Por admiración y obviamente porque se fueron antes. Gustavo fue mi amigo y con Claudio tenía buena relación de afecto y respeto mutuo. Me hubiese gustado tener el rigor de Paolillo para escribir e investigar y el talento de Escanlar, pero no se me dio. Son dos periodistas a los que les debo mucho, todos de alguna manera estamos en deuda con ellos. Son dos personalidades que extraño. Además, no es fácil reponer hinchas de Central. Me gustaría tener el coraje de ambos.
¿No lo tiene?
No lo sé. Me gustaría tener el de ellos. Ayer me preguntaban si es difícil opinar en Uruguay. No lo sé, seguramente sea más complicado en México..., pero si vas a hacerlo, decí lo que tenés para decir, con respeto y con convicción.
¿A cuál periodista le pone especial atención?
A varios. Me gusta mucho el español Federico Jiménez Losantos. Hace un estilo de talk radio. Es un hombre de derechas, como dicen en España, un liberal radical. No coincido en todo, pero me resulta extremadamente entretenido. Tiene una mirada más radical que la mía en casi todos los temas.
¿Y del medio local?
Sigo mucho a Leonardo Haberkorn, pero no quiero ser injusto con ningún colega.
La pregunta iba por cómo ve el periodismo hoy.
Creo que últimamente se está pateando más el avispero, que es de lo que se trata el periodismo. No es por jugar al enfant terrible, pero si el periodista no sacude el panal, básicamente es un zángano de la colmena. Es una abejita más trabajando para la reina. Es connatural al periodismo causar revuelo, si no, no lo es.
¿Cuál fue la mejor época para los periodistas?
Para mí, nunca hubo mejor época o más sencilla que la actual. Por el desarrollo de mi profesión estoy en un lugar más confortable que hace 10 o 20 años.
¿Y con respecto al acceso a la información?
No hubo mejor período que el actual.
¿Incluso mejor que durante la presidencia de Jorge Batlle, tan bien recordada por algunos periodistas?
Mucho mejor. Básicamente, por la formidable cantidad de acceso que tenemos. Antes la información era poder; hoy es un commodity que no tiene valor como primicia. Cualquiera accede a la información con un teléfono inteligente.
Actualmente enfrentamos el problema inverso: o el ciudadano no tiene la capacidad para procesar la información o no puede discernir si la data es veraz o falsa. Hoy es necesario decirle a la gente: “No, no crea en eso. Lo que leyó es falso”. El problema es que el público no acepta fácilmente que fue engañado.
¿Tiene un pasado socialista?
Estuve afiliado al Partido Socialista.
¿Cuándo dio un giro?
Tiene un componente de giro y de continuidad. Siento que estoy en la misma búsqueda desde que me reconozco como una persona con vida social. En mi generación, a los 15 años, si te interesaba, ya estabas metido en temas sociales y políticos. Mi continuidad es en la búsqueda de la libertad, en el sentido más amplio, del individuo operando con autonomía sobre su propia vida y la lucha contra la injusticia de cualquier tipo, es decir, el abuso de poder en todos los terrenos, a través de la asistencia y la solidaridad. Esos son y fueron mis ejes, que entiendo son los únicos dignos en los que se deben ocupar los seres humanos en su vida pública.
Pero, entonces, ¿su cambio cuándo se dio?
La base de mi formación es la versión humanista y cristiana y eso en 1970 coincidía con la izquierda. Luego se convirtió en la lucha contra la dictadura, que fue un tiempo fermental para mí porque veía cosas inadmisibles, como la tiranía, la censura o la falta de libertad política. Con la vuelta a la democracia tuve claro que lo que sufrí no quiero que nadie en ninguna parte del mundo lo viva. Me resulta inaceptable la versión de que en determinado país la gente no tiene libertad política pero tiene acceso a determinados servicios. En el fondo es un engaño, no es una cosa ni la otra. Estás sometiendo a un poder que tienen un puñado de personas que la pasan mejor con el pretexto de que hay que obedecer al que les da de comer. El mundo comunista siempre me resultó abyecto.
No es una cuestión partidaria, entonces. En el caso hipotético de que el Partido Nacional asuma el gobierno en 2020, ¿sería un periodista de oposición?
