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    “La existencia de medios independientes, libres y confiables” es clave para proteger la democracia del avance de los populismos

    “Rusia bombardea Ucrania”.

    El titular se escribía solo. Publicarlo, sin embargo, era otra cosa. Era iniciar un camino sin retorno. Lo sabían los editores y los periodistas de Nóvaya Gazeta, uno de los pocos medios independientes que todavía operaba dentro de Rusia, pero no dudaron, tenían claro qué había que hacer. Esas tres palabras dominaron la portada de la edición posterior a que el 24 de febrero del 2022 las tropas de Vladímir Putin invadieran Ucrania.

    La censura al periodismo independiente en Rusia ha crecido de manera sostenida desde que Putin asumió el poder a comienzos de los 2000, pero luego del inicio de la guerra se volvió insoportable. El gobierno aprobó una ley que prohibió informar sobre lo que pasaba en el frente y estableció penas de cárcel para quienes publicaran algo distinto a la versión oficial del régimen. Nóvaya Gazeta debió cerrar sus oficinas y la mayoría de su equipo partió al exilio.

    Nóvaya Gazeta tiene una larga experiencia enfrentando la censura y la opresión. En las últimas dos décadas, seis de sus periodistas fueron asesinados como consecuencia de su trabajo. El caso más emblemático ocurrió en 2006, cuando asesinaron a Anna Politkóvskaya, una reportera que cubría los abusos del gobierno ruso en Chechenia.

    El editor jefe, Kirill Martynov, trabaja desde Latvia. En diálogo con Búsqueda, dice que el objetivo del medio es continuar brindando información de calidad a su audiencia, en particular, aquella que todavía está en su país. La tarea no es sencilla. Primero porque las fuentes deben arriesgar su vida para pasarles datos a los periodistas y segundo porque el régimen ejerce un control férreo sobre los medios y la mayoría de los mecanismos de comunicación. Telegram y YouTube son hoy los principales canales de Nóvaya Gazeta para contar a los rusos lo que sucede en su propio país y en Ucrania.

    Martynov estuvo en Uruguay esta semana, invitado por la Unión Europea para conversar sobre la experiencia de su medio, cuyo editor jefe anterior, Dimitri Múratov, obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2021. En las actividades participó también Pavel Andreyev, directivo de la ONG rusa Memorial, ganadora del mismo galardón en su edición 2022.

    Martynov sostuvo que el caso de Rusia, con un gobierno cada vez más opresor, debería ser mirado para entender cómo el populismo y una “dictadura de derecha” toma el control de un país. En ese sentido, consideró que una sociedad civil fuerte y unos “medios independientes, libres y confiables” son anticuerpos para detener el avance de los populismos.

    —En entrevistas, usted ha dicho que Vladímir Putin ha llevado adelante una campaña contra los medios independientes, prueba de eso es, justamente, el cierre de Nóvaya Gazeta. ¿Por qué cree que Putin llevó adelante esa campaña?

    —El periodismo independiente fue muy importante para crear la nueva Rusia después del colapso de la Unión Soviética y tuvimos un gran interés del público por lo que hacía el periodismo independiente. Creo que la sociedad rusa, en términos generales, nunca quiso esta guerra con Ucrania. Creo que era importante para Putin destruir a los medios para que la gente no pudiera hacer preguntas sobre qué pasa, por qué empezó la guerra, por qué hay cada vez menos libertad en nuestro país y también para que la gente se dejara de hacer preguntas sobre su futuro. Es importante mencionar que había un gran interés en nuestro trabajo periodístico hasta después del comienzo de la guerra, teníamos millones de visitantes en nuestro sitio web. Eso quiere decir que éramos un peligro para este dictador, y tenemos la esperanza de seguir siéndolo para él y para todos los que están llevando adelante estos crímenes de guerra en Ucrania.

    —Seis periodistas de su medio han muerto en los últimos años producto de su trabajo. Y ahora usted y otros están en el exilio. ¿Por qué seguir?

    —Creo que esta es una opción personal no solo para mí sino para otros. Mi responsabilidad era tratar de proteger al equipo de Nóvaya Gazeta, de proveerles condiciones normales de trabajo para que puedan mantener su voz. Si el gobierno nos quiere cerrar, tenemos que buscar una manera de seguir operando. Por supuesto que los principales objetivos y víctimas de esta guerra son los ucranianos, pero también es una guerra contra todos los rusos que no apoyan esta guerra. No encuentro una manera de mantenerme callado en estas circunstancias, es casi algo existencial.

