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    Científicos del Clemente Estable estudian comportamientos agresivos

    El grupo de la Unidad Bases Neurales de la Conducta investiga peces eléctricos en aguas uruguayas que son violentos y tienen mecanismos en su sistema nervioso similares a los de los humanos

    En medio de una oscuridad absoluta un conflicto está planteado y se podría resolver con violencia. Ellos se miden a la distancia como intentando evaluar: ¿es más grande que yo? ¿Más pesado? ¿Tendrá más fuerza? ¿Ganaré la pelea?

    Si uno fuera pequeñito y liviano y el otro grande y pesado seguro no llegaban a enfrentarse. El chico razonaría que en inferioridad de condiciones lo mejor sería evitar la violencia y asumir que perdió.

    Pero ese no es el caso, ambos son visiblemente parejos de tamaño y lo saben. Por eso se animan y de pronto comienzan a luchar. La pelea es violenta, con fuertes golpes en la cabeza. Una, dos, tres y cuatro veces se mueven enérgicamente en el recinto. De pronto cesa la lucha y uno comienza a escapar del otro. Está claro, hay un ganador. El perdedor intenta evadir los golpes del vencedor, que intenta unas pocas veces más agredirlo.

    Esta pelea no se dio entre humanos, sino entre dos peces dentro de una pequeña pecera de vidrio frente a un grupo de científicos que observaron, midieron y grabaron todos los movimientos en un laboratorio del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE).

    Entre peces y humanos, ambos vertebrados, hay mucho en común. “Tienen ancestros comunes en la historia evolutiva y mecanismos que se conservan”, dijo a Búsqueda Ana Silva, profesora adjunta del Laboratorio de Neurociencias de la Facultad de Ciencias e investigadora asociada grado cuatro del IIBCE. La profesional, junto con su equipo de la Unidad Bases Neurales de la Conducta (UBNC) integrado por ocho personas, está estudiando el comportamiento agresivo de peces eléctricos que habitan en lagunas y arroyos uruguayos y presentan un mecanismo de lucha controlado por el sistema nervioso, que comparte características con lo que ocurre en los seres humanos.

    “A nivel del sistema nervioso central hay unas redes de neuronas que se ponen en juego y nosotros hemos decidido estudiarlas en peces eléctricos porque son un ejemplo claro de agresión”, comentó Silva.

    Los peces “se miden unos a los otros, toman decisiones” y postergan entrar en una fase agresiva si están en inferioridad de condiciones físicas. “Ese poder de evaluación en un momento dado indica que los pececitos están tomando decisiones. ¿Qué será lo que dentro del cerebro, en el escenario neuroendocrino, les lleva a tomar esa decisión con mecanismos tan parecidos a los nuestros?”, cuestionó Silva.

    La pelea entre peces, al igual que entre humanos y otros vertebrados, cumple las reglas de la “conducta agonística”: dos individuos de una misma especie que luchan por un recurso y para resolver un conflicto muchas veces recurren a fases agresivas. En los peces eléctricos estudiados son “ataques en la cabeza, hay mordidas reales, empujones, señales eléctricas de amedrentamiento y al final la sumisión del individuo que se retira. Este apaga su descarga eléctrica, hace una ‘desaparición eléctrica’ en medio de una oscuridad absoluta”, detalló Silva.

    En el caso de los peces estudiados, pelean por territorio, ya que son solitarios y buscan dominar toda un área para sí mismos. Si no lo consiguen los grandes imponiéndose sobre los más pequeños, entablan violentas luchas. En otras especies las peleas pueden ser por otros diversos motivos.

    Uruguayos.

    Los peces eléctricos son de agua dulce y habitan en numerosas lagunas y arroyos en todo Uruguay. El Gymnotus omarorum es un pez del tipo “morena” o “morenita”, de hábitos nocturnos. Su nombre, omarorum, es debido a los dos científicos uruguayos (Omar Macadar y Omar Trujillo Cenoz) que descubrieron la existencia de estos peces de comportamiento agresivo, que emiten descargas eléctricas en aguas uruguayas. Los adultos miden entre 15 y 30 centímetros.

    Para registrar el ambiente emiten estas descargas. Reciben información en función de cómo se distorsiona a su alrededor y regresa la señal. Es “como un lenguaje, una vocalización eléctrica”, porque no tienen la visión desarrollada, dijo Silva. Cuando pelean y emiten estas señales, los científicos los pueden medir y con un sensor conectado a un parlante, escucharlos. Además, los filman y observan con una cámara infrarroja, ya que las luchas son nocturnas. “Son vocalizaciones eléctricas muy medibles y cuantificables sin interferir con el animal”, agregó Silva.

    “Nuestro grupo de trabajo estudia conductas naturales de los animales y estrategias que surgieron espontáneamente y quedaron aseguradas en la evolución. No son animales de experimentación genéticamente modificados para presentar características agresivas. Estos peces presentan naturalmente este comportamiento y se los extrae de su ambiente natural para realizar los estudios”, explicó Silva. Además, el grupo también realiza investigaciones en su ambiente natural (ver recuadro).

    Sexo.

    Ya son numerosas las investigaciones científicas que concluyen en distintas especies que las hormonas masculinas están relacionadas con la agresión y que son los machos los más violentos. De hecho, la castración de un animal macho lo hace menos combativo.

    “Tiene una base científica muy fuerte y unos mecanismos neuroendocrinos conocidos. Esto es el dogma”, dijo Silva. “Qué interesante”, agregó, encontrar animales en los que esto no se cumple, una especie en la que los machos y las hembras sean agresivos por igual, que los machos —castrados o no— luchen de la misma forma, es decir, una especie en la que este ‘dogma’ que asocia la violencia al sexo no se cumpla y que luchen por otros motivos.

    Este es precisamente el hallazgo al que llegaron los científicos del Clemente Estable al estudiar los peces eléctricos uruguayos. De hecho, el domingo 29 comienza en Córdoba, Argentina, la reunión internacional “Bases Neurales de la Conducta”, en donde los investigadores van a presentar los resultados de su último trabajo. Concluyen que aun los peces a los que se les retiraron las gónadas siguen luchando de igual manera con descargas eléctricas por dominar territorios.

    “La agresión es casi exacta que en individuos castrados. Lo logramos probar. Nadie había podido caracterizar una agresión no relacionada con la reproducción en peces. Definitivamente, hay que prestarle atención a este modelo de peces eléctricos. Pensamos que vamos a poder aportar al poder entender estos comportamientos agresivos que no se dan por los mecanismos que describe el dogma. Ahora vamos a estudiar qué mecanismos están actuando acá”, comentó Silva. La observación de estos peces eléctricos comenzó en Uruguay en la década de 1980.

    Edición 1732
    2013-09-26T00:00:00