—¿Cambió la relación con China en este contexto de guerra comercial?
—La respuesta corta es no. La respuesta larga es que tenemos relaciones complejas, pero no solo con China, sino también con Estados Unidos, con Europa, y una relación cada vez más importante con América Latina, África y las islas del Pacífico.
Necesito irme dos siglos para atrás para responder esto. El Singapur moderno fue fundado por un oficial de la British East Indian Company en 1819. La razón por la que hablamos inglés es porque la Revolución Industrial comenzó en Europa, la máquina a vapor, el acero, la electricidad les dieron a los europeos una ventaja económica, y esa ventaja económica les dio una ventaja militar. La Revolución Industrial necesitaba recursos que estaban en otros países, eso era un mundo imperial globalizado, con cadenas de producción globales. Después llegas al siglo XX y poco antes de la Primera Guerra Mundial ese mundo globalizado comenzó a resquebrajarse. Me detengo en esto por las implicancias de lo que sucede ahora. Todos pensaban entonces que no debería haber guerras y que solo deberías comerciar y mantener cadenas de producción eficientes y extensas.
Al final de la Segunda Guerra Mundial estaba claro que el gran ganador era Estados Unidos, y también estaba claro que la era de los imperios, que duró dos siglos, había terminado. Desde nuestra perspectiva, Estados Unidos fue un vencedor de la guerra inusual, porque no siguió la fórmula habitual del ganador de una guerra que era conquista, imperio y extracción. Estados Unidos lo hace de otra manera: reconstruyeron Alemania, Japón, los países que habían conquistado. Crearon el Plan Marshall para Europa. Aceleraron la presión a los británicos y los franceses para que descolonizaran. Entonces, fueron un ganador muy inusual y decidieron que, para evitar la recurrencia de guerras a las que serían arrastrados sin su deseo, había que crear instituciones globales, como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el GATT (por sus siglas en inglés, Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), que luego sería la Organización Mundial del Comercio. Al crear estas instituciones, reglas y procesos internacionales, se logró un período de globalización inusual, que dio oportunidades a ganadores y perdedores, así como a nuevos países independientes para engancharse al nuevo sistema de globalización. Esto facilitó el acceso a tecnología, lo que nos permitió exportar nuestros recursos en términos más justos que aquellos del mundo imperial. La pax americana y el modo en que el mundo estuvo construido en los últimos 80 años dio oportunidades que épocas anteriores nunca hubiesen dado a una ciudad-Estado con 700 kilómetros cuadrados.
Así que, acelerando hasta el hoy, ¿qué nos provoca ansiedad? Creemos que estamos ante el final de una era. Y si miras la historia, cuando un orden mundial es reemplazado por otro, el período de máximo peligro es el de la transición. Estamos en esa transición. Esa es la respuesta larga.
Yendo a la pregunta por China, somos la única entidad política independiente, fuera de China, donde la mayoría de su población tiene antepasados chinos. Esto hace nuestra relación única. A eso se suma que fuimos uno de los primeros en tomar la ola de la pax americana cuando China decidió, bajo Xiaoping, reformar y abrir su economía y enchufarla al mundo globalizado. Entonces, un mundo perfecto para nosotros es uno donde Estados Unidos y China se llevan bien, continúan invirtiendo y comerciando. Si entran en conflicto y se desacoplan, es una mala noticia para nosotros. Esas son algunas de nuestras ansiedades.
—Usted decía que el mundo está en un proceso de transición. ¿Hacia dónde?
—Al final de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos representaba alrededor del 40% de la economía global y el dólar se volvió la moneda de reserva mundial. La tecnología norteamericana estaba por delante de las demás. Con la caída del Muro de Berlín y la división de la Unión Soviética en 1991 quedó un mundo unipolar. ¿Hacia dónde vamos ahora? Creo que es claro que estamos evolucionando a un mundo multipolar. Estados Unidos ahora representa alrededor del 25% del GDP (Gross Domestic Product) global y China está creciendo. No creo que China supere a Estados Unidos en el futuro cercano, pero ahora ya es probablemente el 18% de la economía mundial. La población de India superó a la de China y su PIB es ahora mayor que el de Reino Unido. El PIB combinado de los países de la Unión Europea es el segundo mayor del mundo. Japón durante mucho tiempo fue la segunda mayor economía, pero ha quedado atrás en términos relativos. Y miras alrededor del mundo y ves a los países del Golfo con la riqueza de los combustibles fósiles. Nosotros somos optimistas en cuanto a ver un crecimiento significativo en América Latina y África en los próximos 30 o 50 años. Entonces, será un mundo multipolar. El problema es que, bajo la pax americana, era Estados Unidos el que había ideado el sistema, lo estructuró y hasta jugó el papel de policía. Estados Unidos ya no tiene interés en hacer eso, pero tampoco ninguno de los otros polos que listé es capaz o está interesado en ejercer ese papel. Entonces, estamos en un período de incertidumbre y riesgo.
