Dice que cuando empezó a cantar era un extraterrestre para los brasileños. Y sabe muy bien lo que su apariencia provoca, aún hoy, en 2015. Pese a la globalización, asegura que la sociedad de su país ha retrocedido en su apertura mental y que Brasil es hoy un país mucho más conservador que antes. A los 73 años, Ney de Sousa Pereira, el artista conocido como Ney Matogrosso, se mantiene fiel a sí mismo y continúa una obra artística única en Latinoamérica, que se situó desde el vamos a la vanguardia de la transgresión y corrió continuamente sus límites. Enfrentarse a una dictadura militar como un travesti andrógino y a su vez asexuado, con una voz aguda como la de una mujer, al frente de un producto artístico tan trascendente como Secos & Molhados, sigue siendo un prodigio de arrojo artístico. Combinando la sólida tradición musical brasileña con la potencia del rock and roll, el discurso libertario, la reivindicación de la homosexualidad antes que la mayoría, Ney hizo de su estética un arma capaz de volar cabezas, por miles, como intérprete de los próceres de la MPB y como compositor. Volver al disco Secos & Molhados, de 1973, sigue siendo una experiencia tan estimulante como escuchar Transa de Caetano Veloso o lo que hacían por esos días Paul McCartney, Neil Young o David Bowie. Más de 40 años después, Matogrosso llegará al Auditorio Nacional del Sodre el jueves 5 de febrero para presentar su último disco, Atento Aos Sinais (Som Livre, 2013), basado en composiciones propias con algunas versiones como Rua da Passagem, de Lenine, Pronomes, de Beto Boing y Paulo Passos, y Samba do Blackberry, de Rafael Rocha. La puesta en escena, presentada en todo Brasil y varias ciudades de Portugal, integra música, luces, decorados y coreografías, y permite al músico y performer hacer gala de su admirable condición física y vocal. En entrevista con Búsqueda, Matogrosso adelantó que en Montevideo no habrá lugar para los hitos como Rosa de Hiroshima y Homem com H: “Haremos el nuevo disco completo, tal cual lo hicimos en Brasil. Quien venga por los clásicos, no tendrá suerte”. Desde su casa en Río de Janeiro dijo que Uruguay le parece “el país más de avanzada de América Latina” y se mostró feliz de cantar en Montevideo por primera vez. “Siempre pensaba que tenía que cantar allí. Había estado cerca, en un casino (hotel Conrad), pero no es lo mismo”.
—Viene a presentar un espectáculo estrenado en 2013. Cuando recién había grabado este disco, en pleno auge de las protestas de ese año, usted dijo en una entrevista televisiva que por fin la gente se daba cuenta de que puede llegar a cambiar la realidad con su accionar. ¿Cómo ve a Brasil hoy, un año y medio después?
—Muy extrañamente llegamos a la reelección de la misma presidenta. Muchos de los que estaban en las manifestaciones eran los propios policías, que iniciaron el desorden. Entonces la población empezó a descreer de la protesta como tal, y a temer mucho la violencia. Y finalmente quedó todo igual. Hoy parece que nunca existió la manifestación. Es algo muy extraño, no puedo comprenderlo ni explicarlo.
—Exacto, como si no hubiera pasado nada. En un momento las autoridades reaccionaron, parecía que se encaminaban en una dirección acorde con lo que la población pedía, pero no aconteció nada de eso.
—Pero el Brasil de hoy parece bastante diferente y más evolucionado que el de 1971, cuando usted se bautizó Ney Matogrosso.
—Sí, pero yo miro Brasil hoy y percibo que retrocedió. Caminó para atrás en términos de apertura mental y comportamiento. Las nuevas generaciones son absolutamente más conservadoras. Es impresionante.
—¿Es un asunto de toda su vida el de vencer los acartonamientos y que las personas se muestren tal como son?
—Así es. Los estudiantes no dicen más nada. Ahora están bancados por el PT. ¿Dónde están las personas que piensan? No hay más pensamiento crítico.
—¿Atento as Sinais habla de esto?
—Mira, en la apertura del show, tres músicas se refieren a ello. Pero este espectáculo se había iniciado cuatro meses antes de las protestas. Parece que hubiera tenido una premonición, porque hablé de sucesos que no estaban pasando aún.
—¿Cómo surgió la música como su herramienta de expresión y de hacer arte?
—Mira, yo empecé a cantar a los siete años en un parque de diversiones que estaba cerca de mi casa. En aquel momento creía que quería ser cantante. Pero después me olvidé. Comencé a hacer mi vida de varias maneras, al margen de la sociedad, porque yo pensaba que era muy hipócrita y mentirosa. No me interesaba vivir en ella. Continué con el arte haciendo teatro, en obras musicales en las que tenía que cantar, bailar, cambiar de vestuario y de personajes, sin saber que ese era mi destino, hasta que fui invitado a formar parte de Secos & Molhados.
