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    “Hace 60 años que hago la Novena”

    Piero Gamba el 15 en el Teatro de Verano

    Tiene una cabellera abundante con mayoría de blanco sobre gris. Es de estatura baja, pero a sus 81 años cuando está de pie adquiere una pose como si tuviera 20. Su mirada es chispeante, traviesa. En Montevideo se siente como en su casa. Vino de pantalón corto en 1950 y aquella visita fue un impacto inolvidable, el mismo año en que murió Eduardo Fabini y también conquistamos Maracaná. Tiene esa cancha y calidez italianas a flor de piel. Viste campera y pantalón azules, camisa celeste y sandalias. Durante la entrevista se disculpa un par de veces por el jetlag, ya que hace menos de 24 horas que llegó a Montevideo, adonde lo invitaron para cerrar la temporada de la Ossodre, que será el próximo viernes 15 de diciembre en el Teatro de Verano del Parque Rodó, con la Novena Sinfonía de Beethoven.

    ¿Recuerda la primera vez que vino a Uruguay?

    —¡Pero cómo no voy a recordarla! Fue en 1950. Hice doce conciertos con la Orquesta de Audem (Asociación Uruguaya de Estudiantes de Música). Me presenté en el Teatro Artigas, luego en el Solís y por último en el Sodre. Aquí, antes de empezar el concierto, mi padre salió al escenario y pidió un minuto de silencio por la muerte del compositor uruguayo Eduardo Fabini. Pero pocos días después de esa noticia triste, Uruguay vivió el momento glorioso de ser campeón mundial de fútbol. Recuerdo haber desfilado festejando con miles de personas por la avenida 18 de Julio. Recuerdo con el calor y la gratitud de siempre al presidente Luis Batlle Berres, que ese año me otorgó el pasaporte uruguayo ad honorem.

    —Cuénteme de Beethoven.

    —Liszt fue el que lo definió mejor: cada una de las tres etapas de su obra representa una etapa de su vida; el niño, el hombre, el Dios. A esta tercera etapa que podemos llamar divina por la estatura sobrenatural de su obra, pertenecen los últimos cuartetos, la Misa Solemnis y la Novena Sinfonía.

    —¿Y puede describirse en palabras la Novena Sinfonía?

    —Las palabras no sirven, no alcanzan, hay que escucharla. Es un antes y un después en muchos aspectos: por primera vez se escribe una sinfonía de esa duración; por primera vez se incluyen en una sinfonía voces solistas y coro y por primera vez se altera el orden tradicional de los movimientos, poniendo el lento en tercer lugar. Aunque no sabemos en verdad en qué estaba pensando Beethoven cuando empezó a componerla, podría decirse para ilustrar una posible representación de esa música, que ese comienzo es el vacío cósmico, la unión de los varios elementos y la explosión de la creación del universo.

    —¿El Big Bang?

    —¿Sabe lo que dijo Dios cuando oyó que hablaban del Big Bang? Están todos locos (risas). Después, el segundo movimiento es un scherzo que de juguetón no tiene nada; si se hacen todas las repeticiones que marcó Beethoven, es una maratón enorme y por eso es común que no se hagan todas. Yo lo hice una sola vez y resulta interminable. En este scherzo hay trombones, un instrumento que Beethoven usó en la Quinta y en la Sexta sinfonías, pero después no utilizó ni en la Séptima ni en la Octava. Aquí aparecen nuevamente, pero recién en el trío del scherzo y luego al final del último movimiento. Esto habla de los recursos sonoros que tenía Beethoven, que es capaz de producir las sonoridades del primer movimiento sin necesidad de trombones. Luego, el adagio, un tema con dos variaciones con una melodía sublime que cantan los segundos violines, entre la primera y la segunda variación. Y el movimiento final, que comienza con una recapitulación de los temas de los tres primeros movimientos. Posteriormente viene el recitativo de cellos y contrabajos, que por lo general mis colegas hacen demasiado lento cuando Beethoven escribió in tempo, es decir, retomando el tiempo del comienzo del movimiento. Y por último llega la presentación del conocido tema de la Oda de Schiller y el crescendo con el coro, que tiene un pasaje celestial casi al final, fuera de la conocida tonada.

    —¿Cuántas veces la dirigió?

    —La dirijo desde los 20 años y tengo 81, así que calcule usted…. No tengo ni idea. Sí recuerdo que la primera vez fue en el Palau de la Música de Barcelona. En Uruguay hice varias veces el ciclo completo de las nueve sinfonías.

    —Con esa larga experiencia, ¿qué consejos o advertencias le haría a un director novel que se acerque a la obra?

    —Dos cosas importantes: al final del 1º y del 2º movimiento y después de la barra que cierra el compás, Beethoven escribió un calderón. Este signo musical, si está junto a una nota, indica prolongación del sonido de esa nota, pero al estar luego de la barra de cierre del compás, indica un punto de reposo y de silencio. Quiere decir que Beethoven quiso que al final del 1º y del 2º movimiento hubiera silencios palpables. Eso no lo escribió al final del tercer movimiento y no fue un olvido. Significa que apenas se apaga el sonido del adagio, hay que entrar sin descanso en el movimiento final, porque él quería que se notara ese contraste entre la paz del final del adagio y la exaltación trágica del comienzo del último movimiento. Cuanto más cerca el final de uno y el principio del otro, más se nota el contraste. Y la otra advertencia: tengan cuidado con la lentitud y los estiramientos de fraseo. Beethoven dejó escrito que la ejecución de esta obra tiene que durar algo menos de una hora y él mismo la tocaba al piano en ese tiempo. Yo la hago en una hora y cuatro o cinco minutos. Hay directores que la hacen en 1 hora y 25 minutos porque no respetan las indicaciones métricas que puso el propio Beethoven.

    —¿Cómo tiene organizado los ensayos?

    —Empezamos en el auditorio del Sodre con orquesta sola y coro solo, por separado. Luego de una semana de ensayos separados ensayamos todos juntos, coro, orquesta y solistas en la sala Nelly Goitiño. Y los últimos dos días previos al concierto se hacen ensayos en el Teatro de Verano. No podemos hacer todos los ensayos allí porque no sabemos cómo nos va a tratar la intemperie. Ayer, después de que llegué al hotel, crucé a comprar una tarjeta de teléfono y volví congelado (risas).