    —¿Cómo están trabajando e intentando llegar al público ruso?

    —Hay algunos detalles que no puedo compartir. La idea general es esta: todavía tenemos personas dentro de Rusia que nos ayudan a recolectar información, algunos de ellos son periodistas profesionales y otros son simplemente personas que tienen información confiable que puede ser chequeada y la comparten con nosotros porque saben quiénes somos y saben que protegeremos a nuestras fuentes. Entonces, sacamos información de Rusia, publicamos nuestras historias en Europa, amparados en las leyes europeas y la libertad de expresión, y tomamos nuestros riesgos fuera del país. Cuando publicamos la información fuera de Rusia, tenemos que encontrar un mecanismo para volver a entrarla. La mayoría de las redes sociales fueron bloqueadas por el gobierno ruso, así que no hay acceso a Facebook, Twitter e Instagram. Y, obviamente, todos nuestros sitios de Internet fueron bloqueados, algo que también sucedió a otros cientos de medios independientes. Aun así, tenemos varios canales para distribuir nuestra información en Rusia: por razones bastante complicadas, todavía no pueden bloquear YouTube, y por eso se ha vuelto la principal plataforma independiente para los rusos. El segundo canal, que es muy interesante, es Telegram, muy popular en Rusia. Ahora, el statu quo es que Telegram es usado para propaganda oficial, pero también por parte de los medios independientes rusos. El gobierno ruso intentó bloquearlo años atrás, pero no pudo. Entendemos que la censura digital puede ser más estricta todavía y creemos que tenemos que mantener nuestra base de lectores intacta, es por eso que desarrollamos muchas newsletters y tratamos de explicarle a la gente que cuando todo esté bloqueado los mails serán las últimas fuentes de información. Después de eso, quizás deberemos recrear lo que sucedió en la última década de la Unión Soviética, cuando eran voces extranjeras mediante radios o ingresando ilegalmente libros y revistas al país. Tenemos que salvar a esta gente que todavía quiere acceder a información independiente y quiere aprender a llegar a ella, este es un problema crucial.

    —Ustedes sabían que no había vuelta atrás después de que publicaran la portada en el inicio de la guerra y seguir informando de manera independiente. ¿Hubo una discusión interna antes de publicar?

    —Por muchos años tratamos de sobrevivir bajo una censura muy dura, y eso significó que tuvimos que, en algún punto, buscar ciertos compromisos. Como editor de Nóvaya Gazeta, años atrás, cuando recibía un artículo de opinión en el que alguien decía que Putin era una mala persona, probablemente le pedía a este periodista de no publicarlo, porque era inútil, simplemente publicabas una pequeña historia sin hechos noticiosos y después de eso la Policía podía cerrarte. Al mismo tiempo, éramos totalmente independientes en el sentido de que, si teníamos investigaciones importantes y entendíamos el valor de publicarlas, lo hacíamos sin importar las consecuencias que podían recaer sobre nosotros. Lo hicimos muchas veces. Puedo mencionar el caso de las torturas y asesinatos de personas LGBTQ en Chechenia, seis años atrás, y derivó en denuncias penales y amenazas contra nosotros. Pero era lo que teníamos que hacer. Entonces, en las primeras horas del comienzo de la guerra, concluimos que no había espacio para compromisos y que teníamos que publicar la historia real de la guerra sin importar las consecuencias. No hubo una discusión real, todos estábamos de acuerdo. La única cuestión que se discutió en la primera reunión de edición después de que empezó la guerra era si podíamos publicar un diario bilingüe, si podíamos escribir algunas notas en ucraniano. Y la discusión era si estaba bien todavía que un periodista ruso usara el ucraniano. Resolvimos que sí y publicamos varias historias en los dos idiomas.

    —¿Qué deberían entender los uruguayos sobre la situación de Rusia en general y del periodismo ruso en particular?

    —No estoy muy seguro de Uruguay, pero en Sudamérica hay una ilusión sobre Rusia: que protege los valores de la izquierda y combate el imperialismo occidental. Siempre tenemos que recordar que la Rusia contemporánea es una dictadura de derecha, que oprime, encarcela y asesina gente sin motivo. Que todos los capitales del país están controlados por los amigos de Putin de manera directa. Que lo que está haciendo Rusia en Ucrania no tiene nada que ver con justicia social ni con proteger a otras partes del mundo de la influencia de Estados Unidos u Occidente. Esta guerra no puede ser justificada, no fue provocada.

