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    En el Museo Blanes se expone ‘La medida de mi silencio. Una antología circunstancial’, muestra de Javier Bassi

    “Los artistas intentamos ser libres, pero no siento que el arte sea un ejercicio libre”, dice el artista que este jueves 19 a las 16.30 hará una visita guiada por su exposición, que reúne piezas y fragmentos con vínculos conceptuales y poéticos

    Cuando tenía 12 años llegó al taller de Pierre Fossey, artista francés radicado en Montevideo, sin saber quién era Pierre Fossey. A esa edad ya iba solo a los museos y había hecho un retrato de Horacio Quiroga que aún hoy asombra. Desde aquellos inicios hasta ahora, Javier Bassi (Montevideo, 1964) pasó por varios procesos creativos y varios aprendizajes y autoaprendizajes. Asistió al taller del artista José Montes, a la Facultad de Arquitectura y a la Escuela Nacional de Bellas Artes. Viajó por México, Europa, Estados Unidos y el norte de África. En 1990 empezó a exponer y en 1996 ganó el Premio Paul Cézanne que lo llevó con una beca a estudiar en Nantes, Francia. Después llegaron otros premios, becas y muchas exposiciones. Tiene 27 individuales y más de 160 colectivas en 30 países, y ha representado a Uruguay en varias bienales.

    Una muestra de esos procesos, que para Bassi han derivado en obras de una “síntesis extrema”, se exhibe en La medida de mi silencio. Una antología circunstancial, que se puede visitar hasta el 3 de agosto en el Museo Blanes, en la galería Hilda López y en la sala María Freire. Para quienes quieran hacer una recorrida junto con el artista, este jueves 19 ofrece una visita guiada a las 16.30.

    La palabra silencio no es casual en el título. “Siempre mantuve las cosas como en silencio. Durante mucho tiempo yo hablaba muy poco. No es que no quisiera hablar, sino que elegía no hablar”, le dice Bassi a Búsqueda frente a sus obras. Entre esos silencios, le llegó la invitación para exponer en el Blanes, y lo encontró en una etapa especial, por eso pensó mucho antes de aceptar. “En los últimos años me habían hecho otras cuatro invitaciones para distintos lugares y había dicho que no. Estaba en una pausa que tenía que ver con algunas cosas personales. Había muerto mi padre, con quien había construido la casa en la que vivo con mi familia, y estaba en una revisión de toda mi actividad, con una vara muy alta, con una exigencia muy grande”.

    Esta exigencia la tuvo desde niño, cuando sentía necesidad por las artes. “En mis primeros recuerdos me veo dibujando compulsivamente, fabulando de forma sostenida, proyectando todo tipo de cosas en la pared. También leí bastante de forma temprana. Todo en el entorno de una familia que no era de intelectuales. También recuerdo que de niño ya era pretencioso en la intención. Quiero decir, ya tenía como una obsesión”.

    De su época de preescolar le quedó una imagen de uno de sus dibujos: una mancha gris sobre fondo azul, a quien alguien le puso la leyenda “El soldadito de plomo”. Los 12 años marcaron su primer escalón como artista “hacia afuera” porque se presentó a un concurso internacional y llegó a exponer dibujos a grafo en Osaka, Japón, pero esa anécdota no está en su currículum. Como tampoco figura que fue constructor durante 10 años. Mientras, continuaba con sus trabajos artísticos e iba ganando becas y premios.

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    Portrait de Verlaine, 2018. Hoja de catálogo intervenida

    Portrait de Verlaine, 2018. Hoja de catálogo intervenida

    “Todo fue muy rápido, me decían que estaba teniendo una carrera meteórica. Y yo casi no hablaba y era más severo con la mirada de los otros. En el fondo también tenía muchas dudas sobre si estaba bien que me hubieran dado tal o cual premio, era muy crítico”.

