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Elefante Blanco está en silencio. La casa de dos plantas que alberga el estudio, las oficinas y el depósito de instrumentos de No Te Va Gustar está situada en esa parte de Pocitos que se parece mucho a un pueblo chico, de calles y veredas angostas, pocos árboles y tráfico casi inexistente, que recuerda a la Montevideo tranquila y silenciosa de los años 80. Nicolás Fervenza, el mánager de la banda, abre el portón y recibe a Búsqueda. La entrevista con Emiliano Brancciari está pactada para las seis de la tarde, después del ensayo que ocupó toda la tarde. El cantante y compositor de 44 años entra en la sala con equipo deportivo negro y lentes oscuros. “Son con aumento”, aclara. Se lo ve cansado. No intenta disimularlo. Habla bajo, como para no forzar la voz.
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En pocos días, la banda que fundó hace 27 años con su barra de amigos de la adolescencia, se sumará junto con Jaime Roos (que tocará el viernes 17) a ese ínfimo grupo de artistas locales con recitales únicos (sin contar festivales colectivos) en el Estadio Centenario, que durante décadas se limitó a Los Olimareños y Alfredo Zitarrosa. El lunes 13 y el martes 14 estará de pie, frente a 20.000 personas cada noche, que conformarán un imponente muro de gente en la tribuna Olímpica (entradas en Acceso Ya, de $ 900 a $ 2.500). Luego, el sábado 18 cantará para el doble de público, en el Estadio Único de La Plata.
Brancciari habló sobre la grabación de Luz, el último disco, publicado este año y grabado en la primavera de 2020 en la estancia Vik de José Ignacio, que a falta de turistas se transformó durante un mes en un estudio de grabación. Ese proceso se puede ver en Lejos de los focos, documental de Ignacio Benedetti que narra la gestación de este trabajo, estrenado en YouTube esta semana. También contó que está comenzando un proyecto solista, en paralelo con la banda, que la partida del percusionista era algo “que se veía venir” y que le dio “más luminosidad” al grupo, que está “en su mejor momento en el plano humano”. También dice que se considera feminista, que “pidiendo permiso no hay ninguna revolución posible” y que la canción Venganza, en la que canta en el rol de una mujer víctima de violencia, ha ayudado a parte de su público que sufre ese problema a tomar conciencia y pedir ayuda.
—Hace cinco años decías que cuando bajara la popularidad, NTVG debería adaptarse y tocar en sitios más chicos. Ahora ensayan para el Centenario y el Estadio Único de La Plata. ¿Mantener la popularidad es un objetivo o es algo que no les preocupa?
—Es un deseo, obviamente, seguir vigentes y con cierta popularidad que nos permita realizarnos. Pero es inmanejable. Podemos elegir los caminos, podemos tener nuestras propias fórmulas, que pasan por intentar superarnos, pero nunca podés controlar el gusto de la gente.
—¿A la hora de hacer un disco nuevo influye esa masividad, saber que estás presente en 15 o 20 países, o realmente hacen el disco que tienen ganas de hacer?
—Eso nos pasa bastante por fuera. Sería muy difícil pensar qué quiere escuchar un colombiano, un familiar nuestro o un chileno. No lograríamos saberlo. Las canciones salen del fuego que nace dentro del estudio y hasta ahora nos ha salido bien. Nuestros gustos, nuestras ideas salen de los intercambios que tenemos ahí. No hay más nada. Después, lógicamente, trabajamos con un productor que nos ordena los pensamientos, que toma decisiones cuando estamos dudando o que trae ideas de sonido que nos ayuda a cambiar. Pero es imposible pensar o especular con quién lo va a escuchar. Pensás en los shows, en cómo lo vas a tocar en vivo. Sobre todo en este disco, que vuelve a ser eléctrico (después del anterior, que fue acústico, de nuevas versiones de clásicos).
—Habían tocado en el Centenario en 2006 en un festival (Iberoamérica Crea), pero un Estadio solo es un nuevo salto de pantalla en su carrera. ¿Cómo se preparan?
—Es enorme, y con la desesperación que tenemos por tocar, vamos a un choque energético gigante. No teníamos en mente esta nueva pantalla. Habíamos pensado en el Estadio hace como 10 años pero lo terminamos haciendo en la rambla, con entrada libre. Ahora se dio por esta situación tan especial, de no haber tocado durante tanto tiempo.
