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Cosquín Rock 2025: excelencia en la producción y una fiesta de diversidad musical que trasciende los géneros
El retorno de Abuela Coca, la nueva generación de bandas todoterreno argentinas y la calidad de las cantautoras uruguayas marcaron el pulso de una nueva edición del mayor festival de música popular montevideano
Unas 45.000 personas en dos noches se congregaron en la Rural del Prado para presenciar la quinta edición uruguaya del Cosquín Rock. Unas 20 mil el viernes y 25 mil el sábado, jornada que tenía el cartel de localidades agotadas desde hacía varios días. La sucesión de unos 40 conciertos en cuatro escenarios durante dos jornadas de ocho horas resulta en un gran logro de producción, fruto de un poderoso engranaje económico y un cúmulo de vivencias musicales y hechos que trascienden lo artístico, de tal envergadura que resultaría por demás extensa y abrumadora una enumeración exhaustiva de tal cantidad de conciertos. Es evidente que hubo infinidad de hechos musicales significativos.
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Montevideo pudo apreciar en su conjunto a esta nueva generación de bandas argentinas que trascienden el rock y que van mucho más allá de la guitarra distorsionada como color tímbrico predominante. Grupos como Nafta, El Plan de la Mariposa, El Kuelgue, Indios y El Zar proclaman una bienvenida apertura a la diversidad musical, a la fusión de géneros y de texturas sonoras al servicio de la canción. Puede ser rock, por supuesto. Lo hacen, y muy bien. Pero también, como aquel movimiento seminal de la música latinoamericana protagonizado por Spinetta, Charly, Fito y el de los poperos ochentosos Virus y Los Abuelos de la Nada, esta camada que protagoniza la escena actual combina sin pudor rock, pop, folclore, jazz, soul, blues, disco, cumbia, tango y cuanto género popular se cruce en su camino. Esta edición de Cosquín Rock fue testigo también de la enorme calidad musical y performática de Miranda!, la gran banda pop argentina liderada por Ale Sergi y Juliana Gattas que dio cátedra de despliegue escénico, teatralidad y luminosidad como virtudes que potencian una propuesta musical. Lo de Miranda! está a la altura de las grandes bandas pop de la historia, no solo en el plano rioplatense sino en la escena global.
Barbi Recanati, auténtica portadora del fuego sagrado del rock argentino
Pablo Vignali / adhocFOTOS
Una similar ausencia de corsets estéticos caracteriza a la legión de cantautoras uruguayas que demostró su talento en los tres escenarios: Agus Giovio, Rodra, Flor Sakeo, Kira1312, Miel y Agus Mor. Ni que hablar de la argentina Barbi Recanati, auténtica portadora del fuego sagrado del rock argentino. Todas estuvieron a la altura de un concepto que está cada vez más afianzado: más allá de los estilos, el Norte es la búsqueda de la sensibilidad y la diversidad musical con el objetivo de enriquecer la expresividad y la propuesta escénica. Estas bienvenidas cualidades contrastan fuertemente con el encorsetamiento que parecen exhibir algunas de las bandas uruguayas más populares, las que acaparan las cabezas de cartel desde hace ya más de 20 años, que insisten con entregar prácticamente siempre el mismo show. Todos conocemos de memoria los repertorios y las propuestas, y no parece estar en el horizonte una intención de sorprender, de arriesgar, de proponer algo diferente en las sucesivas ediciones de estos festivales. Está bien, cada banda tiene su identidad, y les llevó mucho tiempo, trabajo y sacrificio forjarlas. Y está bien, los públicos se renuevan y siempre habrá quienes estén viendo por primera vez un show que hace cinco, diez o quince años que es el mismo. Pero también es cierto que pasan los años y los cuatro o cinco shows principales de los festivales uruguayos son siempre los mismos. El profesionalismo de la producción enriquece la escena, no hay dudas, pero esa monotonía estética la empobrece, o al menos impide su deseable evolución.
Una de las principales novedades estuvo, sin dudas, en el bienvenido retorno de Abuela Coca, la banda que en los tempranos 90 abrió la brecha de mestizaje y festividad por la que después pasaron a todo trapo, para comerse el mundo, La Vela Puerca, No Te Va Gustar, Once Tiros, Cuatro Pesos de Propina, y tantas otras. Gonzalo Brown y el Chole demostraron estar a pleno en su poder vocal y el guitarrista Roberto Palito Elissalde demostró una vez más ser uno de los más inspirados instrumentistas de la historia del rock en Uruguay. Mota (Pablo Silvera) dio un show enérgico y visceral, que recuperó para las masas el efectivo y muy inspirado repertorio de Once Tiros. Y Eté y Los Problems volvió a dejar claro que son una propuesta de avanzada y rompedora. Cuando se podría haber conformado con su alineación y su plan habitual, (Ernesto) Tabárez pateó el tablero de los prejuicios y decidió compartir escenario con Martín Quiroga, uno de los próceres de la plena y de la música tropical uruguaya de los tiempos recientes, para cantar Ismael, canción con destino de clásico, incluida en su reciente disco Plata. Como cuando Luana subió a cantar una canción de La Trampa en el Cosquín de 2023, Tabárez y Quiroga demostraron que las fronteras en la música, y en la cultura, se borran… con nueva música, ergo nueva cultura.
