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“Llegó el hombre de la gabardina”, anuncia un productor en el estacionamiento del centro comercial Géant del Parque Roosevelt, donde se está rodando Zanahoria, la segunda película del uruguayo Enrique Buchichio, guionista y director de “El cuarto de Leo”. El hombre de la gabardina es sencillamente eso: un señor de bigote tupido que apenas llega, se pone una gabardina y se para ante una caja llena de boinas de distintas telas y diseños, que le empiezan a probar, hasta que el director encuentra la que está buscando. Su papel consiste en caminar entre los autos estacionados con un maletín en la mano y la otra metida en el bolsillo, según le indica Buchichio.
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En total serán seis semanas de rodaje, y un día de filmación como este, trabajan alrededor de 12 horas. Las escenas en el estacionamiento son parte del tercer encuentro de los protagonistas con su informante. De un camión grande bajan los equipos. Y luego la gente de producción lanza algunos códigos clave entre sí: “¿Vamos a ensayar? ¿Preparados? Corre ensayo. ¡Acción!”. En una pantalla Panasonic el director mira lo que entra en cuadro y pregunta por el handy: “¿Ese carro es nuestro? No, no lo saquen. ¿Podrían ponerlo? Porque queda bueno, como que arrancaron y lo dejaron ahí”.
Alguien se acerca y le dice: “Enrique, la casa que pediste está OK, la de San Salvador. ¿Querés que siga gestionando las otras?”. Se habla de combinar el corte de calles con la Intendencia y se da una discusión, un poco en broma, sobre si los vidrios del auto en la escena tienen que estar bajos o altos. Tratando de apelar al sentido común, alguien dice: “¿A vos te parece normal que uno esté levantado y otro bajo?”.
En la producción, contando rubros técnicos y actores, trabajan alrededor de 50 personas. En su mayoría, las locaciones son en Montevideo, aunque la primera semana se filmó en Los Aromos.
La historia que narra Zanahoria nació después de que Buchichio leyera una crónica extensa, relatada por los periodistas Alfredo García y Jorge Lauro en el semanario “Voces”, que le dio la pauta de que el tema podía rendir como guión de una película. “Lo primero que me atrajo fue la trama: que hubiera dos periodistas y un informante que dice ser un ex militar que perteneció a los servicios de Inteligencia del Ejército, considerando que eso puede ser verdad o no. Pero la posibilidad de acceder a la información que él promete, justifica que ellos se embarquen en la travesía que finalmente emprenden. Me sedujo la idea de hacer un thriller con este tema y con el trasfondo del legado de la dictadura y de la campaña electoral del 2004. Porque además, el in crescendo de la campaña coincide con el in crescendo dramático de lo que viven los tres”, relató Buchichio a Búsqueda.
El thriller es un género que lo atrajo siempre y agrega que su película de alguna manera se retrotrae a “Todos los hombres del presidente” (Alan Pakula, 1976), que vio varias veces y sirvió de referencia para concebir visualmente Zanahoria, junto con el director de fotografía Pablo Parra, con quien tienen en común el gusto por el cine norteamericano de los 70. Otro referente de Buchichio son las películas de Sidney Lumet (“Sérpico”, “Tarde de perros” y “Poder que mata”). “Este será un thriller sin violencia, más psicológico si se quiere, porque hay mucho de manipulación psicológica”, explica.
Realidad y ficción
En el proceso de armar y escribir el guión, una de las cosas que le resultó complicada fue distanciarse de la historia real tal como la habían contado los periodistas. “Era una crónica muy larga, llena de detalles que a nivel dramatúrgico a veces funcionaban y a veces no. Así que tuve que tomarme mi tiempo para descartar material e imaginarme cosas que no pasaron pero están en la película. Hay un 40% de diálogos o situaciones que ficcioné porque me parecía que enriquecían la historia”.
