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    Familias con varios integrantes adictos a la cocaína tienen una predisposición genética a caer en consumo abusivo de la sustancia

    Investigadores prueban que existe una relación estrecha entre la memoria de consumo y el sistema de recompensa que se desencadena en el cerebro

    Agua bien caliente y unas cuatro o cinco hojas de la planta es todo lo que se necesita para preparar el “mate de coca”, una bebida tradicional de la región andina, vinculada con el legado de culturas prehispánicas.

    Los casos de personas adictas a esta infusión son muy poco frecuentes, casi extraños, porque su poder adictivo es muy bajo, comparable al de refrescos como la Coca-Cola. En cambio, inhalar cocaína, que tiene como uno de sus principales componentes a la hoja de coca, posee un poder adictivo mucho mayor y produce efectos y consecuencias totalmente distintas.

    La cocaína hace aumentar en gran medida los niveles de dopamina, sustancia que produce la sensación de satisfacción en el cerebro. Mientras algunas personas logran obtener esta recompensa en la vida cotidiana, con la comida u otras actividades, hay gente que nace con menos receptores de dopamina y recurre a las drogas para saciar esa carencia de manera no consciente.

    David Schlyer, doctor en química y especialista en imagenología y química de radiotrazadores, se ha dedicado a examinar los mecanismos que se desencadenan en el cerebro de un adicto.

    Para analizar lo que ocurre en el cerebro, Schlyer utiliza imágenes de resonancia magnética y Tomografías por Emisión de Positrones (PET). Así busca entender el funcionamiento de los receptores de dopamina como un primer paso hacia un posible tratamiento sobre las adicciones.

    El investigador presentó los resultados de sus últimos trabajos durante la Segunda Conferencia Internacional de Imagenología Molecular organizada por el Centro Uruguayo de Imagenología Molecular (Cudim), que se realizó en abril en Montevideo, frente a un auditorio de científicos latinoamericanos, norteamericanos y europeos.

    El investigador dirige el Departamento de Biociencias en el Departamento de Energía del Laboratorio Nacional de Brookhaven de Estados Unidos, con sede en Nueva York. Schlyer y su equipo trabajan en radiobiología y biología computacional, entre otras líneas de investigación. También cuentan con tecnología para el desarrollo de fármacos y estudios de neuroimágenes. Además, desde allí operan el Laboratorio de Radiación Espacial de la NASA.

    A continuación un resumen de la entrevista que David Schlyer mantuvo con Búsqueda.

    —Hay adictos a la cocaína que tienen menos receptores de dopamina en el cerebro que el resto de la población. ¿Recurren a la droga para suplir esta falta sin ser conscientes de esto?

    —Sí, esa es a grandes rasgos la idea. Cuando las personas que tienen un bajo número de receptores de dopamina realizan actividades cotidianas, no sienten el mismo nivel de recompensa, de satisfacción que otros. Otras personas pueden sentir eso al comer, por ejemplo, pero estos adictos a la cocaína con bajo nivel de receptores no sienten el efecto de la recompensa. Necesitan estímulos más potentes para lograr esta satisfacción y recurren a las drogas para incrementar el nivel de dopamina en el cerebro.

    —¿Nacen con esta deficiencia?

    —Esto es lo que parecen indicar las investigaciones realizadas hasta el momento. Hay gente que tiene un nivel más bajo de dopamina, aunque no todos son adictos. No hay duda de que existe una predisposición genética a la adicción, pero hay formas de evitar caer en las drogas. El ambiente en el que crece la persona también juega un rol muy importante.

    —¿Las personas que tienen un bajo nivel de dopamina y se vuelven adictas a la cocaína pueden desarrollar una adicción más fuerte que las otras?

    —Hay que ver la forma en que la gente toma la cocaína, porque es muy distinto cómo afecta al cerebro. Es muy extraño ver que alguien se haga adicto cuando toma té de coca , muy frecuente en países como Bolivia y Perú.

    El té de coca se absorbe tan gradualmente que el organismo se adapta a esta ingesta. En cambio, inhalar la cocaína produce efectos totalmente distintos porque alcanza al cerebro más rápido. Y llega aún más directo cuando se fuma. La sustancia en este caso es conocida como “crack” y es la forma de consumo más adictiva.