    Si algo le trajo esta nueva muestra fue una mirada hacia su recorrido creativo y de aprendizajes. “Así como no te podés proclamar artista, tampoco podés proclamarte discípulo de nadie. Pero me doy cuenta de que aprendí muchísimo de mucha gente muy variada que nunca conocí. A veces son artistas, pero otras son personas muy simples. Hay algo que está ahí y te induce a hacer otras cosas. Eso también es un aprendizaje del que me hice cargo muy rápidamente”.

    Entonces empieza el recorrido por esta muestra que devino en antología, pero que para su creador es una obra global.

    Una rendija angosta y a la vez amplia

    Lo primero que se ve al comienzo de la exposición es una foto de grandes dimensiones, con el orden-desorden propio de un taller. El artista aparece como una silueta velada. No es el taller actual de Bassi, sino el que tuvo en La Teja, un espacio enorme de unos 300 metros cuadrados. Desde hace años trabaja en otro, ubicado en la calle Soriano.

    Al costado de esa foto tres citas llaman la atención. Una está tomada de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert L. Stevenson, y otra de la novela Luces de neón, del escritor Jay McInerney. Pero la primera que se lee es del cineasta Paolo Sorrentino y está tomada de su serie The Young Pope: “El pasado es un vasto lugar repleto de cosas en su interior. No así el presente. El presente es una estrecha rendija con espacio solo para dos ojos. Los míos”.

    Las tres frases responden a un momento determinado, el presente, y a cómo entiende el arte Bassi, en términos muy amplios, con muchos cruces con otras artes. “En mi cuarto tengo una tabla con una cantidad de libros que voy leyendo o mirando. Y en ellos encontré estas ideas. Cuando las reuní dije: ‘Este es mi estado de ánimo actual. Esto es lo que yo quiero para inducir a la gente a que mire la exposición’. Yo tengo una visión superrestringida de lo que hago. Me ciño a una rendija que con el tiempo es cada vez más angosta, más angosta, más angosta, pero para mí eso es amplísimo”.

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    The Things I Hate. Fotografía intervenida de hojas de catálogo, 2004

    The Things I Hate. Fotografía intervenida de hojas de catálogo, 2004

    Por esa rendija han pasado, por ejemplo, fotos intervenidas de hojas de catálogos, como su serie The Things I Hate (2004), en la que juega con la imagen y con palabras en inglés (see, sea, think), también con su ambigüedad y sus referencias simbólicas. Las palabras aparecieron en sus obras por esta época. En una de ellas está el retrato del artista alemán Joseph Beuys, con la leyenda I Hate to Think. “Vi extensamente a Beuys en 1993, cuando hice el viaje de facultad y tomé contacto con su obra. En el caso de esta foto es de un libro que me regaló un gran amigo que murió hace un tiempo. Hay como cruces de afectividades que hacen que en un momento quisiera hacer la intervención”.

    Bassi se considera un artista visual porque el grueso de su trabajo ha sido con la pintura, pero no se califica a sí mismo como pintor. “Me parece que no es esa la lógica de mis obras. Me acuerdo de que hace un tiempo Ignacio Iturria me invitó a que diera un taller junto con Marcelo Legrand, Eduardo Cardozo y Gustavo, el Pollo, Vázquez que eran para él los fuertes de Uruguay. Iturria se siente hermanado con la historia de los pintores, y yo siento esa hermandad, pero esto es lo que soy”, dice Bassi al entrar a la sala más grande del museo.

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    From the land of the seven caves. Acrílico, toner y pigmentos textiles sobre papel

    From the land of the seven caves. Acrílico, toner y pigmentos textiles sobre papel

    Lo insondable del mar, lo inabarcable de su profundidad, sus sonidos también entraron por la rendija del arte de Bassi. Y nuevamente las palabras fueron una fuente de asociaciones. Sea, see, seek, suenan parecido, pero sus significados son distintos, como son distintos los mares que acompañan. Así como Azul es el título de un libro de poesía de Rubén Darío, y Blue el de un disco de Joni Mitchell, para Bassi, todas las variedades del azul lo impulsaron a pintar un montón de mares. Si se miran detenidamente, se puede sentir el sonido.

