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    “Fenris”, policial ecologista con lobos y un niño desaparecido

    Columnista de Búsqueda

    Si algo hay que reconocerle a los autores policiales escandinavos es ser en buena medida responsables de un nuevo auge del género. Y eso aplica tanto para los escritores, que arrancaron unos años antes, como para las series televisivas, que recogieron las semillas plantadas bajo la forma de la palabra escrita.

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    Tan temprano como en la década del setenta, la pareja integrada por Per Whalöö y Maj Söwall produjo la serie de novelas protagonizadas por el policía Martin Beck. En los 90 vendría Henning Mankell con su excepcional Kurt Wallander, y años más tarde llegaría la banalización del género de la mano de best sellers como los de Stieg Larsson, que son los que más se han popularizado en Hollywood y, por ende, en todo el mundo.

    Tan fuerte ha sido el influjo de los escandinavos que ha dado lugar a una serie de tópicos que hoy son parte de la escenografía del policial europeo actual. Bosques siniestros, húmedos y oscuros. Asesinos en serie que vagan amenazantes por la nieve. Ciudades siempre grises y azules, siempre heladas. Cierta dureza en las relaciones interpersonales, una dureza que compite con la del medio ambiente. Y el crimen no tanto como resultado de una problemática social como de alguna clase de psicosis personal, que encuentra su nicho en sociedades confortablemente aturdidas y no especialmente preparadas para lidiar con él. Por supuesto, hay excepciones y nuevos giros en el subgénero.

    Tal es el caso de la miniserie noruega Fenris (en el folklore noruego, uno de los nombres que tiene un lobo mitológico y gigante), que inaugura lo que se podría llamar el “policial conservacionista”. Siguiendo, en el sentido ambientalista, la pista de las últimas novelas del escritor estadounidense Ross Macdonald, escritas a finales de los sesenta, y que adelantaron la conciencia ecologista que después se volvería moneda corriente, en Fenris (Cindie Series, TCC) la trama policial se cruza con un conflicto de intereses que es a la vez local y global y que plantea una pregunta que puede resultar rara en estas latitudes pero no en Europa: ¿se debe repoblar un territorio con una especie en peligro de extinción incluso cuando esa especie pone en riesgo la vida de las personas que viven allí?

    Un debate muy similar y real se vivió hace unos años en España, cuando los osos fueron reintroducidos en distintas zonas de los Pirineos. Tal como ocurría en la novela La bella durmiente de Macdonald, en donde la explosión de un pozo petrolero activaba una trama policial y ponía en peligro todo el ecosistema marino californiano, en Fenris la desaparición de un adolescente en el bosque dispara una investigación y plantea la posibilidad de que un lobo sea el responsable de esa desaparición.

    Realizados en 2022, los seis episodios fueron dirigidos por Simen Alsvik y creados por el propio Alsvik junto a Magnus Monn-Iversen. La serie fue filmada en Folldal, en el interior de Noruega y se desarrolla en Østbygda, cerca de la frontera con Suecia. Además del formidable retrato de la naturaleza, algo que ya es habitual en el policial escandinavo, en Fenris se muestran también los pequeños conflictos que laten en ese pueblo perdido en el bosque. Conflictos que a la postre podrían ser no tan pequeños o banales como parecen en un comienzo.

    La desaparición de Daniel, un adolescente fanático de los lobos, coincide con la llegada de Emma, una bióloga nacida en el pueblo que trabaja en Oslo. Emma regresa con su hijo Leo, preocupada porque su padre, Marius, dejó de enviar información sobre los lobos que fueron reintroducidos en la zona hace algún tiempo. Cada uno de esos lobos tiene un rastreador que permite conocer su posición a cada instante. Sin embargo, el GPS del macho alfa, Fenris, lleva tiempo sin enviar información. La relación entre Emma y su padre no es la más sencilla: les cuesta comunicarse entre sí y parecen tener demasiadas cuentas pendientes como para que mejore la comunicación entre ambos.

    Ante el hallazgo de parte de la ropa de Daniel con rastros de sangre, se instala en el pueblo la alarma respecto a los lobos, potenciada por una nota de prensa, escrita por un periodista recién llegado de Oslo. Si bien Emma está segura de que los lobos jamás atacarían a un adolescente del tamaño de Daniel, a la nota de prensa se suma presión de los cazadores locales, todo un rubro de negocio turístico en la zona, y eso logra que las autoridades levanten la veda de caza de lobos. Esto acelera los esfuerzos de Emma, quien además debe lidiar con la desaparición de su padre Marius. También como en las novelas de Macdonald, los conflictos del pasado, sepultados por la omertá que existe en los pueblos chicos, regresan bajo la forma de la violencia en el presente. Una omertá que en este caso abarca a las autoridades del lugar, policía incluida.

    Como suele ocurrir en las producciones televisivas del norte de Europa, a la estupenda fotografía se suman las más que correctas actuaciones de los protagonistas. Se destacan especialmente la noruega Ida Elise Broch en el papel de Emma, el sueco Magnus Krepper, como su padre Marius, y el también noruego Jan Gunnar Røise, como el complejo y parco jefe de policía Asbjørn. Mención aparte merece el joven actor Viljar Knutsen Bjaadal, quien interpreta a Leo, el hijo de Emma, y logra que su personaje de preadolescente citadino resulte convincente en el marco extraño y ajeno que le plantean el pueblito y el omnipresente bosque que lo rodea. “Pueblo chico, infierno grande”, dice la conocida frase y la historia que narra Fenris parece confirmarlo.

    La serie logra, a pesar de repetir algunos lugares comunes, plantear ángulos interesantes a su trama de crímenes, intereses, naturaleza y brutalidad. Por ejemplo, la tensión entre el estilo de vida tradicional y los esfuerzos ecologistas. O el tironeo que existe entre esos esfuerzos y el tipo de negocio turístico que incluye la cacería, habitual en esas latitudes hasta hace no tanto tiempo. Es quizá en esa capacidad de incluir las mezquindades mundanas, comerciales y familiares, y su contraste con la grandeza y enormidad de los paisajes que se muestran, en donde reside el principal mérito de esta serie noruega.

    En tiempos en que ha desaparecido la idea de la originalidad como algo valioso por sí mismo, es meritorio que una serie encuentre un ángulo original, especialmente en un espacio tan saturado como es el de las policiales que vienen del extremo norte del globo. Fenris lo logra.

    Vida Cultural
    2024-01-24T17:18:00