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    “Hay que rediseñar el sistema sinfónico nacional”

    El director del Auditorio del Sodre propone “plataformas que no se miden en rentabilidad económica sino cultural”

    “Estuve mil veces al borde del abismo”, confiesa Gerardo Grieco sobre su primer año al frente del Auditorio Nacional Adela Reta del Sodre, la mayor infraestructura cultural del país. El ex director de la Zitarrosa y el Solís asegura que “hace falta un rediseño institucional del Sodre”, que “necesita ser más eficiente”. Compara el costo energético que consumió el Auditorio en 2013 con el “despegue de una nave espacial” y sostiene que el Ballet es “el mascarón de proa” del Sodre. Defiende la “nueva cultura” de gestión, basada en el fideicomiso de régimen privado con que se administra el Ballet Nacional y el Auditorio, celebra el éxito de la Orquesta Juvenil y entiende al Sodre como “una organización nueva inserta en una de 85 años”. A su vez, demanda enérgicamente a la clase política una solución de fondo a los problemas administrativos del organismo. “No hay Julio Bocca posible si no hubiera tenido las condiciones que el gobierno facilitó”. Está seguro de que el sueldo de Bocca “no es caro”, y defiende su trabajo: “Cada uno de los que trabajamos en esta dirección nos ganamos hasta el último centavo”. A su entender, en Uruguay hace falta “una ley de inversiones para la industria cultural” y no pedir más inversión al Estado. A continuación, una síntesis de la entrevista que Grieco concedió a Búsqueda.

    —¿Cómo evolucionó su función desde que asumió la dirección del Auditorio?

    —El proceso del Auditorio acaba de cumplir cuatro años. Se inauguró en 2009 y este gobierno lo recibió con dos funcionarios. Se inició la refundación del Ballet. En junio de 2010 Julio Bocca hizo la primera audición del Ballet Nacional del Sodre. En simultáneo, se fue instalando la Orquesta y el Coro. Tres años y medio después el Ballet protagoniza la mejor época de la danza desde que Uruguay es Uruguay. Este ha sido el mejor año del BNS. Todo eso demanda una gran infraestructura y organización de personal y de servicios que atienda esas necesidades: equipos de producción, escenario, logística, comunicación. “Ham-let ruso” fue un exitazo con 18.000 entradas vendidas. Pero no se hizo de la noche a la mañana sino que es el producto de tres años de trabajo.

    —¿Se puede decir que el Ballet está llevando al Sodre?

    —Eneida de León dice que es el Carro del Chaná, el que va primero. Sí, en este período el Ballet es el mascarón de proa. Atrás hemos ido organizando y mejorando los demás servicios. Hace dos años ingresó la Orquesta Juvenil, está el esfuerzo de la Orquesta Sinfónica por mejorar su nivel artístico, a pesar del problema estructural de los músicos que compartimos con otras orquestas, avanzó la organización, la gestión de escenario. Todo fue creciendo, no sin dolor, con sacrificio, esfuerzo y energía enormes. El Sodre tiene 85 años de historia, la nueva formulación del Ballet tiene tres años y medio, y el Auditorio se administra mediante un fideicomiso que en enero cumplirá un año. Entre los viejos hábitos y estructuras del Sodre y estas nacientes se está dando un proceso, no siempre fácil y armonioso, de gestación de un nuevo modelo de gestión. Es subirnos a un tren en marcha desde 2009, grande y pesado, con mucha inercia, y generar una nueva cultura.

    —Una de las bases de esa nueva cultura es el financiamiento del Ballet y del Auditorio a través del fideicomiso, de régimen privado. ¿Cómo ha lidiado con la resistencia ejercida a este cambio por el sindicato del Sodre?

    —Todo lo nuevo siempre es resistido. Tratando de liderar lo más sanamente este proyecto. Es público y notorio que no ha sido fácil. El respaldo popular que ha recibido el Sodre este año me hace sentir que la sociedad uruguaya ha convalidado esta intención. Hay una apropiación social y política de este proyecto. La presidenta del Sodre recalcaba que los casi 40 años sin teatro no son gratis. Hay hábitos de trabajar que se enquistan.

    —¿La Orquesta Juvenil es otra de esas novedades tensionantes?