Otro aspecto que tuvo que cuidar fue el de mantener el interés, porque en las primeras versiones del guión la serie de encuentros con el ex agente que demora en dar la información, se posponía reiteradamente, lo cual hacía decaer la tensión. “Tuve que ingeniármelas para que en cada encuentro pase algo que dispare la trama hacia adelante, y en lugar de frustrar al espectador plantar otra semillita para que diga: ¿y ahora qué? Intentamos que cada escena sea como la zanahoria del título: un nuevo movimiento hacia adelante”.
En este segundo largometraje, el director volvió a dos actores de “El cuarto de Leo”: César Troncoso y Martín Rodríguez, a quienes se sumó Abel Tripaldi (“La casa muda” y “Adicciones” para televisión). “A Abel lo conocí en mi época de estudiante en la Escuela de Cine. Es un actorazo que hasta ahora no ha tenido un rol a su altura y que está defendiendo su personaje de una manera increíble”.
El trabajo de posproducción durará unos seis meses y la idea es terminar la película a mediados del 2014. Buchichio quiere que el estreno coincida con la campaña electoral. “Sería muy interesante ver en el contexto de Tabaré Vázquez como candidato nuevamente, una película ambientada en la campaña de 2004, en la que los derechos humanos eran un tema en sí mismos: se hablaba de lo que iba a pasar con ese tema ante un supuesto gobierno de izquierda”. Estas expectativas son parte del trasfondo de la película: “¿Se van a llevar a los represores ante la Justicia? ¿Se va a aplicar ahora sí el artículo 4 de la Ley de Caducidad, que ningún gobierno anterior quiso aplicar? Sería muy interesante que hubiera un diálogo entre las dos campañas”, señaló el director.
Buchichio es crítico con lo que se logró hasta el momento. “Como muchos que pensamos que con un primer gobierno de izquierda se iba a avanzar bastante más, creo que se avanzó mucho menos de lo esperado. Todavía hay cosas que no se saben y no puede ser que no se sepan, que haya gente viva que no sepa exactamente qué pasó con cada uno de los detenidos-desaparecidos. Eso es parte de lo que se dice en la película. Más allá de que me guste o no, creo que es un deber para la sociedad y es un derecho para los familiares el saber y cerrar esa etapa. Se habla mucho de dar vuelta la página, pero: ¿a cambio de qué? ¿De hacer de cuenta que no pasó nada? Pasaron cosas terribles”.
Engominado y
engañoso
El rodaje es un momento especial: cada uno sabe cuál es su función e interpretan un ballet discreto de caminatas más o menos lentas, de preguntas con respuestas asertivas, de miradas y gestos que dicen más que cualquier palabra. Troncoso tiene el pelo hacia atrás, un poco largo y con gomina, lleva lentes oscuros, camisa blanca sintética y unos mocasines algo gastados. No despierta confianza a simple vista. Fuma. Charla con Buchichio sobre cine, a ver quién sabe más de tal o cual película. Y cuando se aburre, extiende la campera verde militar sobre el piso y se recuesta al sol con las manos sobre el abdomen. Tiene que esperar su turno, su momento de actuar.
Walter, su personaje, es alguien complejo. “Yo no diría que es un mal tipo, aunque funciona como tal. Pero también es un enfermo, por las cosas que propone. En relación a estos dos periodistas funciona como un tipo engañoso y complicado. Aunque no se vea mucho de esto en la película, uno construye también teniendo conciencia de aquello que no está necesariamente a la vista”, dice Troncoso.
Según el actor, todo papel tiene alguna zona de contacto con él, y busca ahí los puntos comunes, en parte desde lo físico. “Venía con barba desde hacía mucho tiempo y afeitarme todos los días ayuda, me hacen esta engominada, estoy prolijito, con las patillas marcadas. Siempre paso por un espejo: será por mi gran ego, pero también porque quiero ver al tipo que aparece”. Además de corporalmente, elabora el personaje desde la intuición: “Walter es parco, esconde mucho y muestra poco y, si bien no se percibe en la peli, tiene mucha omnipotencia. Yo tengo esos costados omnipotentes, sigilosos, serios. Y tengo los otros costados, más guarangos, que salen a flote entre toma y toma”, dice riendo.