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    “Cambiamos la forma de enseñar” o centenares de miles de niños quedarán “sin aprender”, dice el presidente del Ceibal

    Las instituciones de educación privada duplicaron su demanda de la plataforma de aprendizajes CREA, que ya llega al medio millón de usuarios tras la suspensión de las clases

    El Plan Ceibal hoy es “un bote salvavidas” ante la situación de emergencia provocada por el coronavirus, dice Leandro Folgar, su presidente desde el 2 de marzo, en el despacho de la casi desierta sede de la institución ubicada en el Latu.

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    Folgar integra la lista de egresados y docentes de la Universidad Católica (UCU) que tras la victoria de Luis Lacalle Pou desembarcó en el gobierno, con el propio presidente y el ministro de Educación y Cultura (MEC), Pablo da Silveira, a la cabeza.  

    Ceibal, buque insignia de las administraciones del Frente Amplio, emerge así ante la suspensión de las clases por la pandemia como ese “bote salvavidas” para cientos de miles de alumnos, docentes y familias, con “herramientas digitales” que permiten la continuidad de los aprendizajes desde el confinamiento en sus casas.

    Así, por ejemplo, la plataforma educativa CREA —sistema de gestión de contenido educativo del Ceibal— multiplicó por 11 su demanda respecto a 2019 y ayer, miércoles 1º, llegó a medio millón de usuarios. 

    “Nadie estaba preparado para responder a toda esta demanda”, afirma Folgar, magíster en Innovación Tecnología y Educación por la Universidad de Harvard, que al regresar de Estados Unidos se integró como profesor adjunto del Departamento de Educación de la UCU, donde se licenció en Educación, con Da Silveira como docente de carrera.

    A sus 36 años, Folgar, que también dirigió Ibirapitá —empresa privada de recreación educativa que elaboró contenidos para Ceibal— cree que quien haga uso de las mejores tecnologías disponibles estará “más preparado” para encarar el futuro. 

    —El viernes 13, a los 10 días de asumir en el cargo, el gobierno resolvió la suspensión de clases. ¿Cuán preparado estaba Ceibal para esta situación?

    —Había que dar una respuesta ágil, porque todas las miradas apuntaban a nuestra capacidad para no interrumpir los aprendizajes de cientos de miles de alumnos. Lo interesante es que pudimos centralizar una estrategia en acuerdo con la ANEP (Administración Nacional de Educación Pública), que tomó la plataforma CREA como el vehículo fundamental para continuar el contacto con sus estudiantes. Se cuadruplicó la capacidad de servidores, se reorientó al equipo y se hizo una transición muy rápida, con un pasaje masivo hacia la modalidad de educación a distancia.

    —Hubo días en que docentes y alumnos no pudieron acceder a la plataforma. ¿Qué pasó?

    —Sí. Hubo un día de la semana pasada en que la plataforma pudo haber estado sobrecargada. Porque la demanda se multiplicó por 11 respecto a 2019 y hoy ya llega al medio millón. También hubo alguna dificultad con la carga de usuarios de educación media que se resolvió al día siguiente. En medio, recibimos más de 120 solicitudes de centros privados. Toda esta demanda nos da otro mensaje auspicioso: se duplicó el interés privado en nuestros servicios. 

    —También hubo quejas por problemas de conexión y de acceso a los servicios de Ceibal.

    —La plataforma en sí, salvo esas dos situaciones puntuales que le refería, estuvo online y disponible todo el tiempo. Después está la manera de acceder a ella que se hace con conexión a Internet y con un dispositivo terminal. Ahí pudo haber dificultades de otro tipo que escapan en gran medida a nuestras posibilidades. Otra realidad es que al estar cerrados los centros educativos —donde Antel ofrece conectividad gratuita—, puede haber alumnos sin conexión en sus hogares. De todas maneras, he constatado que hay bastante creatividad de parte de los docentes para que lleguen los contenidos hasta que todos puedan acceder a los aprendizajes y la gran mayoría de los estudiantes pueden acceder, mientras resolvemos casos particulares.

    —Decía que algunos docentes se han adaptado a la situación con “mucha creatividad”, pero otros tantos no saben bien qué hacer. ¿Existen directivas claras de acción pedagógica referidas a estas herramientas digitales?

    —En realidad, eso lo estamos trabajando muy de cerca con Robert Silva, y previamente con Wilson Netto, para que la información bajara lo más clara posible. Obviamente esto se da en un momento de transición de autoridades y el sistema tiene su tiempo para hacer llegar la información, pero el mensaje es bastante claro. Nosotros centralizamos todo en el portal de Ceibal: cómo facilitar el acceso con instructivos, las actividades para los estudiantes y el módulo Ceibal en casa, para encarar esta cuarentena voluntaria en un nivel de coordinación sin precedentes con la ANEP, desde donde salen las directivas de la estrategia nacional. Además hay que entender el comportamiento de emergencia: llegó el coronavirus y los sistemas reaccionaron con todo lo que tenían disponible. En Uruguay contamos con una capacidad interesante de respuesta, se armó una estrategia inteligente, y ahora el desafío está en ver cómo actuamos hacia adelante. 

