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    “La incompetencia y la motivación política son infinitamente más caras que la corrupción en Uruguay”, sostiene director del Ceres

    La campaña ya está madura, pero para Guillermo Tolosa hasta ahora el foco de los discursos no ha sido puesto en lo que mira la gente al decidir su voto. Así, la oposición continúa lanzando golpes por el costado de la inseguridad y los problemas en la educación aunque no en los de la economía; si pegara allí, quizás podría hacer tambalear al Frente Amplio.

    “En octubre iremos a votar bajo síntomas fuertes de debilidad económica por un período considerable”, sostiene el director ejecutivo del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres). Sin embargo, como la “marca de liberalismo moderado y progresismo moderado” está seriamente dañada, “ninguno de esos dos espacios parece cómodo con proponer cuál es el paradigma ahora”.

    Según Tolosa, un economista que trabajó para el Fondo Monetario Internacional y fue analista de la consultora londinense Oxford Economics, hoy en Uruguay está instalado un “estado de psicología colectiva” donde prima la “cautela, la incertidumbre y el pesimismo”, que se debe romper bajando costos de producción, en particular las tarifas de la energía. Propone desmantelar subsidios que, dice, hay sobre empleos que la tecnología ha dejado obsoletos y reclama cambiar la gobernanza de las empresas públicas. “¡No alcanza con el parche de decir: ‘Bueno, se va Sendic, entra Marta Jara, está todo bien’. ¡No! Tenemos que blindarnos para que en el futuro nunca más haya pérdidas por US$ 700 millones que pagamos todos”.

    Su enfoque es, de algún modo, la versión académica del “bajen el costo país” que clama el sector privado. Tolosa disertó el jueves 9 en un nuevo desayuno del Ceres, el think tank financiado con aportes de empresas que durante dos décadas dirigió el hoy precandidato colorado Ernesto Talvi. Antes de esa charla, mantuvo la siguiente entrevista con Búsqueda.

    —En general “el bolsillo” decide al momento de votar. Dado el estancamiento económico y la pérdida de empleos, ¿cuánto incidirá la coyuntura en esta instancia electoral?

    —La coyuntura es absolutamente clave.

    Es una regularidad establecida para Uruguay y para el mundo entero que es extremadamente difícil para el oficialismo ganar una elección en el contexto de un estancamiento, de recesión en curso o de una recesión reciente. Fue el caso de la dictadura después de la crisis del 82, pasó lo mismo con el Partido Colorado que perdió el gobierno después del estancamiento de la economía, y luego el Partido Nacional perdió en 1994 en el medio de la recesión que se estaba instalando tras el “efecto tequila”. El 1999 es la excepción: pese a que se votó con una recesión instalada, el partido de gobierno ganó, aunque no el candidato oficialista, Luis Hierro López.

    Hay otras variables, como el empleo, que son también muy potentes para explicar el voto.

    Hoy la percepción sobre la economía en general es negativa según cualquier encuesta. Para el Frente Amplio, lograr ser reelecto es muy desafiante dadas las condiciones macroeconómicas.

    —¿No hay margen para que se revierta antes de octubre este panorama adverso y que la economía se reactive?

    —Es muy difícil. Cuando se entra en esta psicología colectiva del pesimismo, en economías como la china o la estadounidense hay cortafuegos y formas de políticas de estabilización del ciclo —ya sea con expansión fiscal o monetaria— por lo que sus recesiones tienden a ser no muy duraderas. Uruguay, siempre que tuvo una recesión o un estancamiento, perduró mucho en el tiempo. No tiene herramientas contracíclicas y hoy no hay margen fiscal ni para política monetaria-cambiaria, porque la inflación es muy alta. Lo que queda desde el punto de vista doméstico son las PPP y una buena cosecha de soja, pero eso no alcanza para un quiebre que incentive la inversión y el empleo. Nuestro escenario base es que en octubre iremos a votar bajo síntomas fuertes de debilidad económica por un período considerable.

    —¿Qué tan delicado será el problema fiscal que heredará la próxima administración?

    —Está habiendo una ventana de oportunidad para mantener el déficit fiscal en estos niveles sin consecuencias graves. Pero la ventana se puede cerrar si cambian las condiciones financieras internacionales; en ese caso los mercados van a ser más selectivos y Uruguay será de los primeros en sufrir. Y si el nuevo gobierno no hace rápidamente el anuncio de un camino claro hacia una situación fiscal más sostenible, la ventana se cierra de inmediato.