—Si el sistema basado en reglas y si por ejemplo las Naciones Unidas no funcionan, ¿qué reglas seguir, las del más fuerte? ¿Qué sucede con países pequeños, como Singapur o Uruguay?
—Por definición, Uruguay y Singapur tienen que apoyar a las Naciones Unidas. Es mejor tener unas Naciones Unidas efectivas, que continúe habiendo reglas internacionales y que los países, grandes y pequeños, se sientan obligados a cumplirlas. Pero la dolorosa verdad es que, si eres un poder grande, tienes una opción de ignorar esto. Como decía, nuestro comercio es tres veces más grande que nuestro PIB y, como somos pequeños, somos ardientes defensores de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y de las reglas del comercio internacional. Una de las claves del sistema de la OMC es el concepto de nación más favorecida. Básicamente, la OMC y el concepto sobre el que hemos operado es el de no discriminación a un país individual, en particular a los pequeños. Entonces, hay seguridad en los números. Pero una vez que se desarma el pilar fundacional de la OMC, si haces de todo una serie de acuerdos bilaterales, si todo es una pulseada uno contra uno, entonces los más grandes siempre van a ganar y va a ser muy muy difícil para los pequeños o débiles o menos desarrollados conseguir buenos acuerdos.
Si Estados Unidos abandona el multilateralismo, si Estados Unidos decide que en los próximos 90 días van a tener 90 acuerdos bilaterales y en los próximos dos años otros 200 acuerdos… Creo que Estados Unidos todavía intentará ser razonable en el tratamiento a países grandes y pequeños, pero el principio ya fue violado y eso significa que cualquier otro, los otros poderes grandes y medianos van a decir “ok, hablemos uno a uno, hagamos acuerdos uno a uno”. Eso es preocupante. Ahora, nosotros no podemos controlar la agenda en Washington o Beijing o Bruselas. Si podemos hacer que la Asean (Association of Southeast Asian Nations; en español, Asociación de Naciones de Asia Sudoriental), el Asia Pacífico, Europa y América Latina acuerden que lo mejor es un acercamiento multilateral para formular reglas, que se aplicarían a todos sin discriminación y con un mecanismo apropiado de resolución de conflictos, hay esperanza. No hay garantías de que podamos mantener viable una cantidad significativa del sistema multilateral basado en reglas, pero es una esperanza. El tiempo dirá si es una esperanza real, pero eso es lo que estamos intentando hacer.
—Cuando habla de profundizar la relación con América Latina, ¿en qué está pensando?
—América Latina tiene oportunidades enormes adelante y no solo en cuanto a los recursos naturales. Ustedes tienen todos los recursos naturales sobre los que puedo pensar, pero mi optimismo no solo radica en eso, sino también en su población y sus sistemas políticos. No hay motivo por el cual América Latina, bien organizada, no nos pueda superar. No hay secretos de comercio, el desafío es la ejecución. Diría que América Latina siempre ha estado más enfocada, cultural y económicamente, en Europa y América del Norte. Estamos aquí para recordarles que miren al otro lado del Pacífico. Todos hablan ahora de diversificación, de resiliencia, no ser demasiado dependientes, es obvio eso, ¿no? Cuando fui por primera vez a Brasil 21 años atrás, había escuchado e intenté interesar a la gente. ¿Podemos hacer un acuerdo de libre comercio con ellos? Y se rieron de mí. Demasiado lejos, demasiado pequeños. En diciembre de 2023 firmé el acuerdo de libre comercio con el Mercosur, incluso pese a las diferencias políticas. También hablamos con la Alianza para el Pacífico, somos fundadores del CPTPP, en el que hay varios países latinoamericanos. A lo que voy es que esta potencial destrucción del orden comercial mundial nos debe llevar a redoblar y acelerar nuestros lazos políticos, económicos y comerciales con América Latina.
—El acuerdo con el Mercosur está todavía pendiente de ratificación. ¿Qué expectativas tiene en cuanto a los plazos de entrada en vigencia?