    —¿Qué responde a aquellos docentes que aún se resisten, por ejemplo, a educar a distancia con recursos como los de Ceibal?

    —Obviamente, hay disparidad de opiniones. Las hay, por cuestiones generacionales, de preferencia y hasta por disciplinas. Por eso también apelamos a los colectivos docentes para generar los mejores protocolos posibles para su práctica en un tiempo donde la curva de aprendizaje a distancia mediada por las tecnologías digitales está empinada al máximo y en tiempo récord. Si todos exprimimos la tecnología al máximo, ¿por qué sería distinto para los estudiantes? Lo cierto es que ellos, por más que tengan 15 años y pasen todo el día con el celular, no saben explotar las tecnologías digitales en su favor. 

    —Y esa nueva tarea también es del docente...

    —Sí. Pero para eso no los formamos prácticamente. Ese es un desafío mundial y Uruguay no es excepción; el país tiene que volverse muy ágil en ese sentido, y cuenta con una infraestructura envidiable para hacerlo. Sería un error que, una vez pasada esta crisis, consideremos que esto no es tan necesario. Y esa búsqueda ya es un cambio filosófico, si se quiere. 

    —También hubo resistencia hacia las ceibalitas. ¿Pasará lo mismo con estos cambios?

    —No podemos pensar que la tecnología es toda una entelequia que existe por encima de todo. Pero tecnología en la educación también es el pizarrón, las fichas pedagógicas y la libreta del profesor, que han soportado un sistema durante muchísimo tiempo. Ahora hay otras tecnologías y su redirección hacia la obtención de mejores resultados en las prácticas pedagógicas sigue siendo un desafío para la educación. Después, la resistencia al cambio es humana y a veces toma forma en la idea de que ‘esto no sé para qué es’, o será ‘una moda’, o ‘esto llegó para quedarse’. 

    —Pero la disyuntiva no es entre educación a distancia o presencial… 

    —Si me pregunta qué educación prefiero, responderé que todo: presencial y a distancia. O sea, que estén todas las mejores herramientas disponibles para el mejor aprendizaje de los estudiantes. Para eso, los docentes, actores fundamentales de la educación, deben sentirse cómodos con su uso. Después está la diversidad de las prácticas que es algo propio del siglo XXI, lo que no quiere decir que cada uno haga lo que se le canta, hay nortes claros. Pero esto se hace con los docentes como protagonistas y no a pesar de ellos. El viernes lanzamos un piloto de licencia para usar la videoconferencia en formato de educación en línea, a fin de acompañar a profesores a dar clase en tiempo real, y enseguida recibimos más de 200 solicitudes.    

    —¿Qué pasa con la privacidad de los alumnos cuando se conectan en pantalla desde sus casas?

    —Sin duda, es un tema delicado, porque uno está entrando a sus hogares y, si bien hay software para difuminar el fondo, quizás allí el modelo asincrónico se vuelve más beneficioso, y eso aplica también a muchos docentes.

    —El gobierno marcó una línea de austeridad muy fuerte, ahora agudizada por la emergencia, ¿por dónde ajustará Ceibal?

    —Después de esta situación de crisis no creo que estemos en condiciones de hacer muchos recortes a la educación. Sí haremos los mayores esfuerzos por ser más eficientes. En este momento particular ofrecemos un servicio de muy alta necesidad, y no vamos a cercenar la posibilidad de dar respuesta a grandes poblaciones.

    —De aprobarse la ley de urgente consideración, Ceibal pasará a depender del MEC, ya no de Presidencia. ¿Qué efecto tendrá eso?

    —Si eso se da, y ojalá se dé, no creo que afecte en el ‘código genético’ de Ceibal, en su mandato y manera de operar, pero sí a quien tiene que responder y de qué manera. Tiene sentido que un laboratorio de innovación pedagógica tenga una estrecha vinculación con los actores de la educación.

    —¿Qué cambios en la educación acelera esta pandemia?

    —Nadie estaba preparado para responder a toda esta demanda. Vamos a aprender mucho sobre el sistema educativo una vez que pase toda esta crisis. Pero esta situación evidenció que quienes aprovechen las tecnologías de la mejor manera estarán más preparados para mitigar los efectos negativos de un modelo de educación tradicional. 

    —¿Y cómo imagina al sistema educativo el día después?

    —Ningún sistema educativo tiene que pasar por estas situaciones extremas para acelerar los tiempos de decisión o de cambio. Hoy esto simplemente es: o cambiamos o esto se interrumpe y centenares de miles de niños y adolescentes de todo el país se quedan mañana sin aprender y, aun peor, sin contacto con sus docentes, que son personas muy importantes en sus vidas.