    Mi mayor preocupación es que no quiero que otros países cometan los errores que cometimos nosotros. Subestimamos a nuestro dictador. Creímos que eran solo cleptócratas corruptos. Pero después nos dimos cuenta de que son asesinos seriales, no solo personas que quieren ser ricas y poderosas, sino que quieren recrear una era de guerras imperialistas y de anexiones. Hablamos mucho de democracia y derechos humanos y todas estas lindas palabras que escuchamos a diario, pero nuestra experiencia muestra que si no puedes proteger a la sociedad de la dictadura, esta dictadura en un momento destruirá tu vida, la de tus vecinos, y hasta te hará sentir vergüenza de ser ruso. Debemos tratar de proteger esta cosa preciosa y rara que es la libertad. Cuando era joven, pensaba que la idea de democracia y libertad era obvia, inevitable. Muy pocas democracias en el mundo tratan de protegerse a sí mismas de las dictaduras y el populismo. La mayoría de la gente no vive en democracias.

    —No es fácil proteger a la democracia de líderes autoritarios y populismos sin establecer mecanismos que puedan atentar contra el propio sistema. Los populismos suelen explotar las herramientas de la democracia para llegar al poder. ¿Cómo cree que puede defenderla?

    —Lo que aprendimos en nuestra experiencia es la historia de que la dictadura puede ser posible y la guerra también cuando la sociedad es débil, cuando la gente no confía en el otro, cuando la gente no quiere participar en acciones colectivas, cuando la gente no siente solidaridad con el otro. Esto se debe, en parte, a nuestro pasado soviético. Durante los tiempos soviéticos, la única fuerza política que insistía en el tema solidaridad era el Partido Comunista y todos entendíamos que era una mentira. Si alguien hacía un llamado a la solidaridad en Rusia, se debía simplemente a que quería hacer algún negocio sucio usando ese eslogan. Hasta hace 10 años, sin embargo, teníamos una sociedad civil fuerte. Hubo un movimiento fuerte para reclamar elecciones transparentes, pero que fue perdiendo energía. Creo que la anexión de Crimea fue una respuesta de Putin a eso. Puedes destruir a una sociedad con guerras y anexiones. Creo que la mejor manera de proteger a la democracia es estar involucrado en la política en todos los niveles posibles, de que no hay unos invasores del espacio que protegerán nuestra democracia, sino que tenemos que hacerlo nosotros. En Rusia no tuvimos en las últimas décadas un fuerte movimiento sindical, ni partidos políticos, un Parlamento real, ni soñamos con tener un sistema de Justicia fuerte. No podemos pensar en la democracia como un juego extraño que jugamos cada varios años durante las elecciones. La existencia de medios independientes, libres y confiables, que trabajan por el bien público y no para determinados grupos, puede ser parte de la defensa contra el populismo. Si tienes muchos medios profesionales e independientes en tu sociedad, te pueden traer cada uno piezas del puzle de lo que pasa en tu país y el mundo y evitar estas simplificaciones en las que se apoyan los populistas. El populismo es siempre una idea sencilla, ofrece una solución simple para todos los problemas complejos. La historia de la prensa libre es la historia de una sociedad libre.

    —Usted dijo que la prensa libre es un antídoto para el populismo. ¿Cómo puede trabajar el periodismo en un ambiente en el que un líder político como Putin trata de establecer una dinámica según la cual los medios son parte de la oposición política por informar?

    —No me asusta eso. Si el futuro dictador está diciendo que el único interés que tenemos que tener presente es el del Estado, siempre vamos a estar en la oposición, porque nuestra preocupación es la gente. Protegemos a la gente, no tenemos otra obligación que el interés de la gente. Es por eso que los derechos humanos son importantes, por eso protegemos a las personas LGTBQ, es por eso que tratamos de proporcionar periodismo de soluciones, por eso intentamos salvar familias en esta dictadura. Al menos en el caso de Rusia, las autoridades creen que cualquier voz independiente viene de la oposición porque, si no te controlan, creen que eres controlado por alguien más. Consideran que el mundo es así, que las personas no tienen su propia voluntad, no tienen libertad.