—¿Qué importancia tuvo el cine en su construcción como artista?
—Al principio, mi formación musical fue la radio brasileña, en los años 50 y 60. Y luego el cine, especialmente el cine italiano, francés, español y mexicano. Los grandes directores como Pasolini y Fellini. De Pasolini siempre esperaba cada trabajo.
—¿Siempre quiso unir su vida artística a su vida cotidiana, personal, íntima?
—Mira, yo soy una persona que defiende algunas ideas de libertad, acerca de nuestros derechos. Siempre coloqué esas ideas en mi trabajo, que las personas tienen derecho a vivir la vida que quieran, a hacer lo que les plazca con ellas, y que el Estado no tiene derecho de interferir en la vida de las personas. Ni las iglesias, ni ninguna otra organización.
—¿Eso sucede en Brasil?
—Ahora las iglesias llegaron al poder. Están en Brasilia con los partidos políticos. Son socios. No solo la Iglesia católica sino todas las otras, las evangélicas y afines. Y eso es malo, porque Brasil es un país que en su Constitución se dice laico. Se suponía que era gobierno para allá y religión para acá, pero eso no es lo que acontece, y resulta en un pensamiento muy retrógrado. Es el camino contrario a tener más libertad de expresión y todas las libertades.
—¿Qué opina de aperturas como la legalización de la marihuana en Uruguay o del matrimonio homosexual en varios países?
—Creo que ese es el modo moderno, el que estamos perdiendo en Brasil. Las cosas cambian y no podemos seguir estacionados en el pensamiento. Y Brasil, por más que se diga liberal no lo es, por increíble que parezca. En ese sentido ¡Uruguay da banho! (sic). Para nosotros que lo miramos de afuera Uruguay parece el país más de avanzada de América Latina.
—¿Tiene previsto visitar o entrevistarse con alguna de las organizaciones uruguayas que trabajan en esas áreas?
—No tendré tiempo, lamentablemente.
—¿Cómo mantiene en buena forma la herramienta vocal y la condición física?
—Por mi voz no hago nada (ríe). Por mi cuerpo hago diariamente ejercicios, musculación, caminatas. Entreno de lunes a jueves. Por suerte siempre fui delgado y controlo muy fácilmente mi peso porque no tengo muchos excesos y me gusta mucho comer poco. No soy de los que gustan de sentarse a la mesa y comer hasta reventar. ¡Imagina si yo fuera gordo! (ríe). No podría actuar.
—El vestuario es una herramienta muy importante en su obra.
—Sí, por supuesto. Es parte de mi expresión plástica. No es fácil usar esa ropa tan extravagante. Tengo que estar flaco. A través del vestido también puedo disparar armas. Es parte de un todo, junto al maquillaje y mi actitud. Yo sé lo que mi apariencia causa en la gente en Brasil. Brasil es muy careta (ríe). Quedan muy chocados.
—¿Cómo ha procesado el rechazo a lo largo de su vida?
—Ahora ya no ocurre. Sentí rechazo y cuestionamiento más en la época de Secos y Mojados. Después Brasil se acostumbró a lo que hago. Mira, la única vez que dependí de la opinión de la gente y de la crítica fue en mi primer disco como solista (Água do Céu Pássaro, en cuya portada aparece como una mezcla de fauno, amazona y hombre pájaro y comienza cantando “Soy el hombre de Neanderthal, recogiendo caracoles en la orilla del río”). Fue la peor crítica que tuve en toda mi vida. Pusieron “abajo”, pero sobreviví. Yo pensaba que los mejores críticos brasileños me entenderían, pero dijeron muchas barbaridades. Uno de ellos puso: “Él mismo se define en una canción: ‘Soy quien soy y no soy nadie, una historia ya contada’”. Otro decía que en Barco negro yo “lloraba como una ramera”. Esas eran las críticas de críticos musicales serios. Entonces...
—Después vino Bandido corazón, escrita para usted por Rita Lee, y se puso a la gente en el bolsillo...
—Con Bandido empecé a librarme de la carga de Secos y Mojados y comencé a ser respetado.
—¿La elección de su nombre condicionó su carrera y su forma de presentarse ante Brasil?
—Sí, porque Matogrosso era en aquella época —hoy no lo es más— un lugar del centro-oeste ignorado en Brasil. Allí vivían aún muchas tribus indígenas absolutamente desconocidas. Era una parte del país absolutamente misteriosa. Y mi nombre trazó una imagen muy interesante, una sensibilidad desconocida en ese entonces. Yo era un extraño, un ser extraterrestre para los brasileños.
—¿Y lo sigue siendo?
—Lo sigo siendo, gracias a Dios.
Vida Cultural
2015-01-22T00:00:00
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