    —Con la anexión de la Orquesta Juvenil José Artigas al Sodre, hace dos años, el Sistema de Orquestas Juveniles ha alcanzado su máxima expresión en Uruguay. Cuando empezó Ariel Britos el mundo entero lo quería fusilar. Todos hablaban pestes. Y hoy es un fenómeno social y cultural importantísimo. Han venido grandes maestros y logramos hacer cosas como las seis funciones de “Pedro y el lobo”, con diez mil chiquilines. Es de celebrar.

    —¿En eso capitalizó la experiencia del Solís?

    —¡Obvio! Lo de las escuelas rurales viene de ese gran aprendizaje llamado “Un pueblo al Solís”. Lo de “Hansel y Gretel” fue una gran alegría, con mil alumnos de 99 escuelas rurales de todo el país. Es lo que me mantiene acá. Fue el pago emocional más grande que tuve en el año, y creo que para todos.

    —¿Lo que lo mantiene?

    —El esfuerzo de este año fue como el despegue de una nave espacial, donde se quema una energía brutal para empezar a mover el cohete, sale humo para todos lados y tiembla todo de un modo bestial. Ese es el 2013 en el Auditorio (ríe). No estamos en órbita pero despegamos. Aún no está fluido, seguimos quemando combustible, en el medio del temblor. Cuando trabajás tras la calidad y la excelencia hay dolores de crecimiento.

    —La decisión de que la Orquesta Juvenil tocara en el ballet “El lago de los cisnes” generó un conflicto y finalmente se hizo con banda sonora grabada. ¿Fue uno de esos dolores?

    —Tremendo. El Consejo había decidido hacer “Lago” con la Juvenil. Venimos con problemas muy atrasados. Esos 40 años no fueron gratis. Tenemos problemas con concursos de la Orquesta de 2003 y 2006. Los ganadores aún no ocupaban sus cargos y seguían cobrando como extras, por fuera, tarde y mal. Ese tipo de problemas perturban a cualquiera. Es un derecho humano. Recién ahora se están terminando de solucionar, pero situaciones muy perversas en las que músicos, funcionarios y técnicos terminan siendo chivos expiatorios. El Sodre, la Filarmónica y la Banda comparten el 72% de los músicos. Vos movés algo acá y te tranca la otra orquesta. Una traba a la otra, y hay diferencias en los salarios. Eso está mal, pero no tienen la culpa los músicos. Es una falla en el sistema, un problema estructural cuya solución es responsabilidad del sistema político.

    —¿De qué modo?

    —Hay que rediseñar el sistema sinfónico nacional. Se necesita una acción política que diga “esto va a ser así”, de acuerdo al Uruguay del siglo XXI. Tenemos un desarrollo musical riquísimo. Lo que hoy es la murga tiene raíces en el sistema académico y sinfónico de los años 40. El sistema político debe hacer estas relaciones. Estamos creando plataformas que no se miden en la rentabilidad económica sino en rentabilidad cultural y proyección hacia el futuro. Recién ahora eso está a la vista porque venimos de una discusión sobre si eran necesarios o no el Auditorio, el Solís y la Sala Zitarrosa. Hace quince años tuvimos que defender en 18 asambleas comunales la inversión en la Zitarrosa en vez de darle un vaso de leche al niño pobre… esos falsos antagonismos. Como en ese año se habían vendido 7.188 entradas de danza en todo Montevideo decían que con el Solís alcanzaba y no hacía falta el Sodre. Esa cabecita de escasez y chiquitismo jamás concibió lo que vivimos hoy. Este año el BNS vendió 60.000 entradas solo en el Auditorio, sin contar las giras. Esa es la línea de gestión que impulsamos, la que nos hace brillar en el continente. El Uruguay que sueño para mis hijos.

    —¿Dependemos de que venga un Julio Bocca a la Ossodre?

    —Al revés. Dependemos de la voluntad política del gobierno. No hay Julio Bocca posible si no hubiera tenido las condiciones que el gobierno facilitó. Podés traer a Zubin Mehta o a Gustavo Dudamel como director de la Ossodre, pero si no solucionás las trancas administrativas no hay cambio posible.

    —¿La Juvenil puede ser el semillero de la Ossodre?

