—No, fueron básicamente ponencias. No solo del presidente, que abrió la reunión, sino de los jerarcas del Ministerio de Economía. Después hubo algunas preguntas y comentarios de legisladores, todo referido a estos anteproyectos.
—¿Y qué fue lo que dijo en concreto el presidente?, ¿les pidió retomar protagonismo en la agenda política?
—El presidente volvió a plantear algo en lo que ha sido siempre recurrente: que es el tiempo de gobernar, en no perder tiempo, en tener como norte la acción de gobierno. Y justamente, con motivo de la convocatoria, insistió en la necesidad de aprobar cuanto antes las iniciativas. Incluso para su propia vigencia.
—Les reclamó dinamismo parlamentario.
—Sí, y yo coincido. Este tiene que ser un año de trabajo, de dinámica parlamentaria, porque somos todos contestes que el próximo año va a estar afectado por el proceso electoral. No hay que desaprovechar el tiempo legislativo, ese es el gran desafío que vamos a tener.
—¿Y cómo ve a la coalición de gobierno?
—Primer conclusión: se cumplieron tres años de gobierno con la coalición, una coalición que ha sido republicana, que no ha ocultado los perfiles de los partidos que la integran, pero que a pesar de los matices no ha estado nunca desalineada en los grandes temas. La producción legislativa y el acompañamiento de las iniciativas importantes que han llegado desde el Ejecutivo, y el propio proceso de las reformas más importantes que se están anunciando, han tenido el respaldo de la coalición. Para mí, ha funcionado bien. Y la madurez política de los dirigentes de los partidos, del proyecto, y la inteligencia serán determinantes para que esto termine sin problemas hasta el final del período.
—Es un año de gobernar y de gestionar, como dijo el presidente, pero los blancos están en buena medida con un ojo en lo que está pasando en la interna, pensando en las elecciones. ¿Cómo se conllevan estas dos cosas?
—Tengo la impresión y el convencimiento de que este año tiene que ser un año de prioridad de gobierno. Asumimos un compromiso con la ciudadanía para hacer un cambio en el país. Eso conformó la coalición. Y por tanto, eso es un compromiso asumido y pendiente. Y nada justifica que nos vayamos de ese camino. Dicho esto, no hay que desconocer que este año, creo que a partir del segundo semestre, se va a ver afectado por el proceso electoral. Esto va a implicar movimientos y definiciones en todos los partidos políticos y particularmente en el Partido Nacional, que es un partido que siempre respeta las elecciones internas a cabalidad. Es la gente, los blancos, los que votando eligen al candidato. No surge de resoluciones cupulares. Por lo tanto, todos los sectores que tenemos responsabilidad en el partido vamos a tener que tomar una definición.
—¿Y cuál puede ser esa definición?
—No conozco elección en el mundo que termine siendo con más de dos. En cualquier punto del planeta se polarizan siempre las elecciones. Porque la gente termina usando su voto para incidir. Y entonces terminan siendo dos. Hay en el partido mujeres y hombres que están adquiriendo notoriedad, relevancia pública, y que se vislumbran como posibles candidatas o candidatos. Lo dirá el tiempo. Alianza Nacional tiene un desafío enorme porque no tenemos a nuestro candidato. La falta de Jorge Larrañaga, que es enorme para el gobierno, para el país, para el partido, es enorme para Alianza Nacional. No en su condición de líder, que lo sigue siendo, o de referente, que lo será siempre, sino de candidato presidencial. Por tanto, el desafío es central y la definición de Alianza Nacional va a ser determinante en el resultado de la próxima interna.
—Bien. Pero antes de profundizar en eso, ¿cómo estaba Alianza Nacional antes incluso de la muerte de Larrañaga?
—Alianza va a cumplir 25 años el 25 de julio. Y no se puede explicar ni el país ni el Partido Nacional en los últimos 25 años sin Alianza. Marcado en el liderazgo de Larrañaga y en el aporte del sector: en su ADN, en su impronta, en sus ideas. En ese proceso, Alianza Nacional conoció la victoria más importante en una interna partidaria, incluso el liderazgo del partido en el 2004, hasta llevarlo al 36% del electorado nacional. Creo que, antes de que muriera Jorge, Alianza tenía quien para mí era y se estaba encaminando a ser una opción innegable como un candidato diría que hasta de la coalición. Hoy no está. Y eso tiene un significado. Pero está la idea, están las banderas, está la estructura en todo el país. Está intacta su representación parlamentaria. Tiene algunos de sus mejores hombres y mujeres ocupando cargos de relevancia en el gobierno, tiene intendentes y figuras importantes en todo el país. Es un proyecto plenamente vigente y renovado por circunstancias que no queríamos.
—Pero justamente antes de su muerte ya el sector había tenido algunos revolcones electorales, parecía disperso.
—Sí, pero nos empezamos a recuperar, porque salimos terceros en la interna, pero segundos en octubre para el Senado. Uno mira hoy la situación del partido y se van a dar cosas inéditas en las elecciones internas: por primera vez no está en juego el liderazgo —porque nadie se lo discute a Lacalle Pou—, y es la primera vez que ninguno de los competidores fue candidato antes a la presidencia. Entonces no está en juego el liderazgo, está en juego la definición de la mejor conformación de la fórmula del Partido Nacional. Y en el caso de Alianza, tenemos el activo de una historia de 25 años, representación legislativa, representación y presencia territorial en todo el país, presencias importantes en el gobierno. Hay una historia, hay sueños pendientes, hay una definición que es marca de orillo de Alianza Nacional, que me parece que es demasiado importante para que el Partido Nacional pueda lograr el gobierno nuevamente.