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Ernesto Tabárez, de Eté y Los Problems, decidió compartir escenario con Martín Quiroga, uno de los próceres de la plena uruguaya
Pablo Vignali / adhocFOTOS
Voy a usar la primera persona por única vez en esta crónica. Entiendo que Dillom es uno de los grandes protagonistas de la música urbana argentina y que su popularidad en Uruguay ya alcanzó un grado superlativo, similar a la proyección que ha logrado en su país. Ahora, su actuación fue para mí una enorme decepción por la pésima interpretación vocal que entregó en su show del viernes. Esperaba una performance vibrante, enérgica y provocadora, pero lo que vi fue a un cantante que berreó sin ton ni son una serie de letras ininteligibles, con una actitud escénica deficitaria para un frontman de su calibre. Sobre el final, en el segmento algo más melódico y climático de su repertorio, pareció enmendar la plana y se recompuso parcialmente. De todos modos, lo suyo rayó lo deplorable. Lo peor del fin de semana, con luz.
En el otro extremo, el cierre del sábado, con Cumbia Club transformando el ruedo del Prado en una gigante pista de baile, fue todo lo que está bien.
En lo que refiere a la producción, hay que destacar que todo apunta a la excelencia. Esta alianza entre la productora uruguaya Piano Piano y la argentina En Vivo, creadora del festival original, en la ciudad argentina de Cosquín, y dirigida por el cordobés José Palazzo, es virtuosa por donde se la mire. La dinámica de escenarios gemelos (con doble consola de sonido y doble equipo técnico) es perfecta. Mientras una banda toca, en el escenario contiguo se prepara todo para el siguiente concierto y no transcurre un minuto entre el final de uno y el inicio del siguiente. Sería deseable, incluso, una pausa de tres o cuatro minutos para reciclar las emociones vividas y prepararse para las siguientes. Pero es apenas un detalle menor. Los tiempos previstos se cumplen con pasmosa precisión. Eso vale, y mucho. El despliegue técnico, de sonido y luces, es de primera. El escenario alternativo está lo suficientemente lejos como para evitar cualquier solapamiento de ondas sonoras, algo que era un problema en aquellas megafestivales multitudinarios de 20 años atrás.
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La banda argentina El Plan de la Mariposa se presentó en el Cosquín Rock Uruguay 2025
Pablo Vignali / adhocFOTOS
Y hablando de megafestivales, el Cosquín Rock es una versión evolucionada de La fiesta de la X y el Pilsen Rock. No hay que padecer los excesos de aglomeraciones que volvían un incordio lo que debería ser siempre una fiesta y al mismo tiempo la dinámica de miles de personas viendo conciertos al tiempo en que otros miles caminan plácidamente por el predio, disfrutando de otras atracciones no musicales, recuerda el espíritu multicultural de las primeras Fiestas de la X, que luego se perdió a causa de la excesiva masividad de las últimas ediciones antes de su fin.
El predio de la Rural es ideal para un evento como este; es aprovechado al máximo con un muy acertado criterio logístico. Sus calles laterales y sus múltiples instalaciones preexistentes permiten una experiencia muy confortable para quienes desean descansar de la intensidad musical y optan por pasar un rato comiendo o tomando algo cómodamente instalados en una mesa.
La oferta gastromómica es amplia y diversa. Los servicios higiénicos están dispuestos con gran respeto y cuidado por la higiene y la convivencia, en áreas espaciosas como los galpones ganaderos, siempre cuidadas y limpias. El sector VIP, en la tribuna junto al ruedo, es por demás confortable, al punto que quien lo desee puede apreciar los conciertos cómodamente sentado.
La venta de merchandising, las promociones empresariales y las campañas de bien público también tienen su espacio, así como opciones lúdicas y de entretenimiento de diversa índole. Por ejemplo, un plan de política pública deportiva proponía un juego de tiro al aro de básquetbol animado por el exbasquetbolista Luis Bicho Silveira.
El acceso al predio resultó fluido, ágil muy bien organizado, y la seguridad se apreció y se disfrutó en todo momento, a tal punto que no se registraron incidentes ni escaramuzas.
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Cosquín Rock 2025
Pablo Vignali / adhocFOTOS
Por más que la palabra rock está en un lugar protagónico en un festival que se llama como se llama, Cosquín Rock es mucho más que un festival de rock, tanto en la acepción estrictamente musical de la palabra, como en su dimensión cultural, la que describe su cualidad rompedora y disruptiva. Es una gran fiesta de la música popular y de la cultura joven del Río de la Plata y es una exitosa y saludable demostración de excelencia en la producción cultural de carácter privado; es un enorme aporte al medio local y merece continuar por muchos años más.