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    “En mi infancia, era el cine de los pobres”

    La historieta en el Uruguay, segundo tomo, de Gabriel Mainero

    Aún recuerda cuando su padre abrió un baúl y le mostró un libro con dibujos coloridos. Era 1939, él tenía dos años y quedó maravillado con aquellas figuras que adquirían vida a medida que su padre leía. “Era la historia de Los tres chanchitos y el lobo feroz, que tiene una moraleja: hay que edificar la vida sobre bases sólidas”, explica Gabriel Mainero, dueño de El Rincón del Coleccionista, una ex ­librería ubicada en Uruguay y Convención dedicada al cómic.

    Hoy el lugar ya no tiene fines comerciales, pero continúa siendo un “refugio” para su propietario y para los amigos y fanáticos del género que lo visitan. “Es mi Paraíso. Aquí tengo mi Torre de los Panoramas, veo la vida pasar por allí”, dice mientras señala por la ventana. A su alrededor, los anaqueles y las mesas hablan de “la otra” vida, la que está en las revistas, en los afiches y en los libros de cómics que Mainero fue coleccionando desde niño. “Esto dentro del mercado de la edición de cómics actual es el 0,00 %”, dice.

    Ahora acaba de publicar, auspiciado por la Fundación Lolita Rubial de Minas, el segundo tomo de La historieta en el Uruguay 1955-2005, un extenso registro de los autores que se dedicaron al género. El primero de los volúmenes lo hizo en coautoría con José Ernesto Costa y abarcaba las historietas que aparecieron entre1890 y1955.

    “En la casa de mi abuela, a la hora de la siesta me escapaba a la pieza de mis tíos que tenían una mesa llena de revistas y las miraba. Aprendí a leer antes de ir a la escuela en aquellos globitos. En mi infancia, era el cine de los pobres”.

    Cuando tenía ocho años, descubrió la revista Patoruzito y poco después Salgari. “Yo, que ya era comerciante, cambié los 10 primeros números por un libro de Tarzán. Aún lloro porque nunca más los pude recuperar”.

    Por esa época descubrió la Feria de Tristán Narvaja. Allí conoció a Ruben, creador años después de la librería de viejo, que tenía un puesto con cajones en la calle Paysandú. Mainero comenzó a trabajar para él. “Yo tenía que vigilar que no robaran. Cuando terminaba la jornada nos pagaba con revistas. Acumulé un montón y le ofrecí a un amigo para empezar a venderlas. Y así me hice comerciante”.

    Entre sus varios trabajos, Mainero fue visitador médico, que le dio solvencia económica como para fundar con un grupo de amigos El Rincón del Coleccionista, en su primera sede en Millán y Raffo. “Me empecé a vincular con grandes editoriales españolas y así la colección fue creciendo”. Ahora escribe historias de ciencia ficción que se publican en España. “Es ciencia ficción dura, me apoyo sobre todo en la física”, explica.

    En los años 90 conoció a Gustavo Guadalupe, quien dirige la Fundación Lolita Rubial, que en ese momento estaba creando el Museo del Humor y de la Historieta, del que Mainero es asesor. El primer tomo de La historieta en el Uruguay apareció cuando el museo cumplió 20 años. La investigación llegó hasta 1955, año en el que murió Emilio Cortina. “Para mí es de los mejores dibujantes que tuvo el país. Redacté el libro y José Costa me dio el material gráfico”.

    Para el segundo tomo, no trabajó más con Costa. “Él quiso dar un paso al costado. Somos muy distintos. José es el orden y yo soy el caos. Ni siquiera el libro tiene un índice ordenado. A medida que me caían las fichas de los autores las fui agregando”, dice.

    Este segundo volumen le llevó cuatro años de trabajo. Él lo atribuye a que muchos dibujantes demoraron en pasarle datos biográficos o anécdotas que quería incluir en el libro. Trabajó solo con el diseñador, porque no le gustan los editores, y en la publicación se nota esa falta de criterio editorial. “Tengo un exceso de celo personal, y los editores se entrometen demasiado. Soy una piedra tosca, me trabajo a mí mismo y peleo por mis cosas”, dice rotundo.

    También es rotundo para explicar por qué su investigación llega hasta 2005, un año antes de que empezara el boom de la historieta nacional y del crecimiento de Montevideo Comics. “A partir de 2006, con los Fondos Concursables surgió una nueva generación de historietistas que encontraron financiación para poder publicar. Casi todos pasaron por acá, aunque después se olvidaron. No tengo la objetividad para escribir sobre ellos y sobre todo porque aún no se han transformado en verdaderos profesionales. Cuando se decante esa generación, podré escribir”.

    Tampoco le gustan algunas historietas de reciente publicación como Prócer Zombie, de Silva Bros. “Es un vituperio a un símbolo que debe estar fuera de toda especulación. Por mi formación y educación, hay cosas que son sagradas”.

    De las nuevas generaciones destaca a Matías Bergara, que se abrió camino con sus dibujos en el mercado norteamericano, y a Nicolás Peruzzo, sobre todo por cómo describe su adolescencia en el libro Ranitas. Catarsis & rock n roll.

    El Rincón del Coleccionista tiene historietas de todas partes del mundo, pero fundamentalmente europeas. “El gran complejo franco-belga es una máquina de producir y es hacia donde apuntan los caricaturistas uruguayos. Acá también hay una cantera de buenos dibujantes”.

    La historieta que prefiere es la realista, la que presenta bien dibujada a la persona, sin caricaturizarla o deformarla. Por eso no le gusta para nada el manga. “Los japoneses deforman todo”, dice mientras señala la foto de una de sus nietas. “A ella le encanta el manga. Y no puedo hacer nada”.