Cuidado, que yo no soy un periodista de oposición. Pero sí, obviamente, hacer periodismo sin cuestionar al poder no tiene sentido. Se supone que se debe investigar más a quien tiene mayor poder que a los otros. Cuando digo “poder” me refiero al elenco de gobierno, los empresarios, los sindicatos; a todo aquel que tenga una cuota de poder en cualquier ámbito. Si cambia el elenco de gobierno, tendré en la mira al nuevo. El partido que lo ocupa es anecdótico. La gente que está en el gobierno maneja tu dinero y tu libertad, dos buenas razones para tenerlos bajo foco.
En el libro menciono propuestas del oficialismo que apoyé, algunas de ellas casi en soledad, como defender la iniciativa de Mújica de traer presos de Guantánamo cuando buena parte del Frente Amplio no quería ni mencionarlo. Escribí sobre la despenalización de la marihuana mucho antes de que la izquierda tomara esa bandera.
¿Y por qué a veces parece un periodista de oposición?
Yo no nací en 2005. Empecé a trabajar en 1981, en dictadura. Luego vino el gobierno de Sanguinetti y criticamos junto con otros periodistas lo que se expresaba en ese momento, las ideas dominantes. Luego, con Lacalle ocurrió igual. Es fruto de la coincidencia. Volví a hacer periodismo radial y escrito en 2001 y 2004, respectivamente, justo cuando el Frente se acercaba al poder. Mi crítica es hacia las ideas que están en el tapete.
¿Cómo ve a la oposición?
Son muchas oposiciones. No funciona como una entidad. Tienen estrategias distintas, miradas diferentes, ideologías dispares. Hacen lo que pueden en un país donde se da un hecho infrecuente en Uruguay y el mundo: por tres períodos el mismo partido tiene mayoría absoluta. La oposición tiene un rol relegado, por ejemplo, en los medios de comunicación. Muchas veces me lo reprochan: “¿Por qué solo entrevistan a personas del Frente Amplio?”. Porque todos los ministros son frenteamplistas, y todo el Poder Ejecutivo y todos los entes autónomos. La ciudadania les dio ese respaldo. Y también se da relevancia a denuncias de los opositores porque funcionan como contralor del gobierno.
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¿No está de acuerdo con aquellos que sugieren que la oposición es tibia?
No, no es tibia. En algunas cosas fue muy dura, como las denuncias de Ancap o las investigaciones de ASSE. Acá hay un gran partido de oposición que es el Partido Nacional; luego está lo que queda del Partido Colorado, que es una lágrima, el Partido Independiente, que es pequeñísimo, el Partido de la Gente, incierto, porque todavía no tuvo su primera expresión electoral y le costó conformarse como bancada. Lo que haga el Partido Nacional es fundamental para ver cuál es la jerarquía de la oposición. A mí me parece que fue prisionero de la estrategia de sus principales dirigentes en cómo alcanzar la candidatura presidencial en las próximas elecciones y se perdió de pelear batallas importantes. Les falta una mirada estratégica. En el Frente Amplio, aun con sus contradicciones y sus choques internos, hay quienes tienen una mirada estratégica.
¿Quiénes son?
Los grupos más ideológicos o de cariz más revolucionario, los que alientan el Foro de San Pablo, tienen un sentido estratégico. Alguien podrá decir: “Pero luego en las urnas los sectores moderados votan mejor”. Está bien, pero ellos no tienen una visión estratégica: son pragmáticos, responsables, quieren transformaciones progresistas y no tienen una mirada revolucionaria y radical. Cuando llegan las importantes a veces ganan y a veces pierden. Sin embargo, los grupos más revolucionarios tienen en términos electorales un poder reducido pero por formar parte del partido de gobierno que ostenta la mayoría parlamentaria tienen un poder extremadamente grande. Así aparecen cosas que afectan la vida de todos los ciudadanos y no es solo lo que digan que ocurre en Venezuela...
Según mediciones de Grupo Radar, en 2016 fue el uruguayo más influyente en redes sociales. ¿Por qué le presta tanta atención?
En realidad, le presto tiempo. En la medida de lo posible trato de responder a todos o bloquearlos. La idea de que las redes sociales son un ágora es razonable pero la veo desacertada. Es una plaza de cualquier ciudad donde cada uno va y grita lo que quiere. No hay ningún tipo de jerarquía ni tiende a ello. El que vocifera más fuerte es al que más se le oye la voz. Inevitablemente, es un ámbito donde se genera repercusión social y es posible exponer tus puntos de vista. Además, tiene un valor de marketing personal.
¿Por qué estar ahí?
