Es uno de los pilares de la música brasileña de los últimos 40 años y ha tenido el talento y la sabiduría necesarios para no quedar adherido a géneros, modas o épocas. Siempre se ha mantenido libre, en la búsqueda constante de la novedad, esa que él define como motor de su vida y de su extensa carrera artística, plasmada en 28 discos, innumerables colaboraciones y una legión de enormes artistas que han grabado sus canciones, entre ellos Al Jarreau, The Manhattan Transfer, Caetano Veloso, Chico Buarque, Ney Matogrosso, Maria Bethânia, Ed Motta, Dori y Nana Caymmi, Gal Costa, Lenine y João Bosco.
Tres años después de su última visita, Djavan Caetano Viana, conocido en Brasil y todo el mundo como Djavan, sin dudas una de las mejores voces de Brasil y uno de sus mayores genios creativos, cantará nuevamente en el Auditorio Nacional del Sodre, el miércoles 12 a las 21 horas (entradas en red UTS y boletería desde $ 950).
Presentará su último disco, “Rua dos amores”, que reflota las raíces negras de sus orígenes, obra muy cercana al jazz, con pinceladas de samba, funk, blues y rock, que posibilitó el reencuentro, luego de 15 años, con su histórica banda, compuesta por el guitarrista Torcuato Mariano, el bajista Marcelo de Camargo Mariano, los tecladistas Paulo Calasans y Glauton Campello, el baterista Carlos Bala y el saxofonista Marcelo Martins, con el refuerzo del trompetista Jessé Sadoc.
Con esta excepcional formación, el músico nativo de Maceió, capital del nordestino estado de Alagoas, que el 27 de enero cumplió 65 años, mostrará sus novedades y recreará algunas de sus grandes canciones, como “Ocean”, “Sina”, “Açaí”, “Lambada de serpente”, “Samurai” y por supuesto “Flor de lis”, su primer gran éxito, de “A voz, o violão e a arte de Djavan”, su consagratorio debut solista de 1976.
“Uruguay es un país musical y disfruto mucho estar en Montevideo. Siento que hay una gran receptividad ahí hacia mi música. Entonces tengo que cantar para los uruguayos”, dijo Djavan a Búsqueda, en un esmerado castellano, desde su casa en Río de Janeiro, además de hablar de música, política y fútbol, sobre su vida cotidiana y sus hijos pequeños de once y siete años, cuya crianza definió como “una maravilla”.
—En “Ária” homenajeó a sus héroes y ahora se despachó en “Rua dos amores” con 13 canciones nuevas...
—Estuve cuatro años sin componer nada, radicalmente. Lo necesitaba porque “Ária” era un proyecto complejo y muy antiguo. Tuve que suspender, no componer una sola música, y fue un dolor increíble. Compongo desde los ocho años y nunca había vivido ese silencio creativo. No sabía que sería tan difícil. Cuando volví a componer, salieron todas las canciones en cuatro meses. Fue un proceso muy intenso pero yo tenía muchas ideas acumuladas, por lo que transcurrió de un modo tranquilo. De todos modos fue un esfuerzo físico muy grande.
—¿Cómo trabajó el sonido cercano al jazz de los años 70 que define este nuevo disco?
—Al invitar a estos viejos músicos amigos quería reeditar la atmósfera musical de antes. Tenemos una identidad musical natural que me facilita la escritura de los arreglos, compartir las ideas sin restricciones. Todo fue tranquilo, divertido y muy fructífero.
—A nivel lírico, ¿“Rua dos amores” es un trabajo nostálgico?
—Usé el amor para hablar de sensaciones como la incompatibilidad, el miedo, el amor maduro, el amor de juventud, el nuevo amor. El amor como sensación. En general son historias imaginadas. Hay una invención de situaciones para que el público se identifique... o no.
—¿Prefiere el cantautor cronista de su tiempo o el novelista de nuevos mundos?
—La creación requiere libertad para fluir. Fluir significa inventar o relatar. Puedo hablar de un caso verídico o crear una situación nueva. Por lo general elijo esto último. No soy autobiográfico pero siempre hay espacio para que se cuele la realidad.
—Luego de 40 años de carrera, ¿tiene alguna materia pendiente a nivel musical?