    Si una persona se vuelve adicta al té de coca, esta adicción no es intensa y se parece al adicto a la Coca-Cola. En cambio, la gente que es intensamente adicta a la cocaína hace de todo para conseguirla, incluso puede llegar a vender todo lo que tiene.

    Observamos y estudiamos el cerebro de adictos a la cocaína y analizamos cómo su cerebro cambiaba cuando dejaban la droga por un largo período. Tuvimos dificultades para reclutar a la gente; ocurrió que de un grupo de diez personas solo uno o dos cumplían los cuatro meses del estudio sin consumo. Hay un gran grupo de gente que pese a estar bajo tratamiento no logra cortar la adicción.

    —¿Qué resultados obtuvieron tras estudiar a familias que tenían la predisposición genética?

    —Estudiamos a familias con predisposición a la adicción a la cocaína y vimos que tenían un bajo nivel de receptores de dopamina en el cerebro. Estaba en la familia pero algunos desarrollaron la adicción y otros no. Es un misterio que todavía tenemos que resolver. Como mencionaba antes, puede incidir el ambiente y el entorno social que tenga cada persona.

    Estamos estudiando también a familias alcohólicas. Porque hay familias en las que los padres son adictos y algunos de sus hijos también. Ellos pueden llegar a tener la misma composición química en el cerebro, pero algunos hijos se hacen adictos y otros no.

    Tal vez haya algún tipo de sustitución de producto con el cual sacian este nivel de recompensa. En vez de con el alcohol sea con el chocolate, por ejemplo. Ya tenemos muchísimos voluntarios para hacer este estudio.

    —¿Qué rol juega la memoria en la adicción?

    —La memoria de la satisfacción que le produce la cocaína a estos adictos está tan ligada al sistema de recompensa en el cerebro, que cuando un adicto mira un video de una persona que consume, hay una respuesta grande en el cerebro y siente una fuerte necesidad de consumir.

    Les mostramos la película y volvieron los sentimientos intensos. Esto prueba que hay una relación estrecha entre la memoria de consumo y el sistema de recompensa a nivel cerebral.

    —La satisfacción obtenida luego de consumir se debe al incremento de los niveles de dopamina en el cerebro. ¿Qué tan distintos son estos niveles en un adicto a la comida con respecto a uno adicto al tabaco o a la cocaína ?

    —El mecanismo es el mismo pero el nivel es muy distinto. Vemos que en los adictos a la comida, al alimentarse incrementaban sus niveles de dopamina 1,5 veces. Suben solo un poco. En el caso de las drogas como la cocaína o en general las anfetaminas, el nivel de dopamina aumenta 1.000 veces su valor original.

    Fumar es similar: incrementa también muchísimo los niveles de dopamina en el cerebro, pero mediante un mecanismo un poco distinto al de las anfetaminas.

    —¿Entonces la solución para lograr un tratamiento exitoso para salir de las drogas puede ser controlar los niveles de dopamina en el cerebro?

    —Es lo ideal. Ya hemos hecho pruebas con ratones y hay científicos que lo han estudiado para Parkinson, una enfermedad que también es el resultado de bajos niveles de receptores de dopamina, lo que afecta el sistema de movimiento. Han intentado implantar receptores de dopamina pero estos se degradan en seguida.

    Si pudiéramos hacer con seres humanos lo que pudimos lograr en ratones, que fue introducir un Adenovirus que tiene los receptores de dopamina, y que se quede y no se degrade en una semana, puede ser un gran logro.

    —¿Hacia dónde apuntan a futuro las investigaciones en esta línea dentro del Laboratorio Nacional de Brookhaven?

    —Nuestra investigación está tratando de entender este mecanismo de los receptores de dopamina, es bastante básica. Pero esperamos que el conocimiento que estamos adquiriendo al entender cómo funcionan pueda ser trasladado a la clínica a futuro, que pueda dar el paso a este otro nivel. El objetivo es que los médicos puedan tomar esta información para incrementar los niveles de receptores de dopamina e incrementar la señal de recompensa.

    Salud y Ciencia
    2013-04-18T00:00:00