    “Tenía en el piso muchas de estas imágenes. Cuando entendí que podía estar preso de un mismo sueño todos los días y que, si no lo soñaba, lo extrañaba, entendí que era necesario pintar esta secuencia del mar. Hay como un respeto por la imagen atrapada. Cuando abordo las imágenes en relación con los conceptos abstractos, en general están bañadas de mucha subjetividad y también de cierta poética y es como un ejercicio en sí mismo”.

    En otra pared hay líneas rectas unidas por puntos que forman una peculiar geometría sobre el fondo negro, como si fueran trazos en el firmamento. El artista explica que en su comienzo no fueron así, que no había puntos. Pero ahora mira su obra y piensa en una espacialidad infinita y en el asombro que vuelve a sentir.

    Están también sus obras figurativas en las que aparecen animales, algunos hechos sobre papel, otros sobre chapas. Parecen personajes de fábula. “Tuve una primera serie que se llamó Guardianes de Zobeida, por un cuento de Italo Calvino. Eran primero una materia que estaba como saliendo de la tierra y se transformaba en un ser, pero mínimo. Después aparecieron los de las chapas. Me parece que esos personajes se estaban incubando e independientemente de la forma que adoptaron, terminaron volando”.

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    El íncubo. Fotografía. Plotter sobre lona

    El íncubo. Fotografía. Plotter sobre lona

    Otros cruces artísticos aparecen en Hora mística / El borde afilado de la Tierra, una obra que Bassi realizó como intervención para los patios del Museo Figari. En una piscina, dos equinos de aspecto irreal se miran como en un espejo. El espejo también es con una obra poco conocida de Pedro Figari, Hora mística. En esa obra, dos caballos están enfrentados en un paisaje de campo y bajo una nube con forma de caballo.

    “Los artistas intentamos ser libres, pero no siento que el arte sea un ejercicio libre. La libertad es un anhelo, pero no lo considero alcanzable. Me encantaría que todo el mundo fuera superlibre y que rompiera formas y que encontrara su verdadero ser y todo lo demás. Pero de alguna forma algo te ata siempre, incluso a lo que parece ser tu propia esencia”.

    Inmenso, envuelto en una tela negra y con cabeza de pájaro, otra obra de Bassi parece mirar a quien la mira. Se llama El íncubo y está ubicada en un espacio destinado a obras más oscuras. Y hacia allí sigue el recorrido.

    Sin oscuridad no hay luz

    “Hay una grieta en cada cosa. Así es como entra la luz”, dice Anthem, canción de Leonard Cohen. Esa canción bien podría escucharse mientras se miran las obras de Bassi de fondo negro. El artista hace una corrección: “Lo que está por delante es el negro. En realidad fueron todas obras negras, y la emergencia es del blanco”.

    Desde hace años viene trabajando con el color negro. La excepción fue en los años 80, en la apertura democrática cuando usó el color. “Yo, con 20 años, tenía una mirada recontracrítica. Me oponía a la trivialización de los signos, o sea, repetir una cruz 25 veces. De grande razoné que estaba mucho más en sintonía con la música que era más oscura y más punki, con los sacones largos y toda esa estética negra. Y ahora razono que hay algo que carga cada uno, y que obviamente mi trabajo no se alimenta de la cotidianidad ni de lo que se ve”.

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    El regreso de los brujos. Toner sobre avisos clasificados entelados en base látex

    El regreso de los brujos. Toner sobre avisos clasificados entelados en base látex

    En un video filmado por Guillermo Casanova (The Plot, 2013), Bassi muestra su trabajo con el color negro. Él pinta, crea patrones y después va ocultando lo que pintó, como si estuviera desapareciendo. “Todo el proceso de abstracción ha sido de síntesis extremo, cada vez más sintético hasta que llegué al pleno negro. El pulso de la línea es como una laceración”.

    Tiene bosques oscuros con senderos luminosos y tiene pinturas en las que las líneas blancas parecen olas del mar. “La idea es que en la oscuridad anida la luz. Es como cuando haces una adivinanza, ¿cuál es la palabra que no puede ser dicha? Bueno, en este caso es luz”. Entonces hay que ir al Blanes para descubrirla.