” de los obsecuentes académicos del momento. Hoy, mutatis mutandi, las preverdades se emiten como posverdades.

    6.- Todos los partidos políticos debieran, más que tratar de sumar a sus filas a los “autoconvocados”, tratar de analizar, comprender y eventualmente incorporar las ideas enunciadas. Entre ellas las de los costos del Estado y todo lo que refiere a las prebendas variopintas que acumulan hace años. El espejo argentino actual deja un ejemplo dramático para analizar; nuestros espejos, hoy y aquí, deforman y engañan.

    7.- La primera señal oficial luego de Durazno fue que el presidente recibiera “en mano” la proclama. A partir de ahí se ha insistido y repetido hasta el cansancio —ecolalia política— que los temas deben ser abordados sector por sector y dentro de la institucionalidad. Cierto, lógico y compartible hasta cierto punto. Basarse solo en la lógica sectorial analítica nos lleva a un costoso error: el conocimiento debe sistematizarse, todo tiene que ver con todo, falta la síntesis. De eso, justamente, se trata la política bien pensada y mejor practicada.

    Pretender que tamberos, arroceros, sojeros o cada uno de los sectores se preocupen exclusivamente de lo suyo resulta un bozal a la libertad de pensamiento, un freno a la innovación y un renuncio al progreso armónico. Insistir en sectorializar el análisis solo puede sustentarse en función del “dividir para reinar” o separar para dominar. Podrán manipular, pero no son mani pulite.

    8.- La segunda reacción oficial fue comunicarle a la “institucionalidad gremial” las medidas iniciales resueltas por el Poder Ejecutivo en amplia participación ministerial. Lo que se consideró insuficiente. ¿Capricho o sabiduría popular con sentido común de los “autoconvocados”? ¿No será que intuyeron que estaban ante la reedición de la novela El gatopardo, de Giuseppe T. di Lampedusa, cuando el protagonista expresa la célebre frase: “Hace falta que algo cambie para que todo siga igual”? Porque antes el Poder Ejecutivo dejó claro que “no va a haber cambios”.

    El precio del litro de leche no sustenta la canasta básica del tambero hace tiempo. ¿Es razonable relacionarlo con el despilfarro en la actividad estatal y/o la inequidad en la distribución de responsabilidades y obligaciones sociales y políticas? Hace décadas que se retribuye a los legisladores que finalizan el mandato de cinco años con el pago durante meses de suculentas sumas para ayudar su “reinserción” laboral” (¡votado por ellos mismos de forma unánime, cual si fuera política de Estado!) pero, ¿no son capaces de definir que un litro de leche se pague como uno de agua mineral? Mientras, nos obligan a subsidiar la ineficiencia del ente petrolero pagando el combustible más de lo que vale. ¿En qué país nos hemos transformado, en qué sociedad nos hemos convertido? Nuestros gobernantes, ¿nos representan o nos usan y abusan?

    9.- Por esto y mucho más es que la solución terminó siendo autoconvocarse. Si esto no se entiende no se entendió nada. Es posible, probable y deseable que los “autoconvocados” del campo se repliquen en otras áreas para bien del país y la política nacional, y sería un error verlo como una amenaza a la “institucionalidad congelada” del país y/o la política partidaria tradicional. El país y los ciudadanos necesitamos hechos y no palabras, compromisos y no promesas, certezas y no ilusiones. En suma: democracia y no demagogia. Acuerdos concertados y no desconciertos, como hasta ahora. Políticas al servicio de la ciudadanía y no ciudadanos al servicio de los políticos. Esta fue la esencia de la convocatoria en Durazno.

    10.- El país requiere un sacudón, y la justificada rebelión ciudadana es el camino a transitar en paz. El horizonte es alentador. Está en todos y cada uno de los ciudadanos hacerlo realidad. No en contra de los políticos, sí a favor de la política. Desde las bases ciudadanas, en los “plebiscitos cotidianos” según Renan. Luego del Carnaval habrá que ver cómo se entienden y extienden los reclamos a otras áreas postergadas.

    A pura, dura y cruda franqueza. Sin profundos y prolongados silencios. Santa Bernardina inspiró y transmitió que otro Uruguay es posible, deseable y factible. Está en todos y cada uno de nosotros lograrlo. Es ahora. Sin prejuicios.

    Gonzalo Pou