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    Todos detrás del ciego

    Con su nueva película, No respires 2, la dupla uruguaya radicada en Hollywood de Fede Álvarez y Rodo Sayagues ha entrado en un punto de inflexión en su carrera. Con más de una década de trabajo en la industria del cine estadounidense, los cineastas han pasado por todas las variantes del género. Estuvo el puntapié del cortometraje viral ¡Ataque de Pánico!, la prueba superada de la reversión de Posesión Infernal, el éxito inesperado, y una clara huella autoral, de No respires y, más recientemente, la experimentación audiovisual —en tiempos de pandemia— de la serie Calls.

    En estos lares cada lanzamiento ha sido recibido, en mayor o menor medida, con furor. Álvarez ya se encuentra asentado como un director de confianza para un estudio del tamaño de Sony Pictures y, aún así, cada nuevo proyecto en los que ha estado vinculado con Sayagues ha sido objeto de difusión y discusión. El establecimiento de la dupla, y otros colaboradores uruguayos cercanos, como el director de fotografía Pedro Luque, continúa siendo una exportación artística sin precedentes. Goles de uruguayos en el exterior, pero mejor filmados.

    No respires 2, que se estrenó el jueves 19 en salas uruguayas, es el capítulo más atípico de los cineastas hasta la fecha. Se trata de la primera película lanzada bajo Bad Hombre, su nueva productora, además de la primera secuela de ambos basada en su propiedad intelectual, y la primera película dirigida por Sayagues, quien ha desarrollado su carrera en Hollywood como guionista y productor.

    No respires 2 es una película esperable y también imprevista. Su antecesora fue un éxito de taquilla. Con un presupuesto de 9,9 millones de dólares, recaudó 157 millones de dólares en el mundo. En noviembre de 2016, año de su lanzamiento, Álvarez comenzó a adelantar sus intenciones de producir una continuación, con elementos de terror y de gran suspenso, para la historia de un trío de ladrones que enfrenta a un peligroso ciego al que decidieron, equivocadamente, tratar de robar en su hogar en un derruido Detroit.

    En octubre de 2020 se conoció que No respires 2 completó su filmación con un trabajo dividido entre Serbia y Detroit. Nunca se anunció, al menos formalmente, el comienzo de su rodaje. El secretismo también acompañó, hasta el momento del lanzamiento del primer avance de la película en junio, los detalles alrededor de la trama y a una pregunta primordial sobre su propuesta narrativa: ¿Cómo se convertiría el ciego, el antagonista de No respires, en el protagonista de No respires 2?

    La respuesta es a través de una secuela atípica en su fundación, familiar en su ejecución e impetuosa en su propuesta, que refleja que Álvarez y Sayagues están empeñándose en formar un camino diferente a otros directores de su generación en Hollywood. Por otra parte, el ciego, interpretado por Stephen Lang, del que ahora se conoce su nombre, Norman, no es un antihéroe en esta película. Es un “antivillano”.

    Al definir el término con el que decidió presentar al protagonista, Álvarez, coguionista, escribió: “Antivillano es un término de guion para describir a un villano que está convencido de que no lo es. Pero estamos de acuerdo, ¡definitivamente lo es!”. La explicación, publicada en Twitter, surgió una vez que el primer avance de la película, en el que se revelaba que Norman lucha contra un grupo de criminales en pos de proteger a una niña bajo su cuidado, dejó confuso a varios.

    Norman es, como el personaje en un punto lo confiesa, un asesino y un violador. Uno de los verdaderos hallazgos que había tenido No respires, tanto narrativo como cinematográfico, era la conversión gradual que Lang tenía: primero era una víctima indefensa, luego un victimario al que tenerle miedo y, por último, un monstruo horripilante. La transformación acompañaba la apuesta que Álvarez, Sayagues y Luque hicieron al construir un juego elaborado de gato y ratón a oscuras, cargado de giros y capaz de generar una experiencia colectiva de pura adrenalina en la sala de cine.

    Esa combinación vuelve a estar en No respires 2, que se distingue de su antecesora de varias formas. La primera, revelada de antemano, es que Norman funciona como coprotagonista de la historia. El otro papel recae en Phoenix (Madelyn Grace), una niña de 11 años que Norman adopta, bajo circunstancias problemáticas, y entrena para sobrevivir en la ciudad que el ciego habita ocho años después de los eventos de la primera película.