—Trabajo mucho con lo que nace en el momento. La novedad pura. No planifico demasiado. Las cosas van viniendo a mi cabeza, voy asimilando y trayendo al papel. Creo que tengo mucho por hacer, pero no puedo decir qué exactamente. Sí tengo la certeza de que el trabajo de composición me acompañará siempre porque es lo que me permite la autoafirmación, la manera que yo tengo para existir realmente, tener una posición vital. Necesito traer periódicamente nuevas palabras y armonizaciones. Mi vida sin componer no existe. Mi proyecto más concreto que puedo decir ahora es: tengo que componer siempre, porque me gusta y porque lo preciso.
—¿Cómo ve hoy ese inmenso continente musical llamado Brasil, con enormes países musicales como Río de Janeiro, San Pablo, Bahía y Recife?
—Brasil siempre fue un país muy prolífico musicalmente. Tenemos influencia de todos lados, cada región tiene una identidad cultural muy fuerte, no solo en música sino en la geografía, el clima, el hábitat, la comida, la forma de vivir. La diversidad en Brasil es enorme, con sus pro y sus contra. Entonces, la posibilidad que tienes de descubrir algo muy interesante y diferente de una hora para otra es muy excitante para mí. Y creo que eso seguirá siendo así. En Brasil surgen todo el tiempo fenómenos que vienen desde fuera del centro. En cualquier país del mundo la centralización en grandes polos es natural. Brasil tiene a San Pablo y a Río, pero tenemos también otros centros que usted mencionó que son cada vez más independientes, en los cuatro puntos cardinales, con una producción cultural enorme. No me gusta cuando todo se parece en Brasil. Soy feliz con la novedad, cuando es buena.
—¿Cómo es su vida cotidiana y cómo se mantiene tan joven?
—Vivo en Río con mi mujer, Rafaela, y mis dos hijos pequeños: Sofia, de once años e Inácio, de siete, y tengo una vida llena de trabajo. Eso explica todo. Siempre estoy con la mente ocupada creando, desarrollando ideas. Es un elixir muy valioso para la vida. En mi trabajo tengo un escritorio que comanda todo. Soy un artista independiente, con mi productora y mi grabadora. Es imposible ser un artista de punta en Brasil sin organización full time. No se puede jugar con eso. Tienes que saber quiénes estarán contigo para arreglar las cosas.
—¿Ser padre le hace componer diferente?
—¡Me hace vivir diferente! Cuando tienes niños en casa tu vida es completamente diferente. Tienes que acompañarlos en la escuela, descubrir su particularidad. El aroma es distinto, la atmósfera es distinta. Si puedo, siempre tendré niños pequeños en casa, es una maravilla.
—¿Cómo ve la situación social de Brasil en este momento tan especial, de cara al Mundial y los Juegos Olímpicos?
—Brasil es un país sui generis. Un país muy interesante y muy problemático a la vez. Somos uno de los países más ricos del mundo pero no conseguimos distribuir esa riqueza en el pueblo. Ese es el gran desafío de los gobiernos: que la riqueza llegue a los más pobres. Me gustaría ver un Brasil invirtiendo pesadamente en educación y salud. Brasil no avanzará jamás si no comprende que la mayor inversión de todas debe ser en la educación. Ninguna gran nación prosperó sin invertir fuerte en la educación. Después viene todo lo demás, los servicios, la salud, el saneamiento básico. Y debemos realizar reformas tributarias importantes para alivianar la máquina administrativa brasileña, que es muy pesada y que facilita la corrupción. Hay mucho por hacer todavía.
—¿Está de acuerdo con las protestas por el gasto en estadios?
—En rigor, cualquier país que tiene la chance de hacer una Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos debe asegurarse que esos eventos le hagan bien a la sociedad, al desarrollo económico del país. Es lo esperable. Pero en acontecimientos como este, todos los errores como la corrupción se acentúan. Se manejan volúmenes de dinero tan grandes que es imposible que no haya corrupción, porque ella es omnipresente. Espero sinceramente que esto deje a Brasil una influencia positiva para el pueblo. Ahora, hay mucha gente muy escéptica con relación al resultado final.
—¿Y tiene esperanza de ganar la Copa?
—No tengo muchas certezas pero tengo esperanza. ¡Los uruguayos tienen un buen team ahora!
Javier Alfonso