—Quisiera que ya estuviera ratificado porque, como dije, lo firmamos en diciembre de 2023. Quizás deba volver a la región y hacer campaña otra vez. Cuando venga de visita al presidente de Paraguay le pediremos una ratificación temprana porque, al menos con los países más chicos, no hay razón por la que no lo hagamos. Pero estoy al tanto de que la ratificación de los acuerdos en esos países es una cuestión legislativa, tiene que pasar por el Parlamento, y que también es una cuestión del calendario político. Así que sí, lo quiero pronto, pero entiendo por qué puede tomar tiempo. Pero no hay razón estratégica por la que no querrían ratificarlo. De hecho, creo que hay más razones con el estado actual del mundo para mirar al Pacífico y sus oportunidades. A mis contrapartes en el Mercosur les digo que somos un país pequeño, que no tiene agricultura y que, una vez que estableces la cadena de logística y suministro con Singapur, es tu portal a todo el Sudeste Asiático y a Asia en general. Porque una vez que los barcos del Mercosur lleguen a Singapur, luego de eso, hay una parada corta hacia la región.
—En cuanto al multilateralismo, ¿cuál es su mirada sobre el Brics?
—Permítame empezar con lo que tenemos aquí en la región. Tenemos una organización llamada Asean, formada en 1967. Consistía en una organización no comunista, preocupada por la eventual caída en dominó desde el norte, desde Corea y Vietnam. Era parte de la Guerra Fría. Para 1991, con la disolución de la Unión Soviética y el consecuente fin de la Guerra Fría, las guerras en Indochina también terminaron y eso permitió que Vietnam, Camboya y Laos se unieran a Asean. Así que Asean ahora no tiene nada que ver con la política. Decidimos, inteligentemente, enfocarnos en lo económico, en bajar las barreras al comercio, en hacer de Asean un mercado único, una única zona de producción, una única zona de inversión. Eso es Asean, nuestro vecindario.
Asean tiene, a su vez, un acuerdo comercial llamado RCEP —Regional Comprehensive Economic Partnership— que incluye a los 10 países de Asean, China, Japón, Corea, Australia, Nueva Zelanda. Estamos pensando en que otros puedan sumarse al RCEP. Pero además, en un círculo concéntrico más amplio, muchos de nosotros somos parte del CPTPP, lo que nos vincula con algunos países de América Latina. Deseamos que RCEP y CPTPP formen un área de libre comercio, porque de ese modo tendríamos a todos los países del Pacífico en Asia y bastantes países en América Latina. ¿Hay opciones para que el CPTPP y la Unión Europea tengan vínculos para facilitar el comercio y las inversiones, dado que los países de ambos bloques creen en un sistema de comercio internacional basado en reglas? Creemos que hay posibilidades de alcanzar sinergias porque ya estamos, de algún modo, a mitad de camino. Y Singapur ya tiene links con la Alianza para el Pacífico y el Mercosur, por lo que podemos traer eso. Se trata de ensamblar un grupo de regiones que todavía mantendría vivo un régimen de comercio multilateral basado en reglas.
En cuanto al Brics, bueno, recientemente se ha expandido y estamos mirando cómo se desenvuelve con interés. Pero no tengo una idea muy clara de si el Brics es una organización policial, económica o ideológica. ¿Qué es? ¿Cuál es su principio organizador central? Entonces, no digo que no. De hecho, estamos mirando su expansión muy de cerca. Quizás, si todos nos concentráramos solo en mejorar la vida y los trabajos de nuestra gente, no necesitaríamos distraernos tanto con la política.
—¿Qué cree que deberían hacer los países de la región para acelerar este proceso que usted describe? Chile, por ejemplo, aplicó para entrar al RCEP.
—Apoyaríamos los esfuerzos de cualquier país latinoamericano para acercarse a Asean. Nos encantaría que Brasil se sumara. Todavía queremos que ratifiquen el acuerdo con el Mercosur y mi discurso ante las autoridades de Brasil es que usen a Singapur como una puerta de entrada.
—De acuerdo con la información de Búsqueda no hay consenso en el CPTPP sobre el ingreso de Uruguay.
—Déjeme chequear eso, pero no hay razón por la que no. Nosotros apoyaríamos el ingreso de Uruguay.
—Hay dudas en cuanto a si puede hacerlo sin autorización del Mercosur, algo que el gobierno anterior de Uruguay desestimó.
(Responde un asesor). —Sí, la duda es si requeriría la autorización de los otros países.
—El actual gobierno de Uruguay no ha sido muy entusiasta con la idea de su antecesor de sumarse al CPTPP, ¿le recomendaría seguir intentando?
—Sí, lo haría. Mejor incluso: traten de sumar a todo el Mercosur.