    La otra diferencia es que no propone un camino de redención para Norman. Sí existe una nueva autopercepción, más políticamente correcta, de que este exsoldado ha provocado el mal como consecuencia de la pérdida de una hija y su experiencia en el Ejército de Estados Unidos. Pero Norman continúa siendo una máquina de matar y más aún bajo la dirección de Sayagues, quien ha decidido aumentar la acción de la saga mediante enfrentamientos sangrientos y momentos verdaderamente gore.

    No respires 2 mantiene la lógica estructural de la primera parte, con un grupo que invade un hogar y sus habitantes que se defienden. Mientras No respires contaba con una de las mejores escenas de ese año, una persecución en plena oscuridad, la espectacularidad de No respires 2, que vuelve a jugar con los planos secuencias, los silencios y los sustos repentinos, radica principalmente en una acción con mayor peso físico y más de una explosión.

    Con un presupuesto levemente mayor, de 15 millones de dólares, la nueva película cuenta con escenarios en los que la arquitectura es explotada para construir la tensión y algunos objetos cotidianos se convierten en armas letales portadas por hombres con una lógica de funcionamiento muy clara para sobrevivir. Este es un mundo con solo dos opciones: matar o morir.

    Tal vez para crear una identidad emocional más compleja en Norman (se conoce el amor por su “hija”, su buen trato con los animales y otras muestras que lo hacen un hombre de “honor”), los guionistas optaron por introducir a villanos menos interesantes comparados con los ladrones juveniles de la entrega anterior. De todas formas, el conjunto es un grupo altamente disfrutable al momento de encarar combates coreografiados y de recibir heridas, tan violentas como creativas. Hay un destaque aparte para el actor uruguayo Christian Zagia, quien tiene un largo historial con Álvarez y Sayagues, y aquí es el menos malo de los malos y puede sostener su personaje sin problemas.

    En tanto, la debutante Madelyn Grace es una de las apuestas que sale mejor. Phoenix es introducida tras una escena incendiaria, en una persecución que representará el resto de su choque con Norman y con el grupo que la acecha. La primera acción de Phoenix, y una que mantendrá a lo largo de la película, es la de correr y esconderse. Agitada y confusa, se encuentra escapando de algo, y ese enemigo, aunque inofensivo una vez revelado, representa de dónde viene el verdadero horror en la vida de la niña.

    El miedo como herramienta de protección es parte de todo lo que impulsa al Norman de Lang, reconstruido como un John McClaine abandonado por las políticas hacia los veteranos de guerra estadounidenses. En lugar de esconderse entre los ductos de aire del Nakatomi Plaza, el ciego lo hace entre los pasillos y rincones oscuros. Si la primera película buscaba la igualdad a la hora de enfrentar dos bandos, aquí tenemos una lucha cada vez más despiadada. Al igual que en las artes marciales mixtas, una vez que se ingresa en la jaula de Norman, todo vale.

    Sayagues, en ese sentido, no se reserva nada. No solo por el extremo de las heridas físicas y emocionales a las que somete a sus personajes, sino por su forma de hilvanar escenarios comprensibles y memorables, pequeños momentos de un gran suspenso y un final que, si bien roza lo telenovelesco en algunas actuaciones, resulta verdaderamente impactante. Quien haya visto la película en la sala podrá recordar una escena particular en la que una luz naranja invade por completo el cine.

    No respires 2 logra sortear varias de las expectativas. Es un relato que cuestiona la moralidad de sus villanos y antivillanos y lo hace de forma punzante, de tal modo que se eleva de forma digna. Quedan puertas abiertas, tanto para su protagonista, como para las discusiones sobre el significado del mal y la posibilidad de aplacarlo una vez que está suelto en alguien. Mientras que en Estados Unidos el público se había mostrado dividido por la propuesta de un Norman con actitudes heroicas, su nueva desventura es una verdadera atracción. La única forma de experimentarla es subiéndose, aguantando la respiración e intentando no cerrar los ojos en ningún momento.