—El documental muestra cómo aprovecharon rápidamente la situación en 2020 y se internaron a grabar en esa estancia costera luego de evaluar opciones poco frecuentes en la música uruguaya como Londres, Estados Unidos o Lisboa. ¿Por qué no grabaron en su estudio?
—Todas las opciones se fueron cayendo a medida que el mundo iba mutando y los viajes se iban complicando, entonces resultó más sencillo traer a Héctor (Castillo). Decidimos invertir en armar el mejor estudio acá, en el lugar más aislado posible. Queríamos salir de Montevideo y dedicarle al disco la energía a pleno. Y con todas las cosas que pasaban en nuestras casas, era muy difícil grabar acá. Era complejo escaparse de los pequeños problemas hogareños que surgían todo el tiempo. Era muy difícil decir “no puedo, estoy grabando un disco” cuando el problema está acá nomás, a 10 cuadras. Todos tenemos hijos chicos y responsabilidades pero para grabar un disco necesitamos concentrarnos, abstraernos. Por eso fuimos a José Ignacio. Igual fue una concentración intermedia porque nuestros hijos y parejas fueron varias veces.
—Creaste buena parte de estas canciones durante el inicio de la pandemia en tu casa de Cerro del Burro (Playa Hermosa) ¿Cómo se cocinó este disco en el plano de la composición?
—Esos primeros meses los pasé allá. Tenía algunas canciones pero durante el parate compuse un montón de temas; se los iba mandando a mis compañeros y ellos me daban sus devoluciones. Había pasado un buen tiempo sin hacer temas que me conformaran; empezaba a componer y no terminaba nada. Por suerte eso se revirtió en 2020: después de varios meses nos volvimos a juntar acá y empezamos a preparar la grabación. Ahora, el encierro no influyó en las letras. Obviamente que sí en el espíritu introspectivo de algunas canciones como Mi ausencia, que fue la última que salió. Ninguno de nuestros discos había acaparado tanto nuestro tiempo y atención; por lo general siempre hemos grabado entre giras. Esta vez pasamos muchos meses con el disco porque no teníamos otra cosa.
—¿También el disco refleja tu proceso de atravesar una separación?
—Bueno, terminé una relación, a distancia, previo al inicio de la pandemia. Justo antes del parate. Hay mucho de eso. En ese momento se afecta tu estado de ánimo, sentís que no avanzás. Estábamos en plena gira del disco acústico (la gira más grande en la historia del grupo, por toda América). Todos sabemos lo que se siente estar frenado, empantanado. Mirarte y pensar: “¿Qué me pasa? No soy yo este”. Por suerte siempre hay algo que te salva y son las canciones. Cuando volví a componer comencé a renacer.
—¿El título del disco, Luz, tiene que ver con ese renacer?
—Tiene mucho que ver con que nosotros pusimos la energía y la alegría. El disco nos sacó de la incertidumbre laboral, de no saber lo que íbamos a hacer, de lo que parecía que iba a ser un mes y se prolongó mucho más.
—Montar un estudio en el medio del campo no es para cualquiera. Es una forma de complicarse la vida también...
—Sí, es complicarse la vida pero teníamos el tiempo. Al tener doble nacionalidad pude ir a Buenos Aires en plena pandemia y pude traer equipos para completar el estudio. Del estudio Romaphonic traje una serie de micrófonos con procesadores y otras cosas que nos faltaban. Después hubo que montar el estudio, un trabajo muy minucioso del que se encargó Martín Gil, nuestro trompetista, que estudió física acústica y trabaja acondicionando estudios como el nuestro o el de La Vela Puerca. Fabricó paneles de varios materiales. Transformamos un gran parrillero cerrado del hotel en un estudio bien grande, con paneles de chapa, para grabar con esa sonoridad más brillante. Ahí grabamos los vientos y la batería. Después armamos otro estudio en otra habitación más chica, forrada de madera y vidrio, con un sonido más cálido, más íntimo.
—Es el tercer disco de NTVG con el venezolano Héctor Castillo como productor. ¿Cómo es como productor y por qué lo siguen llamando?