    —Con todo esto que plantea, ¿la economía será un tema central de la campaña electoral? ¿Es un terreno en el que el oficialismo pierde o puede adoptar un mensaje que le reditúe en votos?

    —A pesar de la decepcionante situación macroeconómica, para el Frente sería posible ganar en la medida que articule un discurso creíble y que entusiasme sobre la perspectiva de corto y mediano plazo. Y ya ha movido rápidamente en este sentido con el eslogan de un “impulso a la economía” o el mensaje “yo voy por el crecimiento económico”.

    Aquí hay un quiebre histórico: el énfasis en la igualdad y la distribución estaba tradicionalmente en la izquierda, y el crecimiento económico en la centroderecha. Que el Frente Amplio tome el liderazgo para instalar en la campaña el tema del crecimiento de la economía muestra que hace una lectura correcta. Es cierto que en junio se conocerá el dato de que el PBI habrá caído en un año móvil por primera vez en 16 años y empezará a girar el eje de la campaña hacia allí, pero el Frente se está posicionando bien para dar ese debate.

    Por su lado, la oposición tiene una oportunidad histórica de capitalizar el descontento con la situación económica. Sin embargo, sigue anclada en los discursos sobre educación y seguridad; según los trabajos académicos, para el votante medio, evaluar la calidad de ese tipo de propuestas sectoriales es muy difícil y no termina moviendo el voto. Sí le importan y es más pasible de entender medidas concretas referidas a la economía. De hecho, Juan Sartori, que habla de generar empleos aún sin decir cómo lo va a hacer, es quien crece en las encuestas. Es posible que a medida que se instale cada vez más la noción de situación de estancamiento, el eje central de la campaña para la oposición se mueva. Y si lo hace bien, podrá aprovechar esa oportunidad.

    —¿Por qué, según usted, la oposición no atacó hasta ahora con énfasis sobre ese flanco del gobierno?

    —Nuestra reflexión es que el progresismo moderado y el liberalismo moderado en cuanto a los paradigmas económicos que ofrecen, están en crisis en el mundo y han tenido resultados eleccionarios muy pobres.

    También en Uruguay existe una noción de que el neoliberalismo es una mala palabra y que en los 90 no funcionó. Y ahora está ganando terreno la visión de que el progresismo en su versión más tradicional, latinoamericana, ha llevado a Estados flácidos, poco efectivos, que terminan con problemas para ser financiados. Dado que hay un daño importante a la marca de liberalismo moderado y progresismo moderado, ninguno de esos dos espacios parece cómodo con proponer cuál es el paradigma ahora. Y por eso no se está teniendo la discusión sobre la situación económica y son otros los ejes.

    —En su opinión, ¿cómo se sale de la fase actual de estancamiento económico?

    —Hay que romper el estado de psicología colectiva en el cual prima la cautela, la incertidumbre y el pesimismo, que frena la inversión, el consumo y la creación de empleo. En el pasado, Uruguay pudo salir de este tipo de situaciones gracias a un tipo de cambio muy devaluado y costos más baratos. No queremos pasar otra vez por traumas como esos; entonces, ahora es clave atacar de manera ambiciosa los costos de los servicios públicos en general, y en particular de los combustibles y la energía, que están totalmente fuera de rango respecto de la región.

    —¿Qué plantea en concreto?

    —Hay que atacar las ineficiencias —y me focalizo en los combustibles porque es donde las distorsiones son más graves— para generar un crecimiento sostenible del sector productivo y exportador, que hoy está fuera de combate.

    Hay sobrecostos porque se están adjudicando subsidios explícitos, mandatados por ley, y otros que se otorgan de manera opaca en la interferencia que tiene el Estado en la fijación de precios.