Supongamos que un 30% de los uruguayos consultan las redes sociales. No existe ningún otro medio en el que esté esa cantidad de personas en un mismo lugar. Ni en un canal de televisión, diario o radio. No lo hay. No hay otra manera para llegarle a tanta gente. Para eso es necesario lidiar con 25 plataformas diferentes que si quieren te dan cabida o no, reproducen parte de lo que dijiste o te hacen decir lo contrario. En una red social eso no ocurre. Uno puede decir lo que quiera y obviamente te pueden decir lo quieran; es como una especie de gigantesco ring donde cada uno trompea y se cubre como puede. Pero ahí está el campeón del mundo, está el tullido y el pacifista, cada uno tratando de hacer lo que puede.
Fue presidente de Central Español. ¿Cómo ve lo que ocurre en la AUF?
Lo de la AUF no me llama la atención, lamentablemente.
¿Dejó la presidencia de Central Español para no volver?
No es para mí. No es un ambiente al cual valga la pena dedicarle mi tiempo. Cuando la gente piensa en el fútbol se imagina algo distinto a lo que son equipos puertas adentro. Algo de eso, muy poquito, estamos viviendo en este episodio. No me sé manejar con algunos códigos y preferí decir: “Muchachos, soy el que está de más”. Hay cosas que no sé y que no estoy dispuesto a aprender. Hay gente honesta y desinteresada que hace un trabajo muy bueno en Central o en cualquier cuadro, pero no me sentía cómodo en ese ambiente.
¿Qué opina sobre el rol que tomaron algunos periodistas, como Julio Ríos?
Ahí no hay dos visiones posibles. La opinión que consigue el periodista es para dársela al público. Si se tiene acceso a información para perjudicar o beneficiar a alguien en un espacio público o periodístico se está haciendo de operador, se presta para una operación que es exactamente lo contrario al periodismo. No puede haber una conducta más antiperiodística que esa.
¿Cree que Mujica va a ser candidato en las próximas elecciones?
Espero que no, pero no lo descarto. Con Mujica no se puede descartar ni eso ni lo contrario nunca, sobre nada. Sería una pésima señal para todos. Capaz los opositores lo celebrarían. Pienso que como señal para el Frente Amplio y el sistema político no sería bueno.
¿Por qué el Partido Independiente no crece de manera significativa?
Porque es una parroquia. Tuvo problemas de posicionamiento y nunca pudo superar el umbral crítico de visibilidad a pesar de que tiene tres diputados y un senador. Parecería que siempre está por romper. Conozco a Pablo (Mieres) desde el liceo, íbamos juntos a distintas parroquias y ambos trabajamos en la Pastoral Juvenil hace 40 años. El partido Independiente conserva de su pata democristiana una dimensión parroquial, familiar. Eso en el sistema político quizás es visto como signo de debilidad. Son todos buena gente y parecería que les falta maldad, picardía.
“No me arrepiento” del episodio con Juan Castillo
El año pasado, en entrevista con el secretario general del Partido Comunista Juan Castillo sobre las elecciones en Venezuela, la conversación fue subiendo de tono, usted se enojó y la nota terminó de forma abrupta. ¿Se arrepiente?
No. Siempre tuve muy buena relación con Juan y la sigo teniendo ahora. Fue una situación del momento. Yo estaba enojado y él en una situación vulnerable, pienso. Probablemente, no lo planteé con la suficiente delicadeza. Me parece que es un tema cardinal: más allá del respeto mutuo y el buen trato, tenemos diferencias irreconciliables.
¿Cuáles?
No por él, sino por las ideas que sostiene. Tanto él como su partido (el Comunista) llevan 100 años apoyando dictaduras criminales en el mundo. Eso hace que tengamos una concepción ideológica y filosófica antagónica. Y explotó ese día. Probablemente, yo tenga la responsabilidad porque era el conductor del programa y debí procurar calma. Fue una noche larga y había seguido toda la transmisión de Venezuela. Estaba mal dormido y, además, enojado.
¿Le tocó la fibra como ciudadano?
Como ser humano. Es inevitable que una persona con ideas liberales arriesgue su vida, llegado el caso, por un comunista perseguido; y es inevitable que el comunista en una situación de poder te mande preso o mire para el costado cuando la gente se está matando. Está en su naturaleza. Si fuera al revés, no seríamos quienes somos. Si le preguntás, no te va a decir: “Sí, yo apoyo dictaduras criminales”. Cree que lo que pasa en Venezuela no lo es. Hace 100 años que las reconocen después que caen, nunca antes. Hay que leer lo que escribió Lenin, Marx y Trotsky para darse cuenta de que eso estaba presente en 1917, no es un accidente del chavismo.