—Me señalaba todas las cosas que hay en Alianza, pero es evidente que lo que no hay es candidato propio, y no lo va a haber, porque ninguno tomó la posta de Larrañaga.
—En el año 1999 un puñado de dirigentes del interior nos arrimamos a un intendente joven que asomaba desde Paysandú reivindicando un desarrollo integral y más justo del país. Se llamaba Jorge Larrañaga, tenía 42 años. Y rápidamente decidimos impulsarlo como candidato en la interna de ese entonces. Se hizo una reunión en un establecimiento en Rocha, La Guillermina. Había dos intendentes que apoyaban: Domingo Burgueño, de Maldonado, y Héctor Leis, de Lavalleja. Pero ambos murieron en ocho meses, y eso implicó que tuviéramos que desandar rápidamente la postulación presidencial de Jorge y se respaldara a Juan Andrés Ramírez. Es decir, es la primera elección, después de aquella vez, que tenemos que apoyar otra candidatura. Es uno de los caminos. Y de serlo, no tengo ninguna duda de que es muy importante para Alianza y su proyecto elegir bien. Y creo también que la elección de Alianza va a ser determinante en favor de ese candidato.
—Recién me hablaba de la inevitable polarización que se va a dar. Los dos candidatos que la están representando vienen de un mismo tronco: Álvaro Delgado y Laura Raffo. ¿Por cuál de las dos propuestas se van a decantar?
—No quiero cerrar la grilla porque sería faltarles el respeto a otros compañeros que tienen la vocación o intención presidencial. Lo que sí digo es que van a llegar dos. Si me paro en la hipótesis que usted me dice, de dos candidaturas que surgen del gobierno, primero, que no sería sorpresa. Eso habla de que el Partido Nacional respalda al gobierno. Y me parece que, más que definición de extracción herrerista o wilsonista, percibo que la opción que va a optar la ciudadanía va a ser continuidad pura o continuidad con cambios. Por ahí va a estar el ojo de la gente. Y el herrerismo y el wilsonismo tienen la misma matriz, que es el nacionalismo popular.
—¿Y Alianza por cuál se decanta: por la continuidad pura o la continuidad con cambio?
—Estamos apenas cruzando la mitad del arroyo. Es apresurado tomar definiciones. Pero no hay duda de que vamos a tener que promover cambios, si no, no sería posible aspirar a gobernar de nuevo. Sería casi como una conformidad.
—Todos parecen buscar el apoyo de Alianza. Es un sector preciado, que cotiza para tener abajo de los paraguas de las dos candidaturas que asoman.
—El Partido Nacional tiene que ser un partido moderno. Y si ese partido quiere interpretar el futuro, tendrá que hacerlo con el larrañaguismo y el wilsonismo que interpreta Alianza.
—Si uno se pusiera a analizar los últimos movimientos internos, observa que hay dirigentes de Alianza que se fueron para respaldar la candidatura de Delgado y entonces se podría inferir que ustedes, los que quedaron en el sector, van a apoyar a Raffo.
—Las decisiones que impulsaron a algunos compañeros a definirse por Delgado las respeto y no las comento. Tendrán sus razones y sus motivaciones. También algunos compañeros entienden que la muerte de Larrañaga terminó un proyecto político. Y yo creo que Larrañaga es un proyecto político. Es una bandera. Y por eso siguen adhiriendo agrupaciones a nuestro sector. Alianza está creciendo y es mucho más futuro que ayer.
—¿Lo sorprendió la partida de esos dirigentes a apoyar a Delgado? ¿Se había hablado antes entre ustedes?
—En la política nunca son sorpresa estas cosas. Cada cual es dueño de su destino. Y no comento.
—¿Cree que está en disputa la herencia de las ideas de Larrañaga? Algunos dicen que las llevan a un lado, otros, a otro.
—Las ideas de Larrañaga son del Partido Nacional. Cada uno las interpreta de la manera que crea. A mí me cuesta interpretarlas fuera de Alianza. Fue su único sector político en 25 años de vida política. Se da hasta la paradoja que algunos compañeros, apresuradamente, optan por otro compañero que precisamente abandonó en el 2009 el proyecto wilsonista que lideraba Larrañaga para acompañar al otro candidato. Pero, en fin, son interpretaciones. Las respeto, y son compañeros que aprecio.
—¿Cuándo define Alianza su respaldo a una candidatura?
—Hay una gira por todo el país, donde se buscará la opinión de unos 800 dirigentes en 264 pueblos, que va a ser determinante. En estos próximos días serán tiempos de definiciones, enmarcadas en la prioridad, que es gobernar.
—La de Alianza es una estructura codiciada en la interna por los votos, básicamente. ¿Usted se ha reunido con las dos partes antes de tomar esta decisión?
—El Partido Nacional tiene una cosa positiva y generacional y es que todos nos llevamos muy bien. No solo hay afinidad desde el punto de vista político sino también una relación interpersonal fluida y de afecto. Diálogo hay con todos. Tiene que ser así. Y por supuesto que los votos pesan: el fútbol es por goles y la política es por votos.