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    Los libros, tan campantes

    N° 1969 - 17 al 23 de Mayo de 2018

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    Los libros reales están de vuelta. La Asociación de Editores de Estados Unidos (AAP por su sigla en inglés) informó estos días que aumentó sus ganancias en 2017, debido en gran parte a un incremento de 3% en los ingresos por libros para adultos.
    De eso habla la española María Dueñas, a quien entrevistamos en este número. La autora de El tiempo entre costuras dice que cuando entró en este mundo todo era apocalíptico —“es el fin de la novela”, “el fin del libro en papel”, “todo va a ser digital”, “ya la gente no quiere ficción”— pero, asegura, “van pasando los años y seguimos escribiendo y vendiendo novelas”.

    También sabemos que hay un cansancio de las pantallas y que los jóvenes prefieren leer más libros físicos que ebooks. En una encuesta la respuesta a sus razones de lectores de entre 16 y 24 años fue: “Me gusta tenerlo en las manos”. Hay fenómenos que no hubiésemos sospechado hace unos años: hay un pequeño boom de la poesía entre los jóvenes, que consumen a través de Internet, pero después quieren tener el libro físico. Muchos nativos digitales siguen por ejemplo a una joven poeta en Instagram y después compran el libro en papel. Dijo una editora de Simon & Schuster: “Quieren tener algo que los conecte con la persona que les cae bien online y también quieren poder prestarlo”.

    El Kindle de Amazon cumplió 10 años. Si bien ha solucionado la vida y a mucha gente le resulta práctico, en Estados Unidos las ventas de libros electrónicos bajaron 17%. Mientras, los audiobooks crecen de forma sostenida, con un aumento de 29,7% respecto a 2016. Este es el quinto año consecutivo de crecimiento a un ritmo de dos dígitos para este formato, con ingresos que casi triplican lo que era en 2012.

    En el Primer Mundo también se da que las ediciones son cada vez más atractivas, en su papel, en el diseño de tapa.

    El futuro de la industria se parece mucho al pasado, dice una nota del Wall Street Journal titulada Las editoriales vuelven a lo básico. En Uruguay, las ediciones, en su mayoría, siguen siendo pobres en su diseño. No se invierte en pagar a buenos diseñadores gráficos y por eso las tapas son, tristemente, vintage, sin querer serlo.

    Pero, si se trata de volver a lo básico, a lo fundamental, en Uruguay los libros gozan de buena salud. El año pasado, dos de ellos fueron noticia: uno terminó como prueba en un juzgado, el de María Urruzola sobre Fernández Huidobro; el de Patricia Madrid y Viviana Ruggiero sobre Sendic provocó que el involucrado amenazara con llevar a las autoras a juicio (por la biografía de Jorge Batlle el periodista de galería Bernardo Wolloch ganó el Bartolomé Revelación y acaba de publicarse la 4ª edición).
    Hay otros tantos títulos en proceso o por publicarse. Estos días leí con interés El infidente, de Raúl Ronzoni, que pone fin a la larga acusación a Jorge Batlle y dice que la fuente fue Felisberto Carámbula. Tengo en la mesa de luz el de Sergio Israel, compañero de Búsqueda, que fue noticia porque allí aparece que Tabaré Vázquez dijo que Mujica le traspasó el gobierno en 2015 en peores condiciones que Jorge Batlle en 2005.

    El episodio de la infidencia ocurrió exactamente hace 50 años, cuando se publicó la nota de BP Color en la edición del domingo 28 de abril de 1968. Quién fue el informante de esa nota fue el secreto mejor guardado (mejor que la identidad de Garganta Profunda de Watergate, según me comentaba, con razón, Daniel Gianelli). Después, los periodistas de BP Color tuvieron que comparecer ante el Senado, ante la Justicia penal y en el 73, ante los militares, que no pudieron probar nada. Manuel Díaz Romeu dictó un pronunciamiento, el primero en la historia de Uruguay, reconociendo el derecho de los periodistas a mantener el secreto de sus fuentes. A partir de ese fallo eso nunca fue discutido en tiempos de democracia.

    Hay quien puede pensar ¿qué importa la infidencia, que ocurrió hace 50 años? Importa, sí. El semanario comunista Carta hasta 1999 siguió enchastrando a Batlle con ese tema. Para los allegados a Batlle, la publicación de este libro ha sido un alivio. Tardío, pero un alivio al fin. Además, el libro plantea buenas preguntas: “¿En el juego político vale todo?”. Es un precioso retrato el que hace Ronzoni del periodista Alberto Astesiano, el que consiguió esa primicia histórica de que el dólar estaría a 250 pesos. Era este hombre uno de esos colegas campechanos, de los que conversan en bares con sus fuentes y anotan en servilletas medio desprolijas. Allí aparece el relato de ese sábado 27 de abril, cuando Astesiano, que estaba bastante gordo en ese momento, sudando, subía y bajaba de un 104 para ir de mañana a Suárez y Reyes a escuchar todo lo que pudo en una reunión del gabinete, después a Casa de Gobierno y de ahí caminando, a las 3 de la tarde, hasta el desaparecido café Rex en 18 de Julio a juntarse con su Garganta Profunda. Después hizo guardia cerca del apartamento de Enrique Iglesias en la calle Ellauri para volver a subir corriendo las escaleras de BP Color, en San José y Paraguay, gritando: “Tengo la papa, tengo la papa”.

    Entonces, larga vida a los libros y a los buenos periodistas.