“Porfiado” recibió cuatro estrellas sobre cinco en la edición argentina de la “Rolling Stone” y el conjunto ha ganado múltiples Premios Graffiti, ha sido nominado al Grammy Latino y ha sido elogiado por colegas como la estrella pop mexicana Julieta Venegas y el argentino Gustavo Cordera, ex líder de Bersuit Vergarabat.
—¿Imaginó usted en algún momento de la carrera de la banda que llegarían a tener la proyección internacional actual?
—Ni lo pensamos ni lo dejamos de pensar. Cuando lanzamos “Raro”, disco con el cual nos conocieron internacionalmente, lo hicimos pensando en Uruguay y no creímos que tuviera esa trascendencia. Pero lo escucharon las personas indicadas en el momento indicado y se dio toda una serie de acontecimientos que hicieron que el Cuarteto se conociera en España y en Latinoamérica. Con “Bipolar” se dio un afianzamiento de esto. Y, con “Porfiado”, una consolidación mayor.
—¿Quedó conforme con el resultado final de este disco?
—Contentísimo. Está muy bien a nivel discográfico y también a nivel del show en vivo, que es lo que uno está vendiendo hoy por hoy como defensa de la banda, además del disco. Me pareció que la gran mayoría de las canciones tenía un potencial bárbaro para insertarse en el repertorio. Y quedó demostrado en el Luna Park, donde metimos los 12 temas del álbum, lo cual no es muy común, y la gente quedó muy colgada.
—¿El show en el Teatro de Verano será similar al de Argentina?
—Sí: tendrá los temas de “Porfiado”, lo mejor de “Raro” y de “Bipolar” y algún rescate de discos anteriores, porque Uruguay tiene una cuota afectiva extra.
“Y aunque esta verdad pueda doler/ Tengo que decirlo, sin complacer/ Pero si ofendo pido perdón/ Cuando sea grande no quiero ser como vos. // No quiero que ya nada me provoque placer/ Ni que cuando el dolor me toque evoque al ayer/ Ni mirar fotos viejas y ponerme a llorar/ O que nombren a alguien y empezar a temblar”. (“Cuando sea grande”)
—Llama la atención en sus espectáculos la cantidad de público quinceañero e incluso de niños que asisten a verlos, más si consideramos que El Cuarteto de Nos es una banda de rock. ¿Por qué será que la música que hacen interesa en esas franjas?
—Todavía me lo sigo preguntando. Todos mis amigos y colegas tienen hijos adolescentes, pero yo no, así que no tengo mucha experiencia. Es más: si la hubiera tenido capaz que hubiera hecho canciones que no habrían llegado al público juvenil (ríe). En muchos temas me gusta conectarme con emociones que me ha tocado vivir antes, muchos de ellos durante la adolescencia. Para el corte “Cuando sea grande”, me gustó pensar cuál era el sentimiento con mis padres cuando era adolescente, ese momento en el que uno pasa de tenerlos como héroes intachables a irlos conociendo como personas y, entonces, empieza a decir: “Sos divino como padre, pero hay partes de tu personalidad que no quiero repetir”.
—Las letras contienen mucho de esa sensación de inadaptación adolescente.
—Sí, la canción “Benito” en México pegó fuertemente porque está todo el tema del bullying, del que antes no se hablaba tanto. Con los del Cuarteto éramos los flacos de lentes estudiosos, y siempre había un grandote que nos pegaba. Y yo canto este tema en vivo y gritan todos. Me acuerdo también de que en el Luna Park veíamos que en la cancha estaban los de 18 y 20 años haciendo pogo y en las tribunas uno veía a familias con padres cincuentones e hijos de 11 años. Así que son recitales tranquilos con convivencia de distintas “tribus”.
—¿Qué reflexiones le merecen esos puntos de inflexión que fueron el cambio de rumbo del Cuarteto al pasar a trabajar con el productor Juan Campodónico, por un lado, y, por otro y más tarde, dejar de trabajar con su hermano, Ricardo Musso?
—Con “Raro” salimos internacionalmente. Con “Bipolar” se dio la salida de Riki, que fue un momento superduro porque había sido fundador de la banda. La verdad es que fue complicado. Pero ahora veo esta trilogía y la comparo con la etapa pre “Raro” y pienso que es un cambio fabuloso. Para unos veteranos como nosotros, es bárbaro estar siendo descubiertos ahora en Latinoamérica como la banda “nueva” del rock latinoamericano. Siendo un grupo de más de 20 años, prefiero poder estar tocando temas nuevos. Ahí yo estoy muy conforme con la parte artística. Y también son cuestiones de edad. Hay gente que me dice que una discográfica puede llegar a manejar mi destino, pero eso es mentira: yo me siento más libre que nunca en el momento de escribir y de ver el producto terminado, desde que hago los demos en casa hasta el final. Todo pasa por los ensayos nuestros, por los aportes de todos y de Juan, pero la esencia está casi igual que la canción que compuse originalmente. Ahí me sigo sintiendo libre de hablar de lo que quiera, sin importar lo que vayan a pensar otros.
—¿Su hermano prefirió no seguir este cambio de funcionamiento del grupo?
—Fueron muchas cosas. No hubo una cuestión sola de que a Riki le empezó a jorobar un poco esa nueva forma de actuar, que fue también una manera de tercerizar las cosas, porque éramos un monstruo de cuatro cabezas que autoproducía todo. En un momento, dijimos: “Vamos a ver qué pasa si abrimos un poco la cancha”.
“Podría quedarme en casa tomando cachaça/ Podría ser un técnico de la Nasa/ Podría mostrar lo que hay detrás de esta carcasa/ pero hoy tengo que ser uno más en la masa // No detenerme a cuestionar/ Ni sentir culpa de ser uno más/ Y según dicte la ocasión/ Adaptarme como el camaleón. (“Sólo estoy sobreviviendo”)
—Usted trabaja desde hace tiempo en Ancap. ¿Cuál es su tarea concreta allí?