    Pongo como ejemplo el supergas: el margen de intermediación implícito entre dos precios fijados oficialmente es de 70%, si se computa bien. ¡No hay bien en la economía que tenga un margen de ese tipo! El Estado está subsidiando el precio del supergas cuando sale de Ancap a un costo muy alto, pero ese subsidio no se ve completamente reflejado en el precio final debido a un costo de distribución gigantesco. El subsidio en parte está siendo entregado al trabajador cuyo puesto ha quedado obsoleto con la tecnología, pero lo protegemos todos nosotros de una forma artificial. Los estacioneros quisieron introducir tecnología para sustituir a los pisteros —que son el 60% del gasto en las estaciones— pero el Estado se negó alegando que no está dispuesto a que se pierdan empleos. De esa forma, lo que se está haciendo es generar cápsulas de tiempo y frenando el avance de la tecnología, introduciendo mayores costos para todos.

    Lo mismo pasa con los subsidios escondidos o encubiertos a los empleos en la producción de portland o de los cañeros de Bella Unión. Sin estos subsidios, el gasoil costaría $ 32,9 en lugar de $ 40, según nuestros cálculos. Uno está pagando gasoil, pero en realidad, en vez de que te pidan un pesito para Unicef, nos piden un pesito para los cañeros, un pesito para los pisteros, un pesito para el trabajador del supergas, un pesito para el guarda de ómnibus, un pesito para el trabajador del portland. Y cuando se empieza a acumular, se llega a que el precio está totalmente fuera del rango de los valores internacionales.

    El costo de Ancap son todas las obligaciones que se le están mandatando y que nada tiene que ver con su objetivo, que es vender combustibles al costo de producción y el menor precio posible. Y no se resuelve el asunto cerrando la refinería: importar refinado es más caro que traer petróleo crudo.

    —Lo que usted cuestiona como subsidios son políticas que tienen por detrás una cierta filosofía económica que defiende la izquierda.

    —No estoy de acuerdo. Si la filosofía es defender al trabajador manteniendo puestos de trabajo que están suspendidos en el tiempo, eso es darle una fantasía de estabilidad, una ilusión. Defender al trabajador es darle las herramientas para que se defienda de los desafíos tecnológicos. ¡El trabajador quiere dignidad, sentirse parte del crecimiento del país, y no quiere desarrollar un trabajo que se sabe no existe más en otro lado, a costa de los demás! No creo que haya nadie a nivel técnico que pueda apoyar este tipo de políticas, de querer frenar el avance tecnológico y con eso, frenar el paso hacia una economía avanzada.

    —La realidad es que en los tres gobiernos del Frente Amplio ese tipo de políticas se han ido consolidando. Es la visión que ha primado.

    —Eso refleja la siguiente debilidad. Si mañana les planteo a trabajadores cuyo empleo se ha vuelto obsoleto: “Señores, tenemos una nueva tecnología, ustedes quedan todos despedidos y tienen seguro de desempleo un par de meses”, la respuesta de su parte son medidas extremas de presión ante la desolación. “Te paralizo el país”. Entonces, no es por filosofía; son medidas que se terminan tomando de facto, porque no queda otra, porque los sindicatos van a paralizar el país si no se les ofrece lo que necesitan.

    La forma de encarar el tema es decir: “Hemos trabajado con técnicos y hemos consultado a otros países del mundo, y este es el plan integral, coherente, de largo plazo, de reconversión laboral. Ustedes van a trabajar acá por un tiempo considerable mientras se capacitan. También los vamos a ayudar a reinsertarse, a medida que se creen puestos genuinos. ¡Este es un gobierno que defiende al trabajador, que apuesta a la esperanza y a un futuro mejor!”. Y ahí cambia el eje de la discusión. Nos está faltando esa visión más iluminada, más estratégica, de cómo se apoya al trabajador.

    Tolosa

    —¿Los que gobiernan hoy son los sindicatos?

    —No digo eso. En la discusión entre gobierno y sindicatos falta este tipo de planes para que cambie la dinámica de la discusión, y que se beneficien las dos partes. La resistencia sindical es la consecuencia ante la falta de un pensamiento estratégico sobre cómo adaptarse a los retos de la tecnología.

    —¿Cree que un reenfoque como el que señala podría ser planteado por un eventual gobierno de Daniel Martínez, por ejemplo?

    —No queda otra. Lo que está pasando en el sector de los combustibles es una pequeña muestra de lo que nos va a pasar en otras áreas; si no tomamos el tren de la mayor productividad, vamos a seguir empantanados como hasta ahora. Espero que los políticos de todos los partidos lo vean y no sea demasiado tarde.