—Es un productor sincero, que no está pensando en el negocio sino en lo mejor para la canción. Solo piensa en la mejor canción posible, no está especulando con este o aquel mercado. Después, además de ser muy frontal, de decirte lo que le parece bien y lo que no, se banca que le digas lo que sea en forma directa. Eso hace que la comunicación sea muy fluida y directa, y allana el camino. Porque a veces se hace difícil decirle a alguien que no te parece buena su idea. De los dos lados juegan los egos. Y en lo sonoro, es un tipo con un abanico gigante de posibilidades en su cabeza. Después de conocernos en Suenan las alarmas (2017), le propusimos un viraje radical en Otras canciones(2019, el disco de versiones acústicas del cancionero de la banda) y nos tiró un millón de ideas; fue todo distinto, nos llevó a otro mundo. Y ahora volvimos a proponerle un cambio fuerte y volvió a suceder, porque no solo fue muy distinto al acústico sino que tampoco repitió el sonido eléctrico del anterior. Era complejo y quedamos muy conformes.
—Hay un cambio muy elocuente que es la ausencia de percusionista tras la partida de Gonzalo Japo Castex. ¿Cómo se procesó en lo sonoro?
—Aparece percusión puntual en algunos temas, que grabó Denis. La salida de la percusión no nos afectó en lo absoluto porque las canciones fueron concebidas teniendo en cuenta esa ausencia. Sonaban bien cuando las empezamos a tocar y no necesitaban más nada. Y lo mismo nos pasa en los ensayos para el vivo. Algunas viejas canciones se han transformado en otra cosa, y las que tenían mucha percusión no las tocamos más.
—¿Fue difícil para la banda la partida de uno de sus miembros fundadores?
—(Piensa) Bueno, la verdad que no. Era algo que se veía venir desde hacía un montón de tiempo. Para nosotros ya se había ido hacía mucho, entonces fue simplemente que dejara de tocar. No fue algo que nos tomó por sorpresa. Al contrario, nos quitó un peso de encima y nos dio luminosidad.
—¿No Te Va Gustar sigue siendo el proyecto de tu vida?
—Sí.
—¿Te imaginás a la banda a pleno dentro de 10, 20 o 30 años?
—No sé mirar tanto para adelante. La banda está en el mejor momento en el plano humano, estamos viviendo una etapa sanísima, con una energía superpositiva; todos estamos pensando en el bien común del grupo y en el proyecto colectivo por arriba de nuestros egos. Todo lo que era negativo no está más. Pero eso no quita que piense en hacer otras cosas en paralelo, en el futuro.
—¿Estás hablando de un proyecto solista?
—Tengo un montón de canciones compuestas que no han cuadrado en la banda y las voy a grabar solo en algún momento. Pero siempre el proyecto principal es el grupo.
—Teniendo en cuenta que sos el principal y casi único compositor en la banda, ¿cómo elegís qué canción es para la banda y cuál no?
—¡Presento todo! Hay cosas que rebotan o yo mismo me doy cuenta de que no sintonizan con la banda. A lo largo de los años he acumulado infinidad de temas.
—En estos años el reguetón, el trap y la llamada “música urbana” de raíces latinas han pasado a ser el producto musical más masivo del planeta. Teniendo en cuenta que NTVG juega en las grandes ligas de la industria, ¿influyó eso de alguna manera en su música?
—No, para nada. Somos felices con lo que tenemos. Lo que más nos gusta de todo esto es tocar en vivo. Las canciones nos tienen que gustar a nosotros. De lo contrario no podríamos salir a defenderlas.
—Solés encarnar un personaje en las canciones. En el documental, Fervenza bromea con que te gusta sufrir metiéndote en la piel de otros. En Venganza el personaje es una mujer que ha sufrido violencia de un hombre y describe el modo en el que se toma revancha. ¿Cómo encaraste ese tour de force, que generó bastante controversia?
