—Que los egresados de sexto año escolar tengan o recuperen el gusto por la educación, por el estudio. Esa es la única oportunidad para el cambio personal y la transformación social, sobre todo para quienes provienen de orígenes de alta vulnerabilidad, como fue mi caso. Yo nací hace 68 años en Trinidad (Flores), en una familia de origen humilde, y tuve la posibilidad de salir adelante gracias a maestros que siempre me hicieron creer en mis posibilidades, siendo yo una alumna media, del montón, pero que disfrutó mucho de estudiar, hasta hoy; fíjese que yo terminé el doctorado en 2016. La educación es la herramienta más potente.
—Sin embargo, un tercio de los alumnos que pasan de la escuela al liceo o la UTU abandonan en ese primer año, y según el Instituto de Evaluación Educativa casi la mitad de los escolares pasan a media sin dominar los aprendizajes básicos de lectura, escritura y cálculo. ¿Cómo cortará esa hemorragia?
—Ahora estamos en medio de esta pandemia, pero uno de los objetivos es fortalecer quinto y sexto año escolar, y entenderlos como un ciclo entero, para que en ese pasaje a primero de educación media, que es donde está ese gran nudo o quiebre de la educación en Uruguay, continúen estudiando. Esto se logra no solo trabajando con las competencias cognitivas, sino con las habilidades socioemocionales de forma integrada entre los sistemas: no con primaria por un lado, educación media por otro, en compartimentos, porque el sistema es uno y es el mismo sujeto que aprende durante toda su trayectoria. En esa fragmentación hay responsabilidades compartidas entre los subsistemas que intentaremos corregir. Es una meta ambiciosa porque implica trascender la fragmentación del sistema.
—Robert Silva, presidente del Codicen, cree que la repetición no es una herramienta pedagógica útil.
—Total coincidencia.
—Su antecesora, Irupé Buzzetti, propuso un “bono de repetición” para facilitar el pasaje de grado hasta tercero de escuela, luego evaluar logros para continuar y que no se los largue a educación media con 13 o 14 años, ya rezagados. ¿Tomará esa idea?
—Hay que trabajar por ciclos; en eso coincido con Irupé: que el niño no repita una y otra vez, que no se le corte el proceso. Y evaluar no solo el rendimiento, las capacidades cognitivas, también las competencias blandas, socioemocionales, las inteligencias múltiples. Hay otra propuesta ya ensayada que es la de no hacer el corte en sexto año, sino que seguir hasta séptimo, octavo o noveno. Esta es una posibilidad: trabajar por ciclos e integrar primaria con el primer tramo de media. Puede ser una estrategia interesante.
—¿Aumentará las escuelas o cupos de tiempo completo?
—Para este quinquenio ya está proyectada la entrega de más de 40 de centros educativos, en distintas modalidades; lo que está comprometido se va a terminar y se va a entregar. Pero esto no solo va por tiempo pedagógico, de obras y mobiliario, requiere de equipos docentes, y no están financiados todos los cargos docentes. Ese es todo un tema. También hay que apostar a fortalecer las escuelas de práctica, que no son tantas, pero son un laboratorio interesante. Si bien la extensión del tiempo pedagógico es importante, también importan los dispositivos pedagógicos y la motivación docente.
—Usted suma 10 años de maestra y 25 dedicados a la formación docente, con especialización en el área de salud y bienestar escolar dentro del Codicen. ¿Cómo observa una profesión que hoy no resulta tan atractiva como en su época?
—Si volviera a nacer volvería a ser maestra, porque esta profesión me fortaleció como mujer y persona. Ahora hay muchos cursos que habilitan para una mejor práctica profesional, pero no dan mucho crédito para transitar a un diploma, una especialización, una maestría o un doctorado. También hay cierta desvalorización del ser docente, porque el salario no ha sido acorde a la profesión, porque implica mucho desgaste, mucha energía emocional volcada en el aula, porque no es una profesión sencilla. Y el docente ha perdido autoridad, se pierde el criterio de frontera. Soy el docente, no soy el amigo de los padres. Soy el docente, y el alumno no es mi amigo. Eso tiene que quedar claro en el aula. Hemos perdido un poquito esa mirada de que nosotros educamos todo el tiempo.
—¿Cómo recuperar a esos 4.000 escolares desconectados del sistema educativo durante la pandemia?