    —¿Alcanza con eso para hacer competitivo al sector productivo?

    —Los sobrecostos tienen que ver también con la ineficiencia de las empresas públicas y la costosísima ineficacia de algunas de sus inversiones, que encarece todos los servicios públicos.

    Uruguay ya sabe lo que debe hacer en las empresas públicas, no hay secretos: debe profesionalizar la gerencia, controlarlas mejor y fijarles los precios con criterios técnicos, no políticos, no para bajar el déficit o la inflación. Los técnicos estamos todos de acuerdo en esto. Sin embargo, la política partidaria se ha metido generando costos grandes al imponer una lógica en la cual las empresas se han usado para enarbolar carreras políticas, como plataforma de nuevos candidatos, de todos los partidos. Esto ha sido así históricamente, no en esta administración. ¡Es el subsidio para la campaña de tal muchacho! Siempre fue así.

    Tiene que haber un cambio importante de cómo se encara esto, y no es de izquierda o derecha. Es la política partidaria versus la lógica racional y la necesidad de tener un país competitivo.

    —¿No hubo mejoras en la gestión de los entes?

    —Ha habido progresos, en algunos casos grandes, después de lo de Sendic. Pero pueden revertirse porque la institucionalidad está intacta; puede venir otro Sendic, con las mismas decisiones y las mismas pérdidas. ¡Uruguay no se ha aislado del riesgo gigante de que vuelva a pasar esto! Sí, me duele el Antel Arena, pero me duele también la Torre de las Comunicaciones, me duele la planta de Punta del Tigre que no parecemos necesitar, me duele el proyecto del gas. Cuando hay un patrón tan general queda a la vista un problema de institucionalidad que el país no procesó años después del tema de Sendic. ¡No alcanza con el parche de decir: “Bueno, se va Sendic, entra Marta Jara, está todo bien”. ¡No! Tenemos que blindarnos para que en el futuro nunca más haya pérdidas por US$ 700 millones que pagamos todos.

    Cuando vos tenés a alguien cuyo título —trucho o no— es —o no— licenciado en Genética Humana, algo que nada tiene que ver con el giro de Ancap, no tiene experiencia relevante en el sector ni de gestión de ninguna empresa, y de repente es el gerente general de la empresa más grande del país —que es el 6% del PBI— con total independencia de cualquier ente regulador o de control, ¿cuál va a ser el resultado? Y después, como sociedad invertimos el 90% de nuestro tiempo discutiendo por los US$ 30.000 de las tarjetas... ¿Y con los US$ 700 millones que era obvio que íbamos a perder porque es alguien que no tiene la capacidad de gerenciar ese mamut, qué pasa? O sea, la incompetencia y la motivación política son infinitamente más caras que la corrupción en Uruguay. Y pedimos perdón por la corrupción y no pedimos perdón por la incompetencia y por la finalidad de política partidaria... ¿Dónde está ese perdón? ¿Dónde está la fórmula que nos blinde? ¿Dónde está la ley que me diga: se va a hacer un proceso donde se chequeará que el título es relevante y que la experiencia es suficiente para poder hacer ese trabajo?

    ¿Cómo podemos crecer, ser competitivos si pueden pasar este tipo de cosas? Sea quien sea que gane, es inevitable encarar este tema. Porque cuanto más arrastremos los pies, más largo será el estancamiento o estanflación, lo que sea que tengamos.

    Y va mucho más allá de la economía: estos son los valores que estamos transmitiendo. Si uno asigna de esa forma uno de los puestos más influyentes de la sociedad, como es en Ancap, el mensaje para nuestros jóvenes es: no importa educarse ni trabajar duro, porque con la conexión correcta, uno va a llegar. Es una señal pésima que estamos transmitiendo. Y después le pedimos a Eduy21 que mejore la educación…

    ¿Por qué la democracia está en crisis en el mundo y en muchos lados se ha apostado a un voto rupturista, radical? Porque la clase política empieza a mirarse mucho el ombligo y no piensa en las verdaderas necesidades de quienes producen y quieren salir adelante. Para su propia supervivencia –de todos los partidos—, no queda otra que terminar con estos vicios.

    Recuadro de la nota

    ? Alta probabilidad de “reestructura ordenada” de la deuda argentina

    Economía
    2019-05-09T00:00:00