—Y... estoy mucho de licencia. Entré por concurso en el 93. A mí la parte de ingeniería de sistemas siempre me gustó mucho, por eso trabajé desde los 18 años en esto y ha sido un cable a tierra importantísimo, pues es otro mundo. Por ahora lo he podido manejar en tiempos, pero la música está teniendo prioridad.
—¿Está obteniendo buenos ingresos económicos de la música?
—Sí. Aunque mucha gente me pregunta si puedo vivir de la música y yo le pido que me definan qué es “vivir de”. En ese aspecto, soy muy conservador. Me crié con la idea de tener una entrada mensual y nunca supe manejarme con una entrada irregular.
—¿Qué siente cuando escucha que el Cuarteto se volvió más comercial y perdió la esencia más transgresora y juguetona del comienzo?
—Me lleva al disco “Otra Navidad en las trincheras”. Como ahora hay mucha gente joven que capaz que lo ve como algo históricamente saludable porque era anticomercial, digo siempre: nosotros vivimos eso de que nos dijeran: “Ah, ahora estos se volvieron comerciales”. Era lo que opinaba el público antes de “Otra Navidad en las trincheras”, el mismo público que nos conoció con “Soy una arveja” y “Canciones del corazón”. Pero “Otra Navidad en las trincheras” sonó en todas las radios, estaba en todas las casas, fue cuádruple Disco de Platino y nos pasaban en la discoteca más careta que se pueda imaginar. Si lo medimos con la misma vara, ese álbum es mucho más “comercial” que “Raro”. Al que ahora me dice que “Otra Navidad en las trincheras” no era comercial, le digo: “Andá al túnel del tiempo y fijate cómo era”. Muchas veces sucede, también, para bandas tan longevas, que a la persona le gusta el grupo del momento ese en que lo conoció. Yo creo que en “Otra Navidad en las trincheras” me hacía más la cabeza, porque acá me hacían sentir que, si era exitoso, se debía a que estaba haciendo algo incorrecto (ríe). Y uno se podría replantear: “Bueno, capaz que estoy haciendo algo mal”. Pero ahora ni se me pasa por la cabeza. También puede ser una cuestión de los años que han pasado.
—¿Y en ventas cómo anduvieron estos últimos tres discos que editaron?
—Si sacamos la cuenta, en Uruguay, “Otra Navidad en las trincheras” sigue siendo el disco más vendido, lejos. También hay que decir que era una época sin piratería. Pero se asimila a “Raro” en las ventas si se quita esa brecha.
—¿Le molesta mucho la piratería?
—Es una cuestión que está y sobre la que no podemos hacer nada. A nosotros nos favoreció no tanto la piratería sino la subida de discos a Internet y a YouTube. Es la verdad. Como banda emergente para afuera de Uruguay, nos vino bien, porque nos conoció mucha gente sin tener ni siquiera el disco editado.
—¿Qué le aporta Campodónico a El Cuarteto?
—Juan fue y es un jugador fundamental en esta nueva etapa. Porque por un lado es un tipo brillante en cuanto a imaginarse una canción terminada, algo en lo que yo no soy tan bueno. Él visualiza el sonido final mucho más y, aparte, sabe cómo llevarlo a cabo. Como dice él: ayuda a pulir y a hacer brillar ese diamante en bruto que son las canciones. También ayudó muchísimo a focalizar la selección de canciones, porque podemos tener más de 20 y antes nos podíamos llegar a equivocar no teniendo esa visión que posee él, que de esas elige las mejores 12 para formar un equipo.
—Si tuviera que definir con una imagen al Cuarteto en cada década, los 80, los 90 y los 2000, ¿cómo serían esas instantáneas?
—Me juego por los discos, generalmente. “Soy una arveja” quedó como ícono de los 80. Si vemos los cinco discos de rock nacional, ahí está este. En los 90 fue “Otra Navidad en las trincheras”, que no tiene nada que ver con el anterior y significa una nueva etapa del Cuarteto. Y en los 2000 estuvo “Raro”, que es otro ícono. Y ahora estamos recién empezando el 2010, así que vamos a ver qué pasa.
—¿Piensa que perdieron aquella irreverencia de los años en que, por ejemplo, armaron un revuelo que llegó al Parlamento con el tema “El día que Artigas se emborrachó”?
—Cuando a veces veía críticas de artistas que decían “ahora se los ve más maduros”, era sinónimo de “aburridos” (ríe): era como decir que estábamos muertos. Esa rebeldía y esa actitud punk del Cuarteto no se ha perdido, y la prueba está en estos adolescentes de los que hablábamos al principio. Capaz que si yo veía que la audiencia iba envejeciendo con nosotros, ahí me hubiera replanteado si la propuesta no había dejado de ser llamativa o efervescente. Y en el exterior me doy más cuenta todavía cuando hablo con la prensa y veo cómo la gente queda asombrada con las letras como un factor nuevo. Pienso que estamos teniendo esa rebeldía, quizás canalizada de otra manera. Pero hoy yo no haría una canción como la de Artigas. Seguro que no.
“Sé dónde estoy, sé dónde voy/ Pero reconozco lo débil que soy/ Mejor no insistir en volver a vivir/ En lugares en donde uno ha sido feliz.
Voy caminando por el lado soleado de la calle/ Y espero que esta vez la intuición no me falle/ Y de reojo a veces miro el lado sombrío/ Pero mejor no miro mucho que si no me desvío” (“El lado soleado de la calle”)
Vida Cultural
2012-09-13T00:00:00
2012-09-13T00:00:00