—Estamos en eso. Los equipos de la ANEP y de Primaria trabajan uno a uno, yendo a los hogares y atendiendo a sus familias. Esta situación de pandemia nos ha puesto varios desafíos, como la alfabetización de docentes que se resisten al uso de las tecnologías. Hay un aprendizaje social, además de institucional. Vemos que en muchos casos la infancia hoy vive y convive con los problemas de los adultos; antes los temas de la adultez eran de los mayores, hoy los niños son sometidos al estrés de sus padres, y ellos son como esponjas que cargamos de frustración y mensajes negativos.
—¿Cuán imperioso es retomar la asistencia obligatoria a clase?
—Apostamos a eso. Creemos que hay condiciones para retomarla. Luego de las vacaciones de invierno hay que incrementar la presencialidad, por lo menos aprovechar más la carga horaria, porque en la escuela el niño se siente más protegido. No hay fecha definida. Pero en agosto la presencialidad será mayor.
—¿Están los gremios docentes participando en el anteproyecto presupuestal?
—En la sesión del martes del Codicen designamos la comisión de presupuesto que estará integrado por las ATD y los gremios. Esta semana se instalará.
—¿Hay una propuesta de mejora salarial ya definida para los maestros?
—Ese punto de la negociación salarial todavía no se tocó.
—En este contexto de emergencia y ajuste, ¿Primaria necesita mucho más dinero para aplicar sus planes?
—No es tanto más, sino un tema de racionalización y reubicación de los recursos. Y quiero dejar constancia de que hay servicios como el programa de alimentación escolar que no se verán afectados presupuestalmente. Porque es una política pública que ya está instalada en los genes de Primaria.No estamos diciendo de eliminar ni reducir el sistema de alimentación escolar, sino de investigar y analizar el programa.
—¿La ANEP revisará también el impuesto de Primaria?
—Si usted observa la distribución de la recaudación de ese impuesto, verá que 63% va para alimentación escolar, un 12% a gastos de funcionamiento, 6% a transporte escolar y un 5% a mantenimiento de escuelas; un 3% se destina a material didáctico, seguridad y limpieza, otro tanto a salidas didácticas y campamentos, y un porcentaje menor a equipamiento, comunicación, partidas de apoyo a escuelas Aprender (las más vulnerables) y emergencia médica escolar. Hay que analizar todo. Pero aclaro: la alimentación escolar está asegurada; el problema es cuando el debate se ideologiza y se politiza.
—Pero el Codicen hará una investigación administrativa...
—Una administración nueva, con muchas expectativas y compromisos asumidos, tiene que buscar intersticios o puntos de apalancamiento para la mejora, porque sería muy demagógico decir que está todo bien. No estamos diciendo que hay que eliminar ni reducir el sistema, ni cobrar tickets a los niños como se ha dicho por ahí, ¡eso es una barbaridad! Solo revisarlo, porque es un tema de política educativa, social, nutricional y económica. Apuntamos a profesionalizar la gestión del PAE. Primaria es un sistema denso y extenso, y tiene que contar con un equipo profesional importante para triangular las miradas y negociar con el objetivo de ganar-ganar.
—¿Qué opina de modelos diferenciados, como funcionan en algunos ayuntamientos de España, donde familias que no pueden pagar el servicio reciben una beca?
—Creo que en Uruguay todavía no es el momento. Hay que buscar todas las posibilidades y elegir las mejores, sin afectar la posibilidad de alimentación de aquellos que la necesitan. Y también hay familias que están en condiciones de solventar la comida diaria de sus hijos. Aquello de dar a todos igual no es necesariamente equitativo. Pero toda esta estructura de Primaria a veces cuando pretendés una innovación o un cambio brusco tiene resistencia, porque tenemos otra mirada del funcionamiento social. He visto en una escuela Aprender con más de 500 alumnos que solo 200 usan el comedor en épocas normales y ahora algo más de 100 llevan la bandeja; eso te deja pensando. El servicio también atiende a casi 9.000 estudiantes de educación media y por otro lado más de 10.000 adultos participan de la alimentación escolar. Son todos elementos a tener en cuenta.
—Si no hay más brotes de Covid-19, ¿hasta cuándo se extenderá el año escolar y cuándo comenzará el próximo año lectivo?
—Primaria siempre termina por el 20 o veintipico de diciembre, no hay mucho margen más. Enero no solo es un mes de vacaciones para los niños, sino de licencia para el personal, y en febrero se adelantará en algo el trabajo de los equipos y de repente se convoca a los niños que quedaron más desfasados. No podemos negar la realidad, quedarán tareas pendientes. El horizonte debido a la pandemia es turbulento y está lleno de imprevistos.