    —Fórmulas de salida hay tres millones. Hace falta una solución política, no remiendos. Porque también puede ser el semillero para reproducir este sistema trancado. Hace falta un rediseño institucional del viejo Sodre.

    —¿Cual sería su idea?

    —No la voy a dar ahora. No corresponde. Pero es evidente que el Sodre necesita ser más eficiente. Acá no hay verdades absolutas, pero está claro que vamos en una dirección clara, y fue sobre lo que rendimos cuenta, tal como habíamos prometido: régimen privado, administración responsable del dinero público, un modelo de gestión que apueste al equilibrio económico, a una meta de ingresos más desafiantes para dar servicios excelentes, con alta calidad artística. No en la línea de los teatros de ópera del siglo XX en la región, basados en “más plata, más plata, más plata”, siempre a fondo perdido. Impulsamos el trabajo en equipo. No conseguimos solos el 62% más de público en un año en el Auditorio. Las instituciones evolucionan de acuerdo al proyecto del país y no de acuerdo al gusto de un tipo, del mío o de cualquiera. Tenemos mil machucones, la espalda doblada de machucones.

    —Uno de los problemas del Ballet es la falta de ingreso de bailarines uruguayos...

    —No sé si eso es un problema. A veces se dramatiza mucho. Hay un falso chauvinismo. Los nuevos bailarines han tenido la desgracia de tener una escuela desorganizada, sin presupuesto, abandonada a su suerte, que se mantuvo por la heroica tarea de docentes vocacionales. Es muy sano y muy rico lo que pasa en el Ballet, con un 40% de extranjeros y 60% de uruguayos.

    —¿Y cómo evalúa las escasas firmas de contratos que hay en el Ballet?

    —Es parte de los dolores de crecimiento, negociaciones. Estamos construyendo una nueva cultura de trabajo con los bailarines, técnicos y funcionarios. Siempre que cambia algo en lo colectivo es difícil. Creo que eso se va a solucionar. Esta es una organización nueva inserta en una de 85 años. Tengo la sensación de que este año valió por cinco, en la cuerda floja.

    —¿En algún momento pensó en renunciar?

    (Ríe) No, aunque estuve mil veces al borde del abismo. Pero me rescataron unos cuantos amigos. Sentí la enorme frustración de que las cosas se van trabando, se van enfermando, y no van saliendo bien.

    —También hubo críticas por el monto de su salario y el de Bocca…

    —Cada uno de los que trabajamos en esta dirección nos ganamos hasta el último centavo. Creo que fue parte del ataque a lo nuevo. Yo no soy tan importante, pero decir que el sueldo de Bocca es caro es una barbaridad. No solo es barato sino que cuando pasen los años será lo menos importante porque quedará el legado.

    —Algún día seguramente Bocca se irá...

    —Todos nos vamos a ir...

    —Bocca ha puesto su partida sobre la mesa en varias oportunidades. ¿El Ballet está preparado para mantener la estructura y el apoyo popular cuando eso suceda?

    —Primero, si yo dejara de trabajar acá, puedo decir que tuve el gusto de trabajar con Bocca y este equipo. Es genial trabajar con Julio. Él está haciendo un proceso que aún no se ve en perspectiva, que es la consolidación institucional del Ballet Nacional, para que llegado el momento, se pueda ir como un héroe y el Ballet mantenga el nivel y la gente siga viniendo. Que no sea el Ballet de Bocca sino el Ballet de todos los uruguayos. Lo próximo que hay que hacer es trabajar con el sector cultural privado. No podemos seguir tolerando perder salas alegremente sin generar reglas de juego para que el sector privado se desarrolle saludable y sustentablemente. Hablo de una regulación que haga competitivo al país para la inversión en la industria del espectáculo. Una ley de inversiones para la industria cultural. El desarrollo apunta hacia ahí y no a pedirle al Estado que siga invirtiendo en estructuras públicas.

    —Ahora está en el Sodre. ¿Se proyecta en un cargo público donde aportar a esta legislación, como el Ministerio de Cultura, por ejemplo?

    —No es lo mío. Espero estar en un ámbito de gestión, ya sea acá o en una sala en La Teja, o en el Antel Arena, en la equina de mi casa o poniendo un teatro privado. Sí tengo ganas de seguir tomando desafíos como este.

    Vida Cultural
    2013-12-26T00:00:00