—En principio son decisiones riesgosas porque podés ofender a alguien. Yo no me estoy poniendo en el lugar, es imposible que un varón se ponga en el lugar de una mujer violentada. Es un desafío artístico cantarlo desde ese lugar. Como en Hijos de las armas, que hablaba de la baja de la imputabilidad desde el lado de un joven sin posibilidades, cosa que claramente no soy. Sin embargo, elijo interpretarla en primera persona. La verdad es que si hubo alguna reacción negativa con Venganza no es algo que nos preocupe porque la banda está involucrada en esta causa desde hace más de 10 años. Tenemos la espalda suficiente como para defender esta postura, y tenemos un montón de gente detrás que avala nuestro compromiso. Está mucho más arriba la causa que la poca gente que se pueda ofender.
—Te referís a la campaña que llevan adelante contra la violencia en las relaciones entre adolescentes. ¿Ese es el potencial político que les interesa explotar?
—Estamos superinvolucrados, hemos logrado mucho, con talleres y campañas de información que reciben mucha atención porque estamos estimulando eso. Nos interesa aprovechar la popularidad para llamar la atención y generar conciencia en los jóvenes.
—¿Les llegó alguna historia concreta del impacto de esta movida?
—Millones. Y con Venganza, muchísimas. Nos escriben cosas como “esta canción me ayudó a entender que estaba en un problema y a tomar esta decisión” o “gracias, con este tema pude sacarme toda la rabia de adentro y pedir ayuda”. Entonces te podrás imaginar que no le voy a prestar atención a que alguien se ofenda.
—Sos muy familiero; hace mucho le dedicaste una canción a tu mamá (La única voz) y ahora a tu abuela...
—Sí, Josefina, que tiene 89 años y que se hizo cargo de mi hermana y de mí cuando mi vieja vino sola con nosotros a buscar laburo a Uruguay. Siempre estuvo al firme. Tengo canciones para toda la familia; para mi hermana y para mi padre también (ríe).
—¿Cómo viviste el debate que se dio sobre el rol del Estado y los apoyos a los artistas que ocurrió en los meses sin espectáculos?
—Bueno, este es un sector que sufrió muchísimo y al que se le prestó muy poca atención. Fue de los primeros en cerrarse y de los últimos en abrirse. No sé qué hubiera hecho un gobierno de otro color, pero lo cierto es que así fueron los hechos: mucha gente tuvo que dedicarse a otra cosa. Nosotros pudimos soportarlo porque tenemos el privilegio de tener ahorros con los que pudimos sostener a nuestro equipo técnico como si estuviéramos girando. Y pudimos vivir de eso. Pero muchos no pudieron y muchos proyectos se desarmaron.
—Cuando estás en tu casa, además de la música, ¿de qué manera te nutrís? ¿Qué te gusta leer o ver en la pantalla?
—Tengo momentos en que leo o veo una película y otros en que me concentro en la guitarra y en la música. Lo que más me gusta leer son biografías, sobre todo de músicos. La que más disfruté fue la de Keith Richards. Hace poco leí una de Tom Petty y un libro de entrevistas a Leonard Cohen, buenísimos. Cómo pensaba el pibe; un feminista adelantadísimo.
—¿Y vos te considerás feminista?
—Sí. Obviamente, estoy aprendiendo un montón, porque venimos de una cultura que es supermachista, y en estos últimos años los varones hemos aprendido mucho y en muy poco tiempo. Está cambiando el mundo y tiene que cambiar mucho más de lo que está cambiando: en forma abrupta, con el poder en las mujeres, con que pateen el tablero. Pidiendo permiso no hay ninguna revolución posible.
—¿Habrá mujeres en No Te Va Gustar, entonces?
—Bueno, las hubo y las hay. En nuestra primera formación tuvimos una compañera, Pamela (Retamoza). En toda la gira acústica tocamos con mujeres, como Julieta Venegas, Florencia Núñez, Mint Parker, que va a tocar de nuevo ahora. En el disco está Nicky Nicole como invitada y Anita Álvarez de Toledo, que grabó en varias canciones y estará en gran parte del show en esta gira.
—¿Qué otra cosa te gusta hacer cuando no estás con la banda?
—Salir a correr. Nunca lo había hecho, y en la pandemia empecé a correr abundante. Me hace mucho bien, me despeja. Escucho música nuestra y ajena, me pongo los demos y los escucho varias veces mientras corro. En esa situación se me ocurren ideas, tanto de composición como de arreglos para la banda. También aprendí a cocinar un poco mejor que antes.