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“Hay que estar muy alerta” porque los fenómenos del crimen organizado “escalan muy rápido”
El aumento de los índices de homicidios es un síntoma de una enfermedad que está avanzada, dice el periodista Germán de los Santos, y recuerda que empresarios de Rosario pensaban que el narco era un problema ajeno hasta que las balas empezaron a picar cerca
Germán de los Santos es un testigo privilegiado del proceso de crecimiento del crimen organizado en la ciudad argentina de Rosario. Y si bien no cree que pueda equipararse la situación a la de un “narco-Estado”, el dominio de las bandas criminales es cada vez más amplio. Más importante, quizás, es el aprendizaje que pueden tomar otros del rápido deterioro de la seguridad en su ciudad.
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“Hay que estar muy alerta” porque los fenómenos del crimen organizado “escalan muy rápido”, dice De los Santos en entrevista con Búsqueda. Periodista de La Nación, es autor del libro Los Monos, sobre la banda que domina la capital de la provincia de Santa Fe, y de Rosario en el que intenta dar una mirada sistémica al proceso.
De los Santos afirma que Montevideo tiene síntomas que sufrió Rosario en el pasado y que son señales de una enfermedad que progresa. Se refiere al crecimiento de los homicidios cometidos entre criminales y los altos índices de prisionización, en especial, de jóvenes pobres.
A continuación, un resumen de la entrevista que mantuvo con Búsqueda en noviembre, cuando visitó Montevideo para participar en un Seminario sobre Seguridad y Crimen Organizado de la Universidad ORT.
—En Uruguay hay una discusión relativamente reciente sobre el avance del crimen organizado en el país, al menos en el ámbito político e institucional, y se suele mirar lo que pasó en Rosario como un ejemplo negativo…
—Sí, porque son relativamente parecidas. Rosario no es capital de nada, pero el contexto urbano es más o menos parecido a Montevideo.
—¿En qué situación está Rosario en el tema del crimen organizado y cómo llegó a esa posición?
—Lo que hizo visible el problema fue la violencia, no los negocios que surgían a través del narcotráfico. Hay un porcentaje muy alto de homicidios provenientes de enfrentamientos entre grupos, el 90% en el caso de Rosario. Creo que es lo que está pasando un poco aquí en Montevideo con el crecimiento de los índices de homicidios. En Rosario esto explota en 2013 por el crimen del líder de Los Monos, (Claudio) el Pájaro Cantero, que desata una ola de venganzas y que hace muy visible todo. Incluso, desde el propio periodismo no veíamos el fenómeno, y eso tenía sentido por la connivencia y la corrupción sobre todo de los sectores policiales. Mientras no había violencia, eso estaba como oculto, porque era un mercado que básicamente tenía que ver con el narcomenudeo en la periferia. Eso fue cambiando en los últimos 10 años. La movilidad que tuvo el fenómeno criminal fue mucho más ágil que la del Estado. Hoy la banda de Los Monos, que es la más conocida, por ejemplo, tiene una base económica más reducida en el área de venta de drogas y su principal renta proviene de las extorsiones y el pedido de dinero por protección. Es un fenómeno que arrancó de forma casi improvisada a partir de 2018, cuando ellos empiezan a balear a jueces y edificios del sistema judicial después de que trasladan al líder de Los Monos a una cárcel fuera de Rosario. Creían que con ese traslado iban a perder el negocio, básicamente, pero se dieron cuenta de que había otro negocio, que era tirar tiros, que era muy fácil, porque solo necesitaban un chico, una moto y un arma. ¡Ni puntería necesitaban! Ahí empezó lo de las extorsiones, en las que el primer eslabón fue gente que no pudiera denunciar, toda esa economía ligada directa o indirectamente a esos sectores. Ahí tenés una franja muy ancha, que es la economía en negro.
—¿La que es irregular, no solo ilegal?
—Exacto. Y después fue avanzando hasta llegar sí a sectores de la economía legal. Nosotros publicamos en el libro algo que te pinta la situación. Todos los espectáculos musicales que van a Rosario tienen que pagarle a Los Monos. El Cirque du Soleil, que estrenó hace dos meses un espectáculo, tuvo que pagar US$ 100.000 para poder funcionar. Al principio no pagaron, los dos primeros días, hasta que balearon a la salida del espectáculo y hubo pánico. Nadie iba a ir al próximo espectáculo después de los tiros y tuvieron que pagar. Los Monos, además, reclaman una especie de franquicia sobre el nombre Messi, porque la barra de Los Monos lidera la banda de Newell’s, y ellos creen que si usás el nombre tenés que pagar porque es de ellos. Pero como Cirque Du Soleil pagó también pagó el productor que trajo a Fito Páez. Y eso se fue expandiendo en todos los rubros de la economía. Los sindicatos tienen que pagar. Eso se sustenta con el miedo; cuando tenés miedo, pagás. Eso provoca también que los niveles de violencia se mantengan altos, que nunca bajen.
—Además de miedo, pareciera haber una ausencia del Estado, que perdió el monopolio de la violencia.
—Sí, sí. No hay enfrentamiento entre la policía y los grupos narcos, y después hay decenas de causas judiciales donde ves, sobre todo en esos sectores policiales, la penetración del narcotráfico. Eso fue avanzando también hacia la estructura judicial, de la mano ya ahí de la política.
—Usted dice que la violencia es el efecto emergente de una enfermedad que estaba creciendo. En Uruguay la violencia entre narcos está en aumento desde hace años, ¿cree que estamos viendo un proceso similar?
—En Rosario lo que ves es una debilidad muy grande del Estado y que, después, a partir de esa debilidad, empieza a penetrar por las grietas del propio Estado. Y ahí se hace más compleja la situación. Nosotros no estamos en un estadio —que muchos exageran— de narco-Estado, pero sí se empiezan a ver síntomas de que hay penetración, sobre todo a partir del dinero. Me parece que hay que estar muy alerta porque son fenómenos que escalan muy rápido. En el caso de Rosario fueron 10 años, hoy los problemas que tiene Ecuador estallaron en tres años. Ecuador era un país relativamente tranquilo, que no había experiencias porque no tenía una historia en el lomo vinculada al crimen organizado, pero hoy está complicado. Creo en la respuesta institucional, y ahí en Argentina hay una debilidad muy grande a partir de las crisis políticas, que atravesó a todos los partidos y que del otro lado se aprovecha.
—Por lo que dice, el sector empresarial rosarino se confió en que era un problema de la periferia y de microtráfico hasta que le empezaron a disputar el poder económico. ¿Fue así?
—Eso para mí es clave. Los empresarios se enojaban con los periodistas, porque decían que contar esto de la forma en que se contaba iba a estigmatizar a la sociedad. Había como una coincidencia entre el sector empresario, por más que no estuviesen ideológicamente alineados, y los sectores políticos, porque lo que básicamente pasaba era que no encontraban una solución de fondo y la reacción más primaria era decir “no contés esto que vas a alejar las inversiones”. Después se dieron cuenta de que el problema pasaba por otro lado. Los empresarios de la construcción empezaron a sufrir aprietes y las balas les picaban cerca; el problema lo ves cuando te afecta a vos. Y hay otra cosa que también es clave en los sectores económicos, que es que el dinero que proviene del narcotráfico se mezcla. Ahí hay un pensamiento que hay que adaptar a nuestra realidad, porque hay mucho mito con el lavado de dinero. En Argentina, con una economía en la que tenés casi un 50% en negro, es relativo el lavado de dinero.
—Porque no entra al sistema…
—Claro. Si vos tenés las cuevas financieras, que son las que operan con dólar blue, son uno de los actores principales de la economía argentina, y son ilegales. Entonces, dentro de esa cueva financiera, lo que se mezcla no son los dólares, sino que son los pesos. Eso me lo hizo ver un fiscal que trabaja en estos temas: cuando se construye un edificio, en esa mesa de dinero está la guita de un empresario supermercadista y del narco también; en el fideicomiso se mezcla. Y eso es peligroso, porque no tenés resortes institucionales para poder llegar a cernir ese dinero que se empieza a mezclar. Ahí, en la propia Justicia, veo otra debilidad que teníamos: no hubo una postura de ver el engranaje económico de todo esto, siempre se vio el costado más criminal, violento, y se dejó, por un montón de factores, de analizar cómo es el recorrido del dinero. Y lo que te provoca esto es que la organización siga funcionando, aunque todos los tipos estén presos, digamos. Hasta ahora el Estado, porque nosotros no teníamos históricamente problemas de una tradición del crimen organizado como otros países, investiga, te mete preso y se terminó. Y así no termina más. Nace otra etapa, en la que desde la cárcel controlan el negocio.
—Y suele ser más fácil enjuiciar a alguien que tiene un arma y mata a alguien, que queda registrado en una cámara, que a quien crea varias sociedades anónimas para lavar dinero…
—En Rosario están juzgando al expresidente del Puerto de Rosario, que tenía una financiera, que estaba asociado con unos inversores catalanes y era el que le cambiaba dólares a un narco peruano que operaba en Rosario y que llevaba pesos que venían de los búnkeres de los barrios muy pobres. La Justicia lo considera al tipo parte de la banda, no como alguien que cometió lavado de dinero, porque considera que los dólares eran algo elemental para el funcionamiento de la organización. Y lo que detectaron además es que el de la cueva financiera, el que le cambiaba los dólares, le cobraba una diferencia de un 3% más porque sabía que ese dinero provenía de la venta de drogas.
—¿Cuánto hay de conexión regional del crimen organizado en esto que cuenta?
—Algo que empezó a unir la región como muchas veces lo hace son las rutas. Y la hidrovía empezó a tener una preponderancia en la salida de la cocaína. Los expertos dan distintas hipótesis de por qué cambió esa ruta, pero se afianzó como una ruta importante desde Paraguay hacia la salida del océano de grandes cargamentos de cocaína que terminaban en los puertos europeos, en África. Ahora empieza a aparecer un destino nuevo, que es Dubái, que no está claro si era para el Mundial de Fútbol y quedó, y Oceanía.
—Ha hecho foco en la hidrovía en su cobertura periodística. ¿Por qué es tan importante?
—La hidrovía son 3.400 kilómetros de una ruta fluvial, la comparten cinco países. Lo que veo, y me lo contaban varios fiscales de la región, son dificultades y trabas burocráticas para que los países puedan vincularse entre sí y colaborar. El crimen organizado tiene una capacidad de vincularse en red muy fácil y los Estados cargan con esa burocracia, con una desconfianza entre países. En este caso, el de la hidrovía es un problema regional que no se está viendo con ese enfoque desde los países. Ahora Argentina, con el cambio de gobierno en Brasil está teniendo mayor flujo de intercambio de información, sobre todo por el Primer Comando de la Capital (PCC). En Argentina se enteran de que hay células operando del PCC en algunas cárceles argentinas a partir de información que proviene de Brasil, es importantísimo.
—Varios expertos dicen que cuando el PCC tomó control de parte de Paraguay todo cambió. ¿Comparte esa idea?
—Le pasó por arriba a todo, impresionante. También fue rápido. Paraguay era productor de marihuana y de golpe se convierte en un polo de acopio de cocaína manejado por estos tipos, que son muy pesados. Empezaron a controlarlo desde las cárceles, es un tema que hay que ver y que yo sigo mucho: qué pasa en las cárceles. Y en Uruguay pasa lo mismo; según me contaban, acá hay cárceles superpobladas, en su mayoría por jóvenes con vidas muy precarias. Lo del PCC es fuertísimo porque hace una hermandad criminal, no un grupo criminal, que te da facilidades para vivir a tu familia y a vos.
—¿Qué consejo les daría a los periodistas uruguayos para cubrir mejor el tema cuando el país parece estar todavía unos pasos atrás en el proceso que siguió Rosario?
—Son temas interesantes para pensar desde nuestro ejercicio profesional. Somos países que no tenían una tradición de fenómenos criminales como sí los tienen Colombia, México, entonces hay que ir ajustando muchas cosas a nuestra propia realidad. Un tema es el de las fuentes informativas, eso en Rosario en los últimos años tuvo que cambiar mucho. ¿Por qué? Porque muchas de las fuentes oficiales estaban sospechadas. Entonces, como que tenés que ir cambiando. Nunca tenés que dejar de usar fuentes oficiales porque sirven para confirmar información, para acceder a documento, pero creo que en nuestros países hay una dependencia muy grande de la fuente oficial. Esto que pasó en Rosario nos forzó a manejarnos por otros lados, que muchas veces son complejos y hay que tener mucho cuidado, por riesgo físico y por riesgo de la información que se maneja, porque puede ser que te estén operando. Esos son desafíos que tenemos permanentemente. Aprendimos mucho del tema de cómo tener una estrategia con las fuentes en lo que es investigación, pero también de contar cosas en el territorio, donde tenés que buscar aliados, tenés que buscar lazos de confianza que no conocías, que están fuera de ese mapa de fuentes oficiales. Lo interesante también de estos fenómenos de crimen organizado es que no tienen sección, pueden estar en política, en sociedad, en policiales, si lo pensamos en ese esquema viejo y tradicional de los diarios. Está atravesado por todo y eso también enriquece nuestro propio laburo. Y también nos fuerza a tener en claro que a las fuentes hay que protegerlas, porque muchas veces al exponerlas quedan en riesgo. Son nuevas etapas en nuestro trabajo y hay que tener algunas cosas claras para zambullirse en esto. Y uno se equivoca todo el tiempo.
Narcotraficante Sebastián Marset
Germán de los Santos y sus dudas sobre Marset
Germán de los Santos investiga temas de narcotráfico en Argentina y la región desde hace años, lo que lo ha llevado a cruzarse con el nombre de Sebastián Marset.
El periodista de La Nación dice que todavía no se sabe demasiado sobre el narco uruguayo. “Para esfumarse como lo hace Marset y mantenerse prófugo, hay que tener muchísimo dinero, muchos contactos, una espalda muy grande”, dijo a Búsqueda en un encuentro realizado antes de que el programa Santo y seña, de Canal 4, difundiera una entrevista con el narco. “Mi duda es si Marset es parte de una organización más grande o si nos estamos equivocando”.
—¿Cuán pesado es el narcotraficante Sebastián Marset?
—Por lo que se investigó en Paraguay, era un tipo relevante. Sobre todo por lo que contábamos antes sobre el momento en que Paraguay se convierte en un nodo de salida de la cocaína, que proviene en su mayoría de Bolivia y se acopia en el Chaco. El tipo forma un sistema con empresarios importantes, con conexiones políticas. Y después está el crimen del fiscal Pecci, hay sospechas de que habría tenido algo que ver. Hay personas que están ligadas a Marset que están complicadas en ese caso. También me puse a ver los posibles nexos con la Argentina, hasta ahora aparecen sospechas de algunas operaciones de lavado de dinero, algunas rutas que empezaron a llamar la atención en los últimos tiempos, que no son por la hidrovía sino mediante “bombardeos” con avionetas en la zona del Chaco, en toda la Mesopotamia argentina. Esto tendría que ver con la salida de todos los puertos de la región. Ahí estamos hablando de Rosario, Campana y Montevideo también.
—De hecho, Marset quedó vinculado al tío del entonces presidente Cartes por un caso de narcotráfico que involucraba el uso de una avioneta para mover droga…
—Creo que del tema Marset todavía no sabemos mucho. Básicamente porque todavía sigue siendo un fantasma, que aparece y desaparece. Aparece en Paraguay, desaparece en Dubái; aparece en Bolivia, desaparece. Me llama la atención eso, o quizás hasta ahora no habíamos tenido antecedentes de una persona así, que tenga ese poder para desaparecer. Porque para esfumarse como lo hace Marset y mantenerse prófugo hay que tener muchísimo dinero, muchos contactos, una espalda muy grande. Mi duda es si Marset es parte de una organización más grande o si nos estamos